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Palabras deslizantes
LUIS MANUEL GARCíA, Sevilla Parte 2 / 2

Lógicamente, en una sociedad de derecho, los creadores del eufemismo, de la palabra deslizante, deben inducir reiterada y subrepticiamente su uso a los transmisores de la palabra: los periodistas, que con alta (harta) frecuencia seguimos el juego por pura desidia. Pero también las esferas de poder imponen sus propias verdades por la vía de la palabra, que llegan a alcanzar apariencias de inamovilidad. Así, se habla de la "moderación salarial", pero no de la "moderación de la ganancia", porque por un raro enroque de las palabras, ahora los empresarios no tienen "ganancia" (líbrenos Dios de la Caperucita Roja de las palabras: "plusvalía"), sino "excedentes empresariales", colocándose la expresión estratégicamente cerca de "reinversión" y "creación de empleo", para que nadie sospeche que con ese "excedente" se comprarán un Porshe o un yate. De modo que los desempleados deberían saltar de alegría cada vez que una multinacional remonta "excedentes" de 3,000 millones.

Pero el clímax de la resbalosidad lingüística se alcanza en las naciones donde el Estado es dueño de todo, y en especial de la palabra, que el ciudadano deberá consumir dócilmente. En Cuba, por ejemplo, las empresas debían reportar el "faltante" en sus inventarios: la palabra denominaba el por ciento de los bienes e insumos que los propios funcionarios se hubieran robado (la palabra "robante" es demasiado brutal) durante el período en cuestión. Se llama "trabajo voluntario" a las labores agrícolas a las que acudían los estudiantes, so pena de ser expulsados del colegio. Alguien creó el exactísimo término "oblivuntario". Al Servicio Militar Obligatorio se le rebautizó como Servicio Militar General (los hijos de los generales solían evadirlo); y a la crisis de los 90, que demolió el 60% de la economía cubana, "Período Especial en Tiempos de Paz", una frase que resulta casi placentera.

Pero ni los dueños de la palabra se libran de que las muy malditas resbalen en sentido opuesto. Las guaguas de La Habana solían colocar en el cristal trasero la exhortación "Sígueme", y una manada de transeúntes obedecía cuando la guagua se volaba limpiamente la parada. En la entrada del Combinado del Este, la mayor prisión de la Isla, colocaron una frase de Fidel Castro que resultó proverbial: "Todo lo que somos hoy, se lo debemos a la Revolución y al Socialismo". Pero la mayor muestra de talento propagandístico, fue la de un comité de base de la Unión de Jóvenes Comunistas, que decoró el muro del cementerio de Victoria de las Tunas con un rotundo: "Aquí no se rinde nadie". Y tenían razón.

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