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La Isla numerosa

(en proceso)

Un ensayo sobre las muchas Cubas, dentro y fuera de la Isla, que componen nuestro archipiélago global. Lo que sigue, es una estructura básica a partir de la cual se desenvolverán los diferentes temas a través de ensayos, reportajes, crónicas e incluso alguna pieza narrativa ocasional.

La Isla numerosa

Hasta donde se sabe, el primer europeo que bajó de la nao capitana en 1492 y, con gesto del Neil Armstrong, pisó la Isla de Cuba, no fue un cristiano stricto sensu, sino un judío converso llamado Luis de la Torre[1], miembro de esa nación diaspórica, satanizada, masacrada, y que últimamente ha alcanzado la categoría dual de víctima y verdugo. Una nación cuyas mitologías están en el origen de todo Occidente. Aquel judío “converso” (entre comillas, porque ignoramos cuán converso era realmente) portaba una habilidad que tan útil ha sido a los cubanos durante el último medio siglo: pensar lo que queremos, decir lo que podemos y hacer todo lo contrario. Por eso resultan patéticos los turistas de la política que pretenden confirmar en dos semanas que Cuba es Utopilandia, o el Tropigulag.

Quinientos años después de aquel desembarco, la globalización ha abolido muchos muros (aunque otros se levantan con los escombros de las torres gemelas), pero uno se mantiene incólume: el muro del Malecón. No sólo es el balcón de La Habana con vista al Estrecho de la Florida, sobre el que se sientan los amantes de espaldas al mar, o de frente al horizonte quienes padecen la claustrofobia de las islas, sino nuestro Muro de Berlín cultivado con mimo durante casi medio siglo por los fundamentalistas de ambos bandos. El muro entre el adentro y el afuera. Entre Miami y La Habana. Entre ellos y nosotros. Entre nosotros y ellos. Atrincherados tras ese muro se disparan odios, nostalgias, ambiciones y sueños. Caídos en combate, entre 10 y 20.000 cubanos[2], según los estimados, víctimas del fuego cruzado, tienen como sepultura las aguas del Estrecho. El muro sirve de excusa y de coartada, y sobre sus cimientos se han levantado no pocas carreras políticas al norte y medio siglo de totalitarismo al sur. El muro es esa frontera física y simbólica que expresa la tradicional división antitética de la nación cubana: aborígenes y encomenderos, amos y esclavos, criollos y españoles, mambises y voluntarios, liberales y conservadores, anexionistas y antimperialistas, fidelistas y anticastristas, los que se quedaron y los que se fueron. Pero esta división es hoy —en buena medida, quizás lo haya sido siempre, en una tierra de devociones mestizas— mera argucia didáctica. La realidad es más compleja.

Durante la segunda mitad del siglo XX e inicios del XXI, los cubanos no hemos podido librarnos de los estereotipos. Una izquierda nostálgica que intenta restaurar sin éxito el Muro de Berlín, se aferra, como el náufrago posmoderno a la tabla ideológica, a su imagen idílica de Cuba —alguno ha propuesto recientemente “declarar al socialismo cubano ‘Patrimonio de la Humanidad’. De considerable valor científico, antropológico, arqueológico, y hasta folclórico”[3]. Una suerte de parque temático del comunismo con once millones de ejemplares en vías de extinción, susceptible de ser visitado con fines didácticos—. También suelen asociarse los términos “exilio-cubano-Miami” con “éxito económico”, “intolerancia”, “anticastrismo furibundo” y “extremismo de derechas”. Una asociación tan extemporánea y engañosa hoy como pensar a los cubanos de la Isla cual milicianos dispuestos a dar la vida por Fidel Castro, cantando La Internacional. Cuando ni siquiera Fidel Castro está dispuesto a dar la vida por Fidel Castro.

Pero Cuba ya no es una, ni siquiera dos —la Cuba insular de jineteras que leen devotas las “Reflexiones” del Comandante en Jefe, y la Cuba peninsular del Miami próspero y reaccionario—. En los últimos veinte años, Cuba se ha multiplicado.

Dentro de la Isla, coexiste la Cuba oficial de los viejos patriarcas y los nuevos talibanes elegidos personalmente por el Máximo Líder, con la Cuba desesperanzada que espera, ansía (y teme) el cambio. La Cuba de los jubilados condecorados con pensiones de seis dólares al mes, que para sobrevivir bucean en la basura o trafican con lo que encuentran, y la Cuba de los nuevos empresarios, los teléfonos móviles, los autos occidentales y la corrupción (la burguesía de mañana en su crisálida roja). La Cuba nocturna de jineteras y pingueros, chulos y tahúres, alcahuetas y policías, y la Cuba diurna de hambreados cirujanos, ingenieros y matemáticos, que pedalean sus bicicletas cada mañana hacia el trabajo a cambio de quince dólares mensuales; profesionales de alto nivel que sólo aspiran a cenar esta noche y se conformarían con que sus hijas fueran camareras, siempre que eludieran la tentación de convertirse en putas. O la Cuba de los que están y no están: el 8 % de la población, 900.000 cubanos[4] que han hecho constar su deseo de emigrar.

Fuera de la Isla, en el propio Miami, los viejos exiliados de los 60, luchando contra el calendario para presenciar por televisión la muerte de Castro aunque sea lo último que vean, se codean con los balseros de última generación, y con los balseros del aire —instruidos, portadores de una adolescencia comunista, menos competitivos e inmunes a la nostalgia a pesar de sus raíces vivas en el terruño—, y con los cubanoamericanos, quienes hablan en español de la Isla mítica que no conocen, pero sueñan en inglés. Además de las muchas Cubas repartidas por el planeta: el “exilio de terciopelo” de quienes van y vienen, tienen residencia aquí, allá y acullá, y el aeropuerto es su hogar. El exilio empresarial de hijos, nietos y sobrinos de los patriarcas, que han conseguido montar en el outside prósperos negocios en tiempo récord, de modo que si un día sus mayores tienen que abandonar la mansión junto al Laguito, puedan escribir sus memorias al pie de un humilde arroyo, en algún chalé del extrarradio. El seudoexilio cautivo de médicos, constructores, deportistas, marineros, semiesclavitud del siglo XXI, que reciben del mayoral de la Isla un estipendio simbólico. En suma, la extraordinaria geodemografía de la diáspora. Aunque no se diga en los prospectos turísticos, quienes se acerquen a las múltiples islas de Cuba deberán ir sobreaviso.

¿Cómo y por qué una isla de seis millones de habitantes que era hace medio siglo una pregunta difícil en los exámenes de los escolares europeos, ha logrado la omnipresencia en los medios de comunicación y en la geografía?

Antes de Nuestra Era

A inicios del siglo XVI, Fray Bartolomé de las Casas pedía la importación de negros africanos para sustituir a los aborígenes taínos y siboneyes en vías de extinción[5]. Al final de ese mismo siglo, ya los nativos cubanos eran apenas una perdurable toponimia y algunos rasgos faciales diluidos en el galopante mestizaje. Desde ese momento, en la Isla sólo puede hablarse de una autoctonía por adopción, por aplatanamiento, dado el peso abrumador de las (in)migraciones en la cocción de eso que llamamos la nacionalidad cubana. Muchos ingredientes compusieron esa mezcla. El primero, la inmigración española que comenzó con la conquista y sólo se detuvo en 1959: aventureros andaluces y extremeños, comerciantes catalanes, empresarios vascos, soldados que se negaron a la repatriación tras su derrota en 1898, oleadas de gallegos y asturianos —734.454 españoles inmigraron a Cuba sólo entre 1902 y 1934[6]—. El segundo ingrediente de peso fue la trata de esclavos. Se estima que entre 1521 y 1873 fueron introducidos en Cuba 816.000 esclavos. En 1841, en pleno auge de la industria azucarera, había en la Isla 436.495 esclavos, el 43% de una población cubana que entonces era de 1.007.624 habitantes[7]. Pero no sólo hubo esclavos negros. Entre 1848 y 1874 se importaron 124.000 chinos en condiciones de semiesclavitud[8]. Inmigración que se diversificó en el siglo XX, de modo que entre 1902 y 1934 entraron a Cuba 1.293.058 inmigrantes: los 734.454 españoles, 323.264 jamaicanos, haitianos y puertorriqueños, 60.774 norteamericanos, 10.344 chinos y 166.804 sirios, libaneses, judíos polacos, japoneses y de otras nacionalidades[9]. Con el patrocinio de The Swedish Land and Colonization Company of the Northwest, los suecos, en un acto de audacia climática, establecieron una colonia en Bayate, en las montañas de Guantánamo, al norte de donde hoy se hospedan los talibanes[10]. A eso hay que sumar la entrada de trabajadores temporeros procedentes de las islas del Caribe, la migración e inmigración temporal hacia/desde México, Estados Unidos y Europa —Garibaldi vivió en la capital cubana, Ítalo Calvino nació en la Isla—; más un fenómeno que durante dos siglos marcó la personalidad de La Habana: el sistema de flotas: barcos cargados de metales preciosos procedentes de toda América se reunían durante meses en la ciudad antes de partir en convoy hacia España. La Habana multiplicaba su población con los marinos de paso y conformó precozmente una economía terciaria. Amén de ganar fama como ciudad disoluta y pecadora, donde la marinería podía encontrar aguardiente y buena compañía a cualquier hora del día o de la noche.

De modo que Cuba fue, durante cuatro siglos y medio, un país centrípeto: un sumidero donde se iban asimilando oleadas de inmigrantes —voluntarios o forzosos— de todo el planeta, que a la segunda generación se convertían en cubanos. En 1931, la población ascendía a 3.962.344[11]. Uno de cada cinco, 850.413, no habían nacido en el país[12]. De los seis millones que comenzó a gobernar Fidel Castro en 1959, la quinta parte había llegado a Cuba en busca de la tierra prometida. Casi dos millones la abandonarían en los siguientes 50 años, devolviendo con intereses al planeta la transfusión humana recibida durante la primera mitad del siglo XX. Cuba se convertía en un país centrífugo.

Hasta ese momento, si nos atenemos a las cifras de cubanos en Estados Unidos, el destino preferente, los isleños apenas emigraban. En 1850, el Censo Federal reportaba 5.772 cubanos, y diez años más tarde, 7.353. En 1870, ya en plena guerra de independencia, eran 12.000 (8/1.000 de una población cubana, que entonces ascendía a 1.445.000 habitantes). En 1890, 20.000 (12/1.000) y 40.000 en 1910 (18/1.000) sobre una población de 2.236.000[13]. Según diversas fuentes[14], 35.145 personas emigraron de Cuba entre 1930 y 1950, y 50.950 en la década siguiente, en su mayoría emigrantes temporales o extranjeros que retornaban a sus países[15], dada la crisis económica, primero, y, después, la situación de guerra civil que imperaba en la Isla bajo la dictadura de Fulgencio Batista.

Una regla invariable de los flujos migratorios, desde las cigüeñas y los charranes árticos hasta los humanos, es el desplazamiento de menos a más: más alimento, mejor clima, mejores condiciones de vida. Aunque Fidel Castro ha fabricado a lo largo de miles de horas/discurso una imagen miserable del país anterior a 1959, prehistoria apenas del luminoso presente, lo cierto es que aquella Cuba, con reservas de US$385.600.000 en oro, dólares y valores convertibles, era el tercer país de América Latina con mayor solidez monetaria, detrás de Venezuela y Brasil. Tenía la inflación más baja, con 1,4% (la media continental era 7,8, y la de Bolivia, 63). El peso cubano era equivalente al dólar. El país era el primer exportador mundial de azúcar, puros y cobalto, y el segundo exportador de níquel. Tenía el mayor kilometraje de vías férreas por kilómetro cuadrado (1/8,08 km2), y el segundo de carreteras en la región. Cuba tenía un salario industrial promedio de 180 dólares al mes —el octavo del mundo tras Estados Unidos, Canadá, Suecia, Suiza, Nueva Zelanda, Dinamarca y Noruega, y por delante de Inglaterra, Alemania y Francia—, y un salario agrícola de 90 —el séptimo, detrás de Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia, Suecia y Noruega, y por delante de Alemania, Francia y Japón—. El obrero cubano gozaba desde 1933 de un mes de descanso retribuido al año y de la jornada de ocho horas —seis, con el pago de ocho[16], a los trabajadores del transporte público—. Cuba producía anualmente 95 libras de carne por persona, sólo superada por Argentina (304) y Uruguay (245). Cada cubano consumía 5,6 libras de pescado fresco, seguidos por los estadounidenses con 5,4. El país ocupaba el tercer lugar en nivel de alimentación, con 2.682 calorías per cápita diarias, superado por Argentina (3.106) y Uruguay (2.991). Cada habitante consumía 122 litros de leche al año y se producían 803.700,000 litros. Había 1,1 vacas por habitante. Su índice por enfermedades transmisibles era 31,75 por 100.000, y el país estaba libre de enfermedades cuarentenables. La mortalidad infantil era 37,6/1.000 nacidos vivos, seguida por Paraguay, con 55,3[17]. Cuba tenía 980 habitantes por médico, detrás de Argentina (840)[18]. En habitantes por dentista, ocupaba en 1958 el tercer lugar, con 2.978, superada por Uruguay y Argentina. El coeficiente de mortalidad por millar de Cuba era 5,8 —el tercero menor del mundo, junto con Israel—, seguido por Argentina (8,1), Canadá (8,1) y Estados Unidos (9,4)[19]. Cuba, con 25% de analfabetos, era superada por Argentina (8), Costa Rica (21) y Chile (24)[20], aunque era el país de América Latina que destinaba a la educación el mayor porcentaje del gasto público (23%), seguido por Puerto Rico[21]. En el número de habitantes por estudiante universitario, ocupaba el quinto lugar en América, con 273, precedido por Estados Unidos, Argentina, Uruguay y Canadá. Y el primer lugar del continente en porcentaje femenino de estudiantes, con 45%, cuando en Estados Unidos era 32,8[22]. Tanto en el número de habitantes por teléfono como en el de habitantes por automóvil, Cuba ocupaba el tercer lugar. El segundo lugar en habitantes por radiorreceptor, y el tercero en número de radioemisoras. Primer país iberoamericano en disponer de televisión en blanco y negro y en colores, Cuba ocupaba el primer lugar, con 18 habitantes por televisor, y 23 estaciones transmisoras cuando Brasil tenía 26. Y circulaban 58 periódicos, a razón de 8 habitantes por ejemplar, tras Uruguay, con seis[23].

En 1958 Cuba era, en síntesis, un país que, tras 56 años de vida republicana y a 62 de una guerra feroz que lo dejó diezmado y en ruinas, y sin disponer de petróleo o grandes recursos naturales, pagaba salarios del Primer Mundo y estaba entre los tres primeros lugares de América Latina en casi todos los índices, por delante de países con siglo y medio de vida independiente. Pero esa Cuba próspera también adolecía de abismales diferencias entre la ciudad y el campo, injusticia distributiva, corrupción a todos los niveles, delincuencia organizada y, desde 1952, la dictadura de Fulgencio Batista. Eso explica

El júbilo de 1959

Cuando las tropas de Fidel Castro entraron triunfantes en La Habana en enero de 1959, el aplauso de la población fue prácticamente unánime. El joven líder prometía restaurar la democracia y sus libertades, el saneamiento de la vida pública, erradicar la corrupción y el latrocinio, el respeto a la pluralidad y medidas sociales que favorecieran una mayor justicia distributiva. De modo que en un primer momento sólo huyeron del país los vinculados al antiguo régimen. Pero en apenas 27 meses se consumó el giro hacia el totalitarismo.

Los años 1959-1966 presenciaron una guerra civil cuya magnitud el Gobierno ha ocultado hasta hoy: 6.000 conspiradores, 20.000 simpatizantes, 100.000 encarcelados en abril de 1961[24]. Según el Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado (CIHSE)[25], hubo unos 3.995 alzados en todas las provincias, y perdieron la vida unas 1.249 personas. Juan Carlos Fernández[26] da la cifra de 295 muertos de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) en combate. Raúl Castro, en un discurso de 1970, afirmaba que fueron entre 500 y 800 millones de pesos en gasto militar. Norberto Fuentes[27] eleva la cifra a 1.000 millones y añade que las unidades especiales del LCB (Lucha Contra Bandidos) perdieron, sólo en la provincia de Las Villas, 305 hombres. Enrique G. Encinosa estima en no menos de 3.000 las bajas de ambos bandos[28]. Esta guerra duró el doble que la liderada por Fidel Castro contra Batista, y el Gobierno apeló al desplazamiento masivo y forzoso de la población campesina del Escambray, al estilo de las aldeas estratégicas que establecían por entonces los norteamericanos en Vietnam, o la reconcentración de Valeriano Weyler, de infame memoria para los cubanos[29]. Aquella dramática escisión de la sociedad cubana, provocó el mayor exilio de nuestra historia, con tasas migratorias sostenidamente negativas durante medio siglo[30].

Es en los 90 cuando se remodela el rostro de la sociedad cubana actual y se diseñan su estratificación y sus valores, sus contradicciones y la crisis que ha determinado esa Cuba que es hoy

Un puzzle socio-geográfico

muy difícil de comprender para el observador ocasional o el que se acerca a la Isla intentando confirmar ciertos prejuicios. Nunca se hizo realidad la idea (inducida con extraña persistencia en la izquierda internacional) de una sociedad igualitaria. Desde el primer momento, quienes bajaron triunfantes de la Sierra Maestra se apropiaron, como botín de guerra, de los autos y mansiones que abandonaba la burguesía en fuga. Desde ese instante, la aproximación al igualitarismo fue funcional sólo de un nivel hacia abajo. En la medida en que la nomenklatura fue haciéndose más extensa y compleja, también se sofisticó el sistema de retribución hecho a medida por y para la aristocracia verde olivo en el poder. No obstante, esas diferencias de clase no fueron tan notorias hasta la llegada del Período Especial, cuando, parafraseando a Hemingway, el asunto es

Tener o no tener,

ya que la sociedad se divide drásticamente entre una minoría que prospera en dólares, la moneda del enemigo, y una mayoría que se muere de hambre en la patriótica moneda nacional. Durante tres lustros se ha producido en el país la aberración, posiblemente única en el planeta, de que la población recibe su salario en una moneda y está obligada a hacer sus compras (salvo una canasta básica de alimentos que cubre el 25% de las necesidades) en otra. Los precios de los productos en dólares son altos, incluso si los cubanos obtuvieran sus mismos salarios pero en esa moneda. Cuando los trasladan de pesos a dólares (o a pesos convertibles), la relación salario/precio es tal, que de no ser por la economía sumergida y el expolio de la llamada “propiedad social” sería difícil explicar que algún cubano de a pie siguiera con vida. Según estimados de Carmelo Mesa-Lago[31], el salario promedio mensual al final de 2005 era de 334 pesos (equivalente a 16,70 dólares a la tasa oficial de cambio de 20 pesos por un dólar, que en octubre de 2008 es 24), el salario mínimo era de 225 pesos (11,25 dólares) y la pensión promedio mensual, 180 pesos (9 dólares). La canasta entera de bienes racionados, suficiente para una semana al mes, cuesta 30 pesos, más 60-115 pesos de bienes y servicios. La alimentación de las siguientes tres semanas depende del mercado paralelo, las tiendas en divisas y la bolsa negra. Medio kilo de carne, pollo o pescado, dos de arroz, uno de frijoles, dos cebollas, una botella de aceite de soja y 4 huevos cuestan 213 pesos, dos tercios del salario promedio. Una pastilla de jabón de baño, una bolsa de detergente, un tubo de desodorante y un rollo de papel higiénico cuestan otros 100 pesos. Y en 2008, tras la subida del litro de gasolina a 1,97 dólares (47,28 pesos), el salario promedio íntegro alcanzaría para comprar siete litros, lo que necesita un Lada para recorrer 90 kilómetros. Hasta 1993, ser sorprendido en Cuba con un dólar podía costar hasta siete años de prisión. No tenerlo hoy te puede costar la vida por desnutrición. La diferencia entre la Cuba del peso y la del dólar es abrumadora. Y la pregunta clave es ¿quiénes reciben dólares?

El mayor ingreso es por concepto de remesas enviadas por los familiares del exilio (unos 1.000 millones de dólares al año)[32]. Alguien que reciba cien dólares mensuales de su familia en el exterior, por ejemplo, tiene ingresos que quintuplican el salario de un médico especialista o de un doctor en ciencias de alto nivel. Reciben dólares también (legal o paralegalmente) la nomenklatura, quienes están relacionados con el turismo o con las empresas extranjeras radicadas en Cuba, algunos artistas que colocan su obra en el exterior y, desde luego, los operadores del mercado negro y la fauna nocturna que ofrece al turismo todo tipo de productos: desde habanos y cocaína hasta carne humana fresca y en movimiento.

Esa división de carácter monetario ha determinado, a su vez, una subversión de los valores: hace veinte años los jóvenes aspiraban a hacerse profesionales y ascender en la nomenklatura, único modo de obtener una casa, un automóvil o viajar al exterior y recibir dietas en divisas. Hoy, la universidad es para los fracasados que no consiguen irse del país, convertirse en camareros, colocarse en alguna empresa extranjera o negociar con los turistas el único capital de que disponen: su propia anatomía. Todavía algunos jóvenes avispados ingresan a la universidad, no sin antes consultar los perfiles de demanda laboral en Europa y Estados Unidos. Su proyecto es cursar estudios en la Isla y hacer el servicio social en Berlín o Chicago.

Esa escisión del país y los tortuosos caminos para aproximarse al dólar, determinan no una simple división en clases, sino una

Estratificación múltiple

En los estratos superiores se encuentra la aristocracia verde oliva con denominación de origen Sierra Maestra, y el resto de la nomenklatura, que disponen de su propio sistema de bienes y servicios. Esa clase en el poder amalgama al generalato con los supervivientes de las purgas, como Ricardo Alarcón, la nueva tecnocracia y los jóvenes talibanes (hoy en declive) designados personalmente por el Comandante en Jefe.

Del Olimpo hacia abajo, aparecen los conversos al neocapitalismo de Estado, felizmente insertados en las empresas extranjeras y/o en el sector del turismo, y los profesionales que han conseguido colocar su trabajo en el mercado del dólar o fuera del país: ellos reciben legalmente retribución en divisas ganadas con su propio trabajo y son los más preparados para la transición: ya viven en una sociedad de mercado.

El siguiente estrato, y no porque sean obligatoriamente menores sus ingresos, son los paralegales: empresarios del mercado negro, trabajadores por cuenta propia, fauna nocturna al servicio del turista, etc. Acosados y periódicamente perseguidos por las autoridades en operaciones eventuales (cosméticas, políticas), son, al mismo tiempo, tolerados por varias razones: de encarcelar en Cuba a todo el que quebranta la ley, más barato saldría poner barrotes a la Isla, y también porque sin mercado negro ni economía sumergida, en el país ya toda la población habría muerto de hambre si antes no se produjera un estallido social —el maleconazo de 1994 fue atajado a tiempo y se abrió la válvula de escape— de consecuencias incalculables. Este sector vive permanentemente esquilmado por la policía, paga una tasa de sus utilidades en sobornos y tiene siempre un pie en la cárcel, aunque en la mayoría de los casos sus actividades en otra sociedad no serían constitutivas de delito.

Hacia abajo se encuentran los funcionarios con suerte a sueldo del Estado que, gracias a su posición, pueden obtener una retribución extra: el camarero que recibe propinas, el policía y el inspector que recaudan sobornos, el funcionario que agiliza trámites contra reembolso, comerciantes a costa del patrimonio estatal confiado a su custodia o dejado a su alcance. En Cuba, hoy, se puede comprar un carné de conducir, un pasaporte, cirugía estética o a corazón abierto, un título universitario o un AK-47. También estos funcionarios pueden terminar en la cárcel, pero cuentan con una ventaja: suelen ser ellos los perseguidores, los encargados de combatir el delito.

Los receptores son aquellos que, pudiendo insertarse en cualquier otra categoría, sobreviven gracias a las remesas que periódica u ocasionalmente les envían sus familiares en el exterior: dólares que benefician, según estimados, a un 40% de la población cubana, y que constituyen el grueso del circulante en divisas que transita por los pasadizos del mercado negro.

En la base de la pirámide se encuentran el talento hambreado y los últimos de la fila. Cientos de miles de profesionales y técnicos, obreros, médicos, maestros, ingenieros (que no tienen a mano bienes, recursos, medios con los cuales agenciarse un sobresueldo, “búsquedas” en el argot insular) malviven con salarios de 10 a 16 dólares mensuales, sin acceso al dólar, a menos que se inserten parcialmente en otra categoría. Ellos son el ejemplo vivo para las nuevas generaciones de que cursar estudios es el mejor método para convertirse en un instruido muerto de hambre.

Los últimos de la fila son los jubilados y pensionistas, personas enfermas y ancianas que reciben entre 4 y 7 dólares mensuales. Puede vérseles vendiendo maní, cigarrillos al menudeo, o buceando en los tanques de basura cercanos a los centros turísticos, donde, con suerte, capturan suculentos desperdicios. Un dato pavoroso que arroja el Anuario Demográfico de Cuba 2007[33], es que la tasa de muertes por suicidio, 18,57/100.000 habitantes, no sólo es la más alta del hemisferio (2.087 suicidas de 80.831 fallecidos en 2007), sino que el 81,4 % de esos suicidas (1.698) son mayores de 60 años, en contra de lo que ocurre en el resto del mundo, donde, según la Organización Mundial de la Salud[34], el 55% de los suicidas son menores de 45 años. Tras medio siglo pidiendo a esos hombres y mujeres que se sacrifiquen por la Revolución, sus jubilaciones simbólicas son casi una sentencia a muerte. De modo que no son infrecuentes los suicidios rituales: varios ancianos pactan darse muerte entre sí.

Al margen de esta estratificación social y solapándose con ella, se encuentran los que están, pero no están: ausentes de cuerpo presente que dirigen todos sus esfuerzos a la huida. Investigadores cubanos estiman que hasta 900.000 personas aspiran al exilio[35], en su mayoría mujeres y hombres blancos de entre 25 y 35 años, el 12% de ellos titulados superiores y el resto mayoritariamente de nivel medio o titulados como técnicos[36].

Desde luego, las categorías anteriores carecen de fronteras exactas y es frecuente que el médico durante el día intente un sobresueldo vendiendo coquitos prietos por la noche; que el dirigente del Partido Comunista reciba dinero de sus enemigos ideológicos en Miami, o que la profesora jubilada convierta su casa en un burdel. Y otras combinaciones más surrealistas. No es raro el hogar donde un anciano pensionista es mantenido por su hija y su yerno, profesionales que ganan salarios miserables y que, a su vez, son mantenidos por los suculentos ingresos de una hija prostituta y de un hijo colocado en una empresa turística donde le es dado rebanar algunos cientos de dólares mensuales. Y, a su vez, toda la familia tiene puestas sus esperanzas en el menor de la casa, empeñado en navegar hacia el Norte y hacer una cabeza de playa en Miami, avanzadilla para la futura invasión del resto de la tropa.

Las categorías políticas

que fueron determinantes en décadas pasadas, dado que el único camino hacia la prosperidad transitaba por la adhesión o la obediencia, han perdido peso en la Isla. Ser políticamente confiable sigue siendo importante para ubicarse en la nomenklatura, aunque en muchos casos sea apenas un mecanismo de supervivencia, sabedores de que la llamada Revolución ha caducado, pero aún se puede obtener cierta rentabilidad de sus despojos. Entre la población común, hay una exigua minoría que cree en la viabilidad del proceso —más que convicción política, es devoción religiosa—, aunque otros, sobre todo los mayores de 60 años, sólo se empecinan en creer que creen. Aceptar el fracaso del sistema sería aceptar el fracaso de sus propias vidas.

Pero la inmensa mayoría de la población está integrada por los esperantes, que aguardan el derrumbe final del sistema tras la muerte de Castro. Espera activa, buscando la pole position en el momento del cambio, o resignada espera pasiva, dado el infantilismo instaurado por medio siglo de paternalismo de Estado.

Los ausentes de cuerpo presentes aspiran a ver esa transición vía satélite desde algún allá, mientras los escasos miles de opositores activos sufren el acoso y la represión de la Seguridad del Estado. Aunque se trata de una oposición pacífica, el Estado les endilga sentencias abrumadoras —1.450 años de prisión fueron repartidos entre 75 disidentes en la primavera de 2003—, porque asaltar mediante la palabra el cuartel de las ideas castristas es mucho más grave que asaltar un cuartel a tiros, delito por el que Fidel Castro fue condenado a quince años de prisión, de los cuales cumplió 22 meses, uno por cada soldado muerto en aquel asalto[37].

Pero estas divisiones son, a su vez, complicadas por otros fenómenos que moldean el rostro de la sociedad cubana, algunos muy recientes y otros ponderados por la crisis de los últimos lustros. Puede hablarse, por ejemplo de

La Cuba habanera y la Cuba interior

Existe en Cuba una diferencia marcada entre la capital y el resto del país: nivel de vida, acceso a la modernidad, etc. Pero esa diferencia se ha acentuado en los 90. La Habana está más próxima a la Cuba del dólar: turismo, negocios clandestinos, trasiego de bienes y servicios. Entre 1982 y 1996, la población urbana se incrementó en 1.462.900 habitantes, una tasa media anual de crecimiento de 1,42%, el doble que la tasa de crecimiento poblacional del país. Al mismo tiempo, la población rural decreció en 207.000 habitantes —déficit mitigado en los últimos quince años por el aumento de la emigración, que es mayoritariamente urbana—, agudizando el problema de la producción agrícola, insuficiente desde los 60 por la centralización y la falta de incentivos. En abril de 2009, el diario Juventud Rebelde anunciaba que “solamente 19.964 jóvenes integran el sector cooperativo y campesino en el país”, esto es el 6% de los 300.000 campesinos en un país con 11,2 millones de habitantes, que importa el 80% de los alimentos que consume.

Se observa que en La Habana han entrado en el último decenio el doble de inmigrantes, procedentes de las provincias orientales, que los emigrantes que han abandonado la ciudad (y, normalmente, el país). Mientras, en las provincias orientales, más pobres, hay un claro éxodo, con saldos migratorios siempre negativos[38]. El Gobierno, por una parte, ha convertido esta migración en un arma, resucitando antiguas inquinas regionalistas: en La Habana ya una buena parte de la policía procede de las provincias orientales, y en momentos de crisis (1994, por ejemplo) se echa mano al Contingente Blas Roca, constructores procedentes en su mayoría de esas provincias, que, armados con garrotes, son una eficiente tropa paramilitar. Pero, por otra parte, el mismo Gobierno, que acepta ese éxodo mientras pueda instrumentalizarlo, no está dispuesto a permitir un libre flujo de ciudadanos que no hallarán casa ni trabajo y que pueden constituir peligrosos focos de delincuencia o, peor aun, de sedición. Para mantener bajo control la emigración interna, ha implementado desde los 90 controles a los desplazamientos, al estilo de la antigua URSS y deportan camiones enteros de orientales hacia sus lugares de origen. Aliomar Janjaque Chivás, presidente de la Fundación Cubana LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales), denuncia las razzias diarias de gays, emos, hippies, y todo el que ande con pelo largo o tatuajes, en los cines Payret y Yara, la cascada del Hotel Nacional, el Capitolio, el parque D del Vedado, la calle G y la Avenida de Carlos III, entre otros lugares. Son cargados en camiones por policías de civil, y los obligan a pagar una multa y a firmar una carta de advertencia. Permanecen en prisión hasta ser deportados a sus provincias en trenes que salen los jueves y viernes. Con tres cartas de advertencia pueden ser acusados de peligrosidad social predelictiva y condenados a tres años de prisión[39]. A pesar de ello, en los suburbios de La Habana se han multiplicado barrios chabolistas que viven totalmente al margen del control oficial: no están censados, no tienen libreta de abastecimiento ni, en muchos casos, un empleo; hurtan el suministro de agua y electricidad, y la ley los visita muy de tarde en tarde.

También hay que matizar esa diferencia entre La Habana y el interior. Puede hablarse de un interior sin turismo y de un interior con turismo. En 2007, las tasas de emigración interna de las provincias orientales ascienden a -4,2 en Santiago de Cuba y a -5,9 en Guantánamo. Ello explica que, a pesar del éxodo, el saldo migratorio de La Habana sea 7,8, 3 el de Ciudad Habana y 4,5 el de Matanzas[40], dotada del más importante polo turístico, Varadero, que, dada la accesibilidad al universo dólar, atrae la inmigración interna. Los numerosos controles y la fuerte presencia policial intentan, sin demasado éxito, jugar un papel disuasorio.

Pero Cuba también sigue dividida racialmente. Y puede hablarse de

La Cuba negra y la Cuba blanca

Desde que llegaran los primeros esclavos en el siglo XVI, la población negra se ha instalado en el sótano de la pirámide social, fenómeno atenuado tras la abolición de la esclavitud y, paulatinamente, durante la República. La Revolución de 1959 anuló por decreto la discriminación racial pero, salvo alguna que otra medida cosmética, no hizo nada para paliar las diferencias socioeconómicas heredadas entre negros y blancos. Tras medio siglo de castrismo, la presencia de los negros en las altas instancias del Gobierno es apenas ornamental (de 21 miembros del Buró Político, hay cuatro negros; y sólo dos entre los 39 miembros del Consejo de Ministros); aunque no hay estadísticas confiables, todos los observadores coinciden en que su presencia es minoritaria en las universidades y abrumadora en las cárceles y los barrios marginales.

Pero el color de la piel ha devenido también una categoría económica. Los turistas suecos, españoles, italianos y alemanes, prefieren jineteras y pingueros negros, por el contrario que los mexicanos; los empresarios extranjeros de las cadenas hoteleras ya han sido acusados de racismo al no aceptar negros entre el personal de servicio y, lo que es más importante, al ser la emigración cubana abrumadoramente blanca[41], ese 40% de la población de la Isla que sobrevive gracias a las remesas es, abrumadoramente, blanco. Un estudio realizado en 2000 por el Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos (IEC), de la Universidad de Miami (UM), reveló que el cubano blanco de la Isla recibe alrededor de US$81 anuales, comparados con los US$31 que recibe un cubano no blanco[42]. Y estamos hablando del mayor emisor de remesas. De acuerdo a un estudio realizado en noviembre de 2001 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)[43], el 67% de los cubanoamericanos envía remesas a Cuba.

El censo de 2002[44], que incluye datos raciales, mostró que de 11.177.743 habitantes, 7.271.926 (65%) eran blancos; 1.126.894 (10,5%) eran negros, y 2.778.923 (24,9%), mulatos y mestizos. No obstante, la percepción que se tiene al visitar las grandes ciudades es justo la inversa: apenas un 30% de blancos. De acuerdo con el IEC, un 62% de los ciudadanos cubanos son negros o mestizos[45]. Se habla, incluso, de que los resultados (no publicados) del último censo de población y vivienda arrojan un 65% de negros y mestizos contra un 35% de blancos. Y habría razones para que fuera así: emigración mayoritariamente blanca, familias negras con menos nivel educacional y más prolíficas, y atención médica universal y gratuita, idéntica para todos, de modo que no hay diferencias sustanciales en cuanto a la esperanza de vida.

En estas circunstancias, el racismo se ha recrudecido y, según Enrique Patterson, “la raza es el problema social más grande que enfrenta Cuba'', “una bomba social”. “Si este problema no se atiende, Cuba no será gobernable en el futuro''[46].

Por otra parte, la que en su día fue vista por Occidente como la joven Revolución, encabezada por un líder de 33 años, es hoy

Cuba la vieja

Según datos oficiales[47], en 1965 la tasa de crecimiento natural fue de 27,9/1.000 habitantes, y la tasa anual de crecimiento, 24,9. En 2007, esas tasas bajaron a 2,7 y -0,2. Y se estima que en 2020 la tasa anual de crecimiento será -0,3. En 2006, esas tasas fueron 2,7 y -0,4, las mínimas históricas. La tasa de natalidad bruta era, en 1963, 35,1/1.000 habitantes, y en 2007, 10, con una tasa global de fecundidad de 1,43 hijos y 0,69 hijas por mujer. A ese dato se suma la emigración femenina, superior, desde 1995, a la masculina[48]. La tasa de fecundidad general era en 1998 49,9/1.000 mujeres de 15-49 años, y 37,3 en 2007, con casi 40.000 nacimientos menos.

Además, Cuba tiene uno de los mayores índices de abortos del mundo. Según el Perfil Estadístico de la Mujer Cubana, de 2000[49], desde 1968 hasta 1996 nacieron 5,6 millones de niños, y se registraron 3,2 millones de abortos (36/100 gestaciones). Y en 2002, hubo 49,8 abortos por cada 100 partos[50].

En ello inciden varios factores: la crisis económica, los problemas de vivienda y la reducción de la población joven: 828.000 jóvenes menos —la cuarta parte de su magnitud inicial— en los últimos diez años del siglo XX. Cada día de los 90, hubo en Cuba 85 ancianos más y 227 jóvenes menos que el día anterior. La población adulta (30-59 años) creció en algo más de 1,1 millones de individuos, y los mayores de 60 años lo hicieron en 310.000 personas. En 1994-1995, la esperanza de vida al nacer era 74,83 años; en 1998-2000, 76,15 años, y en 2001-2003, 77 años[51]. Y el envejecimiento poblacional es más acusado en las provincias centrales y en La Habana[52].

La perspectiva para el próximo decenio es que el país sea la isla de la tercera edad: jubilados cuyas pensiones dependerán de la divina providencia, porque la población activa será incapaz de sufragarlas. En 2007 había en Cuba 6.721.344 personas en edad laboral, y 4.515.446 fuera de edad laboral; de ellos, 2.174.458 mayores[53]. Y el proceso se mantiene, porque cada año abandonan el país decenas de miles de personas[54], en su mayoría jóvenes o adultos en edad laboral y en edad de procrear. Y esto tiene un efecto aún más nefasto: no sólo ha disminuido la fecundidad[55], sino que el éxodo compromete la tasa de nacimientos y, por tanto, la renovación poblacional de los próximos lustros.

También atenta contra ese futuro el hecho de que Cuba sea

El paraíso de los divorcios

A inicios de los 90, cuando comenzó el Período Especial, la mayor crisis de la historia cubana, que aún perdura, hubo una respuesta social inesperada: un boom matrimonial. Hasta entonces, la mayor tasa de matrimonios había ocurrido en 1970 (115.160 matrimonios, 13,5/1.000 habitantes). Pero entre 1991 y 1994, el grado de matrimonialidad fue espectacular: 15,1 en 1991, 12,4 en 1993, 10,7 en 1994 y, sobre todo, los 191.429 matrimonios de 1992, para una tasa récord de 17,7/1.000 habitantes —la más alta del mundo—, con un decrecimiento igualmente rápido de ahí en adelante, de modo que en 2005 se registra la mínima histórica (4,6) y en 2007 apenas subió a 5,1[56]. Esta paradoja se explica porque, en medio de una pavorosa escasez, a las parejas que se casaban se les vendía una cuota especial de bienes y servicios[57]. Hubo quienes se casaron en un año media docena de veces. Y eso produjo otro boom: el de los divorcios, aunque ya los índices eran altos. Si en 1964 la tasa de divorcialidad fue de 1/1.000 habitantes, ésta se triplicó en años sucesivos, para alcanzar récords en 1992 (5,9), 1993 (6,0) y 1994 (5,2), que se reduce a 3,1 en 2007[58]. Y la razón fundamental es el dificilísimo acceso a una vivienda digna. El hacinamiento de varias generaciones en espacios reducidos, donde la joven pareja tiene un papel subordinado, crea conflictos de convivencia insolubles. No es raro entonces que en el período 1995-2007 se hayan producido en Cuba entre 60 y 70 divorcios por cada cien matrimonios celebrados[59] —otro récord mundial—. Y no es que el divorcio sea censurable per se. En lo absoluto. Un divorcio amigable y a tiempo es profilaxis social. Pero los altísimos índices cubanos son un termómetro de la desestructuración familiar, y su otra consecuencia es que de 112.472 nacidos vivos en 2007, 25.771 eran de madres casadas, y 84.256, de madres solteras o acompañadas[60]. Lo cual tampoco sería grave si la desatención de los padres a los hijos cuando no hay convivencia no fuera una persistente tradición latinoamericana.

Esas madres solteras forman parte de lo que se está convirtiendo en

El país de las amazonas

Aunque, salvo en 1999, la población masculina sigue superando a la femenina, la relación de masculinidad ha pasado de 1.055 hombres/1.000 mujeres en 1960, a 1.003 en 2007[61]. Si bien las mujeres tienen mayor esperanza de vida que los hombres, nacen en la Isla menos mujeres y, en los últimos lustros, emigran más que los hombres, lo cual hace que la proporción entre sexos sea muy equilibrada, no así en rangos de edades. Hay 180.000 hombres más que mujeres en edad laboral, y 350.000 mujeres más que hombres fuera de edad laboral. Pero no se trata sólo de un asunto numérico.

Uno de los mayores éxitos de la Revolución ha sido la incorporación de las mujeres a la vida social y laboral —más de la mitad de los universitarios son mujeres—, independencia económica que les ha otorgado personalidad social y familiar propias, no subordinada. Aunque también, dadas las penurias dela vida cotidiana, la escasez de equipos y medios que alivien las tareas domésticas y la tradicional asimetría en el reparto de esas tareas entre hombres y mujeres, ello ha redundado en una mayor carga laboral de las mujeres: trabajadoras de día y amas de casa de noche.

La desestructuración de la familia tradicional, el bajo índice de matrimonios, el alto índice de divorcios y las facilidades para la planificación familiar, incluyendo el aborto, explican la abundancia de familias monoparentales o, al menos, no tradicionales.

En una época de profunda crisis, cuando los salarios que paga el Estado son simbólicos, la gestión administrativa de la mujer y sus trapicheos para llevar el plato a la mesa son más importantes que un mazo de billetes devaluados. (Cuando no es ella, haciendo de su anatomía un capital a invertir, la que trae el dinero a casa, y ya no son raros los hombres que lo aceptan. O, bien casada con su extranjero, es ella la que se ocupa de mantener, desde allá, a la familia en la Isla). Tras cincuenta años de “moral socialista”, una buena parte de la sociedad cubana se aproxima a una moral elástica, utilitaria —ser “pobre, pero honrado” ya no es un mérito—, que relativiza la ideología y pondera el éxito. Y, a nivel microsocial, en ella la mujer juega, con frecuencia, el papel protagónico.

Coctelería criolla: sumatoria de anomalías

Entonces, ¿qué es hoy Cuba? Lejos de ser un país igualitario y homogéneo, se ha convertido en un puzzle socioeconómico armado con piezas de muy distinto calibre: un país fracturado en dos monedas, en dos razas, en campo y ciudad; entre los que se fueron y los que se quedaron; la Cuba del poder y la del no poder; un país envejecido, divorciado o que prefiere la consensualidad como forma de unión; de familias desestructuradas y natalidad mínima, que ha convertido el aborto en un medio anticonceptivo; un país que se ha acostumbrado a cifrar sus esperanzas en la huida. Pero es también un país con un nivel educacional promedio de 12 años de estudios, y donde más del 18 % de la población económicamente activa es universitaria, lo que crea un abismo entre las expectativas y la realidad.

Una suma de países que, entramados, componen el país real, no el que figura en los discursos y en los prospectos turísticos: un país dividido entre los que insisten en creer y los que simplemente esperan sin demasiadas esperanzas. Quizás por ello, en el país donde se abolieron los dioses por decreto, estos han resucitado con un entusiasmo sin precedentes. Cuando los hombres miran hacia el horizonte y sólo ven brumas o negros nubarrones, se arrodillan y miran al cielo en busca de explicación o de alivio.

Cuba Outside: derogación de Miami

Cuando se habla de la diáspora cubana, inmediatamente se piensa en Estados Unidos y, en especial, en Miami, la Cuba Outside por excelencia. Y hay 1.448.684 razones —los cubanos residentes en Estados Unidos en 2005[62]— para esa asociación. Son el 0,52% de la población del país y el 3,3% de los hispanos[63]. De ellos, 840.000[64] residen en la Florida, en especial en los condados de Dade y Broward.

Durante casi medio siglo de éxodo, se han producido diferentes oleadas migratorias de cubanos que apenas tienen en común el haber nacido en la misma Isla:

Exilio histórico suele llamarse a los que llegaron antes de 1970: 520.604 exiliados divididos en tres oleadas: la de inicios de 1959, personas muy relacionadas con la dictadura depuesta; la de 1959-1962, integrada por la alta burguesía, empresarios, profesionales liberales y opositores políticos, continuada hasta 1970 y, posteriormente, hasta 1979 (otras 158.153 personas, a pesar de las trabas impuestas por Cuba al éxodo): profesionales, clase media y numerosos técnicos y obreros calificados.

Especialmente tajante fue la fuga del sector empresarial, cuya iniciativa había quedado proscrita por el esquema ultracentralizado de economía estatal y por la extirpación de la propiedad privada.

El saldo migratorio de los 60[65] muestra máximos en 1960-1962 (196.111 emigrantes, con tasa de hasta 9,5/1.000 habitantes en 1961, la segunda más alta de la historia cubana), y otro máximo en 1966-1971 (317.947 emigrantes, con tasas entre 5,7 y 6,9/1.000). Esta oleada constituyó durante varios años el grupo de inmigrantes de mayor éxito en la historia de Estados Unidos, debido a su preparación empresarial y profesional, y a ser el producto de una rara selección natural que segregó hacia el exilio a los llamados “emprendedores”, que no se resignaban a la simple obediencia al único patrón insular. Al salir de Cuba, estaban obligados a entregar al Gobierno todas sus propiedades —incluso las joyas personales, la ropa y los recuerdos de familia—, lo que producía el “efecto Hernán Cortés", "quemar las naves”. Tenían que huir hacia delante. Hitos de esta emigración fueron “los vuelos de la libertad”, la “operación Peter Pan”, mediante la cual miles de niños fueron enviados al exilio por sus padres, y las salidas masivas por el puerto de Camarioca.

Por su poder económico, los llegados antes de 1970 son, aun hoy, el grupo más influyente en la comunidad. Una característica de estas oleadas primeras es que llegaron con un claro sentido de provisionalidad: permanecerían en Estados Unidos sólo hasta la inminente caída de Castro y la restauración de la república. Aunque el éxito económico les ayudó a paliar su frustración, muchos conservan intacto un comprensible odio hacia el Gobierno y, en particular, hacia el hombre que les arrebató una vida ya construida y los arrojó a rehacer familia y fortuna en un país ajeno. Aunque entre ellos suelen estar los rostros más beligerantes del exilio, una encuesta realizada en 1999 por la firma Robert Schroth and Associates, de Washington, sin tomar en cuenta el tiempo de exilio, muestra que solamente el 16% de los cubanos regresaría a la Isla en caso de un cambio político[66].

Marielitos han sido llamados los 125.000 cubanos que huyeron por dicho puerto del Mariel en 1980. Esos 159 días de 1980 provocaron el mayor éxodo anual de la historia de Cuba: 141.472, y la mayor tasa, 14,6/1.000. La oleada del Mariel trajo a las costas norteamericanas a personas procedentes de todos los estratos de la sociedad cubana, con una presencia anormalmente alta de delincuentes comunes y enfermos mentales, embarcados a la fuerza por las autoridades insulares en una operación de “limpieza social”, más decenas de agentes infiltrados[67]. Los marielitos cambiaron en cierta medida la percepción que se tenía en Estados Unidos de los cubanos. Desde ese instante hasta 1990, 215.640 personas[68] abandonarían la Isla. Una población mayoritariamente formada dentro del período revolucionario y que veía frustrarse sus expectativas, a pesar de que durante ese lapso las privaciones que se derivaban del absoluto fracaso económico eran paliadas por la copiosa subvención soviética.

Una vez cerrado el grifo ruso y librada Cuba a su suerte en 1990, se produjo una verdadera estampida que estuvo a punto de transformarse en estallido social en 1994, durante la Crisis de los Balseros: 32.000 cubanos huyeron en precarias embarcaciones cuando el Gobierno de la Isla retiró la vigilancia de las costas. En total, hubo 47.844 emigrantes en 1994, para una tasa de 4,4. El período 1995-2007, con 392.112 emigrantes[69], constituye otro máximo migratorio, equivalente a los de los 60.

¿Son confiables esas cifras? Se trata de datos oficiales cubanos que quizás sólo consideren emigración a la definitiva, especialmente la que se dirige a Estados Unidos. En cualquier caso, Antonio Aja Díaz[70], del Centro de Estudios de Migraciones Internacionales de la Universidad de La Habana, dice que en 2005, de los 70.290 emigrantes que se reportaron en la Isla, 35.618 fueron de sexo masculino y 34.672 de sexo femenino, aunque el Censo 2007 sólo reporte 33.348 emigrantes en total[71].

Estos nuevos emigrantes tienen, en un porcentaje anormalmente elevado si lo comparamos con otras emigraciones de Sur a Norte, alta calificación técnica y profesional. Muchos han salido para instalarse definitivamente en los países de acogida, pero otros intentan ganar experiencia, escalar posiciones, prever las claves de la transición en Cuba e intentar convertirse en los protagonistas del poscastrismo. Antonio Aja Díaz[72] cifra la emigración cubana (1959-2004) en 1.359.650 personas. Pero si sumamos los censados en Estados Unidos y los estimados para el resto del mundo (hay presencia de cubanos en 148 países)[73], tendremos una diáspora de 1.604.884. Considerando que los datos son de 2005, y dadas las irregulares vías de salida, así como la presencia de un exilio encubierto (que reside en el exterior permanentemente con autorización del Gobierno cubano), y de miles de irregulares no censados por los consulados cubanos ni por sus países de residencia, no sería descabellado estimar en 1,8-2 millones los cubanos repartidos por todo el mundo (como mínimo, el 13,8% de los 13.036.790 cubanos que residen en el planeta). Sólo cuando se abran los archivos oficiales de la Isla conoceremos la cifra exacta de emigrantes legales e ilegales, de los que alcanzaron su destino y de los ahogados en el Estrecho o que fueron pasto de los peces, muertos por las minas cuando intentaban alcanzar la Base Naval de Guantánamo, tiroteados por los guardafronteras, hundidos por las torpederas, naufragados a golpes en un viejo remolcador, asesinados por las mafias de traficantes, cayendo desde trenes de aterrizaje.

¿Puede hablarse entonces, exclusivamente, de que la Cuba Outside es ese Miami-Exitoso-Intolerante-Anticastrista-Conservador? Evidentemente, no. El evento derogador de ese Miami como espacio más representativo de la Cuba Outside fue el Caso Elián, cuando el pequeño balsero que vio morir a su madre en el Estrecho fue objeto de una guerra legal (política) entre el padre, residente en la Isla, con el respaldo del Gobierno cubano, y los sectores más conservadores de la sociedad miamense, que apostaron por la apropiación simbólica del niño como un acto de reafirmación de su hegemonía en el universo de “lo cubano”, aun contra el sentido común, la opinión pública mundial y las propias leyes norteamericanas. Batalla condenada al fracaso, como sabía Fidel Castro desde el primer momento, y que le sirvió, además, para desviar (una vez más) la atención de sus ciudadanos de la grave crisis que asuela la Isla.

Los medios de comunicación y los agentes creadores de opinión, sectores tradicionalmente dominados por los liberales y la izquierda, dotó siempre a ese Miami tradicional de muy mala prensa, por el contrario del tratamiento a los exilios generados por dictaduras de derechas. El Caso Elián fue el clímax de esa mala prensa.

Una vez retornado el niño a la Isla, el exilio se impuso un proceso de reflexión autocrítica que ha visto trasformarse radicalmente algunos espacios, como la Fundación Nacional Cubano-Americana. En Miami, hoy, crecen distintas alternativas, algunas tan interesantes como el Cuban Study Group, en un clima de diversidad democrática. Ya es lugar común el reconocimiento de que el protagonismo de la transición corresponderá a la oposición interna de la Isla, que deberá recibir apoyo, sin pretensiones de liderazgo, de sus compatriotas del exilio. Nuevos espacios sociales, artísticos, de pensamiento e ideas circulan en la ciudad, fenómeno al que no son ajenas las oleadas de inmigrantes recientes formados en Cuba, las nuevas generaciones de cubanoamericanos, niños y adolescentes durante los 60, que han tomado el relevo al frente de muchas instituciones. Se observa incluso el regreso a la ciudad de intelectuales y artistas que huyeron alguna vez del claustrofóbico cubaneo. Se reincorporan a una sociedad que es menos cubana, más cosmopolita y universal, capital latina de Estados Unidos, capital norteamericana de Latinoamérica. Si en 1970 los cubanos eran el 91% de la población hispana en el condado Dade, en 2001, los 650.000 cubanos ya eran el 50%[74].

De modo que el propio Miami, el exilio cubano por excelencia, ya es varios Miamis. Y en ese “varios” hay que contar a los americans de origen cubano, para los cuales Cuba es apenas una de sus varias tradiciones culturales. Ellos, como reza una camiseta que se vende en Bayside, son “Made in USA with cuban parts”.

Pero, al margen de Miami y de Estados Unidos, hay comunidades cubanas en otros países cuya perspectiva de la Isla es diferente. Sus destinos se han diversificado muchísimo, y hoy encontramos colonias importantes de cubanos en España, Alemania, Italia, Francia, Suecia, Suiza y Rusia, y presencia de cubanos en el resto de países europeos, 105.800, según estimados de 2005[75]. Aunque ese dato resulta muy sospechoso considerando que, de acuerdo al Instituto nacional de Estadísticas de España, sólo en este país hay empadronados en 2008 50.759 cubanos, a los que se suman 39.889 ya nacionalizados españoles, para un total de 90.648[76].

Hay cubanos en toda América del Sur, Centroamérica y el Caribe (23.700, 21.000 y 5.700 emigrados, respectivamente[77]): en Venezuela, México, República Dominicana, Costa Rica, Colombia, Nicaragua, Chile, Argentina, Ecuador, Panamá y Brasil, por ese orden. Y exilios que no cuentan, para el Gobierno cubano, como tales.

Está el llamado exilio de terciopelo, que apareció a fines de los 80, cuando, ante la crisis, el Gobierno cubano aplicó a los intelectuales contaminados de perestroika y glasnost el axioma “a enemigo que huye, puente de plata”. Intelectuales y artistas recibieron autorizaciones para residir fuera de la Isla con permisos renovables cada dos años, siempre que el sujeto “se porte bien”, no haga declaraciones contra Castro a los medios de prensa, ni se acerque a las instituciones anticastristas. De “portarse mal” no se le renueva el permiso y se le considera exiliado sin apellidos. El Gobierno cubano cobra en silencio al contado el “préstamo” de libertad. Miles de exiliados de este tipo residen hoy en Europa, Latinoamérica e incluso en Estados Unidos.

El exilio venéreo es el de la(o)s cubana(o)s que emigran por la vía matrimonial[78], pero reciben un PRE (Permiso de Residencia en el Extranjero) que los autoriza para residir de nuevo en la Isla si el amor se esfuma o no es todo lo rentable que parecía. Hay matrimonios por amor, desde luego, ajenos a la contabilidad, que no deberían sentirse aludidos por lo anterior.

Tanto en la primera como en la segunda emigración de los 60, se registró un éxodo superior de mujeres que de hombres, quienes se quedaban intentando salvar negocios y propiedades pero enviaban al exilio, preventivamente, a sus familias. Los 70 y los 80 registraron una emigración aproximadamente igual de hombres y mujeres. Era un exilio familiar, excepto en 1980, con un 58% de hombres. Los hombres duplican a las mujeres durante la Crisis de los Balseros, en 1994, pero desde entonces hasta hoy la cantidad de mujeres que emigran supera al éxodo masculino[79]. El Gobierno cubano —sabio en anatomía, dado el desarrollo en el país de las ciencias médicas— ha comprendido que el corazón y los genitales no segregan ideas tan peligrosas como el cerebro.

Los exiliados al tanto por ciento disponen de menor grado de libertad que los anteriores. Son fundamentalmente músicos que actúan larguísimas temporadas (a veces, permanentemente) fuera de Cuba. A cambio del gracioso favor de las autoridades cubanas, que les permiten vivir la ilusión de la independencia sin sus peligros —una suerte de libertad condicional—, deberán pagar un abusivo porcentaje de sus ingresos.

Otro exilio que no se contabiliza como tal es el exilio por contrato de los médicos, constructores, marineros, entrenadores deportivos o militares cubanos repartidos por medio mundo[80], mano de obra cautiva que recibe una mínima proporción de lo que pagan por su trabajo los contratistas de los países de destino. No se dejan olvidados en tierras lejanas porque están atados a la Isla por una cadena de rehenes filiares: en caso de fuga, sus familiares, propiedad del Estado, no recibirán autorización para viajar y reunirse con ellos en muchos muchos años. Permanecen hoy en la Isla cientos de hijos, madres, padres, esposas y esposos, confinados arbitrariamente sin que una sanción escrita consigne la duración de su condena. Es decir, la condena diferida por deserción (es el término castrense que emplea el castrismo) de su exilio por contrato, es decir, del cuartelillo nacional, que se aplica a hijos y cónyugues, dada la imposibilidad de aplicarla al “desertor” convertido ya en exiliado por cuenta propia. A merced del ejercicio discrecional del poder, los propios carceleros recomiendan a sus rehenes no apelar a la prensa ni a organismos internacionales, si no quieren alargar su condena. Esa es la razón por la que pocos de estos “casos Elián a la inversa” se ventilan públicamente. Con cierta asiduidad, esta política arbitraria ha tenido un efecto más perverso: fracturar definitivamente a las familias.

El último de los exilios no cuantificados oficialmente es el de los pilotos de botes salvavidas. Se trata de hijos, nietos, sobrinos de altos funcionarios del Gobierno cubano. Disfrutan de un exilio confortable, oficial y autorizado. La crisis de los 90 y el empecinamiento del máximo líder en conducir al país hacia una Numancia sin futuro —después de mí, el caos—, ha desatado en la nomenklatura el temor a ser arrojada del poder hacia una jubilación en moneda nacional desde donde no divisen las divisas —y eso, contando con una transición incruenta sin ajustes de cuentas ni represalias—. De modo que muchos se las han ingeniado para implantar fuera de la Isla empresas con capital del Estado (previamente sudado por los cubanos de a pie), pero inscritas a nombre de personal de su entera confianza, de modo que en el peor de los casos puedan asegurarse un plan de pensiones, una vejez tranquila y confortable. Este es el exilio menos conocido, dado el secretismo que le es consustancial, y están por estudiar los entramados de intereses entre inversionistas extranjeros en Cuba, personalidades del Gobierno con capacidad para destrabarles los escollos burocráticos que ellos mismos se encargan de levantar, parientes creando empresas fuera de la Isla —con capitales opacos— e incluso gobiernos que suelen apelar a estos funcionales “canales de la sangre fraterna” cuando los canales oficiales sufren alguna disfunción. Los funcionarios del Gobierno cubano saben que el poscastrismo bien podría concederles el disfrute sin sobresaltos de las fortunitas amasadas con el tráfico de influencias y el sabio ordeño de los contribuyentes cubanos, siempre que allanen con su presencia (o con su ausencia) el camino incruento hacia la democracia y la economía de mercado.

Estudiar para extranjero

Como parte de mis prácticas universitarias, a mediados de los 70 efectué una serie de perfiles radiométricos en la Sierra Maestra. Dotado con auriculares, radiómetro y el largo tubo metálico del sensor, anotaba la medición en un punto cuando descubrí a un niño de la zona que me miraba con curiosidad. Tras saludarlo, él me preguntó:

—Señor, ¿usted es extranjero?

—No, cubano, estudiante de la universidad.

—Ah…

Y tras larga pausa, se aventuró a formular una hipótesis:

—Pero usted está estudiando para extranjero, ¿no?

Con los años, la inocencia de un niño de la Sierra sería premonitoria. Casi dos millones de cubanos se han graduado de extranjeros. Y otro millón ya se ha matriculado. Nada extraño en un país donde los extranjeros disfrutan de prerrogativas y derechos —libertades de movimiento, de empresa, acceso a bienes y servicios— que ni lejanamente se conceden a los nacionales.

El discurso oficial ha reiterado durante medio siglo que el período de 1902 a 1959 fue el de una republiqueta subsidiaria de Estados Unidos, donde los cubanos eran una población de segunda discriminada por los amos yanquis. No es mi propósito demostrar los endebles argumentos de un mito tan publicitado, sobre todo en España, donde izquierdas y derechas lo han asumido como un premio de consolación tras el desastre de 1898. Sí observo que aquellos cubanos preferían mantener in situ su condición subordinada antes que emigrar. Al contrario, Cuba atraía a cientos de miles de inmigrantes. En el censo de 1931 aparecen 3.111.931 cubanos y 850.413 extranjeros, el 21,5% del total de la población, un extranjero por cada cuatro cubanos —muchos de ellos nacidos en Cuba pero a los que no se concedía automáticamente la ciudadanía local por nacimiento—. Doce años después, en el censo de 1943, había 4.577.406 cubanos y sólo 201.177 extranjeros (4,2% de la población)[81], de los cuales apenas 2.488 nacidos en la Isla se habían acogido a la nacionalidad foránea de sus padres. El resto, adoptó la ciudadanía local, permitida en la Constitución de 1940. Un índice de que ser cubano era por entonces en la Isla una ciudadanía más apetecible que otras. Y es explicable. El 8 de noviembre de 1933 se firmó la Ley Provisional de Nacionalización del Trabajo, conocida como Ley del 50%. Según ella, en toda empresa, el 50% de los trabajadores, como mínimo, tendrían que ser cubanos. Además de que los ciudadanos cubanos disponían de derechos políticos y económicos de los que no disfrutaban los extranjeros[82].

Tras su ratificación por el Senado español, la Ley de Memoria histórica entró en vigor el 27 de diciembre de 2008. Su disposición adicional séptima facilita la adquisición de la nacionalidad “a los nietos de quienes perdieron o tuvieron que renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio”[83]. (Se discute si se trata de exilio político o de cualquier emigrante). Algunas fuentes estiman que cientos de miles de cubanos[84] tendrían derecho a solicitar la nacionalidad española y, una vez conseguida, a emigrar legalmente a España con sus familias. De momento, ya el cónsul general de España en La Habana, Pablo Barrios Almazor, informó al Consejo de Residentes Españoles (CRE) que esperan unas 50.000 solicitudes por año[85]. En dos años de plazo, prorrogables a tres, que contempla la ley, serían 100.000-150.000 solicitudes.

La Facultad de Estudios para Extranjero prevé una matrícula torrencial.

La Isla numerosa

De modo que un pequeño archipiélago de 109.886[86] kilómetros cuadrados y, en particular, su isla grande, semidesconocida hace medio siglo, se ha multiplicado. La Isla de la Libertad, como fue llamada en los 60, es hoy la segunda prisión más grande de periodistas del mundo. El país que importó millón y medio de personas en la primera mitad del siglo XX, las devolvió con intereses en la segunda mitad, creando varias Cubas fuera de Cuba, que hoy aportan al país 1.000 millones de dólares limpios al año, cuando el turismo, en buena medida también de exiliados —la exportación de carne humana es el único sector próspero de la economía castrista—, aportó 2.741 millones brutos en 2008[87]. Cuba Inside generó su propia mitología de David frente a Goliat, que aún perdura en una izquierda nostálgica; como Cuba Outside generó una mitología contraria, de éxito y prosperidad, que actúa como faro y reclamo para toda Hispanoamérica. La Isla que invadió Angola, colaboró con la independencia de Namibia y el fin del apartheid, es la misma que provocó cientos de miles de muertos al promocionar los conflictos armados en Latinoamérica. Cubano era el hombre que apresó en Bolivia al mito cubano-argentino Ernesto Che Guevara y cubanos los que casi lo capturan en el Congo. Cubanos los fontaneros de Watergate y posiblemente los conspiradores tras el magnicidio de Kennedy. Pero la Isla numerosa también ha universalizado su identidad, fraguando una especie de nacionalismo posnacional: pintores, músicos, actores, cineastas, dramaturgos metabolizando las más diferentes tradiciones para producir un arte que hace guiños en cubano desde un lenguaje universal; narradores, poetas y ensayistas que hacen literatura cubana en francés e inglés.

Los esfuerzos realizados durante medio siglo por el castrismo para satanizar al exilio (como los de algunos fundamentalistas del exilio para excomulgar a cualquier cubano por el mero hecho de vivir en la Isla) han sido inútiles. Inútiles las becas obligatorias que suplantaban la familia de la sangre por la familia ideológica; inútiles las prohibiciones de comunicarse con padres, hijos y hermanos si estos hubieran emigrado; inútil la machacona diatriba a la “mafia de Miami”. Al cabo, la sangre ha triunfado sobre el discurso. Y a ello no es ajena la permanente renovación del exilio. Un puente tejido con millones de nudos familiares puede prefigurar los puentes de mañana.

¿Cuántas islas es la Isla multiplicada? Resulta difícil saberlo, pero su contabilidad excede los postulados maniqueos de izquierdas y derechas, elude los bordes de la estricta geografía y los linderos de la política. Y son todas esas Cubas las que comienzan ya, en los preámbulos del poscastrismo, a derivar unas hacia las otras, buscando ese punto de encuentro, no de colisión, donde se geste un país nuevo, diferente, un país a la medida de todos los cubanos.

[1] Ortega, Josefina; “La otra huella”, en http://www.lajiribilla.cubaweb.cu/2004/n146_02/memoria.html

[2] Uno de los estimados cifra en 10.926-12.916 los balseros muertos en el estrecho. Ver http://pscuba.org/articulos/victimas.htm.

[3] “La crisis de USA y el socialismo de Cuba (Patrimonio Universal)”; en Hoy Digital, República Dominicana, 1 de octubre, 2008, en http://www.hoy.com.do/opiniones/2008/10/1/249504/La-crisis-de-USA-y-el-socialismo-de-Cuba-Patrimonio-Universal

[4] Aja Díaz, Antonio; Cuba: país de emigración a inicios del siglo XXI; pp. 165-166; en cubaalamano.net/sitio/client/dossier.php,. El potencial migratorio fue calculado entre 490.000 y 733.000 personas por Antonio Aja Díaz y Guillermo Milán en “Estimación del potencial migratorio externo de Cuba”, CEAP, Universidad de La Habana, 1996. En 1998, en el Sorteo-Lotería de visas de Estados Unidos, se inscribieron 900.000 personas, y durante el mes que duró el período de inscripción en el Programa Especial para la Emigración de Cubanos, 541.000 entregaron su solicitud. El Gobierno de EE. UU. ha recabado, sin recibir respuesta, la cooperación de las autoridades de la Isla para organizar un nuevo período de inscripción (http://havana.usinterestsection.gov /uploads/images/xBgvGtwMMWkKfTcQaBMu5g/PressR060105.pdf).

[5] Algunos investigadores afirman que la mayoría no murió. Se exiliaron por donde habían venido: saltando de isla en isla el arco de Las Antillas hasta el continente. Fueron precursores.

[6] García Quiñones, Rolando; Migraciones internacionales en Cuba: Persistencia y cambios; Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), Cuba, en: http://www.sela.org/public_html/aa2k2/esp/docs/coop/ migra/spsmirdi12-02/spsmirdi12-1.htm. Fuente: República de Cuba. Secretaría de Hacienda: "Inmigración y movilidad de pasajeros" (Informes de los años 1902 a 1934).

[7] Íd.

[8] Íd.

[9] Íd.

[10] “A Note from the Director… “, en Swenson Center News, Swenson Swedish Immigration Research Center, number 15, 2001; en www.augustana.edu/swenson/newsletter/scn2001.pdf

[11] Oficina Nacional de Estadística; Atlas demográfico de Cuba 2007, La Habana, 2008, p. 12, en: http://www.one.cu/anuariodemografico2007.htm

[12] González Suárez, Dominga; Los españoles en Cuba: conflictos y estereotipos, en lanic.utexas.edu/project/asce/pdfs/volume15/pdfs/gonzalezsuarez.pdf.

[13] García Quiñones, Rolando; ob. cit.

[14] Íd.

[15] El Censo de 1943 (p. 749), estima que entre 1933 y 1943 emigraron de Cuba 200.000 extranjeros afectados por la Ley del 50%. Ver González Suárez, Dominga; ob. cit., p. 217.

[16] http://www.canf.org/2004/1es/historia/cuba%20antes%20de%20castro.htm

[17] Statistical Abstract of the United States of America, 1960.

[18] Statistical Year Book of United Nations, 1959.

[19] http://www.canf.org/2004/1es/historia/cuba%20antes%20de%20castro.htm

[20] Statistical Year Book of United Nations, 1959.

[21] UNESCO; Annuaire International d'Education.

[22] http://www.canf.org/2004/1es/historia/cuba%20antes%20de%20castro.htm

[23] http://www.canf.org/2004/1es/historia/cuba%20antes%20de%20castro.htm

[24] Testimonios de Enrique Baloyra, Lino B. Fernández, Rafael Quintero y Alfredo Durán en: Blight, G. y Kornbluh, Peter; Politics of Illusion;1998.

[25] http://www.terrorfileonline.org/es/index.php/Etcheverry_V%C3%A1zquez,_P._La_lucha_ contra_ bandidos

[26] Todo es secreto hasta un día; La Habana, 1976.

[27] Nos impusieron la violencia, La Habana, 1986

[28] Escambray: La Guerra Olvidada. Los combatientes anticastristas en Cuba (1960-1966); en http://www.neoliberalismo.com/escambray.htm

[29] Ver González Suárez, Dominga; ob. cit., p. 209.

[30] Oficina Nacional de Estadística; Atlas demográfico de Cuba 2007; ed. cit., p. 143.

[31] “¿Es viable terminar con medio siglo de racionamiento en cuba?”; en Revista Vitral, n.º 74, año XIII, Pinar del Río, julio-agosto de 2006, en http://www.vitral.org/vitral/vitral74/econo.htm

[32] En 1997, y según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), las remesas a Cuba supusieron 800 millones de dólares. La misma cifra facilitó en 1999 el MINREX a empresarios españoles interesados en invertir en Cuba. Según el economista cubano Pedro Monreal (“Las remesas familiares en la economía cubana”, en Encuentro de la Cultura Cubana, n.º 14, Madrid, otoño, 1999, p. 49) las remesas habrían alcanzado en 1996 la suma de 743,7 millones de dólares anuales. En el 2001, el analista cubano José A. Aguilar (“Las remesas desde el exterior: un enfoque metodológico-analítico”, en Revista Cuba: Investigación Económica, n.º 3, La Habana, 2001, pp. 82-83) fijó un tope de 734,4 millones de dólares, aunque sólo tenía en cuenta envíos desde Estados Unidos. En 2001, Carmelo Mesa-Lago cifró las remesas de 2000 en 842 millones. En 2002, y según el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), las remesas familiares a Cuba llegaron a representar 1.138 millones de dólares. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) atribuía a Cuba remesas por valor de 1.194 millones de dólares en el 2003. En agosto del 2005, el director adjunto de la oficina de la CEPAL en México, Jorge Máttar, dijo a EFE que las remesas a Cuba alcanzaban los 1.000 millones de dólares anuales, “a pesar de todas las restricciones que hay”. Según el analista Ricardo A. Puerta: “Mientras que los costos de enviar dinero desde Estados Unidos a países latinoamericanos promedian entre el 6% y 8% del monto enviado, para Cuba ese promedio se dispara al 17%” (“Remesas familiares y la política pública cubana”, citando datos de G. Fernández y M. A. Menéndez: “GAESA. El poder económico de los hermanos Castro”, en Diario 16, Madrid, 24 de junio de 2001, pp. 8-9). Y eso, sin contar los costos de gestión. El periodista Pablo Alfonso subraya que el descuento real es un poco mayor: $0,21 centavos por cada dólar: diez por gastos de administración bancaria y once, por la arbitraria sobrevaloración del peso convertible. El destinatario recibe $0.79 centavos por cada dólar. (http://www.penultimosdias.com/2007/06/23/%C2%BFde-que-y-de-cuanto-hablamos-cuando-hablamos-de-remesas-a-cuba/)

[33] Oficina Nacional de Estadísticas; Anuario Demográfico de Cuba 2007; La Habana, 2008, p.74; en: http://www.one.cu/anuariodemografico2007.htm

[34] http://www.who.int/mental_health/prevention/suicide/changes/en/index.html

[35] Aja, Antonio y Milán, Guillermo; “Estimación del Potencial Migratorio Externo de Cuba”; CEAP.

Universidad de La Habana, 1995-1996. Sus estimados de potencial migratorio en 1996 oscilaban entre 490.000 y 733.000 personas. Dado el programa del sorteo de visas, ascienden a 900.000.

[36] Aja Díaz, Antonio; Cuba: país de emigración a inicios del siglo XXI, en cubaalamano.net/sitio/client/dossier.php, pp. 156, 158. Casaña, Ángela. “La emigración calificada de Cuba entre fines del siglo XX y principios del XXI”, CEMI. 2005.

[37] http://www.laotraventana.com/alago090404.htm

[38] Oficina Nacional de Estadísticas; Anuario Demográfico de Cuba 2007; ed. cit., pp.139, 142.

[39] http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/conga-y-bronca-179895

[40] Íd.

[41] Aja Díaz, Antonio; ob. cit, p. 170

[42] Sánchez, José F.; Los negros, los olvidados en el ''paraíso socialista'' cubano; en http://www.lanuevacuba.com/nuevacuba/notic-07-06-2040.htm

[43] http://www.penultimosdias.com/2007/06/23/%C2%BFde-que-y-de-cuanto-hablamos-cuando-habla mos-de-remesas-a-cuba/

[44] Oficina Nacional de Estadísticas, en: http://www.one.cu

[45] Sánchez, José F.; ob. cit.

[46] Sánchez, José F.; ob. cit.

[47] Oficina Nacional de Estadísticas; Anuario Demográfico de Cuba 2007; ed. cit. pp. 13, 33, 37, 40 y 44.

[48] Íd., p. 143.

[49] Oficina Nacional de Estadísticas (ONE); en www.oce.cu

[50] Lejos de mí cualquier militancia antiabortista. Me parece excelente que en Cuba baste la libre voluntad de la mujer para que se practique el aborto en centros de salud y por especialistas calificados, lo cual es mínimamente peligroso, por el contrario que los abortos clandestinos, habituales en países menos permisivos, donde profesionales (o ni eso) inescrupulosos lucran a costa del desamparo de las mujeres, a menos que éstas dispongan de recursos para sortear la ley. Anoto el dato porque, al convertirse el aborto en Cuba casi en un método anticonceptivo, su práctica reiterada influye seguramente en la fertilidad de esas mujeres. Por otra parte, la enorme cantidad de abortos es un índice social de desconfianza en el presente y, sobre todo, en el futuro.

[51] Oficina Nacional de Estadísticas; Anuario Demográfico de Cuba 2007; ed. cit., p. 114.

[52] Íd., p. 35.

[53] Íd., p. 19.

[54] Íd., p. 143.

[55] Íd., pp. 40, 44.

[56] Íd., p. 117.

[57] Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, CIPS, 2001.

[58] Oficina Nacional de Estadísticas; Anuario Demográfico de Cuba 2007; ed. cit., p. 130.

[59] Íd., p. 138.

[60] Íd., p. 51.

[61] Íd., p. 12.

[62] Aja Díaz, Antonio; ob. cit., p. 150.

[63] http://www.census.gov/population/www/socdemo/hispanic/hispanic_pop_presentation.html

[64] http://www.univision.com/contentroot/uol/art/images/especial/portada/hispanidad_2005/586x396 _poblacion.swf?fstate=

[65] Oficina Nacional de Estadísticas; Anuario Demográfico de Cuba 2007; ed. cit., p. 143.

[66] http://www.cubanet.org/CNews/y99/sep99/03o12.htm

[67] http://www.cubamcud.org/Noticias/noticia495.htm

[68] Oficina Nacional de Estadísticas; Anuario Demográfico de Cuba 2007; ed. cit.

[69] Íd., p. 143.

[70] Aja Díaz, Antonio; ob. cit.

[71] Oficina Nacional de Estadísticas; Anuario Demográfico de Cuba 2007; ed. cit., p. 143.

[72] Aja Díaz, Antonio; ob. cit., p. 151

[73] Íd., p. 152

[74] http://www.autentico.org/oa09536.php

[75] Íd., p. 152

[76] http://www.ine.es/

[77] Íd., p. 152

[78] Mayoritariamente mujeres de 21-40 años (Aja Díaz, Antonio; Íd, p. 155)

[79] Oficina Nacional de Estadísticas; Anuario Demográfico de Cuba 2007; ed. cit., p. 143.

[80] En agosto de 2008, el magistrado James Lawrence King condenó a la Curacao Drydock Company a pagar una indemnización de 80 millones de dólares a los cubanos Alberto Justo Rodríguez Licea, Fernando Alonso Hernández y Luis Alberto Casanova Toledo. Los trabajadores, enviados allí por el Gobierno cubano en régimen de semiesclavitud, “fueron víctimas de condiciones inhumanas y degradantes mientras eran obligados a trabajar en la reparación de barcos y plataformas marinas en el astillero". (http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/noticias/astillero-de-curazao-condenado-a-indemnizar-a-tres-cubanos-con-80-millones-por-trato-inhumano-125295).

[81] República de Cuba; Censo de 1943, 1945, p. 748.

[82] Ver González Suárez, Dominga; Los españoles en Cuba: conflictos y estereotipos; en lanic.utexas.edu/project/asce/pdfs/volume15/pdfs/gonzalezsuarez.pdf

[83] Ley 52/2007; en El Boletín Oficial del Estado (BOE), Madrid, 26 de diciembre, 2007.

[84] http://noticias.cibercuba.com/tres_millones_de_cubanos_podrian_hacer_cola_para_pedir_la_ nacio nalidad_espanola

[85] http://groups.google.com.cu/group/cubanos-nietos-de-espanoles/msg/f5a6cd17e4e0fbba

[86] Oficina Nacional de Estadísticas; Cuba en cifras, p. 10; en www.one.cu.

[87] http://trafficnews.ec/index.php/Economia-Turistica/Ingresos-por-turismo-cubano-aumentan-13-porciento.html