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Test de Rorschach

(en proceso)

Historias sobre personajes. Más que el suceso, es la personalidad de cada protagonista lo que reta al lector, la biodiversidad de la fauna humana. Cuentos entreverados de viñetas, anotaciones y textos de frontera entre la prosa y la poesía, más que contrapunteando, repiqueteando sobre las historias centrales. Cada personaje está condenado a hacer un Test de Rorschach que será la primera pista a los lectores.

DE TEST DE ROTSCHARD

Obituary Back

Richard Sitwell Ross

(1912‑1980)

Richard Sitwell Ross was born February 20,

1912, in Edna, Texas. His parents,

John A. and Donna J. Sitwell moved

With their young son to Bison, Oklahoma,

while he was still a boy. Richard soon

became Rick to allhis friends, but his

mother always called him Richard.

Tienen de diablos, mistress Ross. Cuando usted sale a regar el jardín los ve sentaditos en la escalera. Parecen ángeles recortados de las NewLife del hermano Marlowe. Pero acuérdese que Satán tiene sus mañas para disfrazarse. Y una empieza a creer en la inocencia, cuando, de pronto, la cola peluda asoma por debajo de los pantalones o se percibe el tufillo del azufre. Pobre hermano. Podrá decir lo que quiera, pero esos niños tienen algo de diablos. Sí. También. Es el peor de todos. Cuando se van por los campos asustado animales y buscando pendencia con los hijos de los granjeros, búsquelo: va siempre delante con un trapo enarbolado en su pértiga y una tela de colorinches amarrada en la frente. Cierto que se ve lindo, con las crenchas revueltas y los ojos azules, cielo del Sur. Idéntico a su abuelo. Más vale diablo que tonto. Si usted llega a conocer nuestra casa de Charleston. Mi padre era el administrador de los Van Eirick. ¿No? Las personas de más valer en toda Virginia. Era el hombre de confianza. Mano dura, pero cabal, eso sí. Entonces John era el contable de la compañía y aunque usted lo vea ahora calvo y estrujado, era un muchacho bien lindo. Y tan distinto de los otros, mistress Ross. Me sacaba poesías de los libros. Y yo, que tenía mi educación, porque a mis padres siempre les preocupó que aprendiera piano, labores, que leyera como un sacerdote. Yo me quedaba embelesada oyéndolo. Usted sabe que las jóvenes de aquella época éramos muy propensas a esas cosas. No hoy. Y míreme. Del piano a la cocina, de Charleston a Edna. Enterrada hace diez años en este pueblecito mugroso por culpa de ese fracasado. Como me lo advirtió papá. Pero las mujeres enamoradas son sordas Usted sabe. Sí. Un buen hombre. Ese es el modo más elegante de decirlo. Con el futuro que yo tenía. Mi amiga Ingrid casada con el Senador Warton; Linda, con el Dr. Hartzenbuch; Victoria, con Mr. Goodwind. Sí, el de los aceros. Y eran mis amigas, ¿sabe? Ahora ellas van de vacaciones a Europa y yo me debo conformar con dos excursiones en cinco años: a Magnolia Beach y a Matagorda Bay. Una tortura, en ese Ford que se ahoga y sobrevive dos, tres, cinco veces por milla. Por eso el chico tiene que irse solo. Se perdió durante tres días,¿sabe? Hasta Vanderbilt. Cuando lo hallamos, estaba nadando mientras asaba un lechoncito a la orilla del río Lavaca. El espíritu independiente de su abuelo, mistress Ross. Por suerte. Que si llega a parecerse al padre .

In 1927, Rickgraduatedfrom Enid

High School and enrolled at Phillips

University, where he remained until 1929.

La última, Jack, parece mentira. Quince años sin vernos y te encuentro uncido a la mujer, Jack Ferguson. Prueba este combustible. Alto octanaje, boy. En Phillips bebíamos cosas peores y eras tú el principal miraculos de las botellas. Tú y Rick. El viejo Rick. Cualquiera sabe dónde andará metido. Dicen que estuvo en Africa. La de negras que se habrá dormido. ¿Recuerdas cómo me salvó en Blanca Peak? Tú ibas con nosotros. Si Rick no me echa mano en el borde, hasta el Arkansas no habría parado. Poco faltó para que nos cayéramos los dos. ¿Y el día que se disfrazó? El vestido de Vicky, los pechos de guata y las piernas rasuradas. Burló a MistressJailer, la vieja más hija de puta de Oklahoma, y entró a la sección de las muchachas. Fue una apuesta con Enma. Y se la estuvo cobrando hasta las tres de la mañana. De regreso, se levantó la falda y le mostró la verga a MistressJailer. Por poco se muere de la rabieta. O (vaya uno a saber) de la emoción. A pesar del escándalo que armó al día siguiente, nadie habló. Y la vieja no podía registrar dos mil quinientas portañuelas. No, Jack, estás atrapado. Eh, boy, otro scotch doble para mi viejo amigo Jack Ferguson. Después tiene que irse a casa. La familia lo espera impaciente para arar diez hectáreas. Has perdido los bríos, Jack. ¿Te acuerdas de la excursión por el Arkansas? Julio. Agosto. ¿O es que hacía un calor de julio‑agosto? Tú eras el flamante timonel de la balsa uno. Al tercer día. Fue al tercer día, ¿no? Sí. Cuando se nos perdieron el Capitán Francis y su tripulación de esforzados piratas. Cerca de GardenCity. Ya oscurecía. Varamos en un remanso para hacer noche. Entonces Louis y Rick fueron a buscar leña, vieron a la negrita lavando y avisaron. Un cerco impecable, según las reglas más modernas del arte militar. ¿Eh, Jack? Louis fue el primero, después Rick, tú, yo. Spencer no. Fue el único que no quiso. Pero ese siempre fue un pendejo. Barry, el rubio de Tulsa, me dijo que Spencer se había ido a Sudamérica a hacer no sé qué investigaciones entre los indios. Mejor. Esos tipos, mientras más lejos . Pero, no recuerdo bien. ¿A tí te tocó antes que a mí o ? Sí. Así mismo fue. Se puso ceniza. Vaya uno a saber si del gusto o del susto. Ni chistaba. Banquete de blancos se dio la negra aquel día. Todavía a la negrita no se le debe haber olvidado. Después, el gran timonel Jack McCarty nos alejó del lugar de los hechos a toda máquina, no fuera que la negra se apareciera a por más de madrugada. Entre la oscuridad y el ejercicio, casi nos hundimos en Rose Rapids esa noche. Las negras son un buen deporte, Jack. Cansan. A lo mejor tienes un mulatico en GardenCity. ¿Por qué no le haces la visita? Estás perdiendo los arrestos, ¿eh, Jack? Eres potro domado. Vamos a beber la última antes de volver al pesebre. Rumiando hierba, rompiendo butacones y sacando cuentas para estirar el presupuesto, se nos va todo a la mierda, Jack, todo a la mierda.

In the fall of that year Rick enrolled

at the University of Oklahoma

and received a bachelor's degree

in Geology in 1932, and master's

degree in 1935.

Yo he tenido muy buenos muchachos —y muy malos también—. Pero hay alumnos que uno no olvida. Richard Sitwell era el joven más despierto de su clase. No como esos pequeños sabios sin espíritu que chupan y chupan conocimientos hasta que se indigestan; fraguan ideas extrañas o teorías extranjeras ajenas a los ideales americanos. Richard era un buen chico. Serio para sus cosas, pero muy popular entre sus compañeros. Cada weekend emprendía largos paseos a Yukon, MidwestCity, Moore, Norman y hasta Tulsa. Jugaba bien al beisbol. Leftfield si mal no recuerdo. Y, claro, sus amores. A esa edad, ya se sabe. Los viejos desconfiamos a veces de los jóvenes porque, ya lo dijo Shakespeare, también fuimos jóvenes. Pero cuando hallamos muchachos como Richard —buenos americanos, laboriosos, emprendedores—, nos damos cuenta que el espíritu de empresa que ha ido edificando la nación no es sólo un tema para discursos de senadores. El americandream, sí señor. Ponga usted que toda una nación sueñe el mismo sueño. Sin hombres como Richard Sitwell, la nación habría despertado y al día siguiente no se acordaría. Pero los hombres como él no sueñan, o sueñan con las manos. Gracias a Dios, era un muchacho piadoso. Sin extremismos, claro. La vida exige de los fuertes una pequeña dosis de crueldad. La ética es una asignatura de mudables costumbres. Exalta públicamente la misericordia; aunque en privado reconozca que la historia es una máquina feroz que tritura a los `pobres de espíritu y respeta a los despiadados. Esa pequeña dosis de inclemencia es lo que permite las grandes empresas. Y ellas crean un gran país que, al cabo, se revierte en los débiles. Es una crueldad muy peculiar. Trae su propia bondad. Es lo que diferencia a nuestra nación de esos pueblos cansados, sin vitalidad ni ánimos para el progreso.

After graduation, Rick married

on September 21, 1936,

Jacqueline Barrington, a native of

Norman, Oklahoma, and then

a resident of Oklahoma City.

Mamá no deja de hablar, ni Sandra, ni Marlene. Un motín de palabras. Menos Rick. Sólo me mira. Es un descanso que me mire así. Me concentro, presto oído a sus ojos y el ruido amaina, se disuelve en una niebla de imágenes hasta que me rodea un aleteo mudo de labios con impaciencia de oleaje, de resaca que se amansa en las costas de Rick. Una isla sus ojos ahí en el centro. Me aferro a la isla para no naufragar en esta tormenta de flores, vestidos, tules, gasas, rostros a medias sabidos y a medias resucitados, alfombras, incienso, naftalina y cuando menos cinco tipos de Max Factor repantigándose soberbios entre tanta colonia de padres desconocidos; todo lo que fluye y culebrea en el curso de esta cañada abierta entre dos muros de gente, para desembocar en el altar, el padre Brown y sus ritos. Rick me salva de nuevo y allá, en la trastienda de sus ojos, descubro el Canadian en un día espeso de septiembre. Las rocas amontonadas en la costa por una cuadrilla de gigantes, para dar paso a las aguas que corretean peñascales abajo, borrachas de ozono, arrancándose del rostro máscaras de nubes. Y nosotros tomamos nuestra parte en el juego. El cuchillo transparente del agua mutilando, descuartizando en refracciones y destellos nuestros cuerpos. Asciendo por los ojos de Rick al flanco sur del Arbuckle. Salimos chorreantes, jubilosos, a conquistar los ijares calcáreos de la sierra.

3.200 pies: Un escarpe tras otro. Aristas. Nidos de aves estupefactas.

3.600 pies: Despeñaderos de largos ecos. Pasadizos de piedra y sol.

4.100 pies: Un frío que sube por el tacto desde la médula espinal de la montaña. Una respiración entrecortada. El resuello de los pulmones de la tierra, veteados de cobre, de sílice inmemorial, de animales sepultados bajo millones de años en mares caídos en desuso.

4.600 pies: La testuz de minerales desbastados por vientos del nordeste, trombas descarriladas.

4.642 pies: Rick y yo sobre la bóveda del Arbuckle, bajo la bóveda azul, dentro del paisaje abovedado que son ahora sus ojos. Mientras, la ceremonia se consuma bajo la bóveda engañosa de esta iglesia, bajo un cerco de miradas: vecinos de diario y parientes de uso ocasional. Pero no veo esto. Veo Oklahoma echada al pie de las montañas. Parece que nos mira con la ternura de un animal viejo y sediento. Después nos desprendemos pupila abajo por los ojos de Rick hasta las hamburguesas de Springer, hasta las letanías del Padre Brown, hasta la cerveza capturada en un cepo de cristal, hasta las preguntas que vinimos aquí a responder, aunque ya estén formuladas y devueltas (pelotica de tenis: raquetazo: ¿acepta usted por esposo?, raquetazo: sí), hasta el sol meditabundo en las calles de Springer, hasta el beso que parece gotear sobre los labios desde un espeso día de septiembre.

Upton graduation he was forced

to take a pay cut to work for

Oklahoma Petroleum Co. in Tulsa,

as a geologist. Rick remained with that

company until 1941, when he was

employed by Maumee Oil Co.

Se pueden ir al carajo con todos mis años de antigüedad en la compañía. Por lo menos me di el gusto. Delante de los perforadores. Tú sabes que ellos no interfieren en asuntos de hombres. Esperaron a que todo terminara y después lo recogieron. Ahora me voy. Ayúdame con los papeles. ¿Explicarle a Mr. Robinson? No vale la pena. Juegan juntos al golf. La esposa de Rick lo invita a comer pastel los fines de semana. Y quién sabe a qué más lo invita, porque estos tipos son capaces de acostar a la mujer con el jefe, prestarle el piyama y calentarle después el agua para el baño. Tú conoces tan bien como yo este negocio. Y sabes que Robinson es un imbécil con suerte (y con plata). Y ese hijo de puta . Sí. Estoy tranquilo. No importa. Me siento. Diez años, ¿no? Tú y yo comenzamos juntos. Para Robinson eso no cuenta. Otra cosa que me queda pendiente: decirle imbécil antes de marcharme. Así me doy todos los gustos. Acuérdate. Acuérdate. ¿Por qué te deportó a Bethany hace un año? Entonces empezó todo. Después del levantamiento gravimétrico. El area de Sand Spring dio un máximo y mandamos a hacer sísmica. Cuando te fuiste, recibimos los tres perfiles de reflexión. Aparecía un horizonte guía entre 3.000 y 4.000 pies. Muy claro. Se podía seguir perfectamente la estructura. Un anticlinal de flancos suaves (20, 25 grados). Suponíamos que eran las calizas Burns, del Cretácico. Aunque en afloramiento son compactas, las facies podrían variar en profundidad. Le propuse el área como perspectiva a Mr. Robinson. Ubiqué un pozo wild‑cat, el Sand Spring. Lo estuve atendiendo personalmente hasta fines del 36. Entonces vino lo de Broken Arrows y Osage Hills. Yo seguía a cargo de los tres proyectos pero le entregué a Rick, que recién había comenzado, la documentación del Sand Spring. Me rendía un informe semanal. Hace dos meses, el pozo cortó el horizonte. Coincidió con mi viaje a Texas. Cuando regresé la semana pasada, Rick me entregó la información: calizas compactas sin rastros de hidrocarburos. Había hecho carotage. Revisé los registros de potencial espontáneo y resistivimetría, los informes de perforación. Todo concordaba. Rick me pidió la documentación para pasarla en limpio antes de la reunión. No desconfié, porque en eso siempre había sido impecable. Al día siguiente le propuse a Mr. Robinson suspender la perforación. Entonces Rick se negó. Le habló de la gasificación del lodo y otros indicios, de los buenos colectores: calizas arrecifales con asfalto, selladas con un grueso horizonte de arcillas. Mostró registros diferentes, informes de perforación que yo no conocía. Y convenció a Mr. Robinson. Ni siquiera pude hablarle de los informes falsos porque no había pruebas. Ni un solo documento firmado por Rick. Ayer el Sand Spring comenzó a producir. Hoy nombraron a Rick jefe de la sección. ¿Entiendes ahora? No. No vale la pena. Anda, ayúdame con los papeles, que ya sobro. Mi único consuelo es que con la paliza que le di, y delante de los perforadores, que eso duele el doble, por lo menos hasta la próxima semana no va a asumir el cargo. Si puedelevantarse.

Maumee transferred the Sitwell's to

Sidney, Nebraska, in 1954, where he

assumed the position of district geoloist.

At that time. Maumee was developing nearly

a million acres of leases purchased as

a result of the Denver‑Julesburg basin

discovery in 1949.

¿Te acuerdas de Rick, Nancy? Aquel trigueño alto. ¿Cómo no te vas a acordar? Eso fue en el 50 o 51. Sí, en Sterting. Tú tendrías dieciocho, diecinueve. Diecinueve años. Yo, veinticuatro. Venía una o dos veces por semana desde Denver o Julesburg. Era medio dueño de la Maumee. Sí, la del petróleo. ¿Cómo? Disca, que no se oye bien. Cierta vez te regaló una pulsera de coral. La había comprado en Santa Bárbara. ¿Todavía no te acuerdas? Mira, era un hombre de unos cuarenta años, que siempre usaba chaquetas a cuadros y zapatos marrón. Venía en un Chevrolet, no, en un Mercury azul. Me llamaba desde la estación de Mr. Bronson, a la salida del pueblo, porque si papá se enteraba . A veces viajaba con él hasta los campos. Cuando terminaba, nos quedábamos un rato en algún hotel de las afueras. O íbamos directo a Sedgwick, Perkins, y regresábamos antes de las once. Tú sí lo sabías, claro, pero mamá y papá . Era generoso ese Rick. Yo me tenía que llevar los collares en la cartera, ponérmelos en la calle. Mamá se fijaba en todo y si preguntaba, ¿cómo le explicaba, eh? No sólo eso, Nancy, por favor. Jamás hubiera creído que tú pensaras eso de mí. Eran otras cosas. Siempre se portaba muy bien. Atento a mis asuntos. Cortés. Amable. Muy cariñoso, además. No como otros que tú y yo conocemos demasiado bien. Pobre Rick. Sí, ese mismo. Por fin te acuerdas. Tu marido te tiene reblandecida la memoria. Sí. Así mismo fue. Ese día. Qué susto pasamos. Por suerte no tenías el seso tan lento como ahora. Ese hombre te hace daño, Nancy. Claro que yo lo sabía. Una vez le encontré la foto de su mujer en la cartera. Se dio cuenta. Pero yo no le pregunté. Y él nunca hablaba de ella. Tenía tacto para tratar a las mujeres. No. Nada. Que un buen día desapareció y hasta ayer. No. El pobre. Ojalá. Murió. Lo leí en el Star. Una nota bastante larga, con su foto y todo. Casi no lo reconozco. Parece que se había convertido en un tipo muy importante. Y rico.

Rick was promoted in 1955 to assistant

division geologist in Casper, Wyoming.

At this time, Rick and his wife was

injured in an automobile accident

near Douglas, Wyoming.

A veintisiete millas por hora, Señor Juez. Ni una pulgada más. Quien trajera los ojos puestos en la carretera, podría haberme visto desde Glenroek. Y bien al medio de mi senda. Aunque a esa hora de la madrugada casi nadie se toma tantas precauciones. Pero yo soy así. Puede peguntar a los hombres de la ruta quién es Sam Berry. Hombre de ley, Señor Juez, y no porque lo diga yo. Pregunte, pregunte usted a Percy, a Michael Norton, a Little Roy. Veinticinco años entre el asfalto y el cielo. Y nunca, ni en los embotellamientos de Cheyenne, ni en los caminos desiertos de Sheridan, me ha visto Dios cometer una imprudecia. Veinticinco años. Pregunte usted. Sí. A eso voy. Había salido tarde de Lusk con una estiba de madera. Atravesé Douglas y entré a la recta de Glenroek sin un auto a la vista. La noche era limpia y había un reguero de estrellas, Señor Juez, que eran como las señalizaciones de los ángeles. Entonces apareció este hombre. Sí. Desde que se encaramó en el horizonte me di cuenta. No. Antes aun. Después de tantos años, uno no confunde las luces de un auto con los reflejos de las ciudades en las nubes o los hoteles de carretera. Cuando se acercó, cambié las luces y me arrimé cuanto pude a la cuneta. Hay locos que desbordan por la banda las cargas livianas. Pero había algo raro: él mantenía las luces largas, me las clavaba en los ojos. Además, las luces venían como nerviosas, balanceándose de un lado a otro. Por si acaso, disminuí a veinte millas. Pero él siguió. Y cuando vine a darme cuenta, se me estaba echando encima, salido de su senda. Para evitarlo, frené y di un corte a la derecha que me sacó de la vía. Pero aun así, él me acabó de detener estrellándose contra la parte izquierda de la defensa. Me bajé corriendo. Cuando les abrí la puerta sana, salió tambaleándose este hombre. Se había golpeado. Nada serio. Hedía a alcohol. Podría haber despavorido con el tufo a una manada de búfalos en cinco millas a la redonda. La esposa estaba sin conocimiento, con una herida en la frente. Le propuse llevarlos al hospital de Casper, pero en cuanto se repuso del golpe (o del susto), fue al maletero, echó mano a la llave de clanes y me fue arriba gritando: “Nigger, bastard” y otras mayores que no repito por respeto a su señoría y a las damas. Traté de esquivarlo. Pensé que el choque le había enloquecido de repente, que estaba borracho, drogado, qué sé yo cuántas cosas. Y él: “Nigger, Níger”. Hasta que me golpeó en el hombro. Caí. Y en el suelo, si no me aparto como un rayo, me hunde los sesos con el hierro. Entonces me enfurecí, porque hasta la paciencia de Dios tienen sus límites, no diga usted la mía. Le arrebaté la llave. La arrojé lejos, a los yerbazales, y le descerrajé un puñetazo en la mandíbula que lo dejó nockout. En mi lugar, otro lo habría amasijado a golpes. No, Señor Juez. Los traje hasta la ciudad en el camión. Firmé cuanto papel me pidieron para las curas e informé al teniente DasielO'Connor en la oficina del sheriff. Y ahora este hombre me acusa. Cuando debía agradecerme. Pero así son algunos, Señor Juez, que se creen dueños de los caminos como el buen Dios. Y mi camión y yo no podemos echarnos a volar, su señoría, aunque vengan por la senda contraria todos los blancos de Wyoming.

Rick accepted a new challenge

as a explotation manager

for North Africa Oil Co. of Libya,

in Tripoli; a company

owned by Maumee Continental Oil Co.

and International Petroleum Corp.

During the British‑French‑Israeli invasion

to Egypt in 1956, political unrest

was rampant in Libya. Somehow,

Rick was able to reassure

the expatriates employees that

the assigned mission could be

accomplished in safety. The Sitwell's villa

in Tripoli seemed to be headquarters

for all who needed a beat of reassurance.

Queridos Richard y Jacqueline:

Aunque no es mi oficio el componer palabras, los amigos me las han pedido. Y siendo para ustedes, cualquier excusa sería convicta de ingratitud. En tiempos como éste, cuando el comunismo internacional, ensoberbecido, quiebra la paz que nuestras armas conquistaron en la última contienda; en estos tiempos de revuelta y confusión, de demagogia y falsos nacionalismos, de tiranuelos asalariados que confunden a sus pueblos a cambio de un espacio en la nómina del Kremlim; en estos tiempos asombrados por el vandalismo de Nasser, que intenta estrangular cinco milenios de noble historia egipcia embadurnando de rojo las pirámides, clausurando las rutas del comercio internacional, sumiendo en el ostracismo a la venturosa cuna de la civilización occidental; en estos tiempos, amigos, ustedes han sido el puerto para los barcos dispersos, la playa para los náufragos. Y no es casual, sino una extensión del ideal democrático y la generosidad que han sido desde siempre una de las razones para la existencia de nuestro gran país.

Muchas gracias.

Trípoli, 12 de enero de 1957

Initially, Maumee owned 62 million

acres of concessions extending

from the Algerian‑Tunisian border

to the Egyptian border on the east.

Rick's vision, exploration imagination

and management of the Maumee

explorationdepartament contributed

greatly to bringing large reserves

into production. Within a few years

Maumee was producing over

one million bbl of oil per day.

How many geologists can boast

such an enviable record?

El camino de Sabratha es tan recto como el sí sostenido de un Stradivarius. Recto aun en este país de caminos rectos, de horizontes despatarrados. Media milla de flores con lóbulos espinosos que crecen en la arena. Frisos de mármol diseminados, capiteles y columnas hendidas. Al costado, las ruinas tristísimas de un teatro. Todo tiene la apariencia de una desolación antigua, de la que nadie se acuerda y que ha perdido la capacidad de conmover. El Mediterráneo atigrado de olas y luna tiene un gesto torvo, como para recordar que no lo estamos viendo desde la acera europea. Un mar belicoso el Mediterráneo africano. El europeo, en cambio, ha adquirido muy buenas costumbes. Un largo viaje para dar con estos detritos cartagineses, “la raza que construía sus templos y tesoros sobre la costa del mar”, como dijo el gran Flaubert en su pequeña novela. Un largo viaje que la conversación de los Sitwell ha prolongado como un tormento asiático. Ahora trepan a las gradas, estupefactos de que la humanidad construyera teatros tantos años antes de Broadway. Se toman fotos frente a las ruinas, junto a cualquier relicto que huela a typical. No se dan cuenta de que el aliento infotografiable que trae el mar desde Sunium, desde Olimpia y Delfos, es lo único que vale aquí la pena. Yo tomo notas y Rick me observa con la desconfianza de soslayo que es prudente cuando se escribe algo que no sea informes para la compañía. Pero hace mutis por el foro. Hay dos razones: soy el jefe de la Maumee en Trípoli, donde Rick está inventariado como una perforadora cualquiera; y sobrino carnal del bienamado Joseph Garrett, que la Maumee Continental Oil Co. tenga en su santa gloria, es decir, en el penthouse climatizado a ciento veinte metros de altura sobre las avenidas rupestres de Colombus. Los hombres como Rick oscilan entre el servilismo y la defenestación; entre la cortesía y el parricidio. Mientras mi sillón, mi secretaria y mis parentescos le sean inaccesibles, puedo entregarle la cabeza con la certidumbre de que la guardará todas las noches en la caja fuerte y le cepillará los dientes cada mañana. Aunque su curriculum es inquietante, se puede manejar adoptando ciertas precauciones: una cena de lujo en el Waddan Hotel, un cocktail party en casa del embajador inglés, una confianza sin límites, o mejor, con límites clandestinos. Un millón de barriles al día. No está mal. Yo, a cambio, le permito ir ocupando oficinas cada vez mejor ventiladas, provistas de rosas frescas in themorning y secretarias de Cleveland full time. Oficinas expropiadas a quienes confundieron el concepto de productividad, acumulando años de sumisión a la empresa, en lugar de barriles diarios. Pero durar no es una virtud. Es un instinto. Rick, en cambio, me exime de los polvorientos pipelines hasta Zelten, Hofra y Zerir; de los informes tecnológicos, amenos como un diccionario de sinónimos; de las discusiones con los jefes de perforación, que siempre dejan olvidado en la oficina el morbo del desierto. Como si fuera fácil después eliminarlo. Un millón de barriles diarios. Y tío Joseph me envía un recadito alborozado con la Western Union: “Al fin te has vuelto un hombre de empresa. Ya era hora”. Sí, ya va siendo hora de morir, tío Joseph. Bien podría ser en estos días, cuando te entusiasmas con el hombre de empresa: tu flamante sobrino unmillóndebarrilesdiarios. Va siendo hora. ¿Qué es un infarto, tío Joseph? Nada. Sólo un pequeño susto. Y así este hombre de empresa que soy podría convertirse en el hombre sin empresa que quiero ser. Aunque se mantenga incólume mi interés por el producto final de cualquier proceso petroquímico: pequeños rectángulos de papel verde donde el US Government imprime el rostro de la felicidad. Un millón de barriles diarios. Sesenta y dos millones de acres a ordeñar entre Argelia y Egipto. Y Rick levantándose bien tempranito para exprimirle las tetas al Sahara. Hay quienes hablan con temor de los tuaregs, esos tataranietos bastardos de cruzados que perdieron la nao de regreso. Infelices. No hay ferocidad como la del pobre decidido a ser rico. Rick maneja el portafolios con la agresividad de una ametralladora calibre 50. También las ametralladoras son amaestrables, se toman fotos en las ruinas cartaginesas y beben cerveza belga hasta el embotamiento. Hay hombres como armas. El asunto es atender rigurosamente al manual de instrucciones; al momento oportuno para apretarles el gatillo. Si continúo disparando a Rick sin arriesgarme, en un par de años podré cruzar MediterranRoad y mirar todo esto desde un café de Monmartre, en la acera opuesta. Mandar a la mierda este país, este enorme reloj de arena con sus antigüedades para incautos pertrechados con una sólida cultura de Reader's Digest que se embobecen frente a las columnas de Leptis Magna. Dos años. Y entonces decirle adiós con el pañuelito desde la borda a los Rick, Milton, Clewell, Whitney, y hasta al mismísimo Muhammedal‑Idrisal‑Sanusi, que Alá conserve por muchos años, para bien de sus súbditos y de nosotros.

When the Sitwell's returned to Findlay,

Ohio, in 1960, Rick became exploration

manager for US International Oil Co.

in the Eastern Hemisphere.

No, Elizabeth. ¿Irme a dónde? En cualquier lugar va a ser igual. Sí. Estamos de acuerdo. Pero como él los hay en todas partes. La única solución es razonar. El viejo se plantea las cosas en términos de supervivencia. Y con su entrenamiento, no es nada fácil. La sola ventaja de mis años no es suficiente. Aunque todavía seré joven cuando él leve anclas, podría quedarme para siempre con la mano levantada y despidiéndolo. Mira, Elizabeth, el viejo es un hijo de puta químicamente puro. Estamos de acuerdo. Pero hay que buscarle las grietas. Como a una pared. Como a un monte. Si no tuviera ninguna, entonces sí. Éxodo forzoso. Pero no es el caso. Primero: sus hijos son seres amorfos, sin ambiciones, y él se siente defraudado por eso. Resultado: anda a la caza de un heredero profesional. Segundo: no acepta oposición frontal (quizás por eso uno de sus temas favoritos es el sentido de la democracia). Tercero: es capaz de derribar al vuelo una idea ajena que pase por las inmediaciones a cien millas por hora. Cuarto: es vulnerable a la adulación de los jóvenes, que confunde con la admiración. En esos casos, se complace en dispensar consejos, como quien reparte caramelos. Quinto: le halaga que los jóvenes lo visiten, lo inviten a sus fiestas y le acepten cenas o excursiones campestres. Siempre y cuando los jóvenes sepan parecerse al joven que él fue alguna vez. Ahí están las grietas. ¿Te das cuenta? Es un problema de estrategia: fuego cruzado de visitas, convites y deslumbramientos oportunos. Una admiración pudorosa (como las admiraciones reales). No hay que extralimitarse. El viejo respeta el espíritu independiente, tanto como repele el servilismo explícito. Y, cada cierto tiempo, echarle a volar una idea en su sector de fuego, con premeditada ingenuidad, sin molestarle mucho la conciencia. Ir armando, a partir de los consejos que él dispensa, los consejos que no dispensa, es decir, los que realmente sirven para algo. El viejo tiene un instinto de cobra para la desconfianza. Pero a veces sufre crisis de entusiasmo y se pone entonces a rondar algunas verdades utilísimas. Hay que saber cazarlas en el momento exacto, pero sin prisas, como pescan los osos en Alaska. Y, sobre todo, Elizabeth, simular una vocación casi enfermiza por los segundos planos (el mejor paliativo para la desconfianza crónica). No es lo mismo saltar al penthouse desde el penúltimo piso que desde el recibidor. Cuando menos, siempre será más corta la escalera de incendios.

He elected to take early retirement

April 1, 1973, after 39 years

in the industry and profession.

In early 1980, Rick and Jacqueline

purchased a home in Carmel, Indiana,

just north of Indianapolis,

to be near their sons.

Mira, Jackie, la muerte es algo muy difícil de explicar. Quizás uno se haya preparado durante toda la vida para entenderla, pero al final no importa que la entiendas o no. Y menos definirla. La muerte es una palabra triste, aunque se usa tanto que ya se ha gastado un poco, se le ha mellado el filo para que uno se habitúe. Lo que cuenta es que hayas estado vivo, que la muerte sea una ruptura, no una reincidencia. Aunque el padre Snabl se harte de repetírtelo cada domingo, no voy a decir que tu abuelo se marchó a cursar la eternidad en un imponderable cielo o infierno. Sabes que no creo en esos continentes incartografiables; no importa que tu madre se escandalice. Tu abuelo no está. Eso es todo. No están sus regalos de cumpleaños, sus chistes de mono sabio, sus leyendas africanas, su modo de engatusar la vejez con tu infancia. Si el alma es un pajarito transparente, puede que la de tu abuelo ande revoloteando por ahí, en los campos de petróleo de la compañía, o dándole una vuelta a la abuela, o escuchando esta conversación; puede que las almas no pierdan la costumbre de deambular por los sitios de antes. Tu abuelo no está, pero está. Porque ocupa un pedacito de tu cerebro. Un pedacito que nunca emplearás para guardar Matemática o Historia, ni para meternos a tu mamá o a mí. Hay una parcela en tu cerebro donde el único árbol sembrado es tu abuelo. Y ese es el modo que tienen los muertos de estar vivos. Eso, y las cosas que hicieron, lo que dejaron construído, aunque no tengan un gran cartel que diga: “esto lo hizo el viejo Rick”. Cada alfiler que se fabrica con el petróleo que encontró tu abuelo es un pedacito de él que anda todavía pinchando a la gente. ¿Recuerdas cuando fuimos a Edna? El viejo nació en una casita de tablas mal cepilladas, en un sombrío pueblo del oeste, y vino a morir con el respeto de los demás, aire acondicionado y piscina en el patio, después de haber ordeñado el mismísimo desierto. Con sus manos, ¿comprendes? Tu abuelo no era un tonto, Jacquie, ni un fracasado. Se hizo. Nadie le regaló nada. Ningún tonto habría sido capaz de vivir como él, de dejarnos todo esto. Ningún tonto ahorra plata; los tontos la pierden porque siempre hay listos capaces de ganársela. Como él. Era un gran tipo tu abuelo, Jacquie. No lo olvides.

Rick died there July 8.

Inmediate survivors include the two

sons and two grandchildrens.

Jackeline moved shortly afterward

and died November 15, 1980.

All those ever associated with the Sitwell's

feel a great loss and our proffesional l

ost a true oil finder.