www.cubaencuentro.com Lunes, 19 de mayo de 2003

 
  Parte 2/5
 
Cuba: Mito y realidad
El régimen cubano ha entrado en una dinámica represiva que atiende, básicamente, a problemas vinculados con la gobernabilidad del país.
por MARIFELI PéREZ-STABLE, Miami
 

El derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate —organización del exilio que sobrevolaba el estrecho de la Florida en busca de balseros y ocasionalmente el territorio cubano para arrojar pasquines de apoyo a la oposición— fue un factor que determinó la aprobación de la ley Helms-Burton en su versión más dura. Hasta entonces, el proyecto languidecía en el Congreso de EE UU, y sus partidarios buscaban revivirlo diluyendo los acápites más fuertemente objetados por Europa y América Latina. Sin embargo, una Helms-Burton light no le convenía a Castro porque no reforzaba su imagen de víctima ni acallaba a los que desde el Gobierno pedían reformas más contundentes. Durante la primera mitad de los años noventa, La Habana aplicó algunas medidas para frenar el colapso económico, pero no todas las indicadas para afrontar la nueva realidad internacional ni para mejorar los estándares de vida. Aunque a mediados de 1995 Castro declaró concluidas las reformas, sectores de la elite seguían insistiendo discretamente sobre las mismas. La ampliación de la apertura económica y la relajación de las tensiones internacionales eran —y son— dos caras de la misma moneda.

Hasta los últimos arrestos y condenas, el régimen había tolerado el crecimiento de la disidencia y de la sociedad civil independiente. Mientras se sintiera confiado en mantener la situación interna bajo control, esa suerte de liberalidad le permitía manejar en sus relaciones exteriores el tema de los derechos humanos. En 1999, el régimen hizo la vista gorda cuando prominentes opositores se reunieron con dignatarios extranjeros presentes en la Cumbre Iberoamericana de La Habana. La tolerancia no era tal, ya que quienes perdían el miedo y actuaban como si fueran libres eran hostigados de mil maneras, vivían a la sombra del poder arbitrario y con la permanente amenaza de la cárcel. Sin embargo, en los años noventa, las sentencias habían sido leves, aunque injustificadas por tratarse de personas condenadas por razones de conciencia. A principios de 1999, se proclamó la ley de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, que establecía altísimas condenas —ahora aplicadas— por emitir opiniones consideradas contrarias a la soberanía y los intereses nacionales.

A pesar de su reciente desarrollo, la oposición abierta no representaba un peligro inmediato para el Gobierno. Con profundo desprecio, el oficialismo tildaba de "grupúsculos" a la miríada de organizaciones de la sociedad civil, y finalmente el poder arbitrario sacó las garras y les dio un zarpazo que, si no mortal, los ha debilitado de cara al futuro próximo. Sin embargo —aunque lejos de movilizar recursos suficientes como para retar efectivamente al régimen—, la oposición se erigía en una fuerza política con futuro. Así lo reconoció el presidente Carter cuando mencionó al Proyecto Varela en su discurso en la Universidad de La Habana el año pasado, algo imposible si este esfuerzo y otros paralelos no constituyeran plataformas políticas incipientes. No fue por ser un simple ciudadano con el valor de sus convicciones la razón por la que la Unión Europea le otorgó a Oswaldo Payá el Premio Sajarov para la Libertad de Pensamiento. Como el referéndum que declaró irrevocable el socialismo en Cuba hace casi un año, la reciente ola represiva es una muestra de debilidad. El desarrollo de la oposición contribuyó a los tristísimos sucesos (junto a la actuación inoportuna del representante de EE UU en La Habana), pero lo determinante fue el contexto más amplio del Gobierno y de la sociedad cubana.

La reciente ola represiva no se desmarca de los patrones de violencia —potencial o ejercida— del régimen cubano desde sus inicios. Incluso cuando la revolución estaba en su apogeo, en Cuba y en el mundo, el Gobierno se consolidó sobre los cadáveres de miles de fusilados, decenas de miles de presos políticos, cientos de miles de exiliados y el "insilio" —el destierro al silencio de quienes se quedaron y se oponían a la plataforma que desde entonces pasa por política: lealtad trinitaria e indivisible a Cuba, a la revolución y al máximo líder—. Desde el principio, esta plataforma era intrínsecamente fallida al no permitir, siquiera dentro de sus filas, la diversidad y el pluralismo propios de cualquier proyecto humano.

1. Inicio
2. El derribo de las avionetas...
3. Ni entonces ni ahora...
4. El contexto interno fue...
5. Conclusiones...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Revolución y felicidad
EMILIO ICHIKAWA MORíN, Nueva York
La mundialización de Cuba
RAFAEL ROJAS, México D. F.
Otro futuro mejor es posible
JUAN ANTONIO BLANCO, Ottawa
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir