www.cubaencuentro.com Martes, 25 de mayo de 2004

 
  Parte 1/2
 
La muerte indócil de José Martí
por MIGUEL FERNáNDEZ-DíAZ, Miami
 

El miércoles 19 de mayo, sendos artículos de Carlos Ripoll (El 'morir callado' del Apóstol) y Luis Gómez y Amador (Datos y detalles sobre la muerte de Martí) para El Nuevo Herald rememoraron el aniversario 109 de la caída del Maestro en Dos Ríos, frente a la columna española que mandaba el coronel Ximénez de Sandoval.

J. Marti
Cuadro sobre la muerte de Martí en Dos Ríos.

Así mismo confirmaron que la historiografía de la tragedia sigue discurriendo por entre gambitos ideológicos y construcciones imprecisas. Removerlos y enmendarlas es necesario, aunque deba arrostrarse el temor que ya sentía el poeta Eugenio Florit cuando concurrió en prosa al número 33 de Orígenes (1953), con motivo del primer centenario martiano: "No decir lo justo, ni lo bastante".

Gómez y Amador afirma: "Perseguida por los mambises todo el tiempo, la columna de Sandoval llegó a Remanganaguas". El Atlas histórico biográfico José Martí (1983) puntea efectivamente, bajo el epígrafe "Gestión de rescate del General Máximo Gómez y su tropa", dos acciones de hostigamiento sobre esta columna en el trayecto hasta Remanganaguas. Sin embargo, el articulista y el atlas cuentan la rara historia que nadie supo.

Según el relato (1905) "rigurosamente histórico" del propio Máximo Gómez, su tropa tomó por un atajo, pero "cuando salimos al camino ya el enemigo había pasado". Fuentes de ambos bandos acreditan, además, que la columna española se detuvo primero en la tienda de Modesta Oliva (a pocas leguas del campo de batalla) para reconcentrarse, y luego en la finca Demajagual, donde pasó la noche a campo raso bajo lluvia torrencial. La marcha se reanudó bien entrada la madrugada, y las fuerzas de Sandoval llegaron por fin a Remanganaguas a las ocho de la mañana del 20 de mayo de 1895, sin que le hubieran tirado ni siquiera un hollejo mambí desde que salieran de Dos Ríos.

Aparte de aquella persecución que nunca importunó a los perseguidos, Gómez y Amador sentencia: "Lo cierto es (…) que sólo hubo un testigo directo, Ángel de la Guardia, que como Martí no había participado jamás en ninguna acción de guerra". De este modo no sólo pasa por alto los testimonios de quienes presenciaron la caída del Apóstol desde las filas enemigas, como el capitán Fernando Iglesias, quien mandaba la compañía española que sostuvo el peso de la acción (La Discusión, enero 30 de 1899). También queda ligado a este apunte a la ligera de Máximo Gómez: "Cuando Martí cayó, me había abandonado y se encontraba solo, con un niño que jamás se había batido" (Diario de campaña, 1941).

Las explicaciones

El bibliotecario y miembro de número de la Academia de la Historia de Cuba, Enrique Gay-Calbó, aclara que Ángel de la Guardia se había incorporado el 4 de abril de 1895 a las tropas de Bartolomé Masó, quien de inmediato lo nombraría alférez por haberse apoderado, con cuarenta hombres, de un convoy español custodiado por cien. Así que "tenía ya experiencia y conocía bien el sonido de las balas" (Ángel de la Guardia, el compañero de Martí en Dos Ríos, 1957).

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