Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Rap, Represión, USAID

De fracaso en fracaso

Washington trató de atraer a raperos cubanos, con el fin de crear un movimiento juvenil en contra del régimen de la Isla, pero terminó perjudicando una auténtica forma de protesta

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Tanto mandatarios y legisladores demócratas como republicanos se han mostrado más interesados en aparentar ante sus electores un interés por la situación en Cuba, que en contribuir a un cambio real en la nación caribeña. Ahora sale a relucir otro fracaso, del que ya se tenía conocimiento pero no en detalle: el gobierno estadounidense trató de atraer a raperos cubanos con el fin de crear un movimiento juvenil en contra del régimen de la Isla.

Al igual que ocurrió con el plan para crear un sistema estilo Twitter, que en última instancia sería utilizado para recopilar información y “fomentar” la disidencia; de manera similar a otro programa, que envió a la Isla jóvenes latinoamericanos a provocar disensión, y que también incluyó elaborados subterfugios, como la creación de una organización de fachada y un exótico entramado financiero para ocultar la participación norteamericana, los resultados fueron contraproducentes: el proyecto perjudicó una auténtica voz de protesta que había generado algunas de las críticas populares más duras desde que Fidel Castro tomó el poder en enero de 1959, concluyó una investigación de la Associated Press.

También como en los otros dos proyectos dados a conocer con anterioridad por investigaciones de la propia agencia noticiosa, más allá de una breve y momentánea infusión de dólares en algunos bolsillos, el plan no arrojó resultados positivos. Eso sí, será utilizado para que el régimen vuelva a denunciar la continua “injerencia” de Estados Unidos en los asuntos cubanos.

El Departamento de Estado informó a comienzos de noviembre que está revisando algunos de los programas secretos de promoción de la democracia de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), que se llevan a cabo en países hostiles a Estados Unidos, después que la AP reportara que la agencia para el desarrollo internacional del gobierno podría poner fin a labores encubiertas y riesgosas en esas naciones. Los cambios propuestos podrían transferir parte de esas funciones al aparato diplomático estadounidense.

Sería bueno que al menos en esta ocasión no se repitiera la torpeza de echarle la culpa al mensajero y no al mensaje. Difícil o imposible que se evita. Así que de nuevo para algunos el análisis sobre lo ocurrido será dejado a un lado en favor del ataque a la agencia noticiosa. Como suele repetirse, los extremos se tocan: cuando el escándalo de los “perfumes revolucionarios”, inspirados en el Che Guevara y Hugo Chávez, les tocó el turno de atacar a la AP a los funcionarios del régimen, y se atribuyó el incidente a la cobertura malintencionada de la agencia. Solo que ni la AP inventó los desafortunados perfumes, ni tampoco creó los planes de la USAID, distribuyó dinero, puso en riesgo a personas y les ocultó la naturaleza del trabajo a realizar.

También es probable que de nuevo ahora se repitan argumentos sobre el “derecho” de Washington para forzar un “cambio” de régimen en Cuba. Solo que la pregunta más práctica sería si ser una superpotencia le otorga a cualquier administración de EEUU —no importa si demócrata o republicana— una potestad ilimitada para despilfarrar el dinero de sus contribuyentes.

Aunque limitar la ineficiencia a la USAID resulta injusto. Por décadas, todo o la mayoría de lo que se ha hecho para promover la democracia en Cuba, con fondos norteamericanos, se ha hecho mal.

Asombra que la nación más poderosa del mundo sea tan torpe ante un pequeño país, salvo que se abrigue la sospecha que ineptitud no ha sido un pecado sino un objetivo.

Es cierto que se entra entonces en la teoría de las conspiraciones, pero son demasiados datos para encerrarlos simplemente en la casualidad y la circunstancia.

Desde los lejanos planes de la CIA para exterminar a Fidel Castro, una y otra vez en este país se ha repetido un esquema similar, difícil de entender fuera de EEUU: la utilización de amplios recursos y fondos millonarios con el objetivo de no lograr nada.

Lo que en muchas ocasiones se ha interpretado como torpeza o franca ineficiencia no ha sido más que la apariencia de un proyecto destinado al fracaso.

Sólo una nación que cuenta con un presupuesto de millones y millones de dólares, puede destinar algunos de ellos simplemente al despilfarro; solo un país poderoso y al mismo tiempo víctima de su prepotencia puede llevar a cabo tal tarea.

En el caso cubano, Washington lo ha hecho con éxito durante décadas.

La consecuencia es que ha surgido un “anticastrismo” que es más un empeño económico que un ideal político, alimentado en gran medida por los fondos de los contribuyentes.

Cuando a finales del siglo pasado la transformación de este modelo se acercaba al punto clave, en el cual la estrechez del objetivo político del grupo del exilio que lo sustentaba hacía dudar de sus posibilidades futuras, la llegada al poder de George W. Bush dilató su supervivencia, al tiempo que impuso un gobierno con una carga ideológica —afín precisamente a los principales beneficiarios del “modelo anticastrista”— como no se conocía en esta nación desde décadas atrás.

La política de extremos pasó a ser la estrategia nacional y no una maldición miamense.

La administración de Barack Obama, que en el caso cubano se ha movido entre la inercia, el desinterés y la desconfianza, no ha hecho más que prolongar una situación heredada. Por supuesto que —como siempre— el régimen continúa acumulado triunfos en su poderosa capacidad para prolongar el desastre. Nada cabe esperar de La Habana y cualquier apuesta a favor de una correspondencia de gestos choca contra el muro de la inmovilidad, pero si los esquemas en favor de fomentar la democracia, que en otros países han funcionado con éxito, fracasan en Cuba, por qué ese empeño torpe en gastar el dinero.

Si de algo ha sido ejemplo la Isla, es en ser un laboratorio que convierte en fracaso lo que en otras partes triunfa. Desde los lejanos días de la expedición de Bahía de Cochinos, ya era hora para haber aprendido la lección.

Si la Agencia Central de Inteligencia (CIA) fracasó a la hora de repetir en Cuba lo que llevó al derrocamiento de Jacobo Árbenz en Guatemala, no por ello se ha dejado de repetir el esquema. El último ejemplo en este intento, que se conoce en detalle ahora, de repetir en la Isla los conciertos de protesta del movimiento estudiantil que ayudó a derrocar al entonces presidente serbio Slobodan Milosevic en 2000. Y para ello, nada mejor que buscarse a… ¡un promotor serbio, Rajko Bozic! Si la CIA de los hermanos Dulles llevó a cabo el derrocamiento de Árbenz, ahora sería la USAID, al parecer dirigida por unos hermanos Marx reencarnados, quien se encargaría de acabar con los Castro.

Y al igual que ocurrió con la fracasada expedición de Bahía de Cochinos, lo que al parecer nunca faltó en el proyecto fue el dinero. El estimado original, para lo que fue concebido bajo la administración de Dwight D. Eisenhower como un plan de propaganda, infiltración y apoyo a la resistencia dentro de la Isla, comprendía gastos de $4.400.000. Sin embargo, el costo total ascendió a más de $46.000.000. En lo que respecta al plan con los raperos cubanos, Bozic fue contratado por Creative Associates International, una compañía que suscribió un contrato multimillonario con USAID. Su objetivo: hacerse al mando del movimiento hip-hop de la isla “para ayudar a la juventud cubana a romper el bloqueo informativo” y crear “redes juveniles para el cambio social”, según muestran los documentos, informa la AP.

Creative estaba girando cientos de miles de dólares en salarios y en costos operativos, incluidos los equipos de video y las computadoras.

Para ocultar el dinero que se entregaba a Bozic, Creative creó una compañía pantalla en Panamá llamada Salida, dirigida por un abogado en Liechtenstein. Bozic no aparecía por nombre, pero tenía un poder notarial según un documento que debía permanecer secreto pero que la AP consiguió.

En una trama ridícula y absurda, al tiempo que un reducido grupo de “cavernícolas” de Miami se dedicaban a romper discos y quemar camisas de Juanes, la USAID trataba de aprovechar el concierto del cantante colombiano para promover al grupo de rap Los Aldeanos.

De la investigación de la AP se deduce que toda la operación montada desde EEUU siempre fue del conocimiento del régimen. Mientras la policía política se dedicaba a incautar computadoras y equipos de sonido, delineaba a su vez un guión propio para presentar al mundo.

En noviembre de 2009 fue detenido cuando llegaba a Cuba con “todo lo que Best Buy vende en su mochila”. Computadoras y equipos de video para artistas y videógrafos, le dijo Bozic a un excontratista de la USAID, quien narró la conversación a condición de no ser identificado para no afectar su trabajo, de acuerdo a la AP.

La policía incautó el equipo, incluida una unidad de memoria con documentos “que tenían mucha información”, escribió un gerente de Creative. Bozic se marchó antes de lo planeado, para no volver.

Pocas semanas después que Bozic saliera de Cuba, las autoridades de la Isla arrestaron al ciudadano estadounidense Alan Gross, otro contratista de la USAID que trabajaba en otro programa secreto. Gross fue sentenciado a 15 años de prisión.

Durante los últimos años, Washington ha estado repitiendo que sus objetivos son apoyar a la disidencia, contribuir al aceleramiento del cambio pacífico para lograr la transformación política y económica de la Isla y aumentar el nivel de información de los cubanos. Pero en la práctica, estos planes han resultado contraproducentes para cumplir estas metas.


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