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Misil, EEUU, Cuba

El misil y el “deshielo”

Un misil norteamericano aterriza en Cuba y desata el alboroto en EEUU contra la distensión bilateral

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La historia del Wall Street Journal sobre un misil norteamericano que terminó perdido en Cuba sigue rebotando políticamente por el interés de la derecha proembargo de usarlo para atacar al presidente Barack Obama y su política hacia Cuba. En el último episodio del misil perdido, el senador Marco Rubio, precandidato republicano a la presidencia lo acaba de usar para su vendetta personal contra la embajadora Roberta Jacobson, por su papel en la promoción de una agenda de intercambio y dialogo con Cuba. El senador floridano está vetando un voto de confirmación de la diplomática para el importantísimo puesto de embajadora ante el Gobierno mexicano.

De esa forma, Rubio ratifica que sigue siendo un político parroquial, que pone sus intereses de barrio por encima de políticas que sirven a los intereses nacionales, no ya de las dos naciones con las que se dice identificar —Cuba y Estados Unidos—, sino también en conflicto con las relaciones de Washington con México, las más importantes a nivel hemisférico.

Si Cuba es apenas el 0,12 % del producto bruto mundial, “como México no hay dos”. Es para EEUU el segundo mercado más importante para sus exportaciones, con problemas de seguridad, agua, inmigración, comercio y atención priorizada a ambos lados de su frontera sur. Rubio debería saberlo porque estuvo a favor de una reforma migratoria que diera una vía a la legalización de millones de indocumentados, después de estar en contra y antes de volver a estarlo, según soplase el aire de sus intenciones políticas.

Según lo que se ha dicho públicamente, nada indica que Cuba tenga responsabilidad alguna en la pérdida del misil. Se trata de un cohete aire-tierra “Hellfire” con tecnología de punta. El misil, producido por la firma Lockheed Martin, una de las mayores contratistas del Pentágono, fue usado en unos ejercicios de la OTAN. Luego, salió de la base de Rota en España y —según la documentación de equipajes de Air France— llegó a Cuba por alguna confusión en los envíos de los aeropuertos entre Madrid, París y Frankfurt.

El jefe del Comando Sur estadounidense, General John Kelly ha dicho que no sabe nada del paradero del misil, y que no tiene en este momento ninguna relación con los militares cubanos. Las palabras del general reflejan la conveniencia de establecer un diálogo entre las fuerzas armadas y los servicios de seguridad de los dos países, que al decir del secretario de Estado, John Kerry, deben ser “no enemigos, ni rivales, sino vecinos”. Cuba y EEUU tienen ya un canal de comunicación permanente entre los jefes militares de la base naval estadounidense en Guantánamo y la brigada cubana de la frontera que rodea esa instalación. Kelly anunció la pasada semana la incorporación de Cuba a la conferencia anual de seguridad en el Caribe liderada por EEUU, con la participación de dieciséis naciones caribeñas más Holanda, Francia y Canadá.

La pataleta de Rubio sigue la saga de neoconservadores que quieren sacar lana del incidente para poner palos a la rueda de la distensión entre Cuba y EEUU. En primera fila de ese escuadrón destacó Elliot Abrams, quien adelantando juicios sin evidencia ha afirmado que los hermanos Castro han compartido la tecnología del misil, que ya había sido usado con cuanto enemigo de EE.UU existe en el mundo: Rusia, China y Corea del Norte. Abrams sabe bastante de armas “perdidas”, pues fue condenado por los tribunales estadounidenses en los juicios por el escándalo Irán-Contras.

Cuando era subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos con el presidente Ronald Reagan, Abrams ocultó una comunicación diplomática del vicecanciller cubano Ricardo Alarcón, en la que Cuba se declaraba a favor de negociar una salida honorable al conflicto en el África austral, sin imposiciones pero favorable a los intereses estratégicos de EEUU.

Para Jay Taylor, quien era el jefe de la sección de intereses de EEUU en Cuba, la conducta de Elliot Abrams careció de profesionalismo”. “Como Taylor había trabajado en China” —describen William Leogrande y Peter Kornbluh en su imprescindible libro “Diplomacia encubierta con Cuba”— bajo el el embajador Chas Freeman, entonces segundo del subsecretario estadounidense para asuntos africanos, Chester Crocker, le fue posible pasar la propuesta cubana a estos funcionarios, circunvalando la actitud obstruccionista de Abrams.

Crocker convenció al secretario de Estado, George Schultz, y éste al presidente Reagan, de lo útil que sería incluir a Cuba en la negociación con Angola y Sudáfrica. La contribución de Taylor a los intereses norteamericanos provocó un enfrentamiento con Abrams que lo tildó de “flojo” con Castro. Las negociaciones tripartitas entre Angola, Cuba y Sudáfrica fueron en un rotundo éxito de la política norteamericana, y atrajo la simpatía de los principales actores en la política de esa región, como el Congreso Nacional Africano y su líder Nelson Mandela, la SWAPO en Namibia y el MPLA en Angola.

Que quien subordinó lo que Reagan, Schultz y Crocker consideraron estaba en el interés nacional norteamericano, a su lealtad al lobby proembargo, acuse al presidente Obama de exceso de ideología en su política hacia Cuba califica el caradurismo de Abrams para el salón de la fama. Al chaleco se le ven las costuras. El objetivo principal del lobby proembargo es bloquear el interés del presidente Obama de visitar Cuba.

El último año de la administración Obama está marcado por la coyuntura electoral y el fin del segundo mandato presidencial. El Presidente tiene poderes de política exterior que pueden marcar su posible visita a la Habana, si adopta desde temprano medidas que adquieran tracción en los próximos meses, motivando una cooperación amplia en materias de seguridad. Licencias generales para el uso del dólar en cualquier transacción con Cuba, norteamericana o de cualquier otro país, y para otorgar créditos estadounidenses privados a usar en las transacciones ya permitidas, abriría importantes oportunidades de negocios, y alentaría a la comunidad financiera y de comercio a comprometerse políticamente en el curso de distensión con la Isla.

Si Cuba tiene el misil, sería un gesto de buena voluntad que lo devolviera. Nada que contenga ese artefacto, ni lo que del mismo puedan obtener supuestos aliados en términos de información tecnológica, es más importante para el interés nacional cubano que el proceso de acercamiento con EEUU. Pero si Cuba no hiciera eso, que es lo más aconsejable, EEUU debe actuar con la claridad y creatividad de la potencia democrática que es, sin reaccionar a crisis fabricadas sobre un misil inerte, sin ninguna consecuencia para el balance militar ni en el Caribe ni en el mundo.

El argumento a favor del acercamiento con Cuba es simple. No está fundamentado en el buen comportamiento cubano sino en los intereses y valores de EEUU. El presidente Obama lo explicó al Congreso en su último discurso sobre el Estado de la Unión: “Cincuenta años de aislamiento contra Cuba han fracasado en promover la democracia, creando resentimientos en América Latina. Por eso restauramos relaciones diplomáticas, abriendo las puertas a los viajes y al comercio, posicionándonos para mejorar las vidas del pueblo cubano. ¿Quieren consolidar nuestro liderazgo y credibilidad en el hemisferio? Reconozcan que la Guerra Fría se acabo. Levanten el embargo”.


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