Actualizado: 23/04/2024 20:43
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| Opinión

Iglesia Católica, Cardenal Jaime Ortega

El monopolio de la Iglesia

Es elemental que no se debe subestimar el papel de la Iglesia Católica cubana, pero sobreestimarla es un despropósito

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El señor Arturo López-Levy, cubanoestadounidense e Investigador Asociado de la de la Universidad de Denver, Estados Unidos, es uno de los opinantes que aparecen en el “Dossier Especial sobre el Cardenal Jaime Ortega” que ha publicado en su edición más reciente el medio Progreso semanal, con sede en Miami.

Expresa López-Levy su parecer acerca de la “posición constructiva” del cardenal Jaime Ortega para “Varios progresos en la política cubana de los últimos dos años”. Y agrega que la Iglesia católica ha actuado “asentada en una metodología patriótica de diálogo y respeto por la pluralidad”.

No es así. En el foro “Iglesia y Comunidad: un diálogo sobre el rol de la Iglesia católica en Cuba”, celebrado en Harvad el pasado 24 de abril, el cardenal Jaime Ortega Alamino expresó que los disidentes cubanos que habían tomado un templo habanero a raíz de la pasada visita del Papa a La Habana, eran “delincuentes”. Ortega Alamino no fue “plural” en ese caso: echó de su reino a los “delincuentes”; y tampoco citó actas policiales donde constara que aquellos eran lo que él aseguró. Dijo entonces además el Cardenal: “Había un ex preso cubano que había sido devuelto a Cuba, había estado seis años en la cárcel, y fue una de las personas excluibles que fueron mandados a Cuba (…). Había toda una gente allí sin nivel cultural, algunos con trastornos sicológicos”. Esto lo dijo el Cardenal sin que nadie le pidiera que se manifestara al respecto. En mi opinión lo más aborrecible es que aquellas personas a las que él se refería fuesen “gentes sin nivel cultural”. Esto, en el fondo, denota su desprecio por quienes, en un país donde se afirma que todos reciben educación de alto nivel, no lograron sin embargo estudiar o autosuperarse de alguna manera. Ortega Alamino no se portó a la altura de un ministro de Dios; Dios sí es plural, no minimiza a ninguno de sus hijos, y no se “apena” —como dijo sentirse Ortega Alamino al expresar lo antes dicho— al referirse a ser humano alguno.

Expresa además el señor López-Levi en el texto citado que el “diálogo paciente de la Iglesia con el gobierno no solo alcanzó la liberación de los prisioneros de la primavera de 2003 sino también abrió nuevos canales de comunicación entre el Partido Comunista y la organización de más amplia membrecía dentro de la sociedad civil cubana”. ¿De dónde saca que la Iglesia (católica) es la organización de más amplia membresía dentro de la sociedad civil cubana? ¿Cómo lo demuestra? Más bien pensemos que es solamente la retórica milenaria. Como igual lo es afirmar que “Como resultado de esos logros, que rompieron lógicas de confrontación, el cardenal Ortega se ha ganado el respeto de la abrumadora mayoría del pueblo cubano en la Isla y la Diáspora”. ¿Cuándo hizo el censo o la encuesta el señor López-Levy? ¿Cómo sabe que ahora la “abrumadora mayoría” de los que están dentro y fuera de Cuba respetan más a Ortega Alamino? Tal vez el señor López-Levy se guíe por ciertos medios de comunicación que así se lo indican, los que yo acostumbro leer me sugieren lo contrario.

“En lugar de enfrascarse en debates espurios con radicalismos verbales cada vez menos relevantes, la Iglesia y el gobierno deben renovar esfuerzos de dialogo, avanzando responsablemente en mayores aperturas”, dictamina el investigador. Entonces debemos suponer que sea solamente la Iglesia Católica la encargada de llevar a efecto los cambios en Cuba. Suena raro que el señor López-Levy, ni una sola vez en su exposición, mencione de manera directa a la oposición, si exceptuamos que “Los miembros del llamado partido republicano de Cuba no buscaban refugio en los templos que pretendieron ocupar, como sí ocurrió en otros países u otras épocas cubanas”.

Avisa el opinante sobre el “coraje de pactar y dialogar mostrado por el cardenal”. Coraje e intención de pactar también han mostrado desde hace décadas —y creo que más que el Cardenal, por razones que no es necesario explicar—, cuando la Iglesia guardaba silencio, miles de cubanos que pagaron cara su candidez. Resulta ridículo sobre todo hablar de “coraje” en el caso de la Iglesia al vincularla con la coyuntura política que hoy existe en la Isla.

Es elemental que no se debe subestimar el papel de la Iglesia católica en la actual situación que se vive en Cuba, pero sobreestimarla con una postura tan alejada de la objetividad es un despropósito que a nadie beneficia, ni siquiera a la propia institución religiosa. Las apologías finalmente se vuelven contra sus destinatarios.

En su intervención, López-Levy critica con razón a los grupos extremistas que abogarían por la “inestabilidad y el caos” con tal de resolver a su manera la situación imperante en Cuba. Sin embargo, no propone el ánimo de comunión entre esos grupos y la Iglesia católica, o no le pide a esta que intente comulgar con esos grupos. De modo que podríamos pensar que todo se lo debemos confiar a la Iglesia católica y a las comunidades religiosas cubanas. Una especie de monopolio negociador que, ya lo sabemos, beneficia a una dictadura que solo pacta y podría pactar desde posiciones de poder. De esta forma, las expresiones de López-Levy resultan en alguna medida divisivas.

La defensa a ultranza de la Iglesia, el Cardenal o lo que fuere, solo nos puede llevar a una postura irreconciliable con los demás factores que forman el espectro político cubano, que en realidad se halla en las sombras.

De cualquier manera, hoy no podemos saber ni lejanamente por dónde van las conversaciones Iglesia-Estado, esto es un secreto entre las dos partes.


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