Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Cuba, EEUU, Obama

Fuerza Aérea Uno

Cualquiera sea el resultado de las elecciones de este año en EEUU, el embargo acabará. El próximo presidente solo influirá si es más tarde o más temprano

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Jorge Mas Canosa habría estado en ese avión. Con el presidente Barack Obama viajarán a La Habana una docena de cubanoamericanos para presenciar y respaldar lo que indudablemente será historia. Mas Canosa me lo dijo en su oficina. Fue el día en que Carlos Alberto Montaner anunció que su Plataforma Democrática estaba dispuesta a “dialogar para buscar una solución democrática” con el Gobierno cubano, mediante su tesis del Puente de Plata. ¡Mira lo que me ha hecho Montaner! —exclamó Mas entre alarmado y descompuesto. “¿Y cuál es el gran problema?”—exclamé yo manteniendo el tono, aunque sin entender aquella bronca. Entonces me contestó: Que ellos no quieren hablar con nosotros; porque si quisieran, yo soy el primero que se monta en el avión. Carlos se me adelantó.

La posición política pública de Jorge Mas era de oposición total al “diálogo”. Tal vez era así porque sabía dos cosas: que el interlocutor lógico de La Habana siempre sería Washington y que su oportunidad estaba en ser intransigente con La Habana y cófrade de Washington. Si no podía ser interlocutor, tal vez sería el intérprete. Mas era crudamente práctico. Igual hubiera celebrado una invasión. Algunos de sus más cercanos colaboradores de entonces sabrán perfectamente lo que hablo. Y para el récord: Jorge Mas también me dijo —otro día— que “aunque mañana se cayera Fidel Castro”, habría que mantener la Ley de Ajuste Cubano “unos añitos” para tener mayor poder político también en Miami. Jorge era un hombre de garra, lo que pasa es que los de allá tuvieron más.

Mientras, nuestros políticos cubanoamericanos hacen malabarismos para maquillar la Ley de Ajuste con tal de que “esos cubanos” tan diferentes que llegan ahora, no les empañen su Camelot exiliado. En realidad saben que su electorado cubano está cambiando y que no cuentan con las agallas ni las neuronas para entenderlo. No es que la nueva migración sea “castrista”, es que tampoco son prisioneros de esa rancia retórica que los mantuvo en sus cargos electos mediante la amarga teoría del pastelito de guayaba y el Viva Cuba Libre.

Y esa misma retórica —amplificada saludablemente por la prensa de Miami— dice que los cubanos que van con Obama viajan “por dinero”. Por negocios. Como si ése fuera un género que rechazaría cualquiera de los que se insultan. Pero se equivocan: los que viajan con Obama tienen un asiento porque van “con” dinero. Y además porque también decidieron, como otros que no lo tienen, mirar sin miedo a la realidad e intentar influir en la salud y el destino de la nación cubana. Y si hay unos pesos de más… o de menos, ¿cuál es el problema?

Una nueva era se abre entre Cuba y Estados Unidos en la que sus respectivos gobernantes, tal vez, permitan que la Isla se deslice hacia los cambios “en un suave plano inclinado” —como me dijo Norberto Fuentes. Pero también otra era se abre en Miami para la clase política cubanoamericana si la maquinaria y el empuje que unos tuvieron hasta ahora, es capaz de reinventarse para otros ante nuevas realidades: la normalización de las relaciones, el desarrollo del comercio entre Miami y La Habana, y la complejidad política de cubanos residiendo simultáneamente en ambas ciudades. Allá con un diputado ante el Gobierno cubano y aquí con un congresista ante el Gobierno americano. Ya las leyes lo permiten.

Recuerdo cómo Francisco Aruca lo anunciaba una y otra vez hace veinte años, y también cómo yo —repleto de certezas— me burlaba. Pero por ahí viene. La normalización. Y sin el chiste de un Marco Rubio presidente.

Cualquiera sea el resultado de las elecciones en 2016, el embargo acabará. El próximo presidente solo influirá si es más tarde o más temprano. Todos los que apostaron por lo que es hoy la política de Obama y el entendimiento merecerían un puesto en ese avión. Y así viajarán ahora, aunque no como interlocutores sino como invitados. Pero estarán finalmente allí; mirándose las caras, aunque de refilón, con “el castrismo”: los republicanos Carlos Gutiérrez y Mike Fernández se me ocurren, entre otros; y no faltaran demócratas ilustres. La mayoría lo veremos todo por televisión. Envidiable oportunidad: ser testigos de la historia en tiempo real.


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