Actualizado: 18/04/2024 23:36
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| Opinión

¡Hagan juego, señores!

Se han proclamado las nuevas medidas de apertura económica con bombo y platillo, pero el régimen cubano no habla de quién va a poner los recursos necesarios para que se cumpla el cometido

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Hay quien dijo que el camino más largo a un sistema libre de mercado y a un Estado de Derecho es desde el comunismo. No sabía el autor que desde el fidelostalinismo, el camino es aún más dilatado y engorroso.

Se dice que en Cuba están ocurriendo cambios irreversibles. Lo que es verdad, no se discute, en lo que respecta a las recientes medidas, decisiones, legislación inconsulta bajo presión económica, etc. que acaba de ocurrir en Cuba, es que es absolutamente irreversible que el Estado cubano vuelva a crear posiciones para los trabajadores despedidos. Ellos constituyen, aproximadamente, el 10% de la fuerza laboral del país. Jamás van a ser compensados por acudir a un centro de trabajo donde en la mayoría de los casos, no se trabaja. Según los que están familiarizados con este tema, se espera que sean despedidos otros cien o doscientos mil más.

Si miramos la historia reciente, las medidas de apertura con respecto a empleos por cuenta propia o la creación de pequeñas empresas no son irreversibles. En caso de que el Gobierno pueda conseguir por otros medios los activos necesarios para la mantención eterna en el poder de la cúpula gobernante, ahogarán estos esfuerzos a base de impuestos y multas como ha hecho en el pasado. En definitiva, sin la propiedad privada avalada por un estado de derecho, cualquier esfuerzo personal y colectivo estará siempre bajo la espada de Damocles de un caprichoso funcionario o a merced de la delación, chisme, calumnia o difamación de quien con suficiente poder o conexiones quiera destruir, por envidia u cualquier otra razón, lo logrado por su víctima.

Sin ley no hay libertad, sin libertad no hay propiedad privada, sin propiedad privada no hay inversión a futuro. Tan simple como eso. Eso es cierto en Cuba y en muchos países subdesarrollados del mundo bajo diferentes tipos de gobierno —incluso algunos elegidos democráticamente.

Mientras más libertad existe, más desarrollo se alcanza. Mientras más fácil es comenzar pequeñas empresas, hay más posibilidades que estas se conviertan en grandes empresas basadas en el ahorro y la reinversión del capital adquirido. Una sociedad como la cubana, donde lo que no es ilegal está prohibido, no es sin duda el marco para que esto suceda.

A pesar de lo que digan algunos, el Gobierno no ha cambiado en Cuba. No han dejado de pensar como piensan, no han dejado de hacer todo lo posible por no poner en riesgo su hegemonía eterna y le temen a todo lo que pueda incidir en contra de ello. Ahora y siempre, les aterran los hombres libres. Por ello, desde el principio y a cualquier costo, se convirtieron en el estado empleador, benefactor, curador, historiador, legislador, criador, educador, ajusticiador, alfa y omega de la vida del individuo sin individualidad y masa dependiente a totalidad en vida y muerte.

La antítesis de lo anterior es el pequeño empresario independiente que a cambio de “no trabajar para nadie” trabaja quizás el triple del empleado común, precisamente a cambio de lo más preciado, la libertad. Dicen los economistas que negocio que no crece quiebra. Con los dogales que el Gobierno pretende poner, el resultado es bastante predecible.

Recuerdo que en el año 1998 un grupo de amigos, bajo la influencia de Muhammad Yunus, luego Premio Nobel de Economía 2006 a quien conocimos en Miami , y ante la grave situación económica que Cuba atravesaba en ese momento, creamos las condiciones, las conexiones e identificamos posibles fuentes de financiamiento con vistas a propiciar la implementación de un proyecto de microempresas en el país, con la autorización del Gobierno, a través de sus canales bancarios y utilizando, como base, la organización femenina existente de modo que sus miembros pudieran ser independientes y capaces (como en la mayoría de los países subdesarrollados) de proveer para su prole. Al mismo tiempo que se independizaban del Gobierno (objetivo para nosotros muy importante) queríamos liberar una cubana o un cubano a la vez. Se le transmitió esta propuesta a las autoridades de Cuba. Su respuesta fue de total rechazo. Sabían las consecuencias posibles y no estaban dispuestos a arriesgar ni un ápice del poder.

Proclaman estas nuevas medidas de apertura económica, con bombo y platillo. Las tratan de presentar como un cambio substancial. A la vez, el Gobierno, por carencia o tacañería de quienes en la cúpula poseen cuantiosas cuentas en Suiza, hablan de todo menos de quién va a poner los recursos necesarios para que se cumpla el cometido. Baste ver lo ocurrido en la agricultura, con la tierras entregadas “en usufructo” donde a pesar del horror de que Cuba, un país eminentemente agrícola, con las tierras más fértiles del Caribe tenga que importar más del 85% de sus necesidades alimentarias, no han puesto a la disposición de estos “usufructuarios” ni un centavo en términos de ayuda o préstamo pare conseguir la maquinaria, abonos y semilla necesarios para acometer sus faenas.

Ya se escucha y se lee la nueva orientación de que sean los exiliados los que financien dichas empresas. Por supuesto, sin derechos de recuperación de inversión ni protección de la misma bajo ninguna legislación seria de un país serio donde se gobierna por consenso y no por la descabellada voluntad del déspota en jefe de turno y su camarilla aplaudiente. ¡Hagan juego, señores!

La manera de gobernar al país ha sido tan caprichosa que Cuba, raramente, aparece en algún reporte estadístico —si acaso, al final— con respecto a posibilidades de inversión y retorno. Échesele un vistazo a su deuda externa contra todos los que se han arriesgado, desde los soviéticos hasta los argentinos. Estos últimos, en la época del gobierno militar asesino de los años setenta, por cierto aliados en la ONU y cuanto foro internacional compartieron, se quedaron “colgados” con la deuda por los famosos automóviles Chevy, Ford y Fiat ensamblados en Argentina.

A los cubanos residentes en el exterior que consideren la inversión en Cuba como una opción posible les recomiendo que sigan como hasta hoy haciéndolo exitosamente en sus países de residencia y que continúen ejerciendo la caridad con sus familiares y amigos en la Isla, hasta que exista un estado de derecho que garantice dicha inversión. De este modo, al menos sabrán cuál será el destino de su dinero y tendrán la posibilidad de manejar el riesgo y las ganancias o pérdidas posibles. ¡Después no digan que no se lo advertí!

Al Gobierno de Cuba no le ha quedado otra alternativa que admitir que su modelo no funciona y de continuar el status quo. Como vislumbran que pudieran desaparecer, dada la crisis, es por ello que, en contra de su voluntad, ofrecen estas alternativas. El problema es que, como siempre, se quedan cortos. La solución de Cuba pasa por la libertad.



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