Actualizado: 17/04/2024 1:24
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Cuba, Papa, Francisco

Intercambio epistolar

Sixto J. García, profesor del Seminario St. John Vianney, escribe sobre el artículo Los pecados del papa Francisco y Julio M. Shiling le responde

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Carta a Julio Shiling
Dr. Sixto J. García
Profesor del Seminario St. John Vianney

Estimado amigo Shiling:

Primero, quiero comenzar estas reflexiones, escritas a guisa de respuesta a su artículo, asegurándole que comprendo perfectamente la angustia y el desconcierto de muchos cubanos que han sufrido bajo el régimen presente en Cuba, ante la intervención del papa Francisco en la apertura de relaciones con Cuba, por un lado, y su viaje a la isla, por el otro (precedido por la muy publicada entrevista que tuvo con Raúl Castro en el Vaticano).

Primero: Ud, habla de la doctrina de la infalibilidad papal como algo que ha sido cuestionado, si no falseado, por las acciones de Francisco. Permítame recordarle que esta doctrina de la Iglesia, definida el 18 de julio de 1870 en la Constitución “Pastor Aeternus,” del Concilio Vaticano I, le pone límites a dicha infalibilidad. Un papa no es infalible en todo caso y momento, en todo pronunciamiento que haga o en todo documento que publique. El Concilio Vaticano I establece las siguientes condiciones para que un papa goce del privilegio de la infalibilidad: 1) Que esté definiendo, o hablando, en materia de doctrina o de moral; 2) Que define esta doctrina como revelada por Dios a través de Cristo; 3) Que la defina para la Iglesia universal como revelada, no como opinión privada; 4) Que defina la doctrina haciendo uso de su autoridad como obispo de Roma.

Las acciones y decisiones de Francisco, en este caso, no tienen que ver con doctrina, dogma o puntos de moral, luego Ud. tiene plena libertad de criticar las decisiones de Francisco con respecto a Cuba.

Segundo: Si interpreté bien su artículo, querido amigo (y siéntase en libertad de corregirme si no es así), Ud. cuestiona la intervención de Francisco en un asunto meramente político, donde la Iglesia no tiene derecho a hablar. Sugiero que hay distinguir dos cosas: 1) La intención de Francisco no es política, es pastoral; 2) La acción política (no partidarista) es una acción humana, luego tiene implicaciones y signos morales: el bien común, los derechos humanos, la libertad (como Ud. señala). En este ámbito, la Iglesia no solamente tiene el derecho sino también el deber de hablar.

Tercero: Permítame discrepar con su tesis de que el papa Francisco esté aliándose, o apoyando en alguna forma, el régimen cubano, y por lo tanto atentando contra el presupuesto evangélico de la libertad humana. Me parece que, si Ud. lee los escritos, homilías, y discursos del Papa Francisco, estará de acuerdo conmigo en que no hay defensor más preclaro de la libertad humana, a todo nivel: conciencia, política, social, que Francisco.

Por lo demás, el papa tiene en cuenta que la libertad no existe como un valor auto-suficiente. La libertad existe en función del amor. Así lo afirman S. Agustín y Sto. Tomás de Aquino, a quienes Ud. cita.

Por último, me parece que si se miran las cosas con calma (y, de nuevo, comprendo la reacción emocional ante las acciones del papa, de muchos cubanos que han sufrido), no podemos decir, con buena voluntad, que el papa está confabulado con tiranos que violan la libertad y los derechos humanos. El viaje del papa a Cuba, su intervención para abrir las puertas a una nueva situación para Cuba, están motivadas por su amor al pueblo cubano, por su apasionado compromiso con Jesucristo, cuyo evangelio quiere ver anunciado con libertad y sin coerción en Cuba. Esto, y solo, esto, impulsa al papa Francisco a intervenir para lograr una mayor apertura diplomática con Cuba, y de hacer su viaje pastoral a la isla, para encontrarse con el pueblo cubano.

Espero que estas reflexiones sean iniciativas de diálogo fecundo entre nosotros, a pesar de las discrepancias aquí expresadas.

Quedo, respetuosamente suyo
Dr. Sixto J. García
Profesor del Seminario St. John Vianney

Respuesta a Sixto García, profesor del Seminario St. John Vianney
Julio M. Shiling

Estimado profesor Sixto García,

Le agradezco que haya leído el artículo Los pecados del Papa Francisco (“Artículo”) y que haya emitido su opinión escrita del mismo que lleva por título “Carta a Julio Shiling” (“Carta”). De acuerdo a su comentario, le reitero que no concuerdo con su análisis que es temáticamente selecto, minuciosamente limitado y esquiva lo seminal del Artículo, o la visión que usted deja ver del papel que le asigna al liderazgo de la Iglesia católica y de su interpretación en general de los propósitos de Dios y Sus fundamentos. Supongo que ideológicamente también tenemos diferencias y por supuesto, estamos en bandos opuestos en cuanto a la metodología para producir cambios políticos integrales y sistémicos en nuestra Cuba esclava.

El clamor del Artículo no es anticlerical, anti papal o anti católico. Todo lo contrario. Denuncia las acciones quebradas que el Vaticano está practicando y que conspiran contra el cristianismo. Es un intento de aportar al rescate de la Iglesia, de una corriente peligrosa que está muy bien posicionada en la cúpula del poder en el Vaticano actualmente y en la jerarquía de la Iglesia en Cuba. Nuestro Padre Varela los hubiera categorizado como religiosos impíos.

La agresión tajante del Papa Francisco de avalar al despotismo cubano, recibiendo y amigándose con su tirano en turno, conspira contra Dios. La reacción indignada de gran parte del pueblo no es, como usted sugiere, el producto de una exposición desbordada de emoción. Es el resultado de una racionalización templada y cuerda de los hijos de Dios que insisten en mantener un apego a los principios de Cristo. Fundamentos que, tanto el Papa Francisco como el Arzobispo y Cardenal Jaime Ortega y Alamino, han demostrado estar en clara contradicción.

Numerosas encíclicas papales, de diferentes papas, en distintas épocas, nos alertaron sobre la malignidad que es el comunismo/socialismo. Incluso señalaron directa o indirectamente, en algunos casos, su incompatibilidad con la religión política y atea que es el marxismo. Estas son las encíclicas: Noscitis et Nobiscum (Pio IX 1849), Quod Apostolici Muneris (León XIII 1878), Diuturnum lllud (León XIII 1881), Humanum Genus (León XIII 1884), Libertas Praestantíssimum (León XIII 1888), Graves de Communi (León XIII 1901), Pascendi Dominici Gregis (Pío X 1907), Communium Rerum (Pío X 1909), Ad Beatissimi (Benedicto X 1914), Quadragesimo Anno (Pio XI 1931), Divinis Redemptoris (Pío XI 1937). ¿Qué ha pasado con estos fundamentos encíclicos de los Papas León XIII, Pío X, Benedicto X o Pío XI? ¿Han pasado de moda? ¿Acaso creen que la perversión dictatorial del comunismo cubano es cosa del pasado? El Papa Francisco y la jerarquía católica cubana han pisoteado todo lo expuesto por estos antiguos jerarcas de la Iglesia en estos pronunciamientos. Algunas de estas encíclicas no sólo combatieron la impiedad del comunismo, sino que avisaron que la Iglesia corría el riesgo de ser penetrada por sombras obscuras de la subversión roja. En otras palabras, una amenaza desde adentro.

Es conocido que el Concilio Vaticano II no produjo una condena abierta al comunismo, sin embargo, no fue tímido al criticar el capitalismo. Pudiéramos estar argumentando un rato largo sobre el Concilio Vaticano II, sus méritos, sus deficiencias y el balance de todo. Controversias como el Acuerdo de Metz donde el Vaticano y la Unión Soviética concordaron un mutismo sobre cualquier activismo anticomunista a cambio de tolerar la participación de la Iglesia de Rusia en el proceso. Fue una Conditio sine qua non (“una condición esencial”). Personas como el Cardenal Eugène Tisserant negociaron traicioneramente con los soviéticos, entregándoles todo lo que exigieron, en contra de los fundamentos del cristianismo. La historia parece repetirse.

La Conferencia Episcopal Latinoamericana en Medellín (CELAM) y su Documento Final (1968), le dieron licencia a un número de movimientos comunistas que vistiendo sotanas y argumentando que estaban interpretando el espíritu del Concilio Vaticano II, se lanzaron a la guerra marxista por el poder político en el continente americano. Algunos de los nombres que llevaron fueron el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, la Teología de la Liberación, etc. El pretender que las filas de la Iglesia están eximidas de infiltración comunista es irresponsable y absurdo. El ex bloque socialista también nos ha ofrecido mucha evidencia que implica la urgencia de ejercer cautela.

Es información pública y accesible desde hace un tiempo, los reportes que han validado el hecho de que la Iglesia de Europa Oriental fue penetrada por el comunismo durante la era soviética. Esto es consecuente con la práctica dictatorial de regímenes totalitarios de infiltrar toda institución. La religión organizada, desde la época de la dictadura jacobina en Francia, fue un objetivo de dominación. Los bolcheviques, los fascistas y sus proles subsiguientes, han continuado la tradición de infiltrar las iglesias para facilitar el control político.

La justificativa de que por una noción “pastoral”, se puede excusar el penoso acercamiento del Papa Francisco con la dictadura castrocomunista, va en oposición al ejemplo de Cristo. La racionalización de la religión organizada para plegarse a la tiranía romana, fue la mendicidad de tener un espacio, aunque esa parcela de tolerancia tuviera un precio imperdonable. Nos decía Padre Varela en Cartas a Elpidio, “Varias veces he meditado…sobre la analogía entre la Iglesia Católica y las sociedades libres, y siempre he concluido que el cristianismo y la libertad son inseparables” (Cartas a Elpidio, Editorial Cubana, 1996, p. 62). ¡Sí la libertad y el cristianismo! La exigencia del respeto de derechos elementales, naturales y humanos y la cesación de toda conducta pecaminosa de índole capital, a prioi, es lo que debe de primar en cualquier negociación con la malévola dictadura de los Castro. Es vergonzoso escuchar diatribas contra un embargo comercial, como si el comercio es el problema en cuestión.

Su Hermano en Cristo,
Julio M. Shiling


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