Actualizado: 28/03/2024 20:04
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LASA, visas, cubanos y un par de detalles

El Estado cubano sí impide a sus nacionales emigrados regresar libremente a su país y gozar de los derechos que debiera otorgarles el suelo y la sangre

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Cada vez que se asoma al calendario un congreso de la Latin American Studies Association (LASA), se produce alguna combinación conflictiva de visas y cubanos.

Ahora, en vísperas del XXXI Congreso en Washington, el Departamento de Estado ha negado la visa a tres jóvenes intelectuales: Isbel Díaz, Dimitri Prieto y Elaine Díaz, aunque aún sin confirmar al momento en que termino este artículo, me dicen que han reconsiderado la decisión en el caso de Elaine.

Creo que los tres son personas que engalanan un evento de esta naturaleza, y una señal interesante de renovación de la capa intelectual cubana. Los tres se han caracterizado por sus posiciones críticas frente a aspectos específicos de la realidad cubana, y en particular Isbel Díaz es un destacado activista ambientalista en el seno del Observatorio Crítico. Respeto a los tres y deseo sinceramente que puedan llegar a los salones de LASA.

Obviamente, la primera observación que se me ocurre es que si el Departamento de Estado sigue siendo tan errático a la hora de otorgar visas a los cubanos que aplican para asistir a LASA, esta última no va a tener más remedio que volver a sus andadas latinoamericanas, como en los tiempos del obcecado George W, y renunciar a hacer los congresos en territorio americano. No creo que tenga más opciones desde el punto de vista ético. Y por ahora está obligada a gastar todas sus energías en conseguir una reconsideración del Departamento de Estado que permita a estos valiosos intelectuales concurrir a la cita que les corresponde por sus cualidades profesionales.

Hecho este punto, quiero señalar un par de detalles a partir de las reacciones que han tenido dos de los afectados en artículos que han publicado en algunos blogs y periódicos digitales.

Ante todo, politizar este asunto, verlo como una satanización de personas que viven en lo que Washington —con su “mirada colonial”— percibe como un “infierno comunista”, es desacertado. Afirmar que se castiga a los izquierdistas y se premia a los opositores no solo es confuso, sino que confunde. Porque en realidad los otorgamientos o denegaciones de este tipo de visas no tienen que ver con las ideologías de los aplicantes —si es izquierdista, ambientalista o activista LGTB— pues todas esas ideologías las hay, y muchas más, en territorio americano.

Ni siquiera hay una determinación profesional clara. A LASA obviamente, asisten valiosos representantes del sector intelectual cubano, profesionales de alto nivel respetados en todo el continente, y figuras jóvenes emergentes que merecen su lugar bajo el sol. Pero los que hemos estado en LASA también sabemos que dentro de la “delegación” cubana hay siempre tantos “policías” como en Coppelia un sábado en la noche: algunos en la nómina de Línea y A, otros guardianes de los servicios ideológicos, unos en activo y otros retirados dando servicios colaterales, unos “buenos” y otros “malos”. Pero todos, y por encima de todo, personas que desempeñan roles que tienen muy poco que ver con el libre debate académico. Se les puede notar en cada congreso, chupando el presupuesto de LASA, coaccionando a los verdaderos académicos y convirtiendo al Task Force de Cuba en una enmarañada y opaca extensión del Departamento Ideológico del PCC. Estos parásitos, más que el Departamento de Estado, son el mayor obstáculo para la participación de más académicos cubanos en los foros de LASA.

Estas personas —a pesar de sus ideologías, roles y filiaciones, y que no poseen una obra académica elemental— son aceptadas en territorio americano. E incluso recuerdo que el pasado año se le dio visa a la golden girl del sistema, Mariela Castro, al mismo tiempo que se la negaron a Oscar Zanetti, el mejor historiador vivo de Cuba cuya sólida formación profesional excede con mucho cualquier inclinación política. Es así de injusto y contraproducente. Pero no necesariamente arbitrario.

Pues las razones por las que se niegan las visas —salvo casos muy excepcionales vetados por la normativa migratoria americana— responden sencillamente a factores de elegibilidad burocrática y cupo. Ello tiene que ver con cuestiones tan mundanas como si la persona es considerada como posible inmigrante o la cantidad de veces que visitó EEUU en los últimos 12 meses, pero no con ideologías. Al final quien negó la visa a estas personas no tiene la menor idea de si se trata de un izquierdista o de un facho. Pues le negó la visa a un número con una calificación, que es lo que finalmente somos todos en estos tipos de trámites burocráticos que envuelven a miles de personas.

Y si los afectados no conocían el sentido de las entrevistas y la necesidad de fundamentar sus conveniencias para permanecer en Cuba, ello se debió al descuido de los afectados o a la falta de acceso a internet. Pues habría que decir que Estados Unidos posee una página web muy detallada al respecto, con tanta información que a veces abruma. Y que es uno de los países menos opacos en temas migratorios. No digo que sea justo, sino solamente que hay un aval de información disponible suficiente para tomar decisiones y evaluar sus costos.

Dudo que el gobierno americano se haya comprometido con LASA a dar todas las visas, como afirma contrariado uno de los afectados. Ningún gobierno haría eso sin antes saber de quienes se trata. Y aunque reitero que me parece muy desacertado que se haya negado la visa a estos jóvenes intelectuales, todo Estado tiene derecho a decidir que extranjero entra o sale de su territorio, y para ello fija parámetros clasificatorios. Yo soy partidario de las fronteras abiertas, pero hasta que no se llegue a ese desiderátum que efectivamente no veré, hay que entender el tema de los derechos soberanos sobre los territorios.

Creo exagerado decir que esta lamentable experiencia sirve para entender hasta que punto los burócratas pueden “…deshumanizarse en aras del cabal cumplimiento de las orientaciones de arriba.” En verdad no es asunto de burocracias deshumanizadas (nada más cómodo en este mundo que echar las culpas de todas las desgracias a los pobres burócratas), ni creo que el asunto tenga tanta gravedad como para descubrir en ella toda la maldad antrópica. Incluso diría que tratándose de jóvenes cubanos —críticos e inteligentes— hubieran tenido oportunidades de sobra para descubrir más deshumanización en la propia situación migratoria cubana.

Simplemente recuerdo que el Estado cubano sí impide a sus nacionales emigrados regresar libremente a su país y gozar de los derechos que debiera otorgarles el suelo y la sangre. Y de hecho hay todo un sector intelectual cubano emigrado de muy altos quilates que no puede entrar a Cuba, o que solo puede hacerlo puntualmente. Y por eso no pueden sostener intercambios con sus compatriotas, ni publicar libremente en las revistas nacionales, ni dar clases en sus universidades, ni asistir a eventos académicos, tan académicos como LASA. Y de todo ello hay tantas evidencias que sugeriría a cualquier cubano residente en la isla una mayor prudencia a la hora de exigir al Tío Sam los derechos que Liborio no concede.

Y de cualquier manera recordar que aunque en este asunto siempre hay una cuota específica del diferendo Cuba/Estados Unidos, el meollo de la cuestión está en que andar hoy por el mundo con un pasaporte cubano es situarse en la parte más baja de la cadena alimenticia migratoria. No por izquierdistas, sino por migrantes pobres.

Como optimista inveterado, confío en que todo se resolverá y los tres excomulgados migratorios podrán llegar a Washington a tiempo. Para bien de ellos, de LASA, y de toda nuestra comunidad intelectual transnacional.


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