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Disidencia, Oposición, Cambios

Pueblo de Cuba: mutis por el foro

En Cuba, el Estado, la sociedad civil y hasta la familia suelen ser plattistas: ligan sus destinos a qué puede o debe hacer EEUU

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Que venga la fiera,
que la estoy esperando
El Tosco

La semana pasada tuvo lugar en La Habana el enésimo cónclave de opositores —Foro por los Derechos y Libertades— que generó un enésimo documento —Hoja de Ruta— con casi 300 firmas al pie para exigir nuevas leyes y reformas de leyes, pero sin aclarar que ninguno de los firmantes:

  • Ni es diputado a la Asamblea Nacional ni puede, de ningún otro modo, promover los proyectos de tales leyes y reformas
  • Tampoco puede movilizar a ciudadanos bastantes para huelgas u otros alborotos que fuercen al parlamento a adoptar tales leyes y reformas

Esta enésima calistenia literaria opositora planteó “que los cubanos seamos los principales responsables del destino de nuestra nación” y espera también por el “compromiso efectivo de la comunidad democrática”.

Así como los cubanos son los principales responsables de aguantar la dictadura por más de medio siglo, la comunidad democrática no asumirá compromiso efectivo con un foro que más bien reprocha a la administración Obama haber girado hacia las relaciones diplomáticas con Cuba y desfondar el embargo. Casi todo el mundo, salvo Israel y unas islitas por ahí, se opone al embargo y elogia el restablecimiento de aquellas relaciones.

Plattismo impopular

En Cuba, el Estado, la sociedad civil y hasta la familia suelen ser plattistas: ligan sus destinos a qué puede o debe hacer EEUU. El Estado atribuye sus disfunciones a EEUU, la sociedad civil cifra sus esperanzas en la ayuda de EEUU y la familia se alegra de tener —o se amarga por no tener— parientes en EEUU.

El foro corre alto riesgo de impopularidad. El plattismo ingenuo de la mayoría de los cubanos estriba en que las cosas van a mejorar, porque vienen los americanos en son de paz. Ya entonan el estribillo de la canción Que venga la fiera, camará (1997), de José Luis Cortés, sin importarles un bledo “la falta de transparencia y el carácter unilateral e incondicional de las nuevas medidas” que lamenta el foro.

Ese lamento indica precisamente que la dictadura volvió a emplear con éxito las fuerzas recomendadas por el inquisidor de Los hermanos Karamazov para ejercer control sobre los revoltosos: el misterio [negociaciones en secreto, que burlaron a los medios], el milagro [regreso de Los Cinco y las relaciones diplomáticas] y la autoridad [el gobierno juega en el terreno de la política real frente a los demás gobiernos y la oposición continúa sentada en el banco de la política simbólica].

La doble farsa electoral

El foro adoptó el plattismo tradicional, que tacha de inmoral toda concesión de Washington al castrismo, pero toda tensión prolongada es falsa si el pueblo, en afrenta y oprobio sumido, no acaba por emerger como fuerza política opuesta al gobierno, aunque cada cubano puede, a solas en una cabina y sin tener que dar cuentas después, manifestar su voluntad política contra la dictadura.

Las próximas elecciones están a la vuelta de la esquina, pero la oposición se complace en despacharlas como farsa —ya que no puede proponer candidatos ni hacer campaña— para proseguir con otra farsa mayor: que la inmensa mayoría del pueblo cubano vota a favor del gobierno, pero está a favor de la oposición.

Si no se empeña primero en que los ciudadanos voten contra el gobierno, la oposición jamás logrará que hagan otra cosa políticamente útil. Mucho menos podrá impedir que el pueblo cubano abandone el escenario montado por este foro con la advertencia de que “está en juego el destino de la nación”.

Para entrar en un juego tan decisivo hace falta tener poder político, que no deriva de ningún foro ni documento, sino de la fuerza del número. Si en vez de engolfarse en ganar partidarios, la oposición sigue dedicándose a trazar hojas de ruta hacia la nada, quedará condenada para siempre a menear el agua en la batea mediática.


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