Actualizado: 23/04/2024 20:43
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| Opinión

Violencia de género, Represión, Disidencia

Un Tiananmén fragmentado con rostro de mujer

La violencia de género como política oficial de la “Revolución cubana”

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Las políticas oficiales de los Estados se miden por sus leyes sus instituciones y sus prácticas. El Estado cubano practica sistemáticamente la violencia contra las mujeres aunque no existen leyes que la respalden pero sí los órganos de la seguridad del Estado y la policía son las instituciones encargadas de la práctica diaria de la violencia con total impunidad. Para asistirla en sus atropellos, estas instituciones se apoyan en las llamadas organizaciones de masas como los CDR. Estos últimos siguen siendo baluarte importante en el encuadramiento disciplinario de la población y la violencia contra los ciudadanos.

El foco central de la represión son los disidentes, pero dentro de ellos, el objeto preferido de la violencia son las mujeres. Desde el 2003 las Damas de Blanco son el blanco semanal de la represión, primero porque desfilaban pidiendo la excarcelación de sus esposos, hijos y familiares presos en la Primavera Negra. Igual hacían las madres y abuelas de la Plaza de Mayo frente a la dictadura argentina. Luego, lo han seguido haciendo porque desfilar e ir a misa los domingos pidiendo libertad y derechos humanos es un derecho ciudadano y tampoco está prohibido en ninguna ley cubana, pero las calles cubanas pertenecen a los órganos de la seguridad del estado (de manera discrecional, no legal) que manejan de manera impune, cual capataces de la finca, los que pueden desfilar, pronunciarse y/o sencillamente discrepar.

A las Damas de Blanco las golpean, las arrastran por el suelo, las pinchan con extrañas agujas, les retuercen los brazos hasta fracturarlos y esto ocurre cada domingo de nuestras vidas. Las arrestan y las llevan a lugares remotos y las sueltan en lugares que ni saben ellas donde se encuentran, escenas similares a las de cualquier dictadura latinoamericana. Las arrestan por largos períodos sin causa o las secuestran por algunas horas, o de un día para otro. No puedo concluir más, que el gobierno le tiene mucho miedo a las mujeres “no sumisas”.

No sé cómo al general/presidente se le ocurre criticar las indisciplinas sociales y la pérdida de valores si los gestores y propulsores de este estado de violencia generalizada e impune es responsabilidad de su gobierno.

El objetivo central de mi reflexión hoy es la escandalosa y brutal golpiza propinada a la actriz Ana Luisa Rubio, de 62 años de edad por su actividad disidente. Los recursos para acallarla, que hacen peligrar su vida, se asemejan a los métodos fascistas: Un grupo de niños es alentado por la “brigada de acción rápida” a que haga ruido y golpee la puerta de la casa de la actriz. Ana Luisa abre la puerta para pedir un poco de silencio y una decena de personas mujeres y hombres comienzan a golpearla sin dejarla regresar a su puerta y la golpean hasta dejarla sangrando en el suelo. Nadie la ayuda, nadie la socorre para levantarse, sólo sus compañeros, cuando ella logra levantarse a duras penas y puede avisar, la llevan al Hospital. Ana Luisa reconoce a dos vecinos y al coordinador del CDR zonal y con ayuda del activista e intelectual Antonio Rodiles va a hacer la denuncia a la estación de policía más próxima, cuando sale del Hospital. Los demás propinadores de la golpiza son desconocidos. Nos enteramos por su blog Aramusa28, que no es la primera vez que la asaltan, la golpean y los culpables quedan impunes. En el 2004 la golpiza la postró en una silla de ruedas, y ha sido arrestada varias veces. Los policías se ríen de ella y la envían al Hospital psiquiátrico cuando va sola a hacer sus denuncias. Todavía ningún médico, felizmente, ha hecho algún certificado con trastornos mentales, pero en algún momento obligarán a algún médico a declararla “loca”.

Ana Luisa no puede poner las denuncias en la policía contra sus agresores, no se la aceptan cuando va sola, o si lo logra, no le dan el comprobante de la denuncia y los motivos no aparecen, es algo que “nunca existió”. Sencillamente no hay mecanismos para que pueda inculpar a los sucesivos esbirros. Cuando ha sido asaltada en su casa, una patrulla de policía observa los atropellos y cuando termina “el acto de repudio” con golpiza incluida entonces se retiran sin tomar parte de la acción: la policía está presente para proteger a los esbirros.

Las fotos de los resultados de la golpiza están en su Blog Aramusa 28.

Yo soy Ana Luisa Rubio también, porque en 1996, cuando el actual presidente pronunció su contrarrevolucionario discurso contra los investigadores del CEA, también decidí que tenía que ir a la Plaza de la Revolución sola a pedir justicia. Si hubiera estado al corriente de otros atropellos me hubieran visto acampar en la Plaza o recibir las mismas golpizas que le hacen a la actriz. Yo soy Ana Luisa Rubio también porque como ella, si estuviera en Cuba, fuera a los eventos de Estado de SATS, de Espacio Laical, a los últimos jueves de la Revista Temas, o a los Foros anuales de Observatorio Crítico, estaría en la Comisión Aponte aunque no sea afrodescendiente y seguramente no sería bien recibida porque no me pliego a los límites del discurso oficial, sería miembro de la Cátedra de la Mujer, no de la FMC ni de los CDR, y participaría en los debates de Razones Ciudadanas.

Los esbirros y los que tienen la misma mentalidad, arguyen que por discrepar y salir a la calle: “esas mujeres se lo buscan”, la misma mentalidad retorcida de los violadores. El gobierno cubano, necesita mujeres obedientes y sumisas, recluidas en sus casas al abrigo de los policías, “segurosos” y cederistas violadores. La violencia de género es una política oficial de la “Revolución cubana” al margen de la ley y con total impunidad. Desde el 2003, el gobierno cubano practica un Tian'anmen dominical y cotidiano, con rostro de mujer.

Yo soy una mujer cubana, y por eso, soy también, Ana Luisa Rubio.


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