Pedro Portal [ECC 51/52]

Portal se involucra de tal modo que su personalidad pudiera clonarse a partir de estos trozos de imaginería... conoce las reglas del juego e intuye dónde se presenta o se esconde la ocasión. Gracias a ello, ha capturado reflexivos testimonios del teatro, la música y la danza en ambas orillas.

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Imitación de la vida

Alejandro Ríos

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Pedro Portal (La Habana, 1960) reside en Miami desde 1988. Autodidacta en sus inicios, cursó estudios de fotografía en el Miami Dade Community College, en el Art Institute de Fort Lauderdale y en la Universidad de Miami. Su exposición Rostros de la isla dispersa se inauguró en el Wolfson Campus del Miami Dade College en 2005, como parte del programa de la Feria Internacional del Libro. Su muestra personal Papayas (2001) se exhibió en la galería Maxoli, de Miami. Obras suyas han ilustrado libros de escritores cubanos y han integrado varias exposiciones colectivas, como Café, The Journeys of Cuban Artists, que recorrió numerosas ciudades norteamericanas e Italia, y Beyond all of that, presentada en 2005 en el Edge Zones Contemporary Art World Arts Building, de Miami. Actualmente, es fotógrafo de El Nuevo Herald, colaborador de Cubaencuentro y, como freelance, ha publicado sus fotos en medios de distintos países. Fue premiado por la National Association of Hispanic Publications en múltiples ocasiones.

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El mundo suele sustentar una vocación de caos. Las circunstancias no se manifiestan en un orden ideal, con exposición, nudo y desenlace. De alguna manera, el fotógrafo Pedro Portal siempre apunta a la búsqueda desesperada de esa mesura interna, como la concatenación secreta de las palabras en la buena poesía.

Sus recursos, en este sentido, son vastos y se resuelven sobre la tensión de un debate instantáneo, de obturador, entre la intuición y el más exigente raciocinio. Son imágenes que tienen una gran deuda con el oficio cotidiano de reportar la realidad sin soslayar la estética. Portal aprehende la realidad y su anécdota, se adueña de la luz y dispensa la más sofisticada composición aunque sea una encomienda noticiosa.

En alguna existencia anterior, su deambular por la Tierra debió de estar sellado por la curiosidad y la inconformidad con lo aparente que dictan su afán por la investigación. En lo previsible, Pedro encuentra lo extraordinario. Es un fotógrafo plural, gregario, enemigo de la soledad. Incluso en sus retratos personales, de quietud y meditación, lo circundante parece fecundar sus historias.

Hay mucho de narrativa y anécdota, incluso en su obra posada, donde se especula sobre un estado de ánimo que el observador está llamado a descifrar; ya sea el desplante del famoso, consciente de su élan, o la riqueza expresiva y hasta ingenua del espontáneo que Pedro capta y eterniza en su desenfado. En buena medida, estos iconos son exploraciones de un universo que sólo existe en sus propios confines.

Como fotógrafo, Pedro Portal necesita sentirse contagiado por el objeto de su interés, crear una relación personal, por eventual que sea el propósito y la cita, características que también lo definen en el orden íntimo.

Las fotos no manifiestan el distanciamiento del creador con respecto a la obra. Portal se involucra de tal modo que su personalidad pudiera clonarse a partir de estos trozos de imaginería.

Como todo buen fotógrafo, participa de la ansiedad de no perder la mejor oportunidad. Como cubano, la angustia se duplica, porque está trabajando sobre una nación rota y dispersa que no siempre le permite aproximarse a un objetivo situado en los antípodas.

En su caso, documentar «momentos históricos» cobra una dimensión casi mítica cuando se piensa en personalidades, hechos sociales, manifestaciones artísticas que, de no ser registrados a tiempo, pudieran perderse para siempre.

Portal conoce las reglas del juego e intuye dónde se presenta o se esconde la ocasión. Gracias a ello, ha capturado reflexivos testimonios del teatro, la música y la danza en ambas orillas.

Junto a esta captación de lo cubano, aliento enmarañado de profundas raíces culturales, Portal se permite discretas exploraciones en paisajes imaginarios, sueños de una tregua demorada, capítulos de futuro.

La piedra angular de la taumaturgia de Pedro Portal pudiera ser la impronta de la mujer, su suntuosidad física y espiritual, una suerte de veneración a sus oquedades y angulaciones, el empeño en descifrar sus misterios.Cada una de estas series está marcada por una inquietante presencia femenina y sus desafiantes propuestas.

En cierto modo, Portal es un resultado de su universo híbrido. En el ultrasofisticado espacio norteamericano, Pedro Portal ha descubierto nichos vernáculos que hablan de la convivencia desde sus puestas en escena. Una suerte de posmodernidad contrastante.

Su generación ha crecido saturada por un tosco sistema de mensajería política. Pero Pedro Portal se muestra indiferente al dogma, sin importar el signo, y a sus contenidos formales o conceptuales.

Al final, el fogueo, a veces perturbador, de su «isla en peso», lo coloca en un precipicio que el artista logra salvar con apertura y franqueza. Sus fotos son ventanas abiertas al futuro con las cuales hay que contar para el inventario de sinsabores y sueños. Cuando se mire hacia atrás, fotografías como éstas impedirán que el país a la deriva, como una balsa, se vuelva sal.


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Pedro Portal [ECC 51/52]