Lunes, 01 octubre 2001 Año II. Edición 203 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Mesas redondantes

La retórica oficial. Entre el aullido del lobo y el silencio de los corderos.
por LUIS MANUEL GARCíA Parte 1 / 2
Reunión

Una de las peores herencias del caso Elián, son las repetitivas mesas redondas, que han terminado por agotar la paciencia audiovisual de los cubanos. A partir de los sucesos de actualidad, los temas se repiten cíclicamente: el embargo, la ley de ajuste, la globalización, el embargo. Despreciando los avances del marketing subliminal, su mensaje machacón se extiende durante horas, sin la menor noción de síntesis. Un selecto grupo de propagandistas, denominados periodistas en el argot oficial, se encarga de volver una y otra vez sobre los argumentos, siguiendo el método pedagógico del Orador en Jefe.

Los procedimientos de las mesas redondas se resumen en siete: repetición, verdades fragmentarias, mentiras de apoyo, silencios selectos, afirmaciones tangenciales, olvidos convenientes e interpretación única.

En la última mesa redonda, los propagandistas habituales se refirieron con velado regocijo a la preparación de los talibán para la defensa, y a los miles de voluntarios pakistaníes que acuden a cumplir en Kabul su deber internacionalista y fundamentalista. Se trata de una afirmación tangencial, dado que no pueden expresar abiertamente su apoyo a los talibán contra Estados Unidos en la presente coyuntura. Como cuando evocan la antigua relación de negocios entre las familias Bush y Bin Laden, que nada tiene que ver con Osama, pero sugiere al espectador un vínculo perverso.

Se acusó al imperialismo, por supuesto, de emprender una guerra hegemónica que ya tenía preparada, y a la espera de una excusa, en consonancia con lo expresado recientemente por el señor Fidel Castro: "Ante el Congreso de Estados Unidos, se diseñó la idea de una dictadura militar mundial bajo la égida exclusiva de la fuerza, sin leyes ni instituciones internacionales de ninguna índole''. (Interpretación única, que será repetida una y otra vez, y no requiere demostración). Claro que uno no sabe muy bien si mientras lo decía, el señor Fidel Castro recordaba las aspiraciones expansionistas del antiguo campo socialista o su propio intento de establecer un imperio de la subversión manipulado desde La Habana, y conformado por los más variopintos grupos, con un denominador común: su enemistad hacia Estados Unidos. En sus épocas de esplendor, cuando aún contaba con la logística soviética, sus tentáculos alcanzaron cuatro continentes. Sus asesores militares florecieron como la verdolaga, hasta el punto de que durante la guerra entre Etiopía y Somalia, había cubanos en ambos bandos.

En la mesa redonda se comentó también el levantamiento de sanciones y las ayudas económicas norteamericanas, como un modo de "comprar" la cooperación de Pakistán. De nuevo se olvida (selectivamente) que en sus "buenos tiempos" Cuba compró adhesiones obsequiando hospitales y centrales azucareros; médicos y maestros tan bien capacitados como mal pagados, por lo que constituían una mercancía barata. O armas, que Papaíto Moscú repondría. O aquella libra de azúcar que cada cubano donó de su cuota al Chile de Salvador Allende y que debió seguirse entregando puntualmente al Chile de Pinochet, porque jamás la recuperamos.

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