Lunes, 12 agosto 2002 Año III. Edición 429 IMAGENES PORTADA
Sociedad
Cortinas de humo

Atado al carro en marcha de la sucesión, ¿a qué huele el cadáver político de Robertico Robaina?
por ALBERTO F. ÁLVAREZ GARCíA, Ottawa Parte 1 / 2
Hermanos Castro
Castros: una casta que se sucede

Para comprender el verdadero significado de la expulsión deshonrosa de Roberto Robaina del Partido Comunista de Cuba hay, ante todo, que echar a un lado las cortinas de humo levantadas por las informaciones oficiales en torno al asunto, las cuales impiden descubrir sus causas reales. A Robaina se le acusa, según se observa en un misterioso vídeo del IV Pleno del Comité Central del 7 de mayo pasado, de deslealtad al Comandante en Jefe, corrupción y de autopromocionarse como candidato a la sucesión de Fidel Castro.

¿La expulsión del partido de Robaina constituye parte de un proceso orientado contra la corrupción, o es uno de los elementos notables de la lucha interna con respecto a la sucesión del poder? De las informaciones aparecidas se hace difícil deducir que la denuncia de corrupción tenga verdadero papel en este caso, salvo el de distraer la atención de los observadores y, de paso, desacreditar al ex canciller frente a la militancia y el resto de la población para legitimar las acciones en su contra, método aplicado habitualmente a otros dirigentes destituidos. Robaina mantenía un modo de vida personal y oficial que en nada se alejaba de los parámetros en que se desempeña la dirigencia del país. De hecho, más bien su singularidad fue que durante varios años destacó no sólo por el rápido ascenso a la alta dirección —lo que ocurre con frecuencia en Cuba—, sino por un trabajo eficaz y de apariencia sencilla, que contrastaba con la imagen burocratizada de muchos de los cuadros profesionales del partido y el aparato de gobierno. También, por haber facilitado desde sus cargos de Segundo y Primer Secretario de la UJC, entre 1982 y 1993, la formación y promoción de una nueva generación de dirigentes nacidos de la Juventud Comunista, entre otros, Felipe Pérez Roque, Juan Contino, Otto Rivero y Bruno Rodríguez, que hoy ocupan cargos de relevancia nacional.

Robaina, en calidad de miembro del Buró Político y Ministro de Relaciones Exteriores, no necesitaba pedir a un extranjero un juego de muebles para su casa, como insinúan las acusaciones que se le atribuyen. Es sabido que los cuadros superiores del partido y el Estado —a diferencia del ciudadano de a pie— tienen cubiertas las necesidades de su hogar, incluyendo la alimentación balanceada, los servicios a su auto, las vacaciones y otros privilegios que están reglamentados en las "normas internas" del partido y en la "política de estímulo" a los dirigentes.

En cuanto a las otras imputaciones de corrupción, basadas en que el ex canciller aceptó dinero del ex político mexicano Mario Villanueva, y de firmas extranjeras en Cuba, para reparar la Cancillería en La Habana y la Embajada de Cuba en México, y de utilizar el avión particular de Villanueva en viajes oficiales por el Caribe, se dan fuera de contexto y asumen otra dimensión: aquí se trata de un estilo de trabajo introducido por el régimen para captar y economizar dólares a través de la actividad diplomática, a partir del uso de las relaciones de amistad de los funcionarios con extranjeros, la solidaridad internacional y la autorización para recibir regalos —principalmente en dólares— con fines sociales, una práctica totalmente extendida y aceptada desde hace décadas dentro de la actividad de la cancillería, el resto del aparato de relaciones internacionales y el Gobierno. En todo caso, Robaina fue acusado, de forma selectiva e intencionada, por practicar un tipo de corrupción institucional implantada oficialmente y que es un componente más de la crisis ética que padece la nación. Bastaría preguntarse si los líderes cubanos no estaban al tanto de todos estos trajines cuando se dedicaban a grabarle las conversaciones telefónicas a Robaina con el canciller español de visita en La Habana, del mismo modo que se lo harían al presidente de México, Vicente Fox, años después.

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