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Actualizado: 25/04/2024 19:17

Contratistas, Extranjeros, Inversiones

Obreros extranjeros en Cuba

El Gobierno cubano está importando fuerza de trabajo, obreros especializados para labores que pueden desempeñar los habitantes de la Isla ¿Por qué lo hace?

En una entrevista aparecida en el diario Trabajadores, el arquitecto Alexander Machado García, director de Inversiones del Ministerio de Economía y Planificación, señala:

“A la par se favorece la participación de trabajadores por cuenta propia y cooperativas no agropecuarias, que el año anterior concurrieron como constructores al 6 % de las obras, intervención que hoy crece hasta el 9 %, principalmente en actividades de mantenimiento. Además, se introduce la modalidad de contratistas extranjeros en la actual inversión en el puerto de Santiago de Cuba”.

Los contratistas extranjeros que trabajan en Cuba fueron noticia recientemente, cuando aparecieron fotografiados en periódicos de todo el mundo mientras trabajaban en las obras para la puesta en marcha del hotel en la Manzana de Gómez en La Habana.

Sin embargo, la presencia de constructores indios en dichas labores no es simplemente algo anecdótico o se limita a un titular de prensa.

“En la actualidad tenemos [trabajadores indios] 352 contratados y trabajando no solo en el Manzana sino en otras obras aquí en la capital y también en Varadero. (…) La cifra debe crecer para finales de este año hasta unos mil cien, casi mil trescientos contratados, donde también habrá unos 200 trabajadores chinos para el tema de las instalaciones eléctricas, las piscinas. (…) Hay otros extranjeros pero en la parte de asesoramiento, y no tienen el mismo tratamiento que los indios y chinos. (…) El menor salario es de 750 dólares quincenales, el más alto es de 1250, también quincenales, más ropa de trabajo, comida, atención médica, traslado y alojamiento”, aseguró un funcionario de acuerdo a un reportaje de Cubanet.

La ampliación del puerto de Santiago de Cuba, que está supuesta a desarrollarse durante tres años y con una inversión de $100 millones, por parte del Gobierno cubano y una empresa china, busca desarrollar un muelle de más de 230 metros, con una capacidad de admisión de buques de hasta 55 mil toneladas, así como almacenes e infraestructura de apoyo. Al término de estas obras, Santiago de Cuba contará con el segundo puerto de aguas profundas de la Isla. La construcción del proyecto es posible por el otorgamiento de una línea de crédito concesional por la parte asiática, según un acuerdo firmado por el presidente de China, Xi Jinping, en 2014.

Diversos factores contribuyen al hecho de que Cuba esté recurriendo a la contratación de mano de obra extranjera para la realización de diversos proyectos. A la hora de las explicaciones, se ha repetido que se trata de una decisión de los inversionistas extranjeros, ahora posible bajo la nueva ley de inversiones, favorables a la contratación de extranjeros. Como en el caso cubano siempre las cifras y las contribuciones en las inversiones quedan en una nebulosa, cualquier análisis es en buena medida una especulación, pero el situar la decisión en manos extranjeras, bajo el principio de quien paga manda, no se ajusta siempre a la realidad.

Es posible que en el caso del puerto de Santiago de Cuba la parte china esté repitiendo un esquema común en sus inversiones en otras partes del mundo, e incluyendo a sus nacionales en las obras de construcción, pero en lo que respecta al conocido proyecto de la Manzana de Gómez, la inversión corre a cargo del consorcio militar GAESA), que ha confiado la ejecución de la obra a las constructoras Unión de Construcciones Militares (UCM) y a la francesa Bouygues Bâtiment International (BBI).

Fue la firma francesa la que trajo los trabajadores indios, que al parecer también están laborando en Varadero, y que incluso planea aumentar la cifra, todo ello de mutuo acuerdo con el Gobierno cubano.

La decisión, en el caso del hotel de la Manzana de Gómez destinada a resolver los problemas de atrasos, robos y trabajos mal hechos, hay que verla como ejemplo del caos y la ineficiencia de la actual economía cubana, cuyas causas tienen componentes políticos e ideológicos, pero no se limitan a ellos. Lo que está detrás de esta vía de buscar en el extranjero lo que debería encontrarse en Cuba es no solo un enorme desprecio nacional, sino también una incapacidad generalizada para solucionar los problemas.

En primer lugar hay que definir el marco de la situación. Cualquiera de estos trabajadores indios está ganando aproximadamente diez veces más de lo que se le paga a un cubano. Pero ello no quiere decir que no hay plomeros, carpinteros y albañiles en Cuba que ganen más que los indios. Lo único que para ello tienen que trabajar en el sector privado. Y esto no es más que una política de avestruz del sector productivo estatal, donde no existen los medios legales para pagar salarios más elevados y el Estado —es decir, los burócratas que lo administran— resulta incapaz de ir un paso más allá de una mentalidad de explotación casi feudal.

Este tipo de explotación primitiva alienta al mismo tiempo el desarrollo no solo de malos hábitos laborales sino de conductas delictivas. Y así el robo, los errores y la falta de productividad surgen como consecuencia de una ausencia de motivación. Es imposible pensar que en la Isla no existan buenos constructores nacionales cuando los cubanos son excelentes constructores en todo el mundo.

Al permitir la presencia de constructores extranjeros, a los que se paga mejores salarios que a los nacionales, el Gobierno cubano está invirtiendo todas los procedimientos tradicionales de explotación, en los que el esquema se reduce a traer , o simplemente atraer, del exterior a una fuerza de trabajo capaz de desempeñar igual labor por menos dinero, Cuba se convierte de esta manera en una especie de enigma —o de infierno perfecto— para alguien como Donald Trump.

No hay que olvidar que, en el caso del hotel de la Manzana de Gómez, es el inversionista es el Estado. Por lo que el Gobierno cubano prefiere pagarle mejor a los extranjeros con tal de continuarle pagando mal a sus ciudadanos.

Todo ello tiene, sin embargo, una explicación simple, y es la subordinación constante de la economía a la política, que aún persiste, pese a los supuestos aires reformistas del Gobierno de Raúl Castro. Y también una conclusión lamentable, para el régimen de La Habana, los cubanos continúan siendo la última carta de la baraja.

© cubaencuentro

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