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Actualizado: 27/03/2024 22:30

Cine, Cine francés, Arte 7

«La mer et la mère»

En Évolution hay algo siniestro que no necesita de una atmósfera abigarrada, sino se extiende de una manera simple y natural

Uno de los motivos por los que Évolution (2015) terminó siendo filmada en la isla de Lanzarote fue porque difícilmente —según ha declarado la directora— las agencias de protección infantil francesas habrían aceptado la dimensión que alcanza el filme como película de horror y la participación de niños en situaciones tan traumáticas; sin contar con la sexualidad —por lo general sugerida, pero en algunos momentos expresa. Por momentos la película transita de la provocación a lo obsceno con tal transparencia, que resulta difícil verla sin sobrecogimiento, aunque más que sobresaltos nos depara una angustia generalizada e inevitable.

Y sin embargo, en la cinta no hay escenas sangrientas —apenas un par de gotas de sangre salen por la nariz de un par de niños—, tampoco de sexo y mucho menos imágenes de cuerpos destrozados, desmembrados o cadáveres.

Es más, al inicio sorprende la luminosidad de las tomas marinas y la textura de la vegetación bajo el agua, y el pequeño poblado junto al mar se nos presenta austero pero claro. Aunque pronto nos damos cuenta que, a pesar del aparente naturalismo —en ese espacio extraño, atemporal, que por momentos nos recuerda las pinturas de Giorgio de Chirico— hay algo siniestro que no necesita de una atmósfera abigarrada sino se extiende de una manera simple y natural. (La realizadora ha dicho que las escenas del hospital fueron filmadas en uno abandonado, y que prefiere los espacios reales porque brindan una mayor textura y más sorpresas.) Igual utilización, de esa mezcla singular entre el objeto naturalista y su instrumentación fantástica, figura en la banda sonora, donde el sonido de las olas, el viento y el agua que fluye sustituye a la música.

Évolution es el último largometraje de Lucile Hadžihalilović, y al igual que en su predecesor, Innocence (2004), la pantalla despliega una amplia simbología, solo que aquí la crueldad y el horror se superponen con la trama fantástica en un desarrollo por momentos cercano a la ciencia-ficción. Aunque cabe aclarar que, en el cine de Hadžihalilović, más que hablar del avance de una trama hay que referirse al crecimiento de un sentimiento o un estado de ánimo, en donde el descubrimiento del enigma pasa a un plano secundario.

La dificultad a la hora de precisar Évolution ha llevado a los cotejos más disímiles —desde Invasion of the Body Snatchers hasta The Little Mermaid, pasando por ¿Quién puede matar a un niño?—, en comparaciones con mayor o menor sentido. Aquí lo fundamental es la forma de reproducción de la especie, y no la sustitución de la terrestre por una llegada de otro planeta; las ventosas en la piel no forman parte de la representación tradicional de las sirenas, por lo que solo cabe hablar de criaturas marinas en general; y los niños en esta película son víctimas y no victimarios. Vale la pena añadir, sobre la referencia a la película de Narciso Ibáñez Serrador, que ¿Quién puede matar a un niño? es una buena cinta de horror, pero que no trasciende los parámetros del género, y Évolution sí. Por su parte, en una entrevista en Film Comment, Hadžihalilović reconoció la influencia de Ibáñez Serrador. En igual entrevista, y de forma general, también mencionó la de David Cronenberg y David Lynch, así como del Alien de Ridley Scott. Al mismo tiempo hay varias comparaciones válidas entre Innocence y Évolution, como el tema de la pubertad y el tránsito a la adultez; así como los dos mundos excluyentes del sexo opuesto —niñas y niños— en las respectivas cintas; o la utilización de los elementos naturales para definir la sensación de encierro: el bosque y el mar.

En buena medida el horror en Hadžihalilović viene dado en la naturalidad con que se presenta, y en la visión hasta cierto punto mecánica que trasmite una óptica determinista. Escalofriante por momentos, siempre tentadora y hermosamente fotografiada, rodada y concebida, Évolution es una película sui generis, pero que paradójicamente no nos resulta extraña.

A ese sentimiento de cercanía y distancia es posible que contribuya la propia experiencia vital de Hadžihalilović, una realizadora francesa de padres bosnios que vivió en Marruecos hasta los 17 años. Aunque la historia de su infancia y adolescencia no es, por otra parte, una de migración y dificultades económicas. Con ambos padres médicos, Hadžihalilović nació en Lyon, en 1961, estudió Historia del Arte y se graduó en la prestigiosa escuela de cine francés La Femis (conocida con anterioridad como el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos). Colaboradora por años del cineasta argentino radicado en París, Gaspar Noé, con quien también estuvo casada, demoró entre Innocence y Évolution 11 años, con solo un corto de por medio. Pero no por falta de inspiración sino de financiamiento. Es de esperar que no tengamos que aguardar tanto para otra película tan impecable y espeluznante.

© cubaencuentro

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