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Actualizado: 15/05/2024 1:03

Béisbol

El último y más querido ídolo

«Sólo pido a Dios se cumpla mi sueño de jugar de nuevo en el Estadio José Antonio Huelga y en el Latinoamericano, siempre que sea en una Cuba libre», dice Maels Rodríguez.

Lanzar un juego perfecto de cero hit-cero carrera es una hazaña en cualquier tipo de béisbol. La máxima perfección en este tipo de proeza está en retirar por su orden a los 27 hombres que le toquen batear en un desafío de nueve entradas. El pitcher no puede conceder una base por bolas, ni golpear a un bateador, ni permitir un imparable, o simplemente que ninguno de los compañeros de equipo cometa un error. Tirar un juego impecable constituye una rareza que casi nunca ocurre.

Juegos de cero hit-cero carrera han logrado muchos tiradores, casi siempre acompañados de algunas de las pifias o factores antes mencionados, que han impedido la excelencia.

Tan escabroso es, que en más de 130 años de pelota en Cuba sólo un hombre lo ha logrado. Un único pitcher tiene en su historia esa gloria deportiva. Su nombre recorrió el mundillo beisbolero durante mucho tiempo, porque ese tipo de suceso trasciende fronteras e idiomas.

Ese honor, que va acompañado también de una aureola de popularidad y prestigio, correspondió al espirituano Maels Rodríguez, el 22 de diciembre de 1999, en un juego frente al equipo de Las Tunas correspondiente a la XXXIX Serie Nacional y realizado en el Estadio José Antonio Huelga ante más de 10.000 espectadores atónitos.

El choque, que terminó 1 carrera por 0, lo presencié ubicado detrás del home en gradas que no poseen asientos. En esa jornada fabulosa, Maels Rodríguez apretó sus disparos al plato para retirar uno tras otro a los 27 bateadores, 14 de ellos por la vía del ponche, con lanzamientos intimidantes que iban de las 93 a las 101 millas y parecían relámpagos de fuego que chasqueaban en la mascota del receptor con el mismo sonido de un látigo. Al igual que otros asistentes, observé en numerosas ocasiones la pistola cuentamillas que manejaba un funcionario de la Comisión Nacional de Béisbol, y vi sus meteóricos envíos con similares velocidades desde el primero hasta el último inning.

Ahora en Miami

De aquella histórica fecha han pasado casi siete años y ambos hemos cambiado nuestras vidas: ahora residimos en la ciudad de Miami. Maels Rodríguez me recibe en su hogar, sin delatores ni "oídos finos" alrededor, como ocurría en Cuba. Estoy sentado en un cómodo butacón y frente a mí, acomodado en un sofá, tengo al último y más querido ídolo de toda la afición beisbolera cubana.

"Me recupero de una artroscopía que permitió una operación en el hombro derecho, el cual me impedía completar los movimientos. Fue realizada hace cinco meses por el doctor Harlan Selesnick, ortopédico de los Miami Heat, el equipo campeón de la NBA", dice Rodríguez.

Selesnick es un famoso traumatólogo que ha recibido premios por sus trabajos científicos y tiene sobrada experiencia con atletas de varios equipos y deportes.

"En el 2003 se me debilitó el hombro, al parecer por el exceso de trabajo del año anterior. Tenía la sensación de que tenía el hombro suelto y me provocó algo así como una bursitis", indica el espirituano mientras hace gestos con su mano derecha levantada en una posición previa, como los lanzadores antes de bajar el brazo para tirar hacia home.

Le pregunto si el juego perfecto de 1999 fue su mejor actuación en la pelota cubana.

"No lo creo. Aquel desafío permitió que todo el país se interesara por mí, y a partir de entonces, donde quiera que iba a lanzar los estadios se llenaban de una punta a la otra, pero yo tuve otros momentos creo que superiores. En el 2001 repartí 18 ponches al equipo de Habana en el mismo Estadio Huelga, pero en agosto 21 del 2002 propiné otro juego de cero hits cero carreras al equipo Habaneros, que pienso fue lo máximo", responde Rodríguez, que ahora tiene 27 años de edad.

Un rifle por brazo

Aquel choque efectuado en el Estadio Latinoamericano terminó 1 carrera por 0, favorable al conjunto Centrales. El ya temible serpentinero se presentó con un rifle por brazo y sus rectazos de humo marcaron repetidamente las 101 millas en un programa de la Superliga, torneo élite de la pelota cubana que reúne a los mejores peloteros repartidos en cuatro seleccionados.

"En aquella novena todos eran del equipo Cuba. Contra mí alinearon aquella noche Kendry Morales, Javier Méndez, Bárbaro Cañizares, Antonio Scull, Michel Enríquez, Enriquito Díaz, Oscar Macías, Roger Machado y Carlos Tabares", recuerda con precisión de reloj suizo.

Meses antes, en ese año 2002, Rodríguez arrasó en la Serie Nacional: ganó 14 y perdió en sólo tres ocasiones. En 165 episodios, sólo le pegaron 89 hits en 20 salidas como abridor —unos 4 hits por cada 9 innings— y retiró por la vía del ponche a 219 hombres.

La temporada del 2001 fue completamente suya, ya estaba en la cúspide de la fama, era tan popular o más que Manuel Alarcón, Changa Mederos o José Antonio Huelga. Fue su mejor temporada, con una fabulosa cosecha de ponches, pues rompió el récord que desde 1969 tenía en su poder el recordado zurdo Santiago Changa Mederos, quien alcanzó 208 estrucados en una lid de 99 partidos. En esta ocasión Maels Rodríguez dejó para la historia de la pelota cubana 263 retirados por la vía de los strikes, un récord que parece muy difícil de romper.

Pero hay más, el jugador tiene otra marca, todavía más complicada de repetir: su promedio de ponches por entradas lanzadas es muy superior a los que consiguieron figuras tan grandiosas como Rogelio García, Braudilio Vinent, el mencionado Mederos, Rigoberto Betancourt, Juan Pérez Pérez, José Antonio Huelga, Roldán Guillén y Lázaro Valle, serpentineros que se caracterizaron por ser grandes en eso de dejar con la carabina al hombro.

En seis Series Nacionales, "el rey del ponche" actuó en 938 innings, estrucó a 1.148 bateadores con un promedio de 11 por presentación y sólo cuatro incogibles permitidos. El más cercano fue Betancourt, que en 569 episodios ponchó a 573. Rebusqué los datos de Rogelio y en sus primeros seis años, en 891 capítulos dejó fuera de combate a 870, y el gran Braudilio Vinent, en sus cuatro temporadas iniciales, laboró en 463 actos con 325 ponchetes.

Era lógico que al muchacho se le "cansara" el brazo, después del exceso de trabajo que le dieron a partir de su hazaña en 1999. El colmo fue en la campaña de 2002. En unos seis meses actuó en 320 innings como abridor y relevista. Las más altas autoridades del país y las deportivas lo utilizaron como uno de sus objetos personales. Tuvo que lanzar para Jimmy Carter cuando estuvo de visita en La Habana, ir a México para que venciera al equipo azteca que en la Isla había derrotado a la selección nacional, competir en torneos internacionales…

Le usaron sin escrúpulos en la Serie Nacional como abridor y relevista, casi sin calentar previamente en este último rol y, para colmo, Sancti Spíritus clasificó para la postemporada. Prácticamente le arruinaron su maravilloso brazo: tuvo que salir al box en 11 oportunidades, cuatro como iniciador y siete de apagafuegos, casi sin calentar su brazo, como se acostumbra.

Ocaso o paréntesis

Converso con él sobre este asunto, pero callado y tranquilo como es, regresa discretamente al tema original: "La recuperación lleva tiempo, trabajo y una buena disposición mental. Miguelito Valdés, experimentado técnico del equipo nacional por muchos años, que ahora reside en Tampa y contribuye a la preparación de José Ariel Contreras, me elaboró un plan donde hago ejercicios con distintos tipos de pesas, específicas para el hombro y trabajo físico general".

Después de hablar acerca de su dolencia, no podía faltar el tema del béisbol. "Un scout nipón de los Leones de Seibu me hizo una propuesta para llevarme a Japón, pero tengo que esperar a mejorar completamente. Antes esperaría por otra oferta del béisbol norteamericano".

Como es lógico suponer, varios buscatalentos de Grandes Ligas siguen atentamente la mejoría del cubano, mucho más ahora que escasean los buenos monticulistas en el Big Show.

A la pregunta de qué bateadores le impresionan más de Grandes Ligas, responde rápidamente: "Albert Pujols es fantástico, al igual que David Ortiz, pero el mejor de todos es Barry Bonds, que todo lo hace bien con la estaca en la mano". En cuanto a los pitchers, sin titubear declara: "Roger Clemens es un estelar de los pies a la cabeza. Una carrera exitosa por 20 años y se prepara como si nunca hubiera puesto un pie en las Mayores".

De la Gran Carpa pasamos a la pelota cubana: "Frederich Cepeda, compañero mío con Sancti Spíritus, es un tremendo bateador, con una buena zona de contacto a las dos manos, y Yunieski Gourriel es muy completo. Admiro también a Michel Enríquez, Eduardo Paret, el estelar torpedero, y al catcher Eriel Sánchez. Todos son de buen calibre. Me alegró mucho la actuación del equipo Cuba en el Clásico Mundial".

Maels Rodríguez tiene frases de elogio para José Ariel Contreras, con quien formó un gran dúo en contiendas foráneas. "Es lo mejor que ha venido de Cuba en los últimos años".

Traigo a colación un tema tabú al que nunca se refieren los magnates del béisbol cubano: el salario que devengan los peloteros en la Isla. "Llegué a ganar con Sancti Spíritus hasta 500 pesos mensuales (unos 20 dólares), pero había peloteros de esa novena a los que sólo les pagaban 147, menos de seis dólares al mes. Con el equipo Cuba me pagaron 5.000 dólares en un campeonato internacional, pero, imagínate, el año tiene 12 meses y todos los peloteros tenemos una familia que mantener. Los jugadores somos el sostén de nuestros padres e hijos", señala.

Antes de finalizar, pido un mensaje a Rodríguez para sus millones de seguidores, que casi no saben nada de su ídolo desde que se fue de la Isla en 2003: "Sólo le pido a Dios se cumpla mi sueño de jugar nuevamente en el Estadio José Antonio Huelga primero, y después en el Latinoamericano, siempre que sea en una Cuba libre".

© cubaencuentro

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