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Actualizado: 18/04/2024 23:36

Libertad, Sociedad, Diálogo

La libertad como criterio de justificación social

Las sociedades se justifican en base a sí realmente promueven el diálogo o no

Para ser más libres con respecto a la Naturaleza nos organizamos en sociedades. Es evidente que al cooperar tenemos más posibilidades de sobrevivir que en el aislamiento. Por ejemplo, solo integrados en sociedades podemos hacer ciencia, esa utilísima herramienta en nuestro empeño liberador de la Naturaleza. Una actividad que como demuestra Karl Popper en el capítulo 23 de La sociedad abierta y sus Enemigos, mediante la utilización de Robinson Crusoe en un inolvidable experimento mental, no puede nunca ser absolutamente individual.

Mas el integrarnos en sociedades establece inmediatamente en torno nuestro otra fuente inesperada de no-libertad: La propia sociedad, con todo el enorme marco de restricciones en que se ve cada vez más imbuido el Individuo dentro de ella, en la misma medida en que esta se complejiza exponencialmente.

En este sentido, todo parecería indicar que lo que ganamos en libertad con respecto a la naturaleza siempre terminamos por perderlo con respecto a la sociedad. Mas no es así. Al menos en el caso de las sociedades que realmente se justifican, no ocurre el trasvase de nuestras cadenas iniciales de la naturaleza a la sociedad.

La razón de nuestro mayor control sobre la naturaleza, y creciente independencia con respecto a ella, nace del hecho de que los hombres hayamos establecido un diálogo. En el cual no es que solamente confrontemos nuestras experiencias y pongamos a cuestionamiento público nuestras ideas, sino que de entrada ese diálogo es condición imprescindible para la existencia de ellas. Porque las ideas no pueden existir fuera de la comunidad de individuos que dialogan, en el absoluto aislamiento de una mente encerrada por completo en sí misma.

Si alguien quiere encontrar una explicación de porqué todos los dioses se apresuran en crear seres a su imagen y semejanza, no lo dude, la hallará en esa condición imprescindible para el que piensa, de tener con quien establecer un diálogo. Porque solo en él, sea como participante activo o como simple espectador, el que piensa y es consciente de ello puede existir.

Las sociedades por tanto se justifican en base a sí realmente promueven el diálogo o no. Mas como un diálogo solo puede mantenerse si quienes dialogan conservan y multiplican su independencia de criterio unos de otros, la sociedad como diálogo en último término solo puede establecerse cuando los hombres somos libres.

La sociedad como diálogo, en consecuencia, solo ganará en poder de liberar a los hombres de las cadenas naturales en la medida en que sea capaz de permitir cada vez mayor libertad dentro de sí misma. Mientras a su vez solo limita aquello cuya restricción hace ganar en eficiencia el diálogo, mediante el recurso de constreñir aquello de libertad de cada cual que a su vez limite la capacidad de los otros de ser libres.

Esto nos conduce a una conclusión de importancia trascendental a nuestra posibilidad de hacer juicios: el grado en que aumenta nuestra libertad es en esencia el mejor modo de medir si se justifica o no una sociedad determinada.

Apliquemos lo anterior a nuestras sociedades, y sobre todo a las que algunos pretenden vendernos como el Non Plus Ultra de la convivencia social.

© cubaencuentro

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