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Crónicas disidentes: Carta abierta de Heriberto Hernández

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Cuba Inglesa inaugura con la carta a continuación, cortesía del escritor Heriberto Hernández, una “sub-sección” anexa a las crónicas habituales, y hasta a las alternativas: Crónicas disidentes. El hecho de no haberla abierto antes –oficialmente, se entiende- nos parece una omisión imperdonable. Pero, ya se sabe, el lector suele ser benevolente. Los dejo con la primera edición. Gracias Heriberto:

Crónicas disidentes: Carta abierta a los lectores de Cuba Inglesa

un texto de Heriberto Hernández

El irrespeto esencial por la oposición es la característica fundamental de las dictaduras. En mi caso específico, sólo soy un librepensador que no simpatizo particularmente con el orden (si se le puede llamar así) establecido en este islote por una minoría, aprovechando sus conocimientos cibernéticos y su acceso a los medios electrónicos apropiados.

Manifiesto mis ideas e interpreto la realidad según mis criterios personales y lo hago público en ejercicio de los derechos que me asisten como ciudadano legítimo de esta sociedad. Por suerte, el acceso al ciberespacio se está haciendo más común y el porcentaje de thamacunences que pueden emitir sus opiniones es cada vez mayor. Si esto es preocupante para el actual status de este Reducto, tendrán que acostumbrarse a la existencia de una cada vez más discrepante y cuestionadora oposición.

En cuanto al recurso (muy usado aún por la inteligencia castrista en la vecina y tenebrosa Cuba) de identificarme con la Sra. Rosa (apodada “La Gozadora”) y plantear que existe algún nexo entre nosotros o que somos “miembros de una agrupación cibernética nacionalista”, es una falacia que intenta desacreditarme. Es de todos conocido (según la versión oficial emitida por el llamado “Consejo de los Consejos”) que la Sra. Rosa (apodada “La Gozadora”), junto a las desaparecidas (sin que se conozca causa o destino) Maribel (apodada “Llama Viva”) y la ideóloga del grupo (o “grupúsculo”, como le llamaron en su momento los medios oficialistas), la Sra. Lutgarda (apodada “Garganta profunda”), fueron las líderes de un movimiento cívico opuesto a “el concepto del himeneo de la refundación”, que contrario a lo que dijeron los medios considero legítimo y pacífico.

Sus cuestionamientos a los parámetros oficiales que limitan la gestualidad, la verbalización de las emociones o incluso la emisión de sonidos guturales durante cualquier acto de connotación sexual, fueron ampliamente respaldados por la población, que en algunos lugares no sólo se limitó a respaldar sus reclamos. En algunos sitios se organizaron en grupos llamados “círculos meneistas”, que comenzaron a tener relaciones íntimas muy desinhibidas, explícitas y sazonadas con expresiones verbales y sonoras de gran exuberancia. Bajo el lema “Without movement there is no fun” amenazaban con hacer una marcha hacia la sede del “Consejo de los Consejos” para exigir sus derechos. La revuelta era inminente cuando dos de sus líderes desaparecieron misteriosamente y la Sra. Rosa (apodada “La Gozadora”) apareció, de un modo muy extraño, en acto público, llamando a la razón a sus simpatizantes y abjurando de sus “desatinadas ideas”, que ponían en peligro “la estabilidad de la familia thamacunence”.

No sé si resucitar esta figura sea otra maniobra para intentar confundir a los lectores y evitar cualquier asomo de discrepancia en este medio. El caso es que, aunque simpatizo con cualquier manifestación que implique la defensa de los derechos individuales del ser humano, no tengo ningún nexo con esta señora y no hay nada más alejado de mis lealtades doctrinarias que el nacionalismo en cualquiera de sus manifestaciones (nazismo, fascismo, falangismo, comunismo, etcétera).

Sin otro asunto que dilucidar, estimados lectores, me disculpo por haberles robado su valioso tiempo y les animo a manifestar sus ideas y aspiraciones como demanden sus apetencias y necesidades, ya sea comentando acá o del modo y en el lugar que estimen.

A Ud. Sr. Añel, agradezco su comprensión y este derecho de réplica que me ha concedido tan amablemente. Gracias.

Cortesía http://laprimerapalabraque.blogspot.com/



Una entrevista con Emilio Ichikawa

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American Way of Life. Un concepto llevado y traído hasta la saciedad pero que, sin embargo, pareciera resistirse a una definición contundente. Y un concepto perfecto para proyectar una entrevista. En definitiva, la descripción de Ichikawa –“América es el mayor curso de modestia que puede pasar un ser humano”- es suficientemente precisa, y alentadora.

Pere Cañada y Zury Viera le hicieron al profesor Emilio Ichikawa la entrevista de hoy, a propósito de la exposición I like America, does America like me?, recientemente inaugurada en Girona. Agradecemos sinceramente su colaboración. Que la disfruten.

Textual: Una entrevista con Emilio Ichikawa

¿Podría darnos una breve definición del término American Way of Life, desde el punto de vista del inmigrante?

Es el “hacer lo que vieres” del viejo refrán. Lo que en un mundo como el actual significa un discutible “hacer lo que oyeres”. Las cosas han cambiado bastante. Y el término es capaz de asimilarlo.

¿Es un mito el American Way of Life en el sentido que lo define en su ensayo De la filosofía de lo absoluto a la metafísica pop, eje intelectual sobre el que se funda una gran parte de la vida cotidiana de los hombres?

Se ha dicho que Aristóteles tiene un opúsculo donde se queja de que él y Platón no han podido nada contra los mitos de sus vecinos. Los mitos son fuertes y pueden resistir los tres embates más demoledores que los mismos griegos les aplicaron:

1- El de la razón.

2- El de la burla (comedia).

3- El del sentido común (de “los vecinos”, por ejemplo)

Es decir, que aun cuando el American Way of Life constituya un mito, no es poca cosa. Lo decía George Steiner: “Ninguna desmitificación está a la altura de una obra de arte”, por muy mediocre que sea. Y esa frase inicial incluye a la “metafísica pop”, una segregación del American Way of Life.

¿Cuál sería el papel del American Way of Life en el par “recibir una imagen fabricada-fabricar imágenes”?

Se desplaza a lo primero. Es más un resultado de amigos y enemigos de América que algo que entretenga o dé mucho dinero. La gente coincide en que, efectivamente, eso existe. Y procede en consecuencia. El que consume, consume; el que gana dinero, gana dinero. La gente que dice que eso es muy bueno o muy malo en América se inclina a la primera parte de la dupla. Una dupla que acepto, que no discuto, por disciplina y acatamiento de las reglas de los entrevistadores. Sólo por eso.

¿Es la ecuación “calidad del coche parqueado frente a la casa = lugar que su conductor ocupa en la estratificación de la sociedad” -que funciona en Miami de reojo- una expresión de este fenómeno? ¿De qué forma?

Esa ecuación se ha roto. En ciudades donde la vida se ha “automovilizado”, “encapsulado”, el coche representa un por ciento mucho mayor en el presupuesto de las personas. A veces ficticio, como son los casos de las ciudades de San Juan (Puerto Rico) y Miami (Florida). En las carreteras de estas ciudades ruedan mejores coches que en suburbios adinerados como Bethesda (Washington DC) o Hamptons (Long Island, NY). A lo mejor esto empieza a cambiar con la crisis energética.

Adicionalmente, tenemos que en las “ciudades flotantes”, de desarraigo, la gente hace más visitas que las que recibe, por lo que es más fashion tener un buen auto que un buen techo.

¿Es el American Way of Life americano? ¿Es un producto exportable?

Sí. Y comprable. Seductor el mito americano. Theodor W. Adorno lo comprendió muy bien. No existe un Ministerio de Propaganda en Estados Unidos. Es un proceso natural que incluye la crítica y el rechazo de ese mismo modelo. Toda la izquierda antiamericana del mundo, particularmente la latinoamericana, está invadida por el mito americano. Sin que nadie se lo haya inoculado intencionalmente. Es lo que pasa con los “cerebros”: nadie se los roba, son ellos quienes prefieren contratos en los Estados Unidos.

¿Es compatible el “sueño americano” con el American Way of Life?

El sueño americano, digamos, es el objetivo simbólico. Además de una frase un tanto vacía que ha pegado mucho y que es ya, ella misma, parte de la jerga global. El camino ( way) para llegar a ese sueño ha cambiado mucho. Un astrólogo famoso o una modelo en una pasarela tienen más oportunidad de conseguirlo hoy que una pareja de profesionales graduados de Yale o Harvard. Yo los conozco. Para no hablar del tráfico de drogas, el ejercicio ilegal de la medicina o el fraude hipotecario, uno de los negocios más escandalosos en los últimos tiempos.

Háblenos por favor sobre el American Way of Life y el arte.

En el Museo de Arte de Filadelfia, con una de las mejores colecciones de Duchamp en el mundo, se anuncia al pintor como “American (Born in French)”. ¿Se realizó Duchamp como artista en América? ¿Cumplió su sueño americano? No sé. Ni siquiera deseaba que le llamaran “pintor” en sentido estricto, y se vio obligado a ser promotor de algunos amigos de menos talento.

Pero esa es América: es el mayor curso de modestia que puede pasar un ser humano. América “humildiza”, o humilla, que es como lo entienden algunos. Aun en el museo que les digo, la “sala” más visitada es la de la escultura dedicada a Rocky Balboa (Silvester Stallone), en la escalinata. Es tan concurrida, que el gobierno de la ciudad, después de retirarla, tuvo que restituirla. Aunque ya no en la cima, sino en la base derecha de la escala al museo.

¿Considera que Internet, la televisión por cable, los viajes low cost o la fast food, ahora globalizados, son productos que adquirieron otras culturas de la americana? Si es así, ¿en qué momento histórico situaría el comienzo de ese proceso?

A una altura de su historia, que coincide con lo que solemos llamar período helenístico, la cultura occidental vuelve sobre su propia historia. Es decir, empieza a copiarse a sí misma, a autoplagiarse. Epicuro, por ejemplo, se plantea volver a Demócrito, y sobre esa base “innovar” en un atomismo con implicaciones morales. Toda la reserva ética de Occidente ya está esbozada en el ciclo estoicismo-epicureísmo-escepticismo... Esto es, hay un punto en el que no existe algo realmente nuevo en nuestra historia; todo es “re-creación”, cambio de contexto, de forma… Y es algo que no debe juzgarse negativamente. Sencillamente “es” y, como enseñaron los filósofos clásicos, al “Ser” no se le regaña: se le expresa.

Quiere esto decir que todo lo que mencionan en la pregunta probablemente haya existido alguna vez, pero desde hace unas décadas se vive como un proceso de norteamericanización del mundo, que es el eje de lo que se conoce como “globalización”. ¿Cuándo empezó? Bueno, desde que se pusieron los cimientos de América: la forma de colonizar, de emigrar, de inventar, de ejercer la escritura política. Una democracia liberal que asombró a Tocqueville. Una democracia liberal que hoy genera una enorme literatura y que ha convertido su política doméstica en un asunto internacional.

¿Funcionan estos productos como una especie de Ministerio de Propaganda de Estados Unidos?

No es que exista o no ese Ministerio de Propaganda: es que Estados Unidos, en un sentido unívoco, tampoco existe. Los cubanos lo sabemos muy bien. Los cubanos de cualquier orientación política: se puede tener a favor al Departamento de Estado y en contra a la CIA; a favor el FBI y en contra al legislativo de un estado concreto. América es un resultado púdico: ves el producto, pero no el proceso de su elaboración. Si te asomas a los secretos de la factura, como pasa con las hamburguesas de McDonalds, puede que no te gusten. Pero cuando ves los colores de la compañía (que son los mismos colores iniciáticos de la bandera española) y el mundo imaginario que enrola, te puede crear adicción.



Crónicas: El lenguaje del Tercer Éxodo. Crónicas alternativas

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La bandera thamacunesa es un cheque. Un billete de cien dólares americanos. La cabeza de un cerdo.

La hucha del puerquito.

El concepto de “banderas sucesivas” –o las definiciones y diseños de la enseña thamacunesa, disímiles e incesantes en su regeneración- engendró hacia finales de la década del sesenta del siglo XX, en Cuba Inglesa, lo que se conoce como “La Criptología de Thamacun”, o “El lenguaje del Tercer Éxodo”. Un idioma en clave que desarrollaría a marchas forzadas la inmigración cubanoinglesa y que contó, para su puesta a punto, con el concurso del escritor cubano Carlos Alberto Montaner, a quien el Consejo de los Consejos persiguió empedernidamente.

“Montaner puede desalmidonar las zonas aún no suficientemente relajadas de El Lenguaje –escribiría Mónica Medler en carta dirigida al educador Vicente Máximo, en 1968-. No sólo se trata de un hombre que conoció de cerca la barbarie comunista… sus habilidades lingüísticas también son de sobra conocidas”.

En 1975, junto a Máximo y varios de sus discípulos, el autor de Viaje al corazón de Cuba concibe las coordenadas finales de “El lenguaje del Tercer Éxodo”, una intricada mezcla de imágenes, símiles, metáforas, cifras y frases hechas pasadas por el agua de la asimilación cultural. “El Lenguaje”, como se le conoce actualmente entre los descendientes de Thamacun, era, es y será de una sincronía práctica pasmosa, imprescindible para preservar el Hecho Thamacun en los vericuetos de la Red de Redes.

“Ahora lo entiendo todo”, declaró el mismísimo Ronald Reagan cuando en 1977, tras ser iniciado en “La Criptología de Thamacun”, abandonó la edición del Consejo de los Consejos a la que había sido invitado.

“Hasta los boleros”.

Crónicas inversas: Una dictadura muy bien elaborada

un texto de Rosa La Gozadora

Hay datos que se ocultan sobre el islote, tal vez por intereses foráneos, y es la dictadura muy bien elaborada que existió en Thamacun a pesar de declararse un Estado con libertad.

En Thamacun estaba prohibida la gozadera y el meneíto, y es por eso que mi abuelo trató de crear un grupo a principios del siglo XX con la idea de ponerle sabor al islote y fue reprimido, teniendo que partir al exilio para la isla grande. A pesar de sufrir la represión en la isla grande, se alegraba de disfrutar del paticruzao y la coronilla mientras sus parientes quedaron bajo el imperio del té.

Hay que hablar claro Sr. Añel, la verdad sobre Thamacun es bien compleja.

Crónicas alternativas: A imagen y semejanza del individuo

un texto de José Julian Gómez

El concepto de gozadera de Rosa La Gozadora es tan limitado que el dictador la ha podido manipular con paticruzado. En Thamacun se goza pero no se es gregario, pues los derechos del individuo no se pueden supeditar sólo con goces alcohólicos. Es decir, yo decido cómo gozar, no la masa ni el dictador que trata de alienarme de la realidad para que no reclame mis derechos inalienables.

Por supuesto, la vecina Cuba es harta gregaria y, por tanto, fácil de manipular por los dictadores. Quien ignora la existencia de Thamacun es, sin duda, una víctima de la desinformación cubana. Thamacun es una realidad cuyo legado se expande por la red global cibernética. El celo de los habitantes de Thamacun con sus secretos no lo puede entender Rosa, pues en Cuba todo se ventila públicamente, como un acto suicida contra los límites de la privacidad.

Nuestra existencia como territorio independiente “en silencio ha tenido que ser, pues hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas”. Ese legado inglés nos ha servido para dar la buena nueva de que otra Cuba existe, en la que se goza no a imagen y semejanza del dictador de turno, sino a imagen y semejanza de sus individuos.

Crónicas alternativas: Los diarios de El Nuevo Mundo

un texto de Raúl Medida

He leído sobre el islote de Thamacun. El cronista Diego de Bilbao habla sobre sus habitantes en sus diarios de El Nuevo Mundo. Se refiere a ellos como alegres y a la vez laboriosos. Dice que nunca se les escuchaba enormes diatribas. “Un pueblo donde parecían alegrarse todos por el éxito ajeno”.

Extraña aseveración en estos escritos del siglo XIX. Felicito a quienes se han ocupado de ese rincón del mundo olvidado, tal vez por su excesiva paz, durante mucho tiempo.



Tigre de papel de China

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Con Tigre de papel de China Cuba Inglesa abre un espacio narrativo en su sección Cultura. Los lectores interesados en publicar sus ficciones en este blog -cuentos, relatos, viñetas- pueden enviárnoslas a letrademolde@gmail.com

La periodicidad de las publicaciones dependerá de la circunstancia noticiosa y el volumen de trabajos recibidos, que desde ya agradecemos. Sólo un detalle: Cuba Inglesa priorizará la brevedad y la concreción. Gracias a ustedes.

Tigre de papel de China

Los mismos de siempre. Los archiconocidos. También los escaladores. Las poses impenetrables. Los perfiles adustos. Las caras en las que impera el desdén más meticuloso, la indiferencia más rebuscada. Los rostros enfrentándolo como si no lo reconocieran, esquivándolo como si recordarlo fuese el craso error en el que nunca caerán o que por nada del mundo cometerían. Las mujeres que lo desconocen, que no saben quién es, quién sabe quién es, quién lo sabe, a quién le importa. Las viejecitas que lo compadecen. Sus parejas que lo abandonaron. Su televisor. Su colección de National Geographic.

La gente que ni lo busca para llorar sobre su hombro. Las calles sobre las que se estira como un leopardo desdentado. Su casa. Su futuro. Y los mismos de siempre. Los asalariados. Entrando y saliendo cuando se les antoja. Vendiéndose. Trapicheando. Tocando las puertas que hay que tocar. O retocar. O echar abajo. Tanta gente que se contonea sin recato, que se exhibe por las noches, que tiene éxito, que se cree exitosa. Esos arribistas. Esos miserables. Su madre. Su madrina. Las mañanas en las que no quiere levantarse. Las mañanas en las que lo que de verdad quiere es morirse. Las mañanas en las que continúa hablándole a la pared, contándole lo que le pasa.

Las mujeres que no lo ven, que pasan de largo, que no murmuran mirándolo de reojo. Las que no saben que existe, aquellas que ignoran que huele mal. Las oficinistas que le sacan las uñas. Las manicuras que no le arreglarían las manos. Las dependientas que no quieren verlo ni en pintura. Las mujeres que año tras año, día tras día, minuto tras minuto le han dicho que de eso nada, que cómo se atreve, que a quién se le ocurre, que qué bicho le ha picado: todas esas a las que si les preguntara se lo dirían. Las que nunca le piden la hora. Las que nunca jamás le dan las buenas noches.

Los mismos de siempre. Gatos callejeros haciéndose pasar por tigres de Bengala. Las marionetas. Los apologistas. El mismo escenario semana tras semana. El sol cayendo inmisericorde, golpeándolo como a un tambor despellejado. La atmósfera envolvente que nuevamente lo envuelve trazando círculos bochornosos, abochornantes. La peste. El escándalo. La putrefacción. La terrible anarquía de las siempre idénticas ochenta y cuatro casillas del siempre idéntico tablero desordenado. El ajedrez de la ciudad. El furibundo enroque de las colegialas a su paso.

La policía. La política. El asunto de la comida. Su madre se lo había dicho que tuviera cuidado, tantas y tantas veces que tuviera mucho cuidado. Su madre en paños menores dándole consejos, con los blumers agujereados dándole consejos. El mecánico del televisor. La vecinita de enfrente. La señora de la esquina. El barbero de los altos. Tanta gente que no cesa de quejarse que no cesa de burlarse que no cesa de husmear que no cesa de estorbar que no cesa de entrometerse que no cesa de hacerle entender, de hacerle reconocer, de hacerle evidente su condición de cero a la izquierda. Tanta gente que fluye, que se enquista, que maniobra a su alrededor. Toda esa gente.

Los mismos de siempre. Los que no piden permiso ni dan tregua. Los que insisten sin parar e insisten e insisten y se revuelven y toman por asalto los lobbys de las Casas de esto, de los Ministerios de lo otro. Tigres de papel de China. Monos que no paran de saltar sobre la misma rama del mismo árbol. Aquellos que van a las actividades. Quienes firman. Los cumplidores. Los equilibristas. Los calculadores de vanguardia. Esa gente destacada.

La primera mujer que lo dejó, fundamentando una tradición a la que ya no puede sustraerse. Su segunda mujer. Su dormitorio. Su tercer y último par de mocasines. El perro de su madre. Su biblioteca. El perro que apesta y mea y ladra y roe y brinca y defeca y se restriega contra él continuamente, y pertenece a su madre. Las horas que pasa frente al mar. El perro que una vez envenenó y se le aparece en sueños, con exasperante mansedumbre. El perro que no consiguió matar. Las sobrinas del carnicero. Su propia sobrina divorciada.

El libro que nunca termina de escribir, sobre el que siempre vuelve, y regresa, y se inclina ceremonioso, consternado. La obra que lo obsesiona, la historia que lo redimirá, la novela revolucionaria. El libro en el que cuenta lo que le pasa. Lo solo que se siente. Lo mucho que la mediocridad lo cerca, como un ejército muy bien apertrechado. Toda esa gente armada hasta los dientes, sus ambiciones, antifaces, desconstrucciones, sangre fría, alabanzas, parientes, sonrisas de circunstancia. Toda esa turba esgrimiendo sus viajes, sus trofeos, sus anécdotas, su mal gusto, sus novias autóctonas o foráneas. Los ojos por los que se pasea como una brizna de nada.

Los agitadores. Los decididos a arribar al momento y el lugar adecuados. Esa mafia que publica. Que tiene vacaciones. Que no tiene talento ni estómago ni madre ni falta que le hace. Su madre aconsejándolo contra la puerta del cuarto de baño. Junto a él en la foto de la boda, aconsejándolo. En la foto de la graduación, aconsejándolo. En la foto del bautizo, aconsejándolo. Las calles por las que se extravía como un tigre en cautiverio. Sus fobias. Sus pesadillas. La mujer de la mujer del carnicero. Esos mismos que siempre, desde siempre, lo ningunean.

Él mismo nuevamente ante el espejo, nuevamente ante su rostro. Preguntándose por enésima vez por qué todo sigue igual, por qué siempre pasa lo mismo. Qué le pasa a esa gente. Qué le pasa.

Cortesía http://www.letrademolde.com/



Papeles profanos (II)

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Como decíamos al inicio de esta serie –la primera parte puede encontrarse en la sección Cultura, en la columna de la derecha-, Raimundo Menocal y Cueto fue lo que llamaríamos hoy un autor políticamente incorrecto. Incorrecto en grado sumo, como demuestra esta segunda entrega, algunas de cuyas afirmaciones seguramente resultarán escandalosas para más de un lector. La carta en cuestión, escrita en el verano de 1965, fue enviada por el historiador al Dr. Ernesto Dihigo Jr.

Menocal y Cueto es autor de un libro profusamente ignorado pero probablemente imprescindible para explorar, desde una perspectiva desinhibida, la debacle nacional: Origen y desarrollo del pensamiento cubano. Agradecemos una vez más el aporte del profesor Emilio Ichikawa. A continuación la segunda parte de la misiva:

Textual: Carta de Raimundo Menocal y Cueto al Dr. Ernesto Dihigo

Como decía antes, cuando regresé de Inglaterra me encontré que la sociedad cubana, al menos sus elementos más cultos y distinguidos, estaban dominados por el presentimiento de que algo había de ocurrir próximamente. Máximo Gómez, que en 1902 había propugnado la elección de Estrada Palma para la presidencia de la República, había estado agitando al país antes de su muerte para que se rebelase contra el hombre austero que había acumulado en el Tesoro más de veinte millones de pesos. Y, ¿cuál era la causa de que Gómez combatiese a Estrada Palma? Se ignora. ¿Lo movía a derrocar al presidente Estrada Palma que éste hubiera dejado de cumplir el programa ofrecido al país cuando aquel grupo de cubanos distinguidos le ofreció la presidencia?

Si Estrada Palma había cumplido su ofrecimiento en totalidad, lo cual en los Estados Unidos lo hubiera favorecido para reelegirse sin oposición, ¿cuál es la razón de que Máximo Gómez apoyara a un grupo de hombres desacreditados, como lo demostraron cuando fueron administradores de la cosa pública en 1908 y 1920, confirmando la triste opinión que de ellos tenía la parte sensata del país cuando

anticipaba que tanto José Miguel Gómez como Alfredo Zayas habían de hacer mangas y capirotes de la administración pública en beneficio propio, de familiares y amigos, y en detrimento del buen nombre de Cuba?

Luego, está visto que la revolución de agosto de 1906, promovida por Máximo Gómez, fue en nuestra vida independiente la primera etapa de la revolución social vaticinada por Saco al decir que la revolución política en Cuba implicaba la revolución social. Ciertamente que el eminente bayamés tenía la visión del verdadero estadista, al paso que nadie le podía ganar en el desprecio a España y a sus oligarquías dominantes, que no se cansaban de explotar a Cuba por cuantos medios les era posible. Pero si la insurrección significaba la revolución social, no hay duda que para salvar la civilización cubana, que llegó a adquirir tanto auge con anterioridad a 1868, sin duda era preferible sufrir los ultrajes de la dominación española antes que lanzarnos a una contienda con la metrópoli que había de culminar en el encumbramiento de la plebe cubana, representada por los cubanos blancos incapaces de crear riqueza y los esclavos y emancipados que habían importado los contrabandistas españoles de acuerdo con las autoridades coloniales.

¿Se podía esperar algo de la inteligencia y perspicacia de los elementos que prepararon la revolución de 1868? ¿No se puede dar por cierto que los elementos de Bayamo, de Manzanillo y del Camagüey no estaban al margen del conocimiento de las verdaderas necesidades y aspiraciones cubanas? ¿Previeron ellos las consecuencias de una revolución en la que habían de intervenir los esclavos y emancipados como factores de importancia en la formación de los ejércitos insurrectos?

En efecto, la revolución social empezó cuando la Asamblea del Centro, inspirada y dominada por los camagüeyanos, decretó la abolición de la esclavitud sin ofrecer ninguna medida para contrarrestar sus efectos y, para confirmar sus tendencias falsamente filantrópicas, acordaron la Constitución de Guáimaro (cuya ponencia se debió a Ignacio Agramonte, Antonio Zambrana y Rafael Morales). Allí se fijó la igualdad

política y social de los supuestos cubanos, muchos de los cuales, por no decir la inmensa mayoría, desconocían por completo el idioma castellano, amén de no saber a derechas dónde se encontraba Cuba, ni menos cuáles eran sus necesidades políticas y económicas, ni en qué consistía la civilización cubana, lo cual se afirmó al morir Ignacio Agramonte en Jimaguayú, en 1874.

Empezó desde entonces el encumbramiento de los hombres que por razón de su raza y posición social tenían que hacer caso omiso de las conveniencias de este país; y que por su valor y capacidad de dirección en cuanto a la guerra cubana habían de ser en lo sucesivo sus dirigentes, aunque carecieran de capacidad intelectual y moral para responder a las aspiraciones de la parte progresista de la sociedad cubana. Así empezaron a surgir los Máximo Gómez, los Maceo, los Moncada y los Vicente García, que respondían a las aspiraciones de la revolución social como representativos de las masas inferiores de cubanos.

Fue vencida la revolución de 1868 como resultado de la intervención de Gran Bretaña y los Estados Unidos, que obligaron a España a conceder reformas a los cubanos por medio del Pacto del Zanjón, el cual no fue más que una tregua para preparar los acontecimientos que habían de dar al traste con la dominación española sobre Cuba. Aparte de la llamada Guerra Chiquita, de 1879, y los levantamientos esporádicos que se sucedieron hasta 1895, ¿la propaganda de José Martí en los Estados Unidos y en otras partes del hemisferio no respondió al fin de promover la revolución social en Cuba, en virtud de la cual habían de elevarse los elementos inferiores de la sociedad cubana para en definitiva hacerse dueños de la cosa pública en 1959, con lo cual quedaba destruida nuestra civilización?

Una civilización que se estuvo elaborando por los cubanos durante el siglo XIX, a pesar de España y sin más auxilio exterior que el de la compra de nuestro azúcar y tabaco (que con posterioridad a la abolición de la esclavitud, en 1886, se trabajó con obreros libres).

¿Se me puede afirmar con lealtad que existe una diferencia entre las ideas de Martí, expresadas en la emigración (su programa se basaba en el establecimiento del sufragio universal, sin limitaciones, y en otras proyecciones de izquierda), y las medidas implantadas por Fidel Castro después de 1959? Soy de los que creen que de haber vencido la revolución de 1895, dirigida por Gómez y Maceo sin la intervención americana, el sistema de cosas implantado por Fidel Castro después de 1959 se hubiera establecido después del cese de la soberanía española, por representar esas medidas las tendencias de la mayoría del pueblo inferior cubano (blanco y negro).

Aparte de que había otros elementos de color tan influyentes como Juan Gualberto Gómez y Martín Morúa Delgado, que hubieran alentado a muchos jefes militares de la insurrección a realizar la revolución social, principal aspiración de los que se proponían convertir a Cuba en otra República de Haití. Por algo Maceo se había afiliado a la Liga Antillana, cuyo programa consistía en hacer de los países del Caribe una sucursal del continente africano.



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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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