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De Armas: ¡Ay, la ayuda!

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Cada vez que un ciclón asola la Isla ocurren en puridad dos ciclones, el de la Isla y el del exilio, que se va a las greñas en el dilema de índole shakesperiana de ayudar o no ayudar. La ayuda nunca llega, excepto a las diplotiendas y lugares para turistas, donde termina vendida en dólares a los extranjeros, funcionarios o cubanos comunes con acceso a las divisas, nunca a los verdaderos necesitados. Lo que sí llega es el aullido de un exilio más dividido aún de lo que siempre ha estado. Así es la cosa.

Para que se tenga una idea de lo que haría el funcionariado castrista con cualquier donación que llegue a sus predios, nada más hay que considerar los informes que desde la Isla dan cuenta en el día de hoy, apenas una semana después del paso de los huracanes, de que el régimen ha aumentado considerablemente el precio de la gasolina y el de algunos alimentos.

El desastre luego del paso de los huracanes Gustav e Ike, uno detrás del otro y a manera de cruz -por lo que no han faltado interpretaciones esotéricas y teológicas-, es de envergadura tal que añade un nuevo ingrediente a lo dicho anteriormente. Nada de lo que se envíe desde el exilio, por familiares u organizaciones, ni las moratorias a las sanciones, ni el levantamiento temporal del embargo, resolvería absolutamente nada. Serían simples curitas. Por otro lado, conseguirían dar a la dictadura comunista la oportunidad de mellar, agrietar, sino demoler, las ya maltrechas medidas de Washington como única carta de negociación en un eventual proceso de transición en la Isla. Así, las organizaciones, grupos o personas que en el exilio aboguen por ello merecerían, al menos, dos probables definiciones: redomados ingenuos o redomados manipuladores de la brasa a su sardina.

Lo ocurrido en la Isla es un desastre de una magnitud que no tiene solución, al menos no de la manera propuesta por ingenuos y manipuladores. Téngase en cuenta que en Cuba existe ya lo que pudiéramos denominar como endémicas poblaciones de refugiados, es decir, gente que producto de los sucesivos ciclones y vientos plataneros que han asolado el país durante los últimos veinte años al menos, ha nacido, crecido y tenido hijos en albergues para damnificados, caracterizados por la insalubridad, la promiscuidad y la violencia. Son los llamados “hijos de los ciclones”.

Si esto era así antes de la llegada de Gustav e Ike, ¿cómo será a partir de ahora, y qué nos hace pensar que las pequeñas ayudas que enviarían organizaciones, grupos o personas del exilio, que por demás nunca llegan a los perjudicados, van a resolver algo? Por otro lado, como informan desde la Isla, no sólo es que no hay dinero allá, es que tampoco hay nada que comprar. Un hipotético cubano de Miami que llegase en este mismo instante, digamos, a Herradura, en Pinar del Río, con los bolsillos llenos de dólares y los brazos abiertos, no encontraría mucho, si algo encuentra, que comprarle a sus hambreados familiares.

La única manera de empezar a resolver la tragedia humanitaria que actualmente vive el pueblo cubano es la ayuda a gran escala que reiteradamente ha ofrecido el gobierno de Estados Unidos. Cien mil dólares para empezar -cifra aproximada con que cuenta cada consulado norteamericano en cualquier parte del mundo para empezar a ayudar en caso de crisis o catástrofes (eso para los que digan, sin haberla visto jamás en sus dichosas vidas, que es una cifra ridícula)-, más miles de toneladas de ropa y alimentos, además de implementos y equipos para reconstruir las miles de viviendas dañadas o destruidas. Todo lo que la gente en la Isla necesite, en palabras del jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba, Jonathan Farrar, dichas este 12 de septiembre en La Habana.

En las últimas 24 horas se han expresado en términos similares el coordinador estadounidense para la Transición en Cuba, Caleb McCarry, y el secretario de Comercio de Estados Unidos, Carlos Gutiérrez. Un mensaje que, por otra parte, la Casa Blanca ha repetido una y otra vez desde que se inició la crisis.

Creo que lo más prudente que podemos hacer los cubanos libres y la opinión pública internacional es exigir al régimen que acepte la oferta estadounidense, algo similar a lo que se hizo cuando el reciente desastre en Birmania y la dictadura de ese país se negaba a recibir ayuda norteamericana. No se debe permitir, como siempre ocurre, que la decrepita dictadura cubana pase la bola al lado contrario. La bola está en sus manos, y a ella le toca decidir. Si la oligarquía de los comunistas criollos sigue rechazando, como es previsible, la ayuda a las víctimas, deberían entonces los cubanos libres y la opinión pública internacional pedir una acción unilateral por parte del gobierno de Estados Unidos: Bombardear la Isla, de San Antonio a Maisí, con medicinas, agua y alimentos.

Si eso, como sospecho, no ocurre, los cubanos libres debemos despojarnos del paternalismo y los cargos de conciencia que tanto daño han hecho y hacen a la libertad de la Isla. Informes del gobierno cubano, desfachatadamente, aseguran que las áreas turísticas no han sido afectadas por los huracanes. Bueno, pues considero que llegó el momento de pedir algo de responsabilidad ciudadana a los isleños de intramuros: Métanse en los hoteles, asalten los almacenes, despojen a los turistas. Justa compensación, según el Derecho Romano.

Nadie se confunda. No es un asunto político. Es un asunto humanitario. Un padre, una madre en la Isla, no deben permitir que su hijo se acueste sin tomar un vaso de leche, en un descampado, si saben perfectamente que en los hoteles para turistas hay de todo lo que su hijo necesita para sobrevivir a corto plazo. La consigna a nuestros hermanos debería ser: a por los hoteles, a por los reservorios, nichos de riqueza que la dictadura mantiene en régimen de apartheid.

Presumo que enseguida saldrán los del chantaje presidiario de siempre (presidio común de café con leche me refiero). Que si es muy fácil desde Miami, que si no hay moral para pedir tal cosa… Pues, ¿saben algo? La verdad, no es fácil pedirlo, y sí hay moral, y mucha, para pedirlo. Ninguna culpabilidad. Los que estamos del lado de acá en su momento hicimos lo que teníamos que hacer, lo que nos tocó en suerte o mala suerte hacer, mientras que los otros, los que nada hicieron en la Isla, tampoco, por cierto, tienen que dejarse chantajear. No son ellos los que tienen el problema, el problema lo tienen esos padres y madres con sus hijos hambreados dentro de Cuba. Así que, tranquilos, ningún complejo. O se suman al pedido, al consejo, o se callan como hicieron en la Isla. Pero, por favor, no oigan a los chantajistas de siempre.



Un cerdo para Obama

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Joe Biden podría darle más problemas que satisfacciones a Barack Obama. Algunos medios coinciden en afirmar que la elección del viejo político para la vicepresidencia, quien votó a favor de la guerra en Irak, le ha restado apoyos al senador por Illinois entre los electores más jóvenes, un sector crucial para que consiga inclinar la balanza a su favor en noviembre. El cambio ya no se estaría pareciendo tanto a El Cambio.

En principio, la apuesta del equipo demócrata era contrarrestar la inexperiencia de Obama, arma arrojadiza de sus detractores, con la aparición de este venerable señor de Delaware. Pero el tono y la retórica de Biden no parecen ser los más adecuados. Aunque es todo un conservador si se le compara con su compañero de fórmula, recuerda ligeramente la estridencia de aquel Howard Dean que durante las primarias de 2004 se fue completamente de rosca.

“El senador Joe Biden no es un político, es un estadista”, respondió recientemente Obama al periodista Bankole Thompson, de Inter Press Service. “Lo que quiero decir es que Biden comprende cómo se manejan las cosas en Washington, pero no se deja llevar por el modo en que se manejan las cosas en Washington, y que en sus más de treinta años en el Senado siempre ha trabajado siguiendo el dictado de su conciencia y con una fuerte vocación de servicio.

“Desde hace años, toma el tren todas las noches de Washington a su casa en Delaware. Ha mostrado firmeza ante los líderes de nuestro propio partido cuando lo sintió necesario, y su experiencia en política exterior no tiene parangón en el Senado. Lo elegí con el interés de mi país en mente, no siguiendo las políticas del momento”.

De cualquier manera, mientras la campaña de John McCain cobra bríos con la juvenil, y retadora, Sarah Palin, ganando terreno hacia la derecha, habría indicios de que Obama no está logrando lo mismo en su viaje hacia el centro, al menos durante estos primeros días de septiembre. O sí, pero su base a la izquierda se estaría resintiendo a causa de ello.

Entretanto, el clamor de algunos por más agresividad en la campaña demócrata se ha visto reflejado en el último spot contra la candidatura de McCain. Según el mismo, el veterano de Vietnam admite “que todavía no sabe cómo usar una computadora, no puede enviar un correo electrónico, todavía no comprende la economía, y favorece 200.000 millones de dólares en nuevas reducciones fiscales a las corporaciones, pero casi nada a la clase media.

“Luego de un presidente que estuvo fuera de la realidad, ya no podemos permitirnos más de lo mismo”.

Las encuestas

Mientras, los sondeos siguen su agitado curso. En el último promedio de siete encuestas nacionales, recogido por la web especializada Real Clear Politics, Barack Obama está debajo por 2.7 puntos (45.6 contra 48.3 de McCain). Ante una pregunta al respecto de la periodista María Elena Salinas, de la cadena Univisión, el candidato demócrata se mostró imperturbable:

“Las encuestas están como estaban antes de las convenciones”, aseguró. “Estábamos empatados y conseguí un avance después de la Convención. Y John McCain consiguió un avance después de la suya. Estamos en el mismo lugar que antes, virtualmente empatados. La clave durante el resto de la campaña es hablar de los asuntos que le interesan a la gente, relacionados con el día a día”.

La corresponsal de AP Nedra Pickler señala que “una encuesta de CNN-Opinion Research, difundida este martes, indicó que seis de cada diez personas tienen una opinión favorable de Sarah Palin y una tercera parte de los consultados la consideran una excelente elección como candidata a la vicepresidencia. El índice de aprobación de Palin fue levemente superior al del candidato demócrata a la vicepresidencia Joe Biden.

“Pero solo la mitad opinó que Palin está calificada para ser presidente, mientras que casi un 70% dijo que Biden sí tiene los atributos necesarios. Y si bien el 50% sostuvo que es legítimo aducir que Palin es demasiado inexperta como para asumir la vicepresidencia, un 45% afirmó que esa crítica se hace porque es mujer.

“McCain alcanzó a Obama en las encuestas y en algunas lo pasó, ayudado en buena medida por la llegada de Palin, que cayó bien entre la base conservadora y está atrayendo el voto de mujeres blancas y sectores indecisos”.

El cerdo es el cerdo

En cualquier caso, la anécdota de la semana ha girado alrededor de una frase pronunciada por el senador por Illinois, una suerte de lugar común en el argot anglosajón: “El cerdo es cerdo aunque use lápiz labial” (en versión hispana, “la mona, aunque la vistan de seda, mona se queda”). Los dejo con la respuesta del candidato demócrata a Univisión:

“Ante la pregunta de si se arrepentía de haber dicho que un cerdo es un cerdo, aun con lápiz labial, en respuesta a un dicho de la candidata republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin, Obama respondió con un rotundo no.

“-Absolutamente no. Yo hablaba de las políticas económicas de John McCain.

“-Pero, ¿por qué usar el mismo tipo de metáfora que usó Sarah Palin en su discurso?

“-No me preocupa lo que ella está diciendo. Es una expresión que yo ya he usado antes y John McCain también. La idea de que porque ella la usa ahora ya no se puede usar, es sencillamente absurda. Este es un ejemplo de que ellos (los republicanos) no quieren hablar acerca de los temas importantes. No tengo nada de que arrepentirme, vamos a cambiar la forma en que los políticos trabajan en este país”.



Visiones imperiales: El mal latino

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¿Quién no lo ha escuchado decir? Suena más o menos así: “Sé que no te sirve, pero lo importante no es el regalo, es la intención”.

Una variante esclarecedora de esta sentencia, aparentemente inofensiva, sirve al escritor y diplomático francés Alain Peyrefitte para exponer, en uno de sus libros más contundentes – El mal latino-, lo que considera carencias de una cultura que se refugia en el lenguaje, que hace del “cielo de las ideas” su segunda, y a veces única, patria: “No es el resultado lo que cuenta, sino la intención”.

“Nada en nuestra educación –reflexiona Peyrefitte en el citado libro- nos acostumbra a considerar la realidad como una piedra de toque, la realización como una prueba. Todo nos inclina, en cambio, a considerar la realidad como impura, la realización como algo accesorio. En caso de fracaso, son los hechos los que tienen la culpa.

“Esta intelligentsia de la intención, muy a sus anchas en el discurso, torpe y poco propensa a transformar el discurso en acción, es característica de los países latinos. Su actividad favorita consiste en plantear el problema. Lo plantea y lo deja. El anglosajón actúa generalmente a la inversa: no se toma la molestia de plantear un problema que no tiene intención de resolver”.

Así, a diferencia de la tradición anglosajona, más pragmática y concisa –en la que, por lo general, sólo si desembocan en hechos las palabras justifican su valor de uso–, en la cultura latinoamericana el culto al lenguaje es también el culto a la metáfora, a los malabarismos de la imaginación, desde los que con frecuencia se arriba a lo estrambótico o a lo irreal.

De ahí que en América Latina el discurso oficial relativice sus propias causas y consecuencias. En este sentido, prácticamente hablando, puede decirse que las estructuras políticas latinoamericanas son prematuras (pre-maduras): si lo político es algo más que discurso, entonces la política latinoamericana no ha alcanzado la mayoría de edad.

Si en el campo de las artes o de la literatura la tendencia cultural esbozada arriba ha generado obras y momentos extraordinarios, en el campo de la política ha engendrado un infantilismo con ínfulas letalmente transgresoras. El elector latinoamericano, y por extensión su primogénito, el político latinoamericano, son funcionalmente adolescentes. Con lo cual en cierta medida se explica la supervivencia, en términos de ejercicio efectivo del poder, de gobernantes del corte de Hugo Chávez, cuyos intercambios con la realidad a menudo rozan la enajenación.

Dos características fundamentales identifican el fenómeno: la credulidad e inocencia de una considerable masa de electores y el empeño de los elegidos, a ratos bufonesco, de negar, disfrazar o relativizar los hechos a través del lenguaje, en función de sus particulares intereses. Ambos rasgos, esencialmente infantiles, deberían ser entendidos como una expresión de inmadurez cultural.

Hay que insistir en ello: lo que cuenta es el resultado. Es relativamente fácil disfrazar los malos resultados con el ropaje de las buenas intenciones. Que hablen los hechos.

Individualidad y solidaridad: El ejemplo del 11-S

Hablando de intenciones y acciones. Los sucesos en torno al ataque a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, ejemplifican cómo una sociedad como la norteamericana, de matriz anglosajona, es capaz de solidarizarse y pasar de la individualidad a la acción colectiva inmediatamente, sin detenerse en la retórica. En cambio, quienes siempre han usado la retórica de la solidaridad como un arma revolucionaria –el castrismo concretamente- son incapaces ahora de solidarizarse con las víctimas de los huracanes Gustav e Ike, impidiendo que la solidaridad internacional, y del exilio cubano, se haga efectiva.

A continuación un fragmento de un artículo que escribí en 2001 a propósito del 11-S, del que hoy se cumple un aniversario más:

“La caída del World Trade Center desvela, en toda su sorprendente crudeza, algunas de las ventajas de eso que llamamos "sociedad abierta". Y no me refiero a las de la libertad de expresión o asociación, ni siquiera a alguna de las reflejadas en la Declaración de Derechos Humanos de Naciones Unidas –todas ellas obvias-, sino a varias que se podrían resumir en una sola (una que los detractores del capitalismo han utilizado de bumerang contra la autonomía del sistema): la solidaridad. El liberalismo, entendido como gobierno de las libertades económicas, políticas y sociales, es en esencia solidario... porque es voluntario.

“Resulta oportuno citar fragmentos de una crónica de Eliot Weinberger, testigo -no precisamente neoliberal- de los atentados a las Torres Gemelas: "La respuesta ha sido un torrente emocional de ayuda a los rescatadores, los bomberos, los médicos, los albañiles y la policía. Cuando pasa un convoy de auxilio la gente en las aceras aplaude. Se ha donado tanta comida que ya los oficiales están pidiendo que cese la ayuda (...) Amigos y gente que casi no conozco y con los que me he encontrado a lo largo del día (12 de septiembre) -personas que saben que no vivo a una distancia riesgosa del Trade Center y que además habría sido muy poco probable que me encontrara allí- me han abrazado diciendo: ¡Me alegra mucho que estés vivo!". Pete Hamill, otro de los presentes, recuerda una escena colateral del desastre: "¡Andando, andando, andando!, gritaba un sargento de la policía mientras apuntaba hacia el este (...) Cerca de la esquina de Duane St., dos mujeres le preguntaron a otra mujer policía: Oficial, oficial, ¿a dónde podemos ir a donar sangre?".

“La superioridad de las sociedades abiertas sobre las cerradas descansa, en lo fundamental, en el ejercicio de las libertades civiles. A esta verdad de Perogrullo habría que agregar el factor voluntad. El mundo libre es el mundo voluntario. Nadie ha presionado a Michael Jordan, Julia Roberts o Emilio Estefan (son sólo unos pocos ejemplos) para que donen una parte de sus dineros a los familiares de las víctimas del World Trade Center o a la ciudad de Nueva York. La solidaridad voluntaria es, a fin de cuentas, la única solidaridad: no puede haber otra. Tal vez por eso toda clase de totalitarismos dedican tiempo, esfuerzo y recursos a promover un altruismo ficticio, basado en una retórica de la seducción profundamente inmoral, porque privilegia lo aparente en desmedro de lo genuino.

“Un Estado de corte totalitario puede reunir y enviar miles de médicos, maestros, combatientes o tecnócratas hacia cierto país necesitado, con el objetivo de vender una imagen solidaria, de suficiencia moral, que lo legitime. ¿Cuántos de los enviados, sin embargo, se habrían ofrecido voluntariamente, sin que mediara interés personal, mecanismo instituido por el poder o presión de cualquier tipo?

“Tras los atentados a Washington y Nueva York, el rostro más amable de la democracia occidental -sistemáticamente velado por sus incansables enemigos- vuelve a salir a flote. Frente a la sociedad obligada, la sociedad voluntaria emerge como la alternativa menos mala de cuantas existen. No es perfecta, ni ejemplar, y ni siquiera arquetípica, porque está sujeta a constante modificación y perfeccionamiento, porque es múltiple, dinámica, individualista -tanto en la mejor como en la peor acepción de la palabra-, porque está basada en lo que realmente somos (entes desemejantes, irrepetibles), nunca en lo que algún día pudiéramos, o no, ser”.



El pecado original (actualizado)

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El editor y poeta Jorge Salcedo sigue adelante con su iniciativa en pro de la asistencia a los damnificados en Cuba. "Después de dar palos de ciego durante todo el día, de tocar muchas puertas donde no respondieron, dimos por fin con la persona correcta en una de las campañas presidenciales", escribe en su blog. "No quiero levantar falsas expectativas, pero me voy a dormir con cierta esperanza. Obtener el apoyo bilateral de los candidatos a la presidencia de los EE.UU. sigue siendo un buen deseo, pero es un buen deseo bajo consideración".

Los últimos detalles de la campaña en http://salcedodiario.blogspot.com/

El pecado original

un artículo de Armando Añel

El nacionalismo constituye el pecado original de la política cubana. No me refiero a un nacionalismo asentado en realidades concretas, verificables, sino a uno pretencioso, cuya savia nutre desde que Cuba es Cuba las más diversas tendencias y formaciones políticas. Esta costumbre, ya folclórica, alcanza con el advenimiento del castrismo una especie de apoteosis, de clímax discursivo. Castro trenza en un mismo discurso idealismo colectivista y demagogia nacionalista, mezcla retrógrada donde las haya.

El resultado es un país en el que decenas de miles de individuos se echan –o son echados- a la calle para recibir a un patético ex golpista extranjero que canta rancheras y se pasea con una cotorra posada en el hombro. Un país cuya clase gobernante es incapaz de sacar del poder a un anciano decrépito, que le hace padecer el más espantoso de los ridículos. Y una nación, ya en el exilio –específicamente en Miami-, cuyas calles llevan el nombre de personalidades nacionales todavía vivas, detalle que ilustra hasta qué extremos es capaz de llegar el exhibicionismo de la cubanidad (la observación viene a cuento de que la Junta de Comisionados de Miami-Dade aprobó ayer eliminar el nombre del ex pelotero José Canseco de una calle del condado, que lo llevaba nada menos que desde 1988, pero la práctica de bautizar avenidas con el nombre de personalidades cubanas vivas es ya una costumbre en la capital del exilio).

Una nación así sólo puede subsistir institucionalmente afincada en un “patriotismo” complaciente, más concentrado en ensalzar su mitología que en localizar la raíz de sus dificultades y carencias. En definitiva, ¿qué es el castrismo como idea –ya se sabe lo que es como hecho concreto- sino un intento de glorificación de lo nacional que se sirve, estructuralmente, del totalitarismo?

En cualquier caso, el problema viene de lejos. Durante más de un siglo el nacionalismo cubano –histriónico, despistado, narcisista como pocos- ha sido incapaz de fraguar la nación y/o civilizar el país en cualquiera de sus variantes, ya sea como aliado u opositor de Estados Unidos. El hecho de que en ciertos círculos intelectuales de la República se cuestionara la capacidad de los cubanos para gobernarse a sí mismos no constituye más que la excepción de una regla letal en términos históricos: la incapacidad de la mayoría de los cubanos para abordar críticamente, con propósito de enmienda, las anomalías y déficits culturales de la nación.

Se habla mucho del papel a jugar por la comunidad exiliada en la transformación económica de Cuba durante el poscastrismo, pero muy poco de su responsabilidad en la transformación de la cultura nacional y/o la psicología del nacionalismo acrítico. Probablemente, porque de inmediato surge la pregunta: ¿está capacitado el exilio para tan gigantesca tarea? Castro, ¿es el padre o es el hijo de una cultura política que de alguna manera padecemos y segregamos todos, en el insilio y el exilio?

La refundación cubana sólo será posible –apuesto modestamente- desde la asunción de un nacionalismo crítico formalmente estructurado. Un nacionalismo que deberá empezar por redefinir el propio concepto de nacionalismo, desafío que la mayoría de los creadores de opinión, tanto en la Isla como en el destierro, no han querido, o no han podido, afrontar durante los últimos cincuenta años. Ya no más golpes de pecho, ni patrióticas andanadas, ni especulaciones en torno a la supuesta grandeza del país y su gente. La refundación sólo será posible desde un nacionalismo que asuma no sólo las virtudes de la cubanidad, ya suficientemente alabadas, sino las carencias de una cultura política acríticamente asentada en lo superlativo, incluso en lo imaginario.

Para ello es preciso contar, entre otros actores, con ese “exilio púdico” –como lo ha definido el filósofo Emilio Ichikawa- que, tras asimilar constructivamente su experiencia posnacional, está en condiciones de leer la política en lugar de emborronarla. Esa fuerza de choque silente podría resultar decisiva de cara al gran golpe de timón que necesita Cuba, esto es, de cara a la construcción de un proyecto nacional verdaderamente viable, autocrítico. Crecientemente sobrio.

Pero antes es preciso comenzar por lo evidente: el obstáculo es cultural. Con alrededor de trece millones de cubanos censados, el hecho de que cerca de dos de ellos hayan vivido y trabajado durante décadas en Norteamérica y Europa resulta significativo, prácticamente insólito en el marco de la historia latinoamericana, y tal vez pudiera desembocar en una revolución gradual de las mentes y de la cultura. Ojalá.

Ilustración, Omar Santana



Crónicas: Banderas sucesivas. Crónicas disidentes

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Un día de finales del siglo XIX (los thamacuneses desdeñan las conmemoraciones patrias como los gatos la repostería) se izó por primera vez en Thamacun la bandera de la independencia. Una independencia, todo sea dicho, no buscada por los habitantes del islote: sencillamente, los ingleses se batirían en retirada ante la inminente derrota española en la mayor de las Antillas –ante la inminente intervención norteamericana- y la sospecha de que la futura Cuba Inglesa les reportaba más pérdidas que ganancias.

La bandera, que según algunos historiadores fuera diseñada por el gobernador saliente (Sir Alan Lord), constituye una suerte de término medio, o punto de encuentro, entre la enseña nacional de Cuba y la del Reino Unido. Se mantuvo activa durante los primeros veinte años de Thamacun como nación independiente, hasta que en 1917, a resultas de la evolución cultural verificada en el islote, los thamacuneses acordaron abolirla.

La implementación del sistema de “banderas sucesivas”, que en lo adelante simbolizaría la tolerancia y la creatividad propias del carácter thamacunés -así como su indiferencia ante las abstracciones patrióticas-, data de esa época.

Ya en los años treinta, el también llamado “método sucesivo” había echado raíces en el islote. En 1931, por ejemplo, Brian Daniel diseña la “enseña del multioficio”, que ondearía en Thamacun durante un lustro. Pero, qué duda cabe, no parece probable que en la historia de Cuba Inglesa se repita el fenómeno de la bandera de la independencia, esto es, de la permanencia de una enseña nacional durante tanto tiempo. Ni siquiera del fenómeno de una enseña nacional. Ya se sabe: el sistema responde a consideraciones puramente creativas.

Crónicas disidentes: El Inseparable

un texto de Gulliver

Hay un expediente -el HD/775980- que reposa en una de las cámaras secretas del MINFAR en La Habana. Está clasificado como Alto Secreto y los pocos altos jefes militares que saben de su existencia lo llaman “El del incidentico”. Hay sin embargo un ex comandante de la Marina Real Británica retirado en Gibraltar, y de nombre Perceval Thorpe, que lo llama “El de la Resurrección”.

Gibraltar representa para Cuba Inglesa el ejemplo de lo que pudieron ser. Relataré algún día las oscuras conexiones entre los renegados, el gobierno del Peñón y la "mano negra" que aparece cada vez que España y el Reino Unido se reúnen para hablar sobre el delicado tema de la única colonia que existe en Europa.

Pero a lo que iba. Corrían los últimos días del mes de junio de 1982 y el submarino Gibraltar -otra vez Gibraltar- regresaba de la guerra de Las Malvinas rumbo a su base, no muy lejos de Liverpool. El viaje transcurría sin incidentes reseñables y el júbilo por la reciente victoria ante los argentinos invadía a todos. Perceval, mientras tanto, mantenía la calma y recordaba la promesa hecha a su padre antes de morir: “Thamacun volverá a ser nuestro”. Y fue entonces que, ante la sorpresa de todos, ordenó cambiar el rumbo de la marcha, atravesar el estrecho de Yucatán y girar hacia el este, hacia un pequeño islote -oficialmente un cayo- conocido en todos los mapas cubanos como El Inseparable, y que su padre llamaba Thamacun.

La madrugada del 7 de julio de 1982 transcurría sin novedad para Emiliano Peón, un guajirito de Perea que cumplía su Servicio Militar como soldado guardafronteras destinado en El Inseparable. Exactamente a la 3:07 de la madrugada Emiliano bebía wachipupa de un jarro mugriento de aluminio cuando vio emerger a lo lejos una inmensa mole oscura. Primero pensó que era algún "bicho" -él era del campo-, pero cuando observó unas pequeñas luces azules y una barcaza que se acercaba no dudó que se trataba de una invasión. El soldado Peón estaba solo, su AK reglamentario lo había mojado mientras orinaba cerca del manglar y su voz aflautada no asustaba a nadie. Pese a ello, Emiliano dio el “alto quién vive” a los tres intrusos que ya desembarcaban en la playa.

Perceval fue el único que saltó a tierra. Ordenó a sus acompañantes que lo aguardaran y con paso cansado, pero firme, se dirigió al encuentro del soldadito Emiliano. Nadie supo jamás de lo que hablaron, pero el comandante sacó de debajo de su chaqueta una enorme bandera y cuatro tabletas de chocolate Cadbury. Estuvieron juntos más de dos horas y se les vio reír y compartir la wachipupa y el chocolate.

Los acompañantes de Perceval que esperaban en la barcaza vieron de pronto cómo su comandante y el soldadito se ponían de pie y se fundían en un abrazo. Vieron cómo su jefe respiraba profundamente y recogía un puñado de arena que guardó en uno de sus bolsillos. Regresaron a la nave y esperaron el amanecer. Todos en el submarino estaban pendientes del comandante y el comandante, a través de la mirilla, de Emiliano y del islote.

Amaneció y en la única palmera de El Inseparable ondeaba una extraña bandera, la felicidad desbordaba a Perceval y contagiaba al resto de la tripulación, que no entendía nada. Exactamente a las 7:33 de la mañana vio Perceval, desde su posición, a tres hombres uniformados que se acercaban a Emiliano de malas maneras, mientras una ráfaga de ametralladora hacía caer la extraña bandera. Paradójicamente, en la cara del soldadito se dibujaba una sonrisa.

Nunca más supieron el uno del otro, nunca se comentó "El incidentico", pero a Perceval le quedó la satisfacción de la promesa cumplida: El Inseparable volvió a ser Thamacun por 4h: 26m : 43s. Hoy el ex comandante vive un retiro dorado en la Costa del Sol española, y cada 7 de julio se viste de gala y celebra su más grande victoria. Emiliano regresó a Perea y nunca más ha podido salir del pueblo. Recibe periódicamente, desde España, un lote de chocolate, y desde La Habana una carta que lee, rompe y quema.



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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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