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Cuba interior: Textuales

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Textual: Información reciente en torno al prisionero de conciencia Juan Carlos Herrera Acosta.

Miami, 6 de agosto de 2008. Directorio Democrático Cubano. El prisionero político cubano Juan Carlos Herrera Acosta afirmó desde la Prisión de Holguín que fue obligado a dejar la huelga de hambre que sostuvo durante doce días, el jueves 31 de julio, cuando militares y autoridades carcelarias lo sometieron por la fuerza y le zafaron las coseduras de la boca que se había hecho en señal de protesta. En las primeras declaraciones que brinda después de la huelga, Herrera Acosta afirma que reanudará la huelga de hambre "cueste lo que cueste" y pide una campaña internacional por la libertad de los presos políticos cubanos.

"Doy a conocer ante el mundo que no cejaré en mis empeños de continuar reclamando todos mis derechos pisoteados y acudiré al mismo método sea cual sea el desenlace final. Si pierdo la vida será responsabilidad del régimen cubano y su sangrienta policía política represiva. No observaré con paciencia ni cobardía cómo los eternos torturadores pretenden rendirme mediante la coacción y el chantaje. Mantengo y mantendré mi consigna en alto y con firmeza de pie frente al terror. Muchos fueron los métodos sicológicos explotados por los militares con tal de que desistiera de mi postura y a la postre resultaron en vano", afirmó Herrera Acosta.

La declaración fue recibida a través de una llamada telefónica desde la Prisión Provincial de Holguín al activista Juan Carlos González Leiva, del Consejo de Relatores de Derechos Humanos de Cuba. En la misma Herrera Acosta relató la violenta intervención de las autoridades en la protesta, al igual que el apoyo incondicional de los también prisioneros políticos Alfredo Rodolfo Domínguez Batista, Orlando Zapata Tamayo y Luis Mariano Delís Utria, que lo acompañaron en la huelga desde el 19 de julio.

El documento completo en http://www.netforcuba.org/

Textual: Campaña a favor de las Damas de Blanco

Silvia Suárez Jiménez apunta en El Mundo que “hace más de cinco años el régimen cubano encarceló a sus familiares como presos 'de conciencia'. Las 'Damas de Blanco' son un grupo de mujeres que se presenta como una forma de hacer presión al estado cubano. ¿Siente la necesidad de ayudarlas? Ahora puede.

“Apadrinar a una 'Dama de Blanco' consiste en apoyar, de forma continuada, a ella y a su correspondiente familiar encarcelado. La iniciativa proviene de http://www.solidaridadconcuba.com/ , ONG mediante la que el contribuyente puede ayudar, moral y materialmente, a estas mujeres, y permanecer en contacto con ellas mediante cartas, llamadas y, de ser posible, visitas. Aunque la realización de estas actividades corre por cuenta del colaborador, que también puede enviar medicamentos, juguetes, o cualquier objeto que sea necesario".

Cortesía http://www.elmundo.es/



Perros, sábanas, perros

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¿Qué llama primero la atención del visitante en una ciudad como La Habana? ¿La suciedad de sus calles? ¿La fastuosidad de la pobreza? ¿La turbamulta de los niños pidiendo limosna o golosinas? ¿La a ratos abrumadora cordialidad de la gente? ¿La procacidad de la gente? ¿El mar? ¿El olor del mar yuxtaponiéndose en el salitre de los barandales? ¿La agonía de los viejos edificios? ¿El incesante desfile de los perros callejeros? ¿Las cagadas de los perros?

Un espacio donde el caminante debe evitar, si se decide a irrumpir en la ciudad real, autóctona, la omnipresencia del excremento en las aceras, en plena vía pública. La hez de los perros haciendo ola –haciendo cola– bajo el sol abrasador del mediodía. Dantesco. Escatológicamente alucinante. ¿El excremento es lo primero?

No sé qué llama primero la atención del visitante en la capital de Cuba. Sí sé qué llama primero la atención del exiliado habanero en ciudades como Madrid, Londres, Frankfurt, Oxford, Roma, Berlín, Cambridge, París, Medellín, Birmingham, Toledo e incluso –en menor medida– San Juan, Santo Domingo o Miami. Las palomas.

Fuera de Cuba nadie persigue a las palomas. Casi nadie hace sopa de paloma, ni negocios clandestinos con palomas, ni envía mensajes amarrados a la patita de una paloma. Y el excremento de las palomas, como el de cualquier otro pájaro, podrá empañarte el parabrisas del automóvil o, si realmente estás de mala suerte, ensuciarte la cabeza, pero nunca te perseguirá como un perro, con la pestilente insistencia del excremento de los perros.

La hez canina, particularmente leal en La Habana, es de una constancia incontestable. Persigue al visitante abrumado por las radiaciones solares, por el asedio de las prostitutas y los vendedores de tabaco, desorientado entre las callejuelas tortuosas y los solares en ruinas, y lo intercepta en las esquinas, a la caída de la tarde, en el aquelarre de las concentraciones populares –la cola del pan, del cine, del baño público...–, y le embarra los zapatos.

Es desde los zapatos que el excremento canino ingresa al totalitarismo, imperturbable, procaz: brota desde abajo y asciende, trepa, escala, sube, vuela: hiede. No cabe compararlo con una cagada de paloma.

Cuba. La nación doméstica es ya la nación callejera –el perro, arrojado de la casa, se enseñorea sobre esa otra casa mayor que es la ciudad–, igualmente servil, obediente, cabizbaja, pero ahora también abandonada, miserable. A lo largo y ancho de la Isla lo escatológico zigzaguea en forma de excremento canino, sobre todo en la capital cubana, ese monumento erigido por el castrismo en conmemoración del enésimo aniversario de la revolución de la inmundicia.

Llegado el momento, no será fácil higienizar la ciudad. Ni siquiera recoger a los perros.

Sábanas amarillas

La Habana no sólo conserva las ruinas de lo que fue La Habana. Esos espacios sodomizados por el tiempo y la desidia, en los que la ciudad que fue apenas si emerge de entre las piernas de la ciudad que es (o no es). Las fachadas sucias, moribundas, derruidas –pero también sus interiores-, los balcones desmadejados sobre los baches de unas calles ya irreconocibles, los apuntalamientos y costurones, las sábanas que alguna vez fueron blancas ondeando en la distancia, como vestigios de un armisticio que el castrismo nunca podrá ofrecerle a la capital cubana, a la nación cubana.

No habrá paz en Cuba mientras el actual régimen persista, o por lo menos conserve su carácter excluyente, discriminatorio. Habrá la guerra de los hombres y el tiempo, una contienda que continúa destruyendo minuciosamente la ciudad sodomizada.

Es lo que está a la vista. Aunque, con más frecuencia de la deseable, se olvida la otra ciudad, aquella que aguarda, sumergida, por un futuro más invocado –o deseado- que visualizado. La ciudad de los que acuden a la ciudad huyendo del campo arrasado por la incuria gubernamental, que desembarcan a remolque del hambre, la desesperación y, sobre todo, la esperanza de hallar una salida, la esperanza de “escapar” a cualquier precio. Llegan de todas las provincias y regiones, aunque predominan los “palestinos” (como los denominan, peyorativamente, los habaneros). Gente nacida en la zona oriental de la Isla, donde vino al mundo la vieja guardia reaccionaria que, en el poder desde hace medio siglo, los expulsa de la ciudad a la que arriban esperanzados. Ya se sabe: no hay peor astilla que la del mismo palo.

Un cable de la agencia EFE reveló recientemente que desde 2006 más de veinte mil ciudadanos que residían sin permiso en La Habana –en la Cuba de los hermanos Castro hay que pedir permiso para prácticamente cualquier cosa- fueron desalojados y devueltos a sus locaciones originarias, incluyendo 2,397 en lo que va de este año. La información fue tomada del periódico oficialista Juventud Rebelde, que puntualiza que ya en 1997 entró en vigor el Decreto Ley 217, que regula y contiene la migración hacia la capital cubana. El fenómeno, añade Juventud Rebelde, ha generado 46 asentamientos “ilegales”, dispersos por los quince municipios capitalinos.

Dichos asentamientos, las favelas invisibles de La Habana, proliferan desde hace tiempo en la ciudad, pero de una manera tan subrepticia y marginal –por lo general en la periferia- que muchos habaneros ni siquiera se dan por enterados. En este apartado, la crisis del transporte público, el periodismo castrista y la desidia general contribuyen a la desinformación. Yo mismo, que viví durante 33 años en la capital de la Isla, apenas descubrí estos caseríos –si así puede llamárseles- pocos meses antes de dejar Cuba, como reportero de la agencia Cuba Free Press, que fundara en Miami el activista Juan A. Granados. Constituyen, probablemente, la metáfora más acertada de lo que ha significado la llamada “revolución cubana”: chozas de la desesperanza donde la miseria, el hacinamiento y la corrupción campean por sus respetos.

Entretanto, la ciudad visible degenera como un antiguo animal, abandonada a su suerte por quienes supuestamente debían revolucionar el país, desarrollar el país. En sus balcones, en los que el recuerdo de la orgullosa capital aún persiste, ondean sábanas blancas en reclamo de un armisticio. Sábanas amarillas, vestigios al viento de la ciudad sodomizada. De la ciudad desconstruida.

Cortesía http://www.diariolasamericas.com/



Galería de próceres (III). Crónicas alternativas

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En Londres o Frankfurt, sobre todo en la primera mitad del siglo XX, Meneito no hubiera pasado desapercibida. Pero tampoco hubiera suscitado homenajes, seminarios, festivales y hasta una estatua en la principal plaza de la ciudad, como sucedió en Thamacun. Tampoco en Cuba “La mujer de goma”, como también se le conocía, hubiera generado tamaño despliegue popular.

A mediados de la década del treinta Meneito había alcanzado, anatómicamente, ese estado de la materia dispuesta, esa especie de arquitectura galopante hacia la que el común de los mortales deriva imbuido de una fascinación y un deseo sin límites. De la contemplación de su trasero -alto, desconcertante, inigualable- extraía el Reducto su secreta fuerza, su vitalidad. De sus andares obtenía la futura Cuba Inglesa el combustible del porvenir. Desde su cuerpo respiraba ansioso el islote, fascinado ante la perspectiva de trascender definitivamente la belleza (la ordinariez de la belleza). Porque su bamboleo –el bamboleo que justificaba no sólo los exquisitos desequilibrios de su estructura monumental, sino a todo Thamacun- era música, aroma, representación -y concreción- de lo divino. Era arte. Cultura asentada y trascendente. Un canto a la fecundidad.

Cuántas tardes robadas a la angustia, al tedio o la resignación, gracias a Meneito. Cuánta gente eternizada en un suspiro, inaugurando peñas en su nombre –establecimientos comerciales, clubes, incluso timbiriches-, renaciendo al compás de sus caderas. Cuántos ancianos floreciendo interminablemente, engendrados en la fotosíntesis de su esplendor. “Meneito podía haberse postulado a la presidencia de Thamacun si hubiera querido –escribe el periodista Sobrino Tadei-, y habría alcanzado el poder sin duda alguna. Claro, si en Thamacun hubiera existido un gobierno propiamente dicho, y si el poder le hubiera interesado, aunque fuera mínimamente, a los thamacuneses”.

“El poder idiotiza a los hombres”, afirmaría Nietzsche poco antes de que el concepto cuajara culturalmente en Thamacun. En el islote, en cambio, quien durante décadas idiotizó a los hombres –o “iluminó a los hombres”, para mejor decirlo- fue Meneito. Aun cuando su cuerpo, lastrado por los años y el sobrepeso, ya no fuera el que había sido. El que sería para la posteridad.

Ilustración, Omar Santana

Crónicas alternativas: Un hueso duro de roer

un texto de Heriberto Hernández

En un pequeño pueblo del centro de la isla, de esos que ya lo son porque tienen iglesia, un paseo con glorieta y banda municipal de conciertos (que toca marchas, pasodobles y algún que otro danzón los jueves y los domingos), estación de trenes, cine y por supuesto, cementerio, sucedió lo que me apresto a contarles.

Agotamos los días finales de la década de los ochenta, con las trompeterías de la perestroika aún resonando. Entramos en los noventa y la estruendosa caída del muro de Berlín fue a duras penas apagada por un tenebroso discurso del mesozoico dictador. Advertía al eterno enemigo que la derrota de sus aliados europeos no era razón alguna para pensar que seriamos presa fácil de sus sueños imperiales.

En su habitual lenguaje parabólico, lleno de símiles, expresó que no sería fácil de derrotarnos y mandó a imprimir su advertencia en todos los formatos posibles y cubrir con ella todos los sitios dedicados a la propaganda y divulgación de sus preclaras ideas. Al otro día, Thamacun amaneció lleno de pasquines, vallas y volantes impresos con la frase, ya histórica, del padre de la nueva patria y líder espiritual del hombre nuevo.

En nuestro pueblo, provinciano y cabal cumplidor de los deberes patrios, el día vio la luz junto a los dos enormes pinos que flanqueaban la puerta de madera del cementerio, en la cual habían puesto un enorme cartel: “Seremos un hueso duro de roer”.

Cortesía http://laprimerapalabraque.blogspot.com/

Crónicas alternativas: Deserciones en París

un texto de Abdurraman Calderón

No tengo claro cuál fue el saldo de medallas de Thamacun -si es que ganó alguna- en las Olimpiadas de París en 1924. Me parece haber escuchado que participó con una amplia delegación de entre ochenta y noventa deportistas y que sufrió dos humillantes deserciones en el equipo de boxeo sobre patines.

Cuentan que uno de los desertores recibió la ciudadanía francesa, que le fuera luego revocada por el régimen de Vichy, acción que luego fue justamente anulada por De Gaulle, quien le dio, para resarcirlo, trabajo de ascensorista en la torre Eiffel.

El otro, Miroslav Rigondeaux, fue deportado, pues a pesar de su apellido no pudo probar su ascendencia francesa. Hoy en día, a sus 104 años, aún se entrena con la esperanza de ser incluido en un equipo a Pekín, bajo cualquier bandera, siendo Kosovo y Bangladesh las únicas naciones que han mostrado algún interés hasta el momento.

Crónicas alternativas: El equipo thamacunés en las Olimpiadas de París: Una revelación

un texto de El Inglesito

Observo algunas imprecisiones en el escrito de Calderón, seguramente porque como él mismo dice “le parece haber escuchado”.

Thamacun no participó oficialmente en las Olimpiadas de París: su condición de estado asociado, no registrado en la comunidad de naciones, se lo impedía. Eso sí, participaron nueve atletas thamacuneses, repartidos en las delegaciones de Estados Unidos e Inglaterra. Tal vez Calderón confundió un noventa con un nueve.

Se dice que Harold Abrahams, que ganó medalla olímpica en cien metros planos por Inglaterra, realmente era thamacunés. En todo caso, los desertores a los que se refiere Calderón, Miroslav Trigoura –no Rigondeaux- y Mariano Jazbel tampoco eran tales. Eran delegados razonables comisionados por el Consejo de los Consejos para negociar los términos de la “invisibilidad” del islote. El interés de Thamacun en aquella época, diríamos que más que en ninguna otra, era pasar desapercibido. De ahí que ni siquiera enviara delegados activos, que por otro lado tampoco existían en aquellos años.



Visiones imperiales (III)

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En Estados Unidos, la carrera por la presidencia entre los candidatos John McCain y Barack Obama entra paulatinamente en su etapa más álgida, con la fiesta de las convenciones partidistas al doblar la esquina. Por otro lado, las elecciones de noviembre están, como quien dice, en el horno.

A propósito, el nerviosismo de la dirigencia castrista ante la posibilidad de que el senador afroamericano resulte electo, luce cada día más tangible. Puede rastrearse, por ejemplo, en un reciente artículo del inefable Elíades Acosta, intelectual orgánico de la dictadura donde los haya. Reproducimos un fragmento:

“El gatopardismo en política, de entonces acá, siempre ha sido, y sigue siendo, la apoteosis del cálculo hipócrita de quienes aparentan abrazar una causa para mediatizarla y neutralizarla desde dentro. Esto lo saben bien, aunque no hayan leído a Lampedusa, los promotores astutos del cambio, como consigna política central en la voz de uno de los más firmes candidatos a la presidencia de los Estados Unidos (…) Conocemos que detrás de Barack Obama están personajes tan retorcidos como Zbigniew Brzezinski o Richard Armitage, multimillonarios especuladores como George Soros, y tanques pensantes orgánicos del establishment, como el Centre for Strategic & International Studies” ( Obama, o las suaves maneras del contraataque).

Cuba Inglesa, consciente de la importancia de las próximas elecciones estadounidenses, ya históricas, dedica dos ediciones –en principio- al candidato demócrata, favorito en las encuestas. La segunda abordará la personalidad y las proyecciones del senador por Illinois desde un punto de vista crítico. La primera, a continuación, lo hace desde una perspectiva más halagüeña.

Obama

un artículo de Michael Rowan

Hugo Chávez está replanteándose quién es Barack Obama. Cuando Obama dijo siendo un precandidato que negociaría sin condiciones con los dictadores y enemigos de Estados Unidos, Chávez se sintió complacido. Se imaginó que Obama era un demócrata liberal como Jimmy Carter o Chris Dodd, a quienes ha manipulado fácilmente.

Pero desde que Obama se convirtió en el candidato demócrata y organizó un equipo de política exterior de trescientos expertos, pide sanciones contra Chávez por apoyar el terrorismo y el lavado de dinero. Esta revelación impulsó a Chávez a opinar que él votaría por el republicano John McCain, un severo crítico de Chávez que visitó Colombia recientemente para apoyar su guerra contra las drogas y las FARC. Días después Chávez dijo que no había diferencia entre Obama y McCain -a quienes veía como defensores del imperio del mal. “No nos engañemos, es el imperio y el imperio debe caer”, dijo Chávez. “Ésa es la única solución: que llegue a su fin”. Chávez aprenderá qué significan esas palabras.

Chávez le ha declarado la guerra a Estados Unidos en cientos de ocasiones en los últimos años, pero Bush no le hizo caso para evitar un corte del suministro petrolero. Eso fue un error. El crudo pasó de 50 a 150 dólares mientras Bush miraba hacia otro lado. De hecho, Bush incitó a Chávez al no prestarle atención. Durante la gestión de Chávez, la producción de PDVSA se redujo en tres millones de barriles diarios menos de lo que estaba previsto para 2008, un déficit que impulsa el creciente precio del barril.

Venezuela e Irán también han estimulado la prima por riesgo político que se paga por el petróleo mediante innumerables amenazas de guerra, terrorismo y embargos petroleros, al tiempo que alejan a la OPEP de la moderación saudita y la acercan al día de un barril a 200 ó 300 dólares, como pronostica Chávez. Su respaldo a las FARC, Hezbolá y las amenazas iraníes es una prueba contundente para McCain y Obama, aunque no lo sea para Bush, de que se debe prestar atención a su guerra contra Estados Unidos.

Los estadounidenses dan a Chávez cuarenta millardos de dólares anuales, dinero que él usa no para eliminar la pobreza en Venezuela, sino para librar una guerra petrolera contra Estados Unidos. Algunas sanciones de Washington contra el terrorismo acabarían ese subsidio. Si Obama es elegido, Chávez quizás deba reconsiderar quién es el diablo.

Cortesía http://www.eluniversal.com/

El primer presidente

un artículo de Armando Añel

El discurso de Saint Paul durante el que Barack Obama oficializó su candidatura a la Casa Blanca por el Partido Demócrata, debe haber dejado echando humo a la arcaica dirigencia cubana. Debe haber puesto en ebullición –hasta evaporarlas- las escasas neuronas que aún sobreviven en el cerebro de Fidel Castro, quien probablemente lo escuchó sobrecogido en su sillón, o su lecho, de muerte, sacudido por el temblor de lo inimaginable. “Una revolución otra vez” puede haber musitado, en un arranque de estupor y/o impotencia, el mayor de los hermanos. Porque a diferencia de la castrista –y en la línea genérica de la reaganiana-, la de Obama tiene todos los visos de ser una revolución moderna, flexible, inclusiva. Una revolución sin fusilamientos, prohibiciones ni confiscaciones. Como suelen serlo las americanas.

No es temprano para hacer comparaciones. Si en su momento la revolución encabezada por Ronald Reagan representó el triunfo del espíritu americano, de las esencias de una nación cuya democracia continúa siendo la más vibrante, poderosa y competente del mundo, Barack Obama constituye un triunfo de la imaginación y la creatividad americanas, un producto universalizado, o pluralizado, de esas esencias. La vieja Europa, acostumbrada a sermonear a Estados Unidos en casi todos los frentes, ha sido incapaz de desovar al primer presidente globalizado del Occidente moderno. Una vez más, Norteamérica está a punto de adelantársele. Entre otras cosas, porque el senador por Illinois es fruto de un contexto mundial –precisamente, el de la revolución de las telecomunicaciones e Internet- que Estados Unidos ha contribuido a consolidar como ningún otro país civilizado.

Así como Internet está a punto de alumbrar al primer presidente de su historia -entre otros factores, pero en primerísimo orden, es gracias al ciberespacio que Obama ha llegado a donde ha llegado-, el mundo está a punto de coronar al primer presidente verdaderamente globalizado de la contemporaneidad. Un afroamericano nacido en Hawai, de madre estadounidense, padre keniano y padrastro asiático, que vivió parte de su infancia en Indonesia para luego retornar al seno de su familia materna (blanca) en Estados Unidos. Un producto de la globalización, cuyo principal exponente sigue siendo ese fenómeno histórico llamado “América”.

En lo referido a la política hacia Cuba, Barack Obama ya ha despejado algunas dudas importantes. Apoya la ayuda directa que pueda ofrecer Estados Unidos a la disidencia en la Isla, así como la de fuentes privadas. Apoya las restricciones sobre los viajes turísticos de ciudadanos norteamericanos a Cuba. Apoya las restricciones al comercio entre ambos países mientras no ocurra una transición hacia la democracia en suelo cubano. Y está a favor de negociar un servicio de correos directo y una mejoría del sistema de telecomunicaciones –cómo no habría de estarlo este producto de Internet- que facilite la interacción entre ambas orillas. Son puntos a favor de un candidato con muchas posibilidades de instalarse en el Despacho Oval.

El exilio cubano, sobre todo la comunidad cubanoamericana del sur de la Florida, debería empezar a prepararse para amortiguar las desventajas que una eventual presidencia de Obama implicaría para la causa de la libertad de Cuba –las desventajas de su vasta inexperiencia, por ejemplo-, pero también para aprovechar las ventajas, que ni son pocas ni insustanciales. Probablemente, sobre todo de cara a las mayoritarias poblaciones negra y mestiza, una presidencia de Obama desmontaría una zona particularmente álgida del discurso totalitario, y todo ello sin levantar incondicionalmente el embargo (una de las principales columnas del edificio castrista, ya se sabe, es la de su discurso ultranacionalista y antiamericano). Ahora mismo, el senador demócrata refuta numerosas áreas del tradicional discurso revolucionario, revelando su contenido oscurantista y excluyente. Mostrándolas como lo que son: una rémora del pasado.

A fin de cuentas, las revoluciones americanas suelen terminar en la Casa Blanca. Y ésta no tiene por qué ser la excepción.

Cortesía http://www.diariolasamericas.com/



De Armas: Miami o la séptima provincia

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artículo de Armando de Armas originalmente publicado en alemán en la revista Lettre Internacional de Berlín

Una ciudad se conoce por sus bares. Por sus bares y sus putas, afirmó alguien alguna vez. Los bares y las putas de Miami son una mierda. Miami-Mierda (aplausos prolongados de la progresía en medio mundo).

Las putas de Miami suelen ser sucias, feas y contrahechas, y suelen cobrar en especie, es decir, cocaína en piedra, y suelen amanecer decapitadas en los tanques de basura. Hubo un célebre decapitador de putas. El Decapitador de la Calle Ocho, que mereciera un poemario de Néstor Díaz de Villegas ( Confesiones del estrangulador de Flager Street-1998). Claro que en Miami también hay bellas putas de lujo, pero esas no son putas, sino ejecutivas.

Y en cuanto a los bares, están los bares de la buena y puntual muerte, y los otros, tan limpios y acristalados, tan refrigerados y convenientemente decorados, tan suaves y asépticos que no son bares, sino oficinas donde se venden bebidas alcohólicas y donde no es fácil la comunicación.

Miami también es uno de los pocos lugares de este planeta donde un inmigrante que huye despavorido de las guerrillas que quieren liberarlo, de estados gigantomas y corruptos, del narcotráfico, la tiranía y el hambre, puede aspirar, en un plazo más o menos corto, a una vida más o menos próspera, más o menos segura, más o menos civilizada. No dependiendo para lograrlo más que de su capacidad y de su suerte.

¿Que existen trabas a la inmigración, abusos contra el inmigrante? ¿Que frecuentemente los guardacostas reciben a manguerazos de agua a escuálidos balseros escapados en increíbles botes de ese Gulag en forma de caimán que está sólo unas millas más al sur? Por supuesto que sí, pero bastante menos que en otras partes del país o del mundo. ¿Se imagina a un pobre indio guatemalteco que allá en el México solidario aspirase a la ciudadanía azteca?

Miami es, hoy por hoy, el único lugar del planeta donde ser cubano no es un estigma todavía. Por supuesto que en ello, como en todo, hay sus gradaciones, y no hay peor lugar para ser cubano que la propia Cuba.

Miami es cubano. No se tiene ni idea de cuán verdadero puede llegar a ser ese exagerado lugar común hasta que se le visita, aunque en honor a la precisión hay que añadir que Miami es cada vez más un conglomerado cosmopolita donde conviven, sin mezclarse, múltiples nacionalidades, mayormente centro y suramericanas. Hay que decir también que el cacareado Melting Pot de la sociedad norteamericana muestra su más rotundo fracaso en Miami. Culpables de esto son los obcecados cubanos que después de medio siglo de exilio se niegan a integrarse plenamente (excepto para lo que les conviene) a la cultura anglo. Lo que ha permitido a otros grupos conservar su cultura y sus costumbres y no tener que hablar inglés para trabajar, e inclusive para prosperar, en Estados Unidos.

Desde mediados de los años ochenta los alcaldes de Hialeah, West Miami y numerosos municipios menores eran cubanos, además de que en la legislatura estatal de la Florida había ya desde esa época diez cubanoamericanos instalados. Al presente, la mayoría de los alcaldes de las más importantes de las numerosas ciudades del condado Miami-Dade son de origen cubano; así, el alcalde fuerte del condado, Carlos Álvarez, es de origen isleño, mientras que tres cubanoamericanos de Miami, Ileana Ros-Lehtinen, Lincoln Díaz-Balart y Mario Díaz-Balart, son miembros del Congreso de Estados Unidos. Por no hablar de que un gran por ciento de concejales, policías, bomberos y funcionarios en general de las municipales de Miami-Dade provienen de la isla.

Con el apoyo de la fuerza política originada en Miami, en Washington hay dos senadores cubanoamericanos: Mel Martínez, de Orlando, y Bob Menéndez, de New Jersey. Además del legislador federal Albio Sires, también de New Jersey, y el secretario de Comercio de Estados Unidos, Carlos Gutiérrez. Debe destacarse, por otra parte, que el electorado cubanoestadounidense jugó un papel clave en las elecciones presidenciales que llevaron a los dos mandatos del presidente George W. Bush, y sin duda alguna lo jugará igualmente en la elección del próximo mandatario en noviembre.

En Miami se encuentra la cuarta universidad más grande del país, la Florida International University, FIU, cuyo rector es el cubano Modesto Maidique. Miami cuenta con tres eventos culturales de índole internacional, donde los hispanos, y fundamentalmente los cubanos, tienen un peso importantísimo: La Feria Internacional del Libro de Miami, encabezada por el cubanoamericano Eduardo Padrón -quien además es el presidente del Miami Dade Collage-, el Festival Internacional de Teatro Hispano y el Festival Internacional de Cine de Miami.

El Penclub Internacional de Londres cuenta con un capítulo en la ciudad de Miami, el Penclub de Escritores Cubanos Exiliados, cuyo presidente es el poeta Armando Álvarez Bravo, y cuenta con un aproximado de setenta miembros. Como se sabrá, y acorde con las directrices de Londres, para ser miembro del PEN se requiere tener al menos dos libros de cierto renombre publicados.

En Miami murieron los escritores Eugenio Florit, Lydia Cabrera, Enrique Labrador Ruíz y Carlos Montenegro, y aquí vivió intermitentemente, odiándola y queriéndola, el maldito Reinaldo Arenas. En un asilo miamense se reventó la cabeza de un disparo de pistola el narrador Guillermo Rosales, y desde este enclave surfloridano se fueron al otro barrio los novelistas Carlos Victoria y Reynaldo Bragado Bretaña. Todos ellos un día brutalmente deyectados de la isla, prófugos del futuro luminoso. En Cuba se cuenta un chiste: “Los cubanos de Miami están atrasadísimos, se comen los mismos pan con bistés, las mismas masas de carne de puerco frita y los mismos pastelitos de guayaba y queso que nosotros nos comíamos acá hace 50 años”.

La verdad es que la ciudad es una especie de cápsula en el tiempo y se encuentra todavía en plena Guerra Fría, que a veces se calienta peligrosamente, como en el caso del niño balsero Elián González o la captura y enjuiciamiento de una red de diez espías castristas implicados en el asesinato en el aire y a mansalva de cuatro jóvenes integrantes de la organización humanitaria Hermanos al Rescate, operación ejecutada por dos Migs de combate pertenecientes a la fuerza aérea cubana, reliquias de la era soviética.

Miami es una ciudad maldita. Los cubanos que en ella habitan han sido nombrados con epítetos tan elogiosos como el de escorias, mafiosos y gusanos. Pero -¡oh, magia de la lengua!- esos vocablos han ido con los años sufriendo, o gozando, una transmutación que va de lo peyorativo a lo positivo. Hoy, entre los oprimidos de la isla y los escapados de Miami, ser considerados escorias, mafiosos o gusanos da una investidura política y social, una clase y una categoría, envidiables al punto de que muchos llegan a fabricarse unas, en algunos casos, improbables historias en las que en algún momento de sus vidas habrían sido escorias, mafiosos o gusanos.

La satanización de Miami, del exilio de Miami, responde a una campaña cuidadosamente montada y dirigida machaconamente desde La Habana. Lo curioso es que a ese juego se han prestado figuras intelectuales o políticas que por nada del mundo se atreverían a llamar ñato a un ñato, cojo a un cojo y terrorista a un terrorista, pero que, por un inusitado ataque de valor lexicológico no dudan en llamar escorias y mafiosos y gusanos a los cubanos de Miami. Entre los que así nombran a los miamenses ha habido y hay de todo, desde los ingenuos de siempre hasta los de la mucha y mala leche de siempre.

Cierto que mucha de esa gente en los últimos años ha tomado prudencial distancia de una dictadura que pulveriza aviones civiles en el aire, que hunde barcos con hombres, mujeres y niños a bordo, como el Remolcador 13 de Marzo, o fusila a tres jóvenes negros tras juicio sumarísimo y sin las mínimas garantías procesales que procuraban a toda costa escapar de esa jauja de la igualdad racial que es la finca de los hermanos Castro.

Entre esa gente hay casos de una testarudez o hijeputez de espanto, casos crónicos como el de los Nobel literarios Gabriel García Márquez y José Saramago, o el del novelista Manuel Vázquez Montalbán, quien legó un mamotreto laudatorio de Fidel Castro titulado Y Dios entró en La Habana.

Miami es, por contraposición, la prueba de la gran estafa que ha sido la revolución cubana y sus enfáticas aseveraciones. Miami es un mito, pero sobre todo es la evidencia para el desmontaje de ese otro mito, feroz y mierdero, que como un fantasma recorrió la mayor parte del siglo que pasó bajo el nombre de comunismo.

Cuando hace cincuenta años partieron los primeros exiliados, de todas las clases pero mayormente de las clases media y alta, cuentan que Fidel Castro dijo a uno de sus colaboradores más cercanos: ¡A enemigo que huye, puente de plata! Pensaba con cierta lógica el ahora moribundo en jefe que los cubanos que huían se integrarían pronto a la sociedad norteamericana y se olvidarían de la isla que atrás dejaban.

No fue así. Ni se integraron ni mucho menos, en su mayoría, olvidaron la desdichada isla que dejaron atrás. Más aún, el centro de la oposición al régimen militar cubano estuvo por muchos años asentado sólo en Miami, o en las cárceles en Cuba. No era la primera vez que la oposición a regímenes en la isla se hacía desde el exterior. Fue lo que ocurrió en Tampa y Cayo Hueso cuando el exilio de las guerras de 1868 y 1895 contra España, fue lo que ocurrió en Miami cuando la revolución de 1933 contra Gerardo Machado y después cuando la revolución contra Fulgencio Batista, a finales de los años cincuenta. No obstante, cada vez más en los últimos tiempos la oposición a la dictadura comunista ha ido teniendo su centro en la isla. Miami ha pasado a ser como la retaguardia, el apoyo moral, y en menor medida material, de los que en Cuba hacen oposición. La caja de resonancia de los que allá se atreven a hablar, la voz de los que no tienen voz. Sin Miami, la verdad, no habría oposición al régimen cubano.

Contrariamente a lo que comúnmente se cree, no es el gobierno de Estados Unidos el interesado en presionar a La Habana para que se democratice, y no son los exiliados cubanos, como se ha afirmado, marionetas del imperio. Son los exiliados, precisamente, los que se han sabido insertar en la política norteamericana, los que han cabalmente entendido como funciona la política del gobierno en este país. Han entendido la paradoja de un gobierno que es uno y muchos gobiernos, uno multifacético y maleable, uno en el que conviven los elementos que le ayudarían junto a los elementos que le eliminarían, y han aprovechado esa circunstancia paradojal para arrimar la brasa a la sardina cubana, para que el problema cubano no se olvide. Más: para que sea un problema de política doméstica, para que existan las leyes y medidas que apoyen y demanden la democracia en la isla.

Esto es un logro fundamental del difunto Jorge Mas Canosa y lo que en un tiempo fuera la más influyente organización del exilio cubano, la Fundación Nacional Cubano Americana. Esa que, según reconoce con fastidio un estudio del Centro para la Integridad Pública de Washington, era la entidad de cabildeo étnico más eficaz en la capital estadounidense, tanto que superaba inclusive al cabildeo hebreo. El estudio se refiere a lo que llama papel poderoso y temible del grupo exiliado en la configuración de la política exterior de Estados Unidos respecto a Cuba, y desbarra contra el acceso de Mas Canosa a los centros de poder no sólo de Norteamérica, sino del mundo.

Lo que sí parece ser cierto es que, sin la militancia del exilo cubano, Estados Unidos probablemente hubiese acabo por arreglarse, como ya ocurrió con China y en menor medida con Vietnam, con la más feroz tiranía padecida en todo el Hemisferio Occidental.

La verdad parece ser que Miami se levanta como la única revolución verdadera llevada a cabo por los latinoamericanos. Si revolución fuera, como suelen asegurar los mismos revolucionarios, un cambio radical para garantizar el progreso y el bienestar del pueblo, y eliminar el hambre y la pobreza, esa revolución donde ha ocurrido es en Miami. A la cabeza de esa revolución, para disgusto no sólo de Castro sino de los progres del mundo, han estado los cubanos que en 1959 comenzaron a arribar a una ciudad playera para ancianos retirados, y sobre sus extensos arenales y su profusa red de canales plagados de cocodrilos levantaron ese emporio comercial que es hoy la ciudad. Revolución postmoderna, probablemente la única en la historia que se haya hecho con los pies, pies en polvareda. Revolución, cosa rara, hecha sin violencia, pero parida por la violencia. Hecha por los que huyen de la violencia.

En Miami se rompen los esquemas. Por ejemplo, se revierten unas relaciones marcadas por las invasiones y conquistas del norte sobre sus vecinos del sur. Ahora los que invaden y conquistan son los vecinos del sur, e imponen su idioma como nunca hizo o pretendió hacer el norte. Es una invasión y una conquista lenta y silenciosa, pero sostenida y eficaz, sin hazañas y sin héroes estridentes. Es la conquista del laboreo consistente, del esfuerzo y la iniciativa individual en un sistema regido por las leyes y el libre mercado.

El exilio cubano está conformado por cerca de un millón de bípedos en todo el Condado Miami-Dade, condado que cuenta con un aproximado total de dos millones de bípedos desperdigados por su extensa geografía. Bueno, pues ese millón de bípedos cubanos produce casi el doble de todo lo que producen sus parientes allá en la isla, y contribuye decididamente a que el presupuesto anual de dicho condado, unos cuatro mil millones de dólares, sea superior al de la mayoría de todos los países centroamericanos. Las pequeñas editoriales cubanas de Miami editan más títulos en un año que todos los que ha editado la isla de 1990 para acá. En Miami, como se ha pretendido en son descalificador, y por desgracia diríamos, no todos los cubanos son ricos y las factorías de Hialeah están repletas de isleños que sudan la gota gorda para ganarse el sustento.

Miami no es Cuba, pero se le parece. Miami es la otra Cuba, la Cuba posible. La Cuba con la que sueñan todos en la isla, la de una Enmienda Platt rediviva y extendida, como ha dicho el profesor Emilio Ichikawa. Desde Miami se aprende a conocer y a querer a Cuba, a no sentir vergüenza de ser cubano. Miami es un modelo, el único quizá, para la reconstrucción de una Cuba futura. No un modelo arquitectónico, como es lógico, pues la mayoría de los cubanos estarían conscientes de los aciertos de la arquitectura isleña, o de lo que queda de ella, para venir a contaminarla con el espanto de los malls miamenses. Pero acá están sin dudas los capitales necesarios para una eficaz reconstrucción, y acá se habrían ejercitado los cubanos para ejercer un día, allá en la isla, la democracia.

Miami, ya es un lugar común decirlo, está poseído por el olor y el sabor de la cocina y el café cubano. En Miami se venden frutas cubanas que muchos en la isla olvidaron, que los más jóvenes ni siquiera conocieron. Frutas como el mamey y el anón y la piña, frutas cantadas ya por Silvestre de Balboa y Troya de Quesada, un canario aplatanado en Cuba, en su extenso poema Espejo de paciencia. Poema considerado, quizá con exagerado entusiasmo, la obra literaria que marca el nacimiento y balbuceo de la nacionalidad cubana allá por el siglo XVII.

Es cierto que los bares y las putas de Miami son un horror, pero también es cierto que no se está uno las 24 horas en un bar, y muchísimo menos, por desgracia dirían algunos, sobre una puta. Ciertamente Miami no es Cuba, pero ciertamente, entre los ambientes mafiosos de la Calle 8, corre un insistente y alarmante rumor: conjurados isleños, exaltados miembros de una secretísima logia, estarían laborando en una conspiración para, a la caída del castrismo, anexar Miami a la isla y convertirla en su séptima provincia.



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El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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