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Letras americanas

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Este 4 de julio se celebra un aniversario más de la independencia de Estados Unidos. Como homenaje, Cuba Inglesa reproduce fragmentos de la entrevista que aproximadamente tres años atrás, tras la reelección del presidente George W. Bush, concediera quien es uno de los clásicos vivos de la literatura norteamericana: Tom Wolfe.

La entrevista, si mal no recuerdo, apareció originalmente en El País, pero no he podido localizarla in situ, tampoco el nombre del periodista que la realizara. Contiene momentos interesantísimos en torno a ciertas clasificaciones políticas y, en general, a la cultura y el carácter americanos:

¿Usted votó a Bush?

Voté a Bush. No creo que el 11-S fuera un ataque cualquiera; alguien tenía que actuar, y Bush lo hizo. Por eso había que ir a la guerra en Afganistán. Y luego había que hacer algo más. Lo de Irak quizá fue una guerra equivocada, pero… No digo, ni mucho menos, que éste sea el mejor Gobierno que haya habido jamás, pero algo más había que hacer. Incluso aunque después las cosas se deterioraran, Bush hizo lo que tenía que hacer.

¿Bush ganó por la guerra o fue por los valores y la religión?

Si mira el mapa electoral verá que los resultados no son muy diferentes a los de 2000. La guerra ha tenido poco que ver. Y la religión…, no es que haya o no una derecha religiosa, es que hay mucha gente que es religiosa. Este país ha sido siempre tremendamente religioso. Ya De Tocqueville, en 1830, escribió que EE UU era la nación más religiosa del mundo, después de los países islámicos. Yo crecí entre esa gente a la que llaman la derecha religiosa. Eran personas de lo más normal. Todo el mundo era así, incluso los ateos. Nunca conocí a nadie que se proclamara ateo. Aunque uno fuera ateo, iba a la iglesia, que era lo que hacían las personas respetables. No por eso era de derechas. En cambio, aquí en el Este vivo entre escritores y periodistas, que son un grupo de gente mucho más laico, muy racional, o por lo menos eso creen ellos, y consideran que las creencias religiosas son una señal de vaciedad.

En Europa está muy extendida esa visión de la sociedad y la cultura norteamericanas, o la opinión de que Bush es un ‘cowboy’.

Seguramente, los comentaristas europeos deben de prestar atención a lo que dicen los de Nueva York. No hay nadie más que les escuche. Tal vez en Washington, pero nada más. Y lo que consiguen es que se extienda la falsa idea de que en EE UU todo el mundo opina eso de George Bush. Yo he tenido la ocasión de estar con Bush algunos minutos, hablar con él de literatura, y me pareció tan inteligente como el director de The New York Review of Books, considerada como la principal publicación literaria. No es que el director de la revista no sea inteligente, que lo es; es que Bush no es ningún idiota. Recuerde a Eisenhower, que fue presidente durante dos mandatos. Decían que era idiota; en las ruedas de prensa, su sintaxis era horrible, empezaba frases y no las terminaba. Era verdaderamente tonto; lo único que había hecho era ganar la II Guerra Mundial. Pues si eso es lo que hace falta para ganar guerras como aquélla, a lo mejor nos hacen falta unos cuantos idiotas más. O Reagan: de él decían lo mismo que se dice de Bush. Lo único que hizo, aquel idiota, fue ganar la guerra fría y forzar la caída de la Unión Soviética. Si eso es estupidez, que me den unos cuantos estúpidos. Yo hablo con gente no sólo en Europa, sino también aquí, en Nueva York; intelectuales convencidos de que tienen toda la razón y de que los americanos son estúpidos, que no tienen nada en la cabeza y se dejan engañar.

Pero…

Yo creo que este país es una democracia, y que a veces, seguramente, no ha elegido a personas con el máximo coeficiente intelectual. Pero no me parece que le haya ha ido nada mal, ha logrado bastantes cosas. Si se mira la lista de premios Nobel de Ciencias de los últimos 50 años, no está nada mal. Si pensamos en la invención y el desarrollo de los ordenadores, todo se debe a esa gente estúpida del Medio Oeste y el Oeste, porque en el Este, cuando uno tiene un hijo muy inteligente, no está bien visto que se dedique a la ingeniería, algo considerado ligeramente mejor que un trabajo manual. En el resto del país, los padres están encantados de que sus hijos se dediquen a esas cosas. Yo no tengo reparo –y esto me causa siempre un montón de problemas– en decir que Estados Unidos es un país maravilloso. Pero decir eso me convierte automáticamente en un paria.

¿Por qué?

Un escritor no puede decir que EE UU es un país maravilloso. No puede. Si alguien se atreve, que me lo presenten. Nadie que tenga una reputación literaria dice esas cosas. Si usted se encuentra con alguno en sus viajes, por favor, dígamelo. Aquí, como sabe, la bandera está por todas partes, y yo, a veces, llevo una pajarita con la bandera de Estados Unidos, o una insignia, y es como enseñarle un crucifijo a un vampiro; los escritores enseguida se retuercen y gritan: “¡No, qué horror, sal de la habitación!”. Pero a mí me divierten mi pajarita y mi insignia… Y acabo de comprarme unas zapatillas de deporte que también tienen la bandera. La gente del gimnasio al que voy no son intelectuales. Seguro que les gustan las zapatillas. Pero si me las pusiera para pasear por Tribeca, seguro que correría peligro [risas].

Bueno, usted está considerado como un escritor conservador.

En realidad, yo no debería decir que EE UU es un país maravilloso, porque sólo va a servir para empeorar las cosas. Tiene que explicar a sus lectores que es una cosa que he dicho sólo de paso, y que el libro no trata de eso, que es la historia de una chica inocente… [risas]. No hay política como tal en el libro. Ni en ninguno de mis libros, por lo menos en los más extensos. En Lo que hay que tener, que hablaba de los primeros astronautas, ¿dónde está la política? La hoguera de las vanidades, ¿era conservador o era progresista? Me llaman conservador, pero nadie sabe decirme qué es lo que pienso, qué es lo que quiero. Me lo llaman porque me burlo de la gente que valora la indignación moral por sí misma. Es lo que uno tiene que hacer cuando es progresista: tiene que estar siempre indignado por alguna cosa. Una vez, en los años sesenta, asistí a una conferencia en una universidad. Había varios intelectuales que estaban en contra de la guerra de Vietnam. Yo estaba escribiendo sobre los cambios en el comportamiento de los jóvenes. Allí estaban Günter Grass, Allan Ginsberg. Ginsberg no paraba de explicar que este país se estaba volviendo fascista, que todo presagiaba una época como la de Hitler. Y yo de pronto no pude más y estallé: “¿Pero de qué habla? Estamos en plena explosión de felicidad en este país”. Y era verdad. La gente ganaba mucho dinero, era la época del twist, la Bolsa no paraba de subir… Evidentemente, Vietnam era horrible; pero, aparte de eso, el resto del país vivía bien. Y entonces, Günter Grass, que no era precisamente un conservador, dijo: “Si fuera verdaderamente un Estado fascista, esta escena sería muy distinta. Usted lleva media hora hablando en contra de su Gobierno. Los nazis no le habrían dado esa media hora. Habrían entrado al cabo de cuatro minutos, y la reunión se habría terminado”. Todo el mundo se quedó impresionado, porque, al fin y al cabo, él sabía de lo que estaba hablando.

¿Qué América quiere usted contar en sus libros?

Mi única misión es descubrir. Éste es un país muy raro, y no quiero que nadie crea que yo entiendo todo lo que pasa aquí. Por eso me gusta salir por ahí, hablar con gente que no es como yo y tratar de entender lo que hace. Hay mucha libertad en este país; puedes poner en pie lo que quieras, cualquier cosa. Unos gánsteres crearon Las Vegas; lo interesante no es que fueran gánsteres, sino que no tenían formación; hay pocos gánsteres que acaben el bachillerato. Pero tenían libertad y dinero para crear Las Vegas, y eso es lo que me resulta interesante, no si debería existir Las Vegas o no.

Un artículo polémico

Roberto Luque Escalona, autor de un libro que disfruté mucho a mis veinte años, Los niños y el tigre, acaba de publicar un artículo francamente polémico, que el lector puede localizar completo en la página de Emilio Ichikawa. Más allá de las alusiones personales, hay ahí un tema de fondo que me parece debe rescatarse, y debatirse. Reproduzco algunos fragmentos:

“La primavera pasada (en Milán hay primavera) la Editorial Spirali publicó una colección de cinco libros de autores cubanos: Contra toda esperanza, de Armando Valladares, Escrito sin permiso, de Manuel Vázquez Portal, Mitos del antiexilio, de Armando de Armas, Saturno y el juego de los tiempos, de Carlos Carralero y Lorenzo y el cordero del diablo, de este holginero que escribe y juega en (el) Milan (sin acento). Los tres primeros, memorias de la cárcel y un ensayo sobre la demonización del exilio, en italiano. Los dos últimos son novelas en ediciones bilingües.

“Que yo sepa, fuera de Cuba nunca se había llevado a cabo una empresa editorial de esta envergadura con autores cubanos. Sin embargo, ha sido ignorada por la prensa escrita (con la natural excepción de Libre), radial y televisiva de esta ciudad que llaman la Capital del Exilio. Me pregunto si tan sólida indiferencia se deberá a que los cinco autores tienen historial de enfrentamiento a la tiranía en Cuba, a que todos han pasado por las cárceles o los centros de detención, lo cual sería un factor a tomar en cuenta si acaso decidieran participar en la política de producirse la democratización del país; por si no me entienden: esos tipos son de los hacen o pueden hacer sombra. Quiero señalar que cuatro de ellos viven en Miami. Para mayor desdicha, ninguno es homosexual (…).

“El problema es viejo, por no decir antiguo. Se llama envidia. Envidia y mezquindad, si los quiere en plural, que fueron la causa de que nuestro país entrara en “este callejón sin salida, sin vislumbres, rodeado de muerte” de que hablara Lezama. En todas las naciones hay envidiosos, pero cuando su número alcanza cierta magnitud, la nación que los produce se hace inoperante. De la envidia se nutren las revoluciones”.

Algunos de los títulos mencionados por Luque Escalona pueden ser adquiridos, en español, en la librería de Salvat en Miami: http://www.ediciones.com/index2.htm

Concurso de poesía juvenil

El activismo literario de la editora y poetisa cubana Maricel Mayor Marsans, residente en Miami, pica y se extiende. Esta vez la revista que dirige patrocina, junto al Centro Cultural Español de esta ciudad, un concurso de poesía para jóvenes. Una muy meritoria iniciativa. He aquí las bases:

El Centro Cultural Español de Miami y Ediciones Baquiana convocan al primer concurso de poesía “Nuevos valores de la poesía hispana”. El objetivo de este certamen es potenciar la cultura en el ámbito de este género literario y apoyar a los poetas más jóvenes. El resultado de esta convocatoria consistirá en la publicación del poemario ganador, con una tirada de 500 ejemplares, una placa de reconocimiento, la presentación del libro en un acto público en el CCE de Miami y la promoción del mismo, a través del portal cibernético de la Revista Literaria Baquiana.

Bases

1. Podrán optar poetas de cualquier nacionalidad, residentes del área del Sur de la Florida (Condados Broward, Charlotte, Collier, Glades, Hendry, Lee, Martin, Miami Dade, Monroe y Palm Beach), con una edad comprendida entre los 18 y 39 años, siempre que sus trabajos estén escritos en la lengua española.

2. Las obras presentadas deben ser originales e inéditas, admitiéndose un solo trabajo por concursante.

3. El tema será libre y la extensión de los originales no podrá ser inferior a 500 versos.

4. Los trabajos no deberán firmarse, presentándose bajo lema, con las hojas unidas, numeradas y escritas por una sola cara, usando el tipo de letra "Times New Roman", tamaño 12, debidamente grapadas, presilladas o encuadernadas. Se presentarán cinco ejemplares de la obra. Los trabajos vendrán acompañados de un sobre cerrado o plica, en cuyo exterior se repetirá el lema, figurando en su interior los datos personales del concursante, dirección y teléfono, así como un breve “Curriculum vitae” y copia de los documentos que acrediten su edad y domicilio en el Sur de la Florida.

5. El plazo de admisión de los originales quedará abierto a partir del día 1 de julio de 2008 y terminará el día 1 de septiembre de 2008, teniendo en consideración aquellos que, pese a llegar posteriormente, reflejen en el matasellos una fecha anterior a la del cierre de la convocatoria.

6. El fallo del poemario ganador será anunciado a través de un comunicado electrónico del CCE de Miami y Ediciones Baquiana el 1 de octubre de 2008.

7. El Centro Cultural Español de Miami y Ediciones Baquiana procederán a la edición y publicación de la obra ganadora. El ganador recibirá 100 ejemplares, para su distribución personal, como parte del premio.

8. La composición del jurado se dará a conocer con el fallo del premio. Las decisiones del mismo serán inapelables.

9. No se mantendrá correspondencia con los particulares y los originales no premiados serán destruidos.

10. La presentación de originales a esta convocatoria implica la plena aceptación de las presentes Bases.

11. Los interesados, podrán enviar sus poemarios por correo postal a la siguiente dirección:

Centro Cultural Español de Miami

800 Douglas Road, Suite #170

Coral Gables, Florida. 33134



Crónicas de Thamacun (II)

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La polémica en torno al surgimiento y desarrollo de Cuba Inglesa, como de su antecesora Thamacun, sigue viva. Entre los historiadores, durante mucho años se impuso el método tradicional, que dividía en dos etapas la cronología del islote: una primera conocida (no sin cierta ironía) como “la revolucionaria”, que comprende las crónicas de la comunidad geográficamente asentada –Thamacun-, y una segunda –“la exiliada”- en la que la comunidad eclosiona y resurge como espacio virtual. Como Cuba Inglesa propiamente.

Pero el prestigio del método tradicional ha mermado con el tiempo, básicamente a consecuencia de la sobrepoblación desatada por Internet. Así, se ha impuesto paulatinamente el llamado “método moderno”, que historia el surgimiento del islote y de su descendencia virtual alrededor de los tres grandes éxodos que determinaron el devenir de la comunidad.

El Primer Éxodo sobreviene a finales del siglo XIX, en vísperas de la independencia de Cuba, con los británicos abandonando Thamacun. Se sabe que en poco menos de tres meses cerca de seis mil personas, el grueso de ellas de nacionalidad inglesa o descendientes directas de

los ingleses, partieron hacia Gran Bretaña. La minoría permanente asumió la independencia del islote sin mayores estridencias, convencida de que una política basada en la discreción, y aun en el hermetismo, resultaba vital para su supervivencia.

Hacia 1903 un censo local, del que el Diario de la Marina se haría eco, calculaba la población de Thamacun en unos nueve mil seiscientos habitantes. Apenas un lustro después del Primer Éxodo el crecimiento se había disparado, con el añadido de varios cientos de inmigrantes de la vecina Cuba. Es alrededor de esta fecha que el tema de la anexión toma alguna fuerza al interior de los circuitos de poder cubanos. Incluso, ciertos historiadores consideran que en buena medida esto se debió a la cobertura del Diario de la Marina, demasiado explícita para el gusto del nacionalismo criollo, o francamente interesada.

Pero el gobierno de Tomás Estrada Palma no iría más allá de algún que otro tanteo diplomático, convencido de que la asimilación voluntaria del islote era cuestión de tiempo. Por aquella época, la creencia de que Thamacun terminaría en brazos de la “Madre Patria” (Cuba) –espontáneamente en brazos- no carecía de ascendente entre las elites cubanas.

Cortesía http://www.letrademolde.com/



Inédito de Emilio Ichikawa

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Intelectuales de todos los países, uníos

un artículo de Emilio Ichikawa

A diferencia de otras posiciones doctrinales, al marxismo le es muy cara la conquista de una base social. No se trata de un solipsismo, un elitismo o una variante de anarquismo centrada en el sujeto individual: al marxismo le interesa la revolución y la fuerza capaz de llevarla a cabo. Una fuerza colectiva.

Aun cuando el pensador marxista no trabaje en una fábrica o en un puerto sino en un tranquilo campus universitario de New Haven o Emory, tendrá un minuto del día para expiar su culpa y declarar –claro que sin creerlo- que odia la falsa vida profesoral prefiriendo estar al lado de la “gente sencilla y trabajadora”.

Este “querer desde fuera”, que Isaiah Berlin estudia en casos contrapuestos como Disraeli y el propio Marx, es un gran pecado desde el punto de vista marxista; así sólo sea por aquello de que la teoría debe estar en armonía con la práctica. Por no estar, la mayoría de los profesores de marxismo en Estados Unidos ni siquiera marchan en las protegidas exhibiciones contra la globalización y el capitalismo. Van sus estudiantes. Ellos no van: aunque algunos fueron.

Marx le echó el ojo inmediatamente a la clase obrera como la “base social” de su teoría. Ya en La Sagrada Familia (1844), una obra escrita junto a Engels, dice esperar de aquella la transformación radical de la realidad. ¿Por qué la clase obrera? Pues por muchas razones, sobre todo de carácter moral, político y social, incluso estético antes que científico.

No es hasta veinte años después, cuando se publica el primer tomo de Das Kapital, que Marx “demuestra” que es la propia lógica de la economía capitalista la que lleva a una teoría como la suya y a un portador social como el elegido por él.

Fue el joven Engels, con sus informes epistolares desde Inglaterra, quien le mostró a Marx la existencia de un mundo obrero lleno de energía política e intelectual. Engels le hablaba de las condiciones de vida del obrero ( working class, proletario, para algunos sinónimos, para otros teóricos no), de la transparencia política del debate espiritual en medio de la más crítica miseria y Marx, sabedor del alcance revolucionario de la teoría, le apuntaba: “Hay que sumar a esa opresión, la conciencia de la opresión.” Es decir, agregarle argumentos a un mundo, en estado de inconciencia, todavía se podía aguantar. Escamotearle el opio al pueblo; es ese uno de los caballos de batalla del marxismo. El opio, es decir, la Coca-Cola, el jean, los Beatles, el opio.

El marxismo fue precisamente eso en sus inicios: un intento por hacer aún más insoportable la vida de la clase trabajadora, un programa para ponerle los nervios políticos a punto de estallido haciéndola conciente de la explotación en que se encontraba. Esto explica que el periodismo, el manifiesto, el discurso, fueran los géneros literarios dominantes en los primeros tiempos del marxismo. Es sabido que el primer nombre propuesto para El manifiesto fue el de Catecismo comunista, que no gustó a los editores. Lo que a su vez tampoco gustó a los autores, que lo entregaron a desgana, atrasados y con sanción que consta en archivos de la sección en Bruselas de La Liga de los Comunistas.

Después Marx se mantuvo durante mucho tiempo fiel a la especulación filosófica (tan entrenado estaba en la misma, que reaparece visiblemente en partes cruciales de Das Kapital). Fue Engels quien primero se apuntó una investigación social sostenida en la historia del pensamiento marxista (cierto que estimulado por Marx) al escribir La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845).

En los prólogos y cotas a las diferentes ediciones de esta obra, Engels repasa el camino que llevó al marxismo a cambiar su base social. A percibir la “europeización” del proletariado norteamericano y, después, a constatar el proceso de “aburguesamiento” del mismo.

Es una muestra de audacia y honestidad intelectual la comprobación de Engels, ya en 1892, de una realidad contundente: respecto a otros sectores de la sociedad, a fines del siglo XIX la clase obrera se había vuelto conservadora.

Ante esta nueva situación al marxismo revolucionario le quedaban dos alternativas:

1-Cambiar su planteamiento político revolucionario tornándose evolucionista, reformista, parlamentarista, ministerialista (millerandista), que es a lo que se llama hoy “Socialismo del Siglo XXI”.

2-Apelar a otra clase o sector social alternativo para la revolución. A los estudiantes y los intelectuales, por ejemplo, a los cuales se incorpora hoy el gremio de los “revolucionarios profesionales”, más radicales que la “clase trabajadora”.

Ilustración, Omar Santana



Cuba, racismo e igualdad mediática

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Un correo polémico

Un amigo, salido de Cuba recientemente, me escribe a propósito de la apertura de este blog. Aborda el tema racial, dado que escribí semanas atrás un artículo sobre Barack Obama y la influencia que podría ejercer una hipotética presidencia suya sobre la población cubana negra y mestiza (población actualmente mayoritaria en Cuba, digan lo que digan los relajados censos castristas).

El problema racial sigue latente en la Isla y, de cara a un futuro poscastrista crecientemente cercano, habrá que confrontarlo o por lo menos abordarlo más abiertamente. No obstante, un sector del exilio parece ajeno a esta realidad, o pareciera querer estarlo indefinidamente. El correo de mi amigo, músico, poeta y negro, contiene frases y concepciones que pueden resultar chocantes, pero que en alguna proporción reflejan sentimientos latentes al interior de una parte de la sociedad cubana.

Reproduzco sólo fragmentos del correo:

“Muchos de los participantes en la blogosfera forman parte de la emigración racista de Miami, desconectada de la realidad cubana durante mucho tiempo e incapaz de imaginar un negro presidente para ninguna parte...

“Quiero decirte que he aprendido mucho sobre los cubanos del exilio estando aquí afuera... Incluso he leído artículos de cubanos de extrema derecha tan ridículamente racistas que parece que aún estuvieran viviendo antes del 59. Me he sentido muy decepcionado por muchas cosas. Gente que lamenta los cambios en Cuba no sólo por la represión y la pobreza, sino porque ahora la chusma de los negros del solar se han hecho ingenieros por culpa de Castro. Ya no se puede mirar por encima del hombro a esos negros.

“Ahora ellos se creen iguales a nosotros, que éramos burgueses... así piensan, yo lo creía mentira...

“Una de las cosas que más jode a esa parte del exilio de Miami, racista hasta la médula, es que hoy hayan muchos intelectuales negros, juristas y profesionales... Que ahora no es como en el tiempo de Orígenes, cuando si acaso Gastón Baquero… Bueno, yo me alegro de eso, soy sincero contigo, por mí que se jodan esos racistas”.

Del programa de Oscar Haza

Omar López Montenegro aborda el tema racial en el programa de Oscar Haza:

Cuba, racismo e igualdad mediática

Aunque curiosamente la revolución contra la dictadura batistiana no careció de componentes racistas –amplios segmentos de la burguesía blanca apoyaron al castrismo frente a lo que consideraban la injerencia negra en los asuntos de Estado representada por el mulato Fulgencio Batista–, el régimen triunfante se vendió a sí mismo como una suerte de valedor o promotor de la igualdad racial en Cuba.

Desde el ascenso al parnaso totalitario de Nicolás Guillén –el poeta mestizo reconvertido en Poeta Nacional– hasta la promoción mediática de figuras nacionales e internacionales de raza negra, eran varios los signos que coqueteaban con la imagen de una Cuba finalmente resuelta por la razón social del mestizaje. Parecía que el proyecto de homogeneización racial del castrismo, paralelo y/o adscrito a su proyecto de homogeneización social, iba en serio, aguijoneado por la salida del país de las clases altas, medias y profesionales –mayoritariamente blancas– y el gradual envejecimiento de los líderes históricos de la revolución, predominantemente blancos.

Y sin embargo, la puesta en escena de la igualdad racial no conseguiría salir en la foto más allá de unos cuantos escarceos sucedáneos, en los que el negro no acababa de aparecer en primer plano.

Tras cinco décadas de “revolución” –si se acepta la denominación desde un punto de vista acumulativo– la realidad de la Cuba actual revela, con pelos y señales, el carácter esencialmente mediático del proyecto de equidad racial anunciado por el régimen de Fidel Castro. El negro devino símbolo mediático de una liberación a la postre artificial, o por lo menos inconclusa, porque estaba y está basada en una asimilación social e institucional inexistente. La preponderancia blanca a escala cultural y política no puede ser negada en la Cuba del tercer milenio, y ello a pesar de que durante medio siglo de totalitarismo la composición racial de la nación ha variado sustancialmente, inclinando la balanza hacia negros y mestizos.

Igualdad en lo mediático. En eso ha quedado el proyecto igualitario enarbolado por el castrismo.



Como casi nadie sabe

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La poesía no deja de crecer en Miami, una plaza editorial caracterizada por la heterogeneidad. Y no es que la ciudad constituya, culturalmente hablando, un punto de referencia insoslayable: es que el modo de vida americano le ha prestado una agilidad y una independencia que la poesía, cada vez más en desventaja en editoriales, bibliotecas y librerías, agradece en todo lo que vale. Como le comentaba a un amigo semanas atrás, el mundo editorial miamense se distingue por la existencia de muchos pequeños editores más que por el monopolio de uno en particular.

Precisamente, uno de los editores cubanos que más suena últimamente en Miami es el también escritor y crítico teatral Rodolfo Martínez Sotomayor. Se cuentan por aciertos los títulos de su Editorial Silueta, como Palabras por un joven suicida y Trilogía del paria, del poeta y ensayista Joaquín Gálvez (un poemario que recomiendo adquirir).

La última propuesta de Silueta, Como casi nadie sabe, de Carlos Barrunto, no tiene desperdicio. Reproduzco fragmentos de uno de sus poemas más extensos, el que, como apunta el también poeta Manuel Vázquez Portal, está en condiciones de figurar en cualquier antología del género:

¿Cómo sentarse, entonces, a la mesa,

y saber que es ésta y no otra,

la misma mesa donde fluyeron las voces de la sangre,

escuchadas ya desde el fondo de un tiempo

rigurosamente presentido?

¿Y cómo volver otra vez sobre la fuente,

donde treman los rosales abiertos del agua,

y adivinar allí la sandalia libre

que se hunde en la luz, sólo un instante,

y regresa luego al infinito?

Hasta aquí llegamos agitando las banderas antiguas del amor,

y aquella muchacha, cuya imagen se ha marchado

para siempre del cristal que la busca,

era cierta como un grano de arroz, imposible todavía para la sombra.

Qué lejos estábamos entonces de este viento

que destapa las tumbas

y colma nuestro pecho de insectos delirantes.

Pero el desastre fermentaba en los espejos

como la sombra en la espalda inasible de la luz.

Ya lo decían aquellos duendecillos del misterio,

cuyos finos augurios apenas comprendimos

bajo los toldos de la felicidad remota.



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El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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