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Juanes y las buenas intenciones

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No nos engañemos más. No se trata de que Fidel Castro sea un genio político, ni de que la Seguridad del Estado castrista tenga infiltrados en Miami que inducen a romper discos y quemar camisas, aunque de hecho los haya. Se trata de nosotros mismos, de nuestra propia incapacidad como cubanos para lidiar, o interactuar, con nosotros mismos y, en general, con los demás. Se trata de nuestro canibalismo. De nuestra prepotencia. De nuestro esnobismo. De nuestro miopía. De aquellos déficits culturales, idiosincráticos, que nos impiden sacarle lasca a la libertad.

El concierto de Juanes en La Habana debe servir, en todo caso, como bumerán contra la dictadura. La decisión ya ha sido tomada entre las dos partes verdaderamente en juego: quien manda en plaza (el castrismo) y quien va a cantar en la plaza (Juanes). El exilio y los disidentes no podemos revertir la decisión de marras -no tenemos vela en ese entierro-, pero sí utilizarla a favor de la causa de la libertad de una manera inteligente, creativa. Sumando, no restando. Construyendo, no destruyendo. Construyendo, por ejemplo, una alternativa a las voces de Silvio Rodríguez, Amaury Pérez o el propio Juanes. Pujando mediáticamente para que músicos como Willy Chirino, Gorki Águila o Mike Porcell, por poner unos pocos ejemplos, participen, con entera libertad, en el concierto del próximo 20 de septiembre.

¿Que el régimen castrista no lo permitirá? ¿Que Juanes se hará el desentendido? ¿Y qué? Lo importante es que construyamos nosotros y, si eso es lo que deciden, destruyan ellos. No basta con tener buenas intenciones, dice el refrán. Hay que parecerlo.

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Lozano: Receta para destruir un país (II y final)

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un artículo de Roberto Lozano

Hablando de represión. Una vez en la cima del poder cree una policía secreta tipo Gestapo y llene el país de presos políticos. Torture y fusile, que cuando corra la sangre el escarmiento mantendrá a la población como ovejita en rebaño. No tiene que dar porra las veinticuatro horas del día, siempre puede dejar a un enemigo potencial sin trabajo. Es más inteligente pasar una Ley de Vagancia y después apresar a los enemigos, para poder reeducarlos en las maravillas de la nueva sociedad.

¿Recuerda a los delincuentes que usó para crear sus grupos paramilitares? De ahí mismo puede sacar los recursos humanos para sus órganos represivos. Busque a algunos retirados de otras instituciones represivas con experiencia y reclútelos para que sirvan de instructores en su país. No tiene por qué copiar todo lo que instruyan, sea creativo, invente nuevos métodos. Una vez tenga el país bajo la bota totalitaria, declare que es su partido y no usted el organismo rector de la sociedad. Aunque después usted mismo se defeque en el partido, pero ello servirá para dar la impresión de que se vive en una sociedad institucionalizada. Como colofón, descarte la Constitución vigente, la cual usted y su partido van a ignorar de todas formas, de principio a fin. Escriba una nueva que le permita perpetuarse en el poder bajo el “imperio de la ley”, perfeccionando algo novedoso en la historia humana: Una tiranía constitucional que convierta a los ciudadanos en súbditos, una especie de regresión histórica. Pero no pierda el sueño por lo que digan sus críticos, o los historiadores en el futuro. Instálese en el trono y disfrute “las mieles del poder” hasta el fin de sus días.

Para mantener el sistema balanceado, abra las compuertas de vez en cuando. Que se marchen al exilio los disconformes (llámelos lacra social, gusanos o agentes de la CIA, como usted quiera). No tiene que hacerlos ceniza, como Hitler. De todas formas, los que se van casi siempre dejan a su familia detrás, y tendrán que enviarle dinero. Mancille, explote y humille sin compasión, que al final los mancillados, explotados y humillados tendrán que subsidiarlo, un negocio perfecto. Eso sí, esté constantemente a la caza de algún idiota o potencia extranjera que lo mantenga. Preste su suelo para lo que sea mientras no cometa el error de provocar una invasión del enemigo (recuerde a Sadam).

Finalmente, no hay nada como un seguro contra la insolvencia. Pida préstamos a todo el mundo, prometiendo pagos sin pagarle a nadie. Su deuda crecerá, pero de esa forma tendrá acceso a unos millones por aquí y otros por allá, que a través del tiempo le permitirán mantener bajo control la constante crisis de su sistema, evitando la explosión interna. Si es inteligente, esto le permitirá mantener unas cuentas en el extranjero para la paz mental de la familia.

Siga estas instrucciones al pie de la letra y tendrá garantizada una vida de dictador vitalicio. No se preocupe por lo que pase después de su muerte. Después de usted, el diluvio.

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Fidel Castro ha muerto

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La flota inglesa ha capturado vivo, y dejado muerto, al archiconocido pirata Bola de Churre, de nombre original Fidel Castro.

En un esfuerzo sin igual, los valerosos oficiales del Enterprise, el buque insignia de la flota de su Majestad, entraron a saco en el camarote del bandido y lo sacaron a rastras, previa obstrucción de sus fosas nasales.

De las fosas nasales inglesas, aclaramos, pues el insoportable hedor de “El Bola”, como también se le conocía, habría hecho de todo punto imposible cualquier otra aproximación.

Absoluto responsable de la degeneración de sus glándulas sudoríparas –tal degeneración supone la muerte de las ecrinas a manos de las apocrinas, así como la posterior proliferación de estas últimas-, hasta ahora Fidel Castro había logrado burlar los esfuerzos de sus perseguidores gracias, sobre todo, a su característico hedor.

Tras ser sometido a sucesivos baños de agua salada en la propia cubierta del Enterprise, balde tras balde sobre su humanidad cochambrosa, Castro fue decapitado de un solo, y justiciero, hachazo.

El verdugo del Caribe ha muerto. Dios salve a la Reina.

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Lozano: Receta para destruir un país (I)

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un artículo de Roberto Lozano

No sea tonto, utilice los mecanismos de la sociedad libre en la que vive para destruirla. Ignore sus escrúpulos de pequeño burgués, si es que le queda alguno. Recuerde que para llegar al poder, su fin, no necesita justificar los medios.

Use la libertad de prensa para promover un ambiente de confrontación que impida el compromiso entre los partidos y el alcance de soluciones de centro. Así podrá contribuir al agravamiento de la situación política hasta el punto en que usted y su partido, gracias a alguna acción aventurera, puedan venderse como salvadores de la nación. Recuerde a Hitler y a Mussolini, mientras más grave sea la situación socio-económica del país mejor políticamente para usted, así tendrán más fuerza sus promesas redentoras. Recuerde que lo importante no es la lógica, sino las emociones. Prometa una mejoría generalizada, un futuro luminoso, abundancia y prosperidad para todos, que las promesas no cuestan nada y muy pocos las van a recordar una vez que usted llegue al poder y controle el pasado.

Eso sí, mantenga en secreto sus intenciones totalitarias, sería fatal si el público se enterara de su programa político a tiempo, ello podría desatar un movimiento popular adverso a la causa. Por eso, es muy importante dejar bien claro que va a respetar las libertades públicas. No levante ronchas ni resentimientos en el camino al poder, así podrá aplastar a sus enemigos, con una “carga para matar bribones”, una vez que llegue al mismo. Aproveche la libertad de asociación y de movimiento para crear grupos paramilitares. Ello es imprescindible para intimidar al enemigo, asaltar cuarteles o promover la insurrección armada como medios alternativos de lucha, si es que no puede llegar al poder por medio de las urnas.

No importa cómo llegue a ocupar el palacio presidencial. Una vez instalado allí, empiece a gobernar a base de decretos y edictos, todos en nombre de la seguridad nacional. Suspenda partidos, cierre emisoras de radio y periódicos, encarcele a la oposición hasta que todo el país se mueva al son de una sola palabra y un solo pensamiento: el suyo. No descanse hasta que no quede resquicio de libertad económica, ya que el que es libre económicamente no puede ser doblegado políticamente, y usted debe imponer la unanimidad y la obediencia absoluta. Empiece por nacionalizar las grandes compañías extranjeras pero, eso sí, hágalo en nombre de la justicia social, la independencia y el honor de la nación, verá que el pueblo responde positivamente en medio de la confusión generalizada. Si quiere mantenerse en el poder indefinidamente, acabe de una vez con la clase media y confisque el resto de los negocios, hasta que no quede un timbiriche en manos privadas.

Ponga a toda la nación a trabajar para el Estado, pero no se olvide de pagar salarios miserables, así podrá acumular los recursos necesarios para asegurar el mantenimiento de los medios de represión y los privilegios de sus familiares y acólitos. Desate una lucha diaria y constante por la supervivencia, así muy pocos tendrán ánimos para pensar. Una nación de esclavos sicofantes es preferible a una de filósofos y criticones. Para filósofo usted, autoridad máxima de todas las reflexiones.

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Peña: Cuba, del lobo un pelo

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un artículo de Oscar Peña

La ausencia de cambios y reformas -y no el imperialismo yanqui- ha sido la causante de la improductividad cubana en estos cincuenta años y de las permanentes necesidades innecesarias. Cuántas vidas y valores se han perdido en vano en todo este tiempo, sin posibilidad de explotar sus capacidades y talento. Cuántos valiosos hijos de Cuba no andan regados por el mundo ante la realidad de que sus padres han envejecido llenos de frustración por el capricho de un hombre. Somos un pueblo enfermo de falta de esperanza, gris y erosionado de miles de sus retoños. Es penoso que al cabo de medio siglo esté Cuba aspirando a las estructuras que tenía en el pasado.

Los cambios son tan vitales que no importa si el que los impulsa se llama Raúl Castro, Ramiro Valdés o Mariela Castro. Son tan necesarios que aun tarde (si los hacen) se agradecen. Nuestro país es una fuente de capital humano y es criminal el freno de las fuerzas productivas de casi cuatro generaciones, sacrificadas para alimentar las exageradas ambiciones de poder y de liderazgo de Fidel Castro. Algún día los historiadores de la Isla -ya libres- recogerán la verdad del atraso social, económico y político de Cuba en este medio siglo, señalando al número uno de los Castro como el máximo culpable. También (todos los asesinos tienen aliados directos e indirectos) tendrían que recoger que el pueblo cubano (todos, de una forma u otra) tiene una alta porción de responsabilidad por ligereza social.

Ojalá las especulaciones de apertura -aun sólo económicas- no sean para los cubanos una aspirina de verano y comiencen ya, pero la realidad es que Raúl Castro empezó con mucho entusiasmo y el policía mayor lo frenó. El general sucesor debe saber que todos los cubanos –dentro y fuera de Cuba- lo percibieron así. La falta de resultados tangibles este año, y los últimos discursos, representan un retroceso. De ahí la multiplicación del desencanto nacional.

Recientemente, Raúl Castro expresó en un discurso de clausura de la primera sesión parlamentaria de 2009: "A mí no me eligieron presidente para restaurar el capitalismo en Cuba, ni para entregar la revolución; fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionado el socialismo, no para destruirlo". Esa afirmación obliga a preguntar: ¿Quién eligió a Raúl Castro? Y también obliga a aclarar que la alternativa de los cubanos no es entre comunismo y capitalismo salvaje. La alternativa es entre democracia o totalitarismo, incluso entre autoridades vitalicias o socialismo democrático. Póngase esa elección ante el pueblo, y si gana la democracia entonces el Partido Comunista Cubano no podrá ser ya más el rector absoluto, sino un partido más entre varios, en el marco de una nueva Constitución que recoja que en Cuba caben todos sus hijos, que el sol sale para todos. Siempre pregunto: ¿Por qué no podemos tener los cubanos, como otros pueblos, educación, salud pública y libertad?

Posiblemente Raúl Castro –más allá de su dura retórica en estas últimas reuniones que se acaban de celebrar en La Habana- sepa y desee desprenderse de las ataduras y opte por pasar a la historia como el facilitador del inicio de las soluciones definitivas de una Cuba con todos y para el bien de todos, convirtiéndose entonces en un hombre significativo en la historia cubana. Esta es una alternativa posible para el pueblo cubano y no la de seguir soñando con el VI Congreso del PCC, porque en los regímenes totalitarios no deciden nada estos eventos. Sólo son un instrumento de trasmisión de las decisiones tomadas -en el caso de Cuba- por Fidel y Raúl Castro.

Raúl Castro planteó el pasado 26 de julio que hay que sembrar mangos como los sembraban nuestros abuelos, utilizando una metáfora que reconoce los fracasos del régimen. Espero en algún momento también tenga la valentía de darnos razón histórica y hacer justicia pública con los que hace cuarenta años tuvimos el coraje -dentro de las filas del régimen y fuera de ellas, en las calles de Cuba- de proponer esos mismos puntos, por los que fuimos atacados, maltratados y acusados de desviación ideológica, primero, y de ser agentes de la CIA después.

Pensemos que Raúl Castro puede tener una agenda oculta de apertura nacionalista, que el reciente parte de Reuters se acerca a la verdad y que el programa de Ariel Terreros en la TV Cubana donde abordó estos puntos no sea sólo una valiente acción aislada. En Cuba se necesita, hoy, del lobo un pelo.

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Sobre este blog

El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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