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Crónicas: Planeta Cuba

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Si Thamacun fue una papa caliente en manos de sus colonizadores –una hipótesis no del todo descabellada dada la celeridad con que los ingleses abandonaron el islote-, ¿por qué entonces desarrolló una cultura antinacionalista tan minuciosa? ¿Por qué en lugar de desarrollarse como nación visible, o como contrapartida visible de su vecina mayor, prácticamente se borró del mapa?

El nacionalismo puede mutar para bien. En lugar de reafirmarse frente a un supuesto enemigo externo, puede hacerlo frente al futuro (desarrollando la nación en dirección al futuro). Fue, según diversos analistas, lo que ocurrió en algún punto de la historia del Reducto.

Adelantándose a casi todo el mundo, los thamacuneses previeron el actual proceso de globalización –no precisamente una invención postmoderna-, de ahí su apuesta por la desaparición de las fronteras simbólicas, de la simbología patria. O, más que prever, abordaron el autobús de la historia moderna cuando éste hacía su primera parada. De manera que pudieron escoger dónde y cómo sentarse. Se adelantaron ahorrándose el fratricidio en el que se sumergirían sus parientes más cercanos -los cubanos- ya desde su surgimiento nacional.

Ya desde principios del siglo XX, el término “Planeta Cuba” era popular en el islote. Popular como ejemplo de lo que no debe hacerse: como símbolo de lo decadente e incluso de lo ridículo. La desmesurada importancia que los cubanos conceden a lo nacional –a la patria, la bandera, el himno, las guerras, las revoluciones…- fue interpretada en Thamacun como un signo de debilidad. Pero también como una bufonada. De ahí que no sólo atrajera los análisis de sus estudiosos, sino la atención de sus cómicos. Planeta Cuba, sin ir más lejos -además de ser el nombre de una fonda en la que sólo servían arroz congrí, masas de puerco fritas y yuca con mojo-, fue un célebre teatro de variedades cuyos espectáculos humorísticos cargaban insistentemente contra el nacionalismo cubano.

“Ser libre es emanciparse de la búsqueda de un destino”, escribe Cioran en La caída del tiempo. “Es renunciar a formar parte de los elegidos y de los rechazados. Es ejercitarse en no ser nadie”. Un concepto parecido manejarían los ciudadanos de Cuba Inglesa una vez en el exilio (exilio durante el que, por cierto, una delegación de la comunidad visitaría al filósofo rumano). El concepto de dejar de ser planeta –de dejar de ser totalidad- para convertirse en energía. Para ser en sí mismos.

Ilustración, Omar Santana



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El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
letrademolde@gmail.com

 

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