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Collazo: De la desconfianza al consenso

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un artículo de Enrique Collazo

Cuba es hoy un país completamente demolido pues, más allá de su indigente infraestructura material, hace tiempo que el basamento moral y ético de la sociedad fue barrido por completo, ahogado por la coacción política del régimen, que exige apoyo y complicidad incondicionales. Tales circunstancias generan comportamientos de simulación, de desconfianza, en una palabra, de incivismo, consecuencia de la sistemática vigilancia y sospecha a la cual cada persona es sometida por otra persona, todo ello alentado por el Poder.

De tal modo se comprende que la población no se atreva a organizarse para un fin común, y esto sin duda representa un formidable obstáculo en el camino hacia una transición, pues retarda la conformación de una masa crítica de individuos que comprendan, lideren y hagan suya la difícil y delicada agenda de los cambios democráticos.

Toda esta situación ha sido concebida y diseñada por el Poder con el fin de imponer su dogma al resto de la sociedad, de minar la confianza ciudadana de los unos en los otros desactivando así el mecanismo que permitiría la convergencia de éstos en una determinada acción colectiva en pos de un cambio en la Isla, e incluso contra toda manifestación personal que fomente peligrosamente la libertades económicas, civiles y políticas.

Particularmente, contra toda manifestación personal que fomente el civismo, la confianza, la fraternidad y la solidaridad entre cubanos, sobre todo entre cubanos del exilio y del “insilio”.

Cuando el Poder se muestra intransigente con los presos políticos y desacredita, desprestigia, reprime, encarcela y tortura sistemáticamente a una masa crítica de ciudadanos que de un modo u otro disienten y se atreven a desafiarlo desde dentro del sistema, acusándolos de traidores, de agentes financiados por el imperialismo y una serie de infamias por el estilo, busca con ello aumentar el temor social, el temor a la vuelta de los cubanos de Miami, el temor a discrepar; persigue con ello acrecentar la desconfianza entre cubanos, la desmoralización; persigue dividir, introducir el escepticismo, la duda; persigue, en una palabra, paralizar, condenar al silencio y la postración al ciudadano crítico con el estado de cosas prevaleciente, consagrando así una situación de inercia, de fatiga colectiva que en definitiva le hace ganar un tiempo precioso y eleva extraordinariamente los costes de una transición.

Dentro de este proceso de maduración de premisas subjetivas para el derribo de la dictadura y la recuperación de las libertades y la convivencia política, la juventud desempeña un papel muy importante, ya que tal proceso supone una ruptura generacional y los jóvenes son la fuerza menos contaminada con la podredumbre moral del régimen, de lo cual ya se observan ejemplos palmarios.

La preservación del consenso en una sociedad con fuerte tradición de corrupción, intransigencia, desconfianza ciudadana, deterioro moral y violencia política, a la vez que carente de referentes democráticos eficaces y duraderos históricamente, resultará una necesidad imperiosa, mucho más allá de su plasmación en un momento específico que exija dar un salto de gigante.

Asimismo, resulta muy importante la necesidad de concebir y elaborar una constitución orientada no sólo a darle solución a los problemas más inmediatos y candentes heredados del antiguo régimen, sino además a desplegar un serio esfuerzo para establecer en Cuba, de una vez y por todas, el imperio de la ley, basado en una carta magna que sea capaz de reflejar y refrendar legalmente las aspiraciones individuales y colectivas de la nación con altura de miras y objetivos viables que aseguren las libertades propias de un pleno Estado de derecho.

Pienso que sólo así la definitiva conquista de la libertad en Cuba no se reducirá de nuevo a un día de fraternidad, jolgorio y fiesta nacional, como hace cincuenta años, frustrada pronto por la egolatría y el ansia de poder de un tirano, sino que se basará en un duradero y fructífero ejercicio del derecho y de la democracia.



El exilio desarmado

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El siguiente artículo fue escrito el año pasado, cuando la actual crisis económica comenzaba a adquirir cierta presencia pero aún no había cuajado, mediáticamente hablando, en lo que es. Por ello el llamado que en él se le hace a las elites miamenses tiene menos probabilidades de sensibilizarlas que las que en su momento tenía, y que de por sí eran escasas. Ya se sabe que con el agua al cuello muy pocos se preocupan por alcanzarte el jabón. Es comprensible.

Pero como recientemente la Revista Hispano Cubana ha tenido la gentileza de publicar el trabajo, y como en el video que cierra este post, cortesía de Libertad Digital, intelectuales de la agudeza de Carlos Alberto Montaner y el periodista español Mario Noya abordan en profundidad su tema central, me ha parecido conveniente reproducirlo.

Cuba Inglesa publicará próximamente una reseña del último libro de Montaner, Cuba, la batalla de ideas,como siempre para no perdérselo (la aparición del libro es el motivo principal de la entrevista en el video). Para caer directamente sobre el asunto que nos ocupa, recomiendo ubicar el cursor hacia la mitad del programa, cuando comienza el diálogo entre Noya y el autor de Viaje al corazón de Cuba.

El exilio desarmado

un artículo de Armando Añel

Durante mucho tiempo mucha gente se ha preguntado cómo es posible que en Miami, la capital del exitoso exilio cubano, no exista una publicación prestigiosa y periódica, de naturaleza político-cultural, que funcione exclusivamente como canal de expresión y debate de la intelectualidad cubana.

También mucha gente se pregunta cómo es posible que en Miami haya tantos escritores y analistas profesionales –no agitadores disfrazados de profesionales- desempeñando labores ajenas a su capacidad, formación y currículo, mientras se desperdicia su talento. Puedo mencionar de carretilla a no menos de diez profesionales del pensamiento que se ganan la vida en esta ciudad trabajando en cualquier cosa menos en lo que deberían estar trabajando a tiempo completo. Algo que está muy bien como experiencia coyuntural –sin experiencia no hay pensamiento-, pero que cuando se sistematiza redunda en perjuicio de todos.

Probablemente las anteriores preguntas no pueden ser contestadas sin pasar por la siguiente afirmación (todo lo desagradable que se quiera, pero que debería ser una y otra vez formulada): El exilio en Miami ha subestimado el papel de la cultura, particularmente de los escritores y analistas profesionales, como impulsores de un cambio político en Cuba.

Cabe señalar que existen y han existido en Miami diversas páginas en Internet de calidad, como también publicaciones impresas, centradas en la temática cubana. Pero ninguna –salvo quizá en breves períodos- ha tenido el apoyo institucional o empresarial, la proyección y el alcance de que han disfrutado sus similares en Europa. Comparativamente hablando, se trata de un fenómeno preocupante: ¿Cómo es posible que en una ciudad donde reside casi un millón de cubanos, una considerable cantidad de los cuales ha triunfado económicamente, no exista una publicación impresa y/u online con suficientes recursos a su disposición, que canalice sistemática y exclusivamente, con profesionalidad y a través de los años, la riqueza del pensamiento exiliado?

Ya está aquí la era de Internet, que el régimen castrista no podrá ignorar durante mucho tiempo, y Miami debe prepararse desde ahora para influir decisivamente en el intenso debate político-cultural que esa realidad traerá consigo. Sólo a través de la cultura –aunque no únicamente- puede ser desmontando el totalitarismo. Sin ánimo de generalizar y/o simplificar, probablemente sea eso lo que le ha faltado hasta ahora al exilio en Miami: Una comprensión cabal y profunda del papel central que está llamada a jugar la cultura en la causa de la libertad de Cuba.

Estados Unidos no es un país en el que, por tradición, el Estado subvencione el pensamiento, sobre todo eso que nuestros mayores llaman “humanidades” (cosa no criticable per se: el estadounidense oriundo, incluso nacionalizado, dispone de espacios académicos y gremiales a los que por razones obvias los cubanos inmigrantes no están en condiciones de acceder con facilidad). Tampoco la intelectualidad exiliada cuenta con un gobierno formalmente constituido, y con recursos, al que acudir en esta ciudad. Por tanto, necesita el apoyo de la sociedad civil. Es preciso afirmarlo categóricamente, a ver si nos enteramos: Mientras esta realidad no sea asumida a cabalidad por las elites miamenses –políticos, empresarios, activistas, filántropos, etcétera-, el castrismo seguirá en el poder.

Si Miami no invierte inteligentemente en el pensamiento cubano y sus profesionales en el exilio, ¿cómo esperar que la cultura cubana, sus profesionales y consumidores en Cuba vean un referente en Miami, ese espejo en el que le toca mirarse a la Isla? No se trata de sobreestimar la importancia de escritores, periodistas y analistas: se trata de entrar con suficientes pertrechos en una “batalla de ideas” que en Cuba financia a todo tren el régimen de Fidel Castro. Los enemigos de la libertad, a noventa millas de las costas de la Florida, tienen a todo un Estado detrás que los retribuye y subvenciona. ¿Qué tienen detrás los defensores de la libertad en Miami?

Si de algo puede vanagloriarse el régimen castrista es de haber comprendido, ya desde sus inicios, el rol fundamental que están llamados a desempeñar el pensamiento y sus escribas en la “guerra fría” ideológica. Ya lo advertía el italiano Antonio Gramsci, y en Cuba lo han aplicado muy bien: la clase política necesita valerse de la intelectualidad para transmitir ciertos valores culturales, hasta asentarlos socialmente. El exilio, y me refiero al centro neurálgico del exilio –Miami-, no debe continuar desarmado.

 



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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
letrademolde@gmail.com

 

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