Cooperativas, pero sin libertad
Las cooperativas cubanas, que hasta el momento solo son agrícolas, no surgieron por la libre asociación de los campesinos
El Partido/Estado cubano ha hecho una pausa en la promoción de la iniciativa privada y en programar inversiones de capital extranjero con acuerdos no demasiado ventajosos. Quizás para despistar a los que avizoran una transición al capitalismo, han decidido vestirse con el traje caricaturesco del socialismo que pregonan y permiten que la palabra “cooperativas” se filtre, no sin dificultad, en los medios nacionales.
Los campesinos hablan en el programa Mesa Redonda sobre lo felices que están por la disminución de los precios de los insumos e instrumentos para utilizar en el campo y sale a relucir la frase: no se concibe un campesino que no esté asociado a una cooperativa.
Asombra también el artículo “Cooperar con la economía desde otras vías” [1], de Anneris Ivette Leyva, una periodista de Granma que en los últimos tiempos ha ganado alabanzas y críticas por su trabajo “El derecho a la Información” (trata la falta de investigación y profundidad en el trabajo periodístico oficial del país).
Los dirigentes cubanos ponen el tema sobre la mesa con atraso y a regañadientes, ya que desde 2007, con los debates populares, surgieron propuestas de este tipo y en los últimos años el estudio de las relaciones cooperativas toma auge en gran parte del mundo (la ONU ha declarado 2012 Año Internacional de las Cooperativas) y también en Cuba, sobre todo en el sector intelectual.
Varios espacios han analizado este tópico como el “Hagamos nuestra la Revolución”, promovido por el Centro de estudios Juan Marinello, e intelectuales como Julio César Guanche y Ariel Dacal; “Último Jueves de la revista Temas” y también la red de proyectos Observatorio Crítico (OC), en sus encuentros anuales y actividades periódicas, han abordado el tema de las cooperativas, prestando esmerada atención a las propuestas de Pedro Campo Santos. Una parte de la blogósfera en aumento de la Isla se ha sumado al análisis y discusión de esta opción, como el sitio Havanatimes.org y publicaciones digitales como SPD (Socialismo Participativo y Democrático) y Compendio OC.
Sin embargo, que los medios nacionales tengan la orden de difundir información sobre la opción de crear cooperativas puede ser más peligroso que beneficioso para aquellos que ven el cooperativismo como un método socializante y antiburocrático, y desean despertar el interés de los trabajadores cubanos.
Los que no estén de acuerdo solo tienen que repasar las tradiciones que en materia de cooperativas se han generado desde 1959 hasta el presente.
Fruto de un experimento
Las cooperativas cubanas, que hasta el momento solo son agrícolas, no surgieron por la libre asociación de los campesinos. Los experimentos cooperativistas fueron engendrados en las oficinas con aire acondicionado y música indirecta del INRA (Instituto Nacional de Reforma Agraria) [2].
Con Fidel Castro como director, el INRA, convertido en un fuerte monopolio estatal, expropiaba las tierras a los latifundistas, convocaba a campesinos y empleados a una asamblea y les daba la oportunidad de formar cooperativas. El administrador era impuesto por el INRA y los cooperantes solo podían designar un delegado para ayudar a la administración. Los campesinos aceptaban, porque sin la alianza no podían acceder a recursos para el trabajo.
Con poco pan y nada de libertad de asociación y decisión, los trabajadores del campo solo relacionaron el cooperativismo con la construcción de casas y la presencia de departamentos militares al mejor estilo de los sovjos.
Por desgracia, estas no son viejas historias, a las CCS (Cooperativas de Crédito y Servicios) de los años 60, se sumaron en los 70 las CPA (Cooperativas de Producción Agropecuaria) y en 1993 las UBPC (Unidades Básicas de producción Cooperativa) [3]. Estas últimas están más lejos de la idea real de cooperativa, con trabajadores que reciben un salario fijo y venden todo lo que producen al Estado. Los campesinos están en el atolladero de no poder proveerse, si no es pactando con entidades del gobierno, de productos como semillas, máquinas y fertilizantes. Por eso no se concibe un campesino que no pertenezca a una cooperativa (como se mencionaba en la Mesa Redonda). Ni los nuevos arrendadores de tierras en usufructo se deslían de este mecanismo.
Nuevas cooperativas
¿Qué pasará entonces con las nuevas cooperativas que ya no solo se subscribirán al sector agrícola y cuya posibilidad de puesta en práctica acaba de ser aprobada mediante el lineamiento 25 del Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC)?
Los especialistas que hablan para el Órgano Oficial del PCC nos dan una idea. Estudiosos que incluso han asesorado procesos de cooperativización en países del área llaman a no desestimar las experiencias de las cooperativas en el marco agropecuario; y hacen hincapié en definir bien las relaciones de las cooperativas que nacerán con las instituciones estatales.
Mientras, surgen muchas interrogantes. ¿Permitirá el Estado el surgimiento de cooperativas que no dependan de su tutelaje económico y se manejen con el capital de los cubanos que han emigrado o donaciones provenientes de otros grupos u organizaciones, por poner dos ejemplos? Cooperativas que, por tanto, no tendrán deudas ni monetarias ni de otra índole. ¿No se harán concesiones en las políticas de impuestos ante una iniciativa económica en mayor concordancia con un proceso que se hace llamar socialista? ¿La plusvalía que generarán estas asociaciones también pasará a las manos de la clase dirigente?
Solo nos queda esperar que surja la nueva legislación sobre las asociaciones cooperativas.
Las cooperativas que constituyen alternativas contrahegemónicas e independizan a los trabajadores no son las férreamente controladas por el Estado. Los asociados son los que dirigen y no un administrador designado por algún ministerio o el PCC. Cada miembro tiene voz y voto, y los representantes no reciben beneficios salariales por sus cargos. Los objetivos laborales y productivos son definidos entre todos y el desarrollo de la comunidad constituye un fuerte punto en el que se invierte trabajo y capital, pero la cantidad es determinada también por los trabajadores asociados y no por ninguna institución del gobierno. Las cooperativas tienen la política de crear empleos, no de eliminarlos en tiempos de crisis, como se practica en las empresas capitalistas y en los regímenes totalitarios como el cubano.
Hemos presenciado el descalabro del gran número de “cooperativas” agrarias en Cuba. Que Cuba importe más del 50% de los alimentos que sus habitantes consumen es un dato que habla por sí solo. Nos corresponde impedir que las relaciones de producción “Estado (explotador)/ trabajadores (explotados)” se impongan también en las nacientes formas de desarrollo económico.
[1]Granma, 2 de septiembre 2011.
[2]Testimonios de la Revolución Cubana, de Agustín Souchy
[3]Aspectos fundamentales del desarrollo cooperativo cubano, del Dr. Reynaldo Jiménez Ghethón (profesor FLACSO-Cuba)
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