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Libertad de Prensa, Represión

Cuba: la prensa cautiva

Es posible que Raúl Castro se vea obligado a ampliar ciertas reformas, pero lo que no hará es permitir una prensa libre

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En 1993, las Naciones Unidas escogieron el 3 de mayo para celebrar el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Desde entonces, cada 3 de mayo, organizaciones internacionales de periodistas y de defensa de los derechos humanos dan a conocer balances de las violaciones que la libertad de opinión e información sufre en el mundo.

En tales balances, Cuba aparece, indefectiblemente, entre las naciones donde la prensa libre no existe: Eritrea, China, Corea del Norte, Siria, Irán, Guinea Ecuatorial, Uzbekistán, Birmania, Arabia Saudita y Belarús (Bielorrusia). En su más reciente informe, relativo a 2011, Reporteros Sin Fronteras señala a Cuba como “el último país de América Latina en libertad de prensa”.

El régimen castrista, dueño y censor riguroso de todos los periódicos, radioemisoras y televisoras del país, además de represor implacable de quienes disienten de él, ha merecido en el presente año críticas pormenorizadas de cuatro importantes organizaciones que velan por las libertades democráticas en el ejercicio del periodismo: la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Amnistía Internacional (AI), el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) y la ya citada Reporteros Sin Fronteras (RSF).

En el capítulo dedicado a Cuba, dichas organizaciones denuncian el absoluto control gubernamental sobre las conexiones a Internet. La SIP, por ejemplo, además de exigir al régimen castrista que deje de conculcar la libertad de expresión y que se abstenga de reprimir a los periodistas independientes y a los blogueros contestatarios (el acoso del régimen a la conocida bloguera Yoani Sánchez es paradigmático), lo ha conminado a que permita “el acceso sin límites a Internet” a los ciudadanos cubanos. Idénticas exigencias han hecho a La Habana RSF y AI. Ésta última ONG ha denunciado que durante 2011 las autoridades de la Isla “continuaron limitando severamente la libertad de expresión, reunión y asociación de disidentes políticos, periodistas y activistas de derechos humanos, a los que sometieron a arrestos domiciliarios arbitrarios”. Debe saberse que hasta ahora siguen haciendo lo mismo.

A partir de 1960, recién llegado al poder tras la fuga del dictador Fulgencio Batista, Fidel Castro expropió en pocos meses, sin pagar ni un céntimo por ninguno, todos los órganos informativos que había en el país —entre ellos, quince periódicos de circulación nacional: Diario de la Marina, El Mundo, Información, El País, Excelsior, Prensa Libre, El Crisol, Avance, Alerta, Pueblo, La Tarde, Mañana, Ataja, Tiempo en Cuba y Noticias de Hoy—. Algunos de esos medios incautados desaparecieron y otros pasaron a integrar la maquinaria propagandística de la revolución. Así, bajo el ordeno y mando del nuevo y vitoreado caudillo, feneció la libertad de prensa en Cuba, libertad que solo sufrió agresiones esporádicas en los cincuenta y siete años de la República (fundada en 1902 y sustituida por el régimen autárquico castrista en 1959).

El general Raúl Castro, desde hace seis años el hombre fuerte del país por sucesión hereditaria, ha puesto en marcha, obligado por la situación catastrófica de las finanzas nacionales, algunas reformas económicas de índole capitalista, y no sería sorprendente que la crisis mundial y un posible cambio de gobierno en Venezuela lo impulsaran a ampliar esas reformas. Pero lo que no hará el General, salvo en el improbable caso de que decida poner fin a la dictadura y darle paso a la transición democrática, es permitir una prensa libre.

El pasado 31 de mayo, Mike Hammer, subsecretario para asuntos de prensa del Departamento de Estado de EEUU, dijo: “El problema de la libertad de prensa en Cuba es serio y preocupante. Estamos insistiendo al Gobierno cubano que permita la libertad de prensa, que es un elemento básico en una democracia”. Pues por eso mismo, porque es un elemento básico en una democracia, la libertad de prensa jamás será parte de las reformas gatopardistas de Raúl Castro, por más que Washington y todos los santos se lo pidan. Nunca, que se sepa, los hermanos Castro han dado señales de querer abandonar el trono.


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