Actualizado: 23/04/2024 20:43
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CELAC, Represión, Latinoamérica

La cumbre de la hipocresía

Promesas abstractas, resultados mediocres, esfuerzos inútiles

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Las mandatarias de Argentina, Brasil y Jamaica visitaron al capo de tutti cappi en Punto Cero antes que todos los gobernantes de América Latina y el Caribe felicitaran a su hermano por el año como presidente pro témpore de CELAC. Otros muchos lo visitaron después de la reunión.

Creada supuestamente para fortalecer la democracia en el continente y promover políticas contra el hambre, la pobreza y las desigualdades, los gobernantes de la región dieron al general Raúl Castro la misión de presidir CELAC durante 2013. A eso algunos le llaman pragmatismo o realpolitik, aunque otros con menos dominio del dialecto diplomático ven la decisión, simplemente, en el marco de las miserias humanas.

Que el secretario general de la ONU, que también visitó a Fidel Castro, se corte el cabello en La Habana Vieja, no reconoce a la sociedad civil cubana, sino admite que el señor fue “pelú” a la Isla. Que el secretario general de la OEA fuera a La Habana de observador, sin que la prensa oficial ni siquiera mencione su presencia, no demuestra que los aislados sean Estados Unidos y no Cuba, como dicen castristas disfrazados de académicos, sino que en la OEA no queda vergüenza: era verde y se la comió un chivo.

¿Qué tienen que ir buscar gobernantes latinoamericanos y caribeños a Punto Cero si es una cumbre de CELAC? ¿La bendición del padrino? ¿Fotos para la historia? ¿Protección frente a la izquierda carnicera en sus países? ¿Aprender sobre calentamiento global, producción de moringa, o peligros ecológicos para la humanidad? ¿Preguntar a quien casi provoca una conflagración nuclear mundial en 1962 la forma de organizar una “zona de paz” en el continente? ¿O hablar de todo eso y muchas cosas más a la vez?

Visitar al aburrido y delirante líder histórico de la revolución, y no pedir a su hermano respeto al Estado de derecho o la democracia en Cuba, para no incomodar al régimen, mientras se aplaude en plenario sin preguntar por qué había cubanos detenidos para que no pudieran expresar pacíficamente una opinión diferente a la del gobierno, quizás permita a algunos visitantes dormir cómodos en hotel cinco estrellas, pero no sentirse orgullosos, al menos con estándares aceptados en el mundo occidental o sus propios países. Cosas de la diplomacia o de la cartomántica.

Durante martes y miércoles se desarrolló la reunión a nivel de Jefes de Estado o gobierno. Lo dicho en esos dos días no tiene importancia más allá de la retórica y memorias oficiales del evento, puesto que desde antes de comenzar el cónclave se habían acordado las líneas fundamentales de la Declaración Final que aprobarían los gobernantes o representantes de las 33 naciones que conforman CELAC.

Ni una sola palabra sobre el barco norcoreano procedente de Cuba que pretendía cruzar el Canal de Panamá con armamento no declarado bajo miles de toneladas de azúcar. Ni una palabra tampoco sobre violaciones de derechos humanos en el continente, atropellos, corrupción, expropiaciones ilegales, extorsiones contra la prensa libre, transgresiones a las constituciones, o violentos grupos paramilitares o delincuenciales en varios países.

Las principales cadenas noticiosas mundiales no dieron demasiada cobertura al evento de La Habana, concentradas en otros temas como el discurso del Presidente de Estados Unidos sobre el Estado de la Unión, las protestas populares en Ucrania, el Foro Económico Mundial de Davos, las nevadas en Estados Unidos, o las protestas en Egipto. Grandes diarios suramericanos como La Nación (Argentina), Folha de Sao Paulo (Brasil), El Mercurio (Chile), o El Comercio (Perú), no trataron la reunión de CELAC como la noticia más importante del martes.

En Cuba, por el contrario, la prensa escrita y la radiodifusión del país, grises fotocopias de Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, dedicaban sus ediciones a exaltar la cumbre de CELAC y las actividades de los hermanos Castro con visitantes extranjeros, el olvidable discurso del general, cargado de lugares comunes y frases huecas, que llamó a desarrollar el capital humano de nuestro continente, tal vez pensando en los millones de universitarios y técnicos medios cubanos con salarios promedio menores de 25 dólares mensuales, mediocre y supuestamente gratuita salud pública en permanente declive, y educación cada vez más falta de nivel profesional, en una sociedad consumida por la desigualdad, la lucha por la subsistencia, la irresponsabilidad, y la pérdida de valores cívicos y morales.

Desde el mismo miércoles los ilustrísimos visitantes comenzaron a regresar a sus países, prometiendo verse de nuevo en San José de Costa Rica el próximo año. Y entonces los opositores pacíficos podrían salir de las cárceles más pequeñas, donde los sepultaron en estos días, para deambular por la mayor, esa que cubre el archipiélago completo.

No es cierto, como dijo un académico cubano en Estados Unidos que corresponsales de algunas agencias extranjeras gustan citar continuamente, que mientras Washington insistía “en una política de cambio de régimen impuesto desde fuera”, los países del área buscaban “la promoción democrática acompañando los procesos de reforma económica y liberalización política” en la Isla. Nada de eso hubo.

Todo lo contrario: mientras Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea requieren que las tímidas medidas de apertura económica en Cuba sean acompañadas de pasos reales hacia la democratización del país, los gobernantes de América Latina y el Caribe miraron hacia el otro lado en La Habana cuando el régimen, con lenguaje de guerra fría, ignoraba las realidades y reprimía y encarcelaba opositores y disidentes. La honrosa excepción correspondió al presidente de Chile Sebastián Piñera, que recibió a Las Damas de Blanco.

Lo único que de verdad estuvo en la cumbre en La Habana en estos días fue la hipocresía, el cinismo y la falta de vergüenza.

Todo lo demás fue paisaje.


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