Actualizado: 18/04/2024 23:36
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VI Congreso, Cambios

La práctica, el más severo de los jueces

Las medidas económicas tomadas no se diferencian mucho de las que hubiesen tomado los economistas de cualquier país capitalista desarrollado

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Después de concluido el VI Congreso del PCC y de la aparición de nuevas ampliaciones a los lineamientos hemos leído o escuchado miles de interpretaciones, dudas, críticas, halagos y todo tipo de especulaciones. Que si es más de los mismos engaños; que los gobernantes, en su mayoría de la tercera edad, solo quieren ganar tiempo para morirse en el poder; que Raúl lo que busca es la santificación del partido a sus reformas, para cuando fracase como han fracasado todas, echarle la culpa a la organización; y decenas de especulaciones más que, de enumerarlas, no alcanzarían las cuartillas de este escrito.

Hace unos días un amigo que aprecio mucho me preguntó cómo yo pensaba que se saldría del aparente callejón sin salida, cómo sacarlo de la ruina económica y moral más grande que ha tenido en toda su historia. Antes de contestarle le pregunté si, después de extraer un corcho de una botella de vino empleando un tirabuzón, le era posible separar el corcho sin sacar el utensilio dándole vueltas en la dirección contraria en que se introdujo. “Claro que no, se destruiría”, me contestó sin vacilar. Pues eso es lo que me da la impresión que ha comenzado a hacer Raúl con esta “actualización del socialismo” como han querido llamarle al desmontaje, le respondí.

No han faltado las críticas del sector más ortodoxo de la izquierda señalando que los famosos lineamientos son una traición a los principios marxista-leninistas, ya que uno de los postulados de dichos principios es la erradicación de la explotación del hombre por el hombre. Por otra parte, aparecen también las críticas de los sectores más conservadores de la derecha calificando las reformas como curitas de mercurocromo para ganar tiempo. Ambos sectores basan sus argumentos en que Raúl ha manifestado que la economía continuará siendo planificada, que este camino no es un desmantelamiento del socialismo, sino una “actualización del modelo”, y que nadie quedará desamparado.

Todavía es muy prematuro para predecir el fracaso de las reformas en curso, indudablemente habrá que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Es posible que no se tengan todavía todos los elementos de juicio, pero por lo que he visto hasta ahora las medidas económicas tomadas no se diferencian mucho de las que hubiesen tomado los economistas de cualquier país capitalista desarrollado que desee salir de una crisis económica similar o parecida a la de Cuba. Es más, este tipo de medidas en sentido general serían muy parecidas a las que aplicaría cualquier gobierno de transición en Cuba independientemente de su ideología política.

Las criticas y los escepticismos tienen diferentes orígenes y matices. En primer lugar, están los que siempre han vivido ilusionados con la explosión social que posibilite la intervención militar de Estados Unidos y le siguen los que no desean que nada cambie, que continúe la misma situación que en la actualidad les proporciona un modo de vida ya sea que radiquen dentro como fuera de la Isla.

También están los que han sufrido inmensamente bajo el régimen, con sus heridas todavía abiertas negándose a aceptar que quienes han destruido material y espiritualmente a la nación tengan la moral de componer lo que destruyeron en medio siglo.

Entiendo a estos perfectamente. Durante 30 años de vida militar aprendimos desde el principio que la efectividad y objetividad de los jefes se mide por el resultado final de su trabajo o del cumplimiento de la misión asignada. Y el resultado final de medio siglo de gobierno comunista es un país destruido por completo moral y económicamente.

Pero los tiempos han cambiado y nuestra cultura dista mucho de la asiática o la eslava. En los países de Europa del Este que fueron comunistas ya nadie recuerda a los que hicieron tanto daño. En China, a no ser una que otra foto de Mao por algún museo, nadie recuerda a los millones de muertos bajo la colectivización forzosa. En Moscú o Hanói solo un mausoleo utilizado más como atracción turística que como veneración ideológica señala la existencia de aquellos líderes que tanto influyeron en la utopía socialista de sus respectivas sociedades. En Cuba el máximo responsable que condujo al país al caos actual, aunque camina, se mueve y dicen que escribe, está más dentro de un mausoleo que afuera.

Por eso he insistido tanto en que se hace impostergable una reconciliación entre cubanos. Que gobernantes, gobernados y exiliados se sienten a dialogar para trazar el camino que evite la catástrofe. Raúl sabe muy bien que los máximos responsables de la debacle son Fidel y, por supuesto, ese partido que ignoraron por 14 años y del cual él fue eternamente su segundo secretario.

Para lograr el propósito de terminar exitosamente con la colectivización que ha arruinado a nuestro país se necesita el apoyo de todas las corrientes políticas del escenario cubano y para que esto sea posible tiene que producirse un cambio radical en la forma de escuchar y aceptar las criticas y sugerencias de toda la sociedad sin exclusión alguna.

Para que el sector de economía privada que se pretende crear fructifique tiene necesariamente que existir confianza empresarial. No es un mero capricho el que en las principales economías del mundo existan instituciones encargadas de medir e informar periódicamente los índices de esta confianza. Cuando esos índices bajan, se produce inmediatamente el desplome de los mercados de valores.

Sin devolver esta confianza empresarial difícilmente se logrará el primer objetivo de, por lo menos, evitar el hundimiento de la nave. Después le sigue la tarea más gigantesca. La de reeducar a todo un pueblo que ha perdido por completo todo concepto de lo que el derecho significa. Tarea que abarcará desde los escalones superiores del Estado, donde lo mismo se encuentra un ladrón fungiendo como Ministro de la alimentación que como Director de la Aeronáutica Civil, hasta el simple empleado de limpieza que en combinación con sus propios superiores se encarga de sustraer lo más que puedan robar de sus centros de trabajo. A lo que se debe agregar el total analfabetismo legal que corroe todo el andamiaje jurídico del país, desde el que se le ocurrió tipificar la libertad de expresión como propaganda enemiga hasta el que reprime a un escultor famoso en Pinar del Río por ejercer ese derecho, y, por supuesto, llegando hasta el recién graduado agente del orden que desde que sale en su ronda se cree con todo el derecho del mundo de parar, registrar y hasta arrestar a cualquier ciudadano sin causa probable alguna.

Cuba cuenta con valiosísimos jóvenes, inteligentes y capaces, que pueden ayudar tremendamente al inmenso y difícil reto que tiene el país. Los cuadros de las Fuerzas Armadas que tanto se esmeraron en diseñar las directivas del perfeccionamiento empresarial desde hace más de una década y que no ha podido funcionar como se esperaba están libres del obstáculo principal. El elefante de la cristalería ya ni caminar puede y aunque se le dé vaselina en algunas actividades, en realidad, ni pincha ni corta. Aunque depositar demasiadas esperanzas en cuadros de las Fuerzas Armadas es peligroso. Nosotros, por necesidad de la profesión, resultamos ser buenos organizadores pero también pésimos dirigentes políticos. El autoritarismo que necesariamente convoya a las cualidades organizativas suele revertirse en contra nuestra. La observación que Martí le hizo al Generalísimo Máximo Gómez de que: “Un pueblo no se funda (…) como se manda un campamento” es una ley tan exacta como las de Newton. Mientras más lejos se nos mantenga de las decisiones políticas, más saludable será el civilismo que la nación necesita. Ojalá Raúl aprenda la lección de que gobernar el país desde el Palacio no será lo mismo que dirigir el organismo que tan bien dirigió desde el edificio que le queda al pasar de la calle.

Los cuentapropistas podrán quizás calafatear un poco el casco del barco que se hunde, pero difícilmente puedan reparar bien el velamen para que la nave avance. Especialmente cuando se tiene un viento de frente con una intensidad de 20.000 millones de dólares en deuda y ráfagas huracanadas con un descomunal déficit comercial y productivo como jamás se vio en nuestro país. Ojalá que pueda resolverse exitosamente la gigantesca tarea por el bien de nuestro pueblo y por las terribles consecuencias que traería un descalabro más. Pero solos, sin la participación de todo el espectro ideológico de la sociedad cubana, será imposible.

Ha llegado la hora de la verdad. La hora de demostrar en la práctica la realidad en que se sustenta el pensamiento. Ese será el más severo de los jueces.


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