Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Represión

Las bondades de la imperfecta democracia made in USA

En Cuba hay muchos abismos, y pocos están dispuestos ser arrojados a ellos. La línea del borde se ha ampliado por la presión social, pero la represión sigue muy presente

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Recién concluidos los juicios sumarísimos a 75 pacíficos cubanos, con sentencias de hasta 28 años de cárcel y el fusilamiento de tres jóvenes negros, que erróneamente trataron de secuestrar un barco para huir de Cuba sin hechos de sangre, el 19 abril de 2003, 26 intelectuales y artistas cubanos suscribieron el “Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos”, sobre los manifiestos “calumniosos contra Cuba… Textos que están siendo utilizados en la gran campaña para aislarnos y preparar terreno para una agresión militar de Estados Unidos contra Cuba”. Entre los firmantes se encontraban Miguel Barnet y Eusebio Leal. Ahora, en mayo, ambos recorrieron libremente Estados Unidos, de San Francisco a Nueva York, y hablaron a plena capacidad.

En realidad, el propósito del Mensaje era justificar a las autoridades que ejecutaron la gran ola represiva conocida como Primavera Negra, los días 18, 19 y 20 de marzo de 2003 y el asesinato de los tres jóvenes, que demostraron a la opinión publica mundial el verdadero carácter del régimen. La represión fue bien calculada para hacerla coincidir con el inicio de la invasión norteamericana a Iraq, a fin de lograr impunidad al estar toda la atención internacional en tal acontecimiento. Sin embargo, existió un inmenso clamor de condena, desde la base popular hasta personalidades relevantes en todas las esferas. Incluso personalidades liberales y de izquierda, admiradoras de la revolución cubana durante decenios, despertaron decepcionadas ante tales hechos de crueldad y barbarie.

Es bien conocido que en Cuba, la persecución contra los intelectuales y artistas, algunos de ellos además homosexuales y con creencias religiosas, fue implacable en la década de 1960, cuando Guillermo Cabrera Infante y Reynaldo Arenas llegaron al destierro con sus mentes terriblemente torturadas para toda la vida, que no aniquilaron su obra, afortunadamente. Quienes optaron por permanecer en Cuba debieron afrontar la marginación, el desprecio oficial y serias dificultades económicas, como José Lezama Lima y Virgilio Pinera, que después de muertos, porque no pueden molestar, fueron reivindicados y homenajeados. Grandes desterrados han sido negados al pueblo, como si no fuera suficiente el dolor de estar lejos de la patria, tales son Celia Cruz, Bebo Valdés, y tantos más. La atmosfera de tremendo pavor social abarcó, por supuesto, a otros que permanecieron y a los jóvenes que aspiraban a consumar sus obras. Había que acatar si se creía en el proceso, autocensurarse con la esperanza de que la situación cambiara, o insertarse en la mentira y la hasta perseguir para escalar posiciones en las instituciones culturales, el partido y el Gobierno, a fin de disfrutar de las ventajas de la élite, publicar, exponer o actuar en el extranjero, viajar con familiares, y más recientemente tener a hijos y nietos estudiando en Europa y hasta Estados Unidos. En ese recorrido se distribuirían los premios nacionales y los machetes, aunque dejarían algunos para luminarias reivindicadas, con reconocido talento o apego popular.

En los pasados 5 años, las mentes de la mayoría de los cubanos van despertando y van expresando sus quejas. Han perdido las esperanzas por las promesas incumplidas, los decenios de vida desperdiciados sin atisbar el futuro digno de sus capacidades y esfuerzos, las carencias materiales desde el plato de comida hasta el techo, las potencialidades cercenadas por las prohibiciones absurdas, la imposibilidad de acceder libremente a Internet o recibir permiso de salida al exterior. En ese contexto, intelectuales, artistas y académicos denuncian la destrucción permanente del país y claman por los cambios imprescindibles, según sus formas expresivas.

Pero, atención, en Cuba hay muchos abismos, y pocos están dispuestos ser arrojados a ellos. La línea del borde se ha ampliado por la presión social, pero la represión sigue muy presente, si bien las autoridades procuran más sofisticación. La Tarjeta Blanca para poder residir o actuar en Miami, exponer en Nueva York, conferenciar en Washington DC y publicar en Europa pende de un fino hilo, que puede quebrarse. Por tanto, hay que dejar bien claro que no se disiente; alejarse de los opositores pacíficos. Lamentablemente un derrotero similar siguen personalidades visitantes, incluidos políticos, y empresarios, ya tengan raíces cubanas, o sean norteamericanas y de diversos países. En esta época de formación de la “piñata”, se tiene que procurar espacio sin molestar a las autoridades concesionarias de los permisos de entradas y los negocios del porvenir incierto.

Indudablemente, el contacto entre los pueblo es muy beneficioso para los cubanos, que avanzan hacia los siglos pasados, impedidos de conocer los progresos del siglo XXI. En tal sentido, las medidas de la Administración Obama han contribuido a ampliar el horizonte del mar circundante, tanto gracias a los norteamericanos interactuando en muchísimas actividades, como por los cubano-americanos visitantes y emisores de remesas para familiares y amigos, con su influencia liberadora respecto al Estado todopoderoso. Mucho mayor éxito tendría, si los legisladores comprendieran la conveniencia de que los ciudadanos estadounidenses puedan viajar asiduamente al archipiélago. Incluso ha sido oportuno el otorgamiento de visado a funcionarios del régimen y especialistas de los centros de estudios e instituciones culturales, algunos de los cuales se precian de ser independientes, con novedosas y atractivas propuestas de cambios internos y en las relaciones con Estados Unidos.

No obstante, podría suceder que la escuela de Fidel Castro, quien ha sido mal administrador, pero muy sagaz político, estuviera procurando convertir “el revés en victoria”. Al igual que en Venezuela, y luego en Ecuador y Bolivia, comprendió que convenía utilizar los mecanismos democráticos para llegar al poder, ya no mediante los golpes de estado y las guerrillas, en los tiempos recientes probablemente esté enviando a ciertos “lucidos funcionarios y librepensadores académicos e intelectuales” para impresionar con sus “mentes abiertas”, crear sensibilidades personales o estimular ingenuas esperanzas. Posiblemente en muchísimos países se pueda argumentar el apoliticismo, pero en Cuba todo es política, hasta para quienes se ufanen de despreciarla.

En el 30 Congreso de Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), efectuada en San Francisco, California, en la segunda decena de mayo, participaron 65 cubanos residentes en Cuba, entre ellos la Dra. Mariela Castro Espín, el Dr. Eusebio Leal, historiador de La Habana, y Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). El Gobierno norteamericano sabiamente concedió visados y, por supuesto, el cubano les otorgó la Tarjeta Blanca, porque seguirían su línea para fines propagandísticos, con buen uso de las posibilidades brindadas por un sistema verdaderamente democrático. Hasta realizaron una reunión con el Comité Nacional por la Liberación de los Cinco (prisioneros en Estados Unidos acusados de espías). Por supuesto, en Cuba nada lejanamente similar puede realizarse por la excarcelación del norteamericano Alan Gross ni algún preso político. Miguel Barnet destacó la participación en el encuentro de representantes de prácticamente todas las regiones de Estados Unidos, según la agencia Prensa Latina, y el diario Granma subrayó que participantes en LASA se habían unido a unas 300 personas en ese acto de solidaridad con Cuba y en oposición al bloqueo de Estados Unidos.

En esta oportunidad, el profesor Ted Henken preguntó al señor Barnet cómo explicar que el grupo hubiera recibido permiso para viajar a Estados Unidos, cuando a otros cubanos se negaba, como eran los casos de la bloguera Yoani Sánchez y el economista independiente Oscar Espinosa Chepe, años antes invitados por LASA. La respuesta siguió el deleznable patrón del intelectual-político-totalitario: “no está de acuerdo en comparar a académicos con mercenarios”. No son mercenarios, y el señor Barnet bien que lo es, con la “valentía “de insultar en el mismo país que supuestamente paga y manda, porque sabía que allí podía expresarse libremente, como no puede en Cuba, a pesar de su sumisión. Yoani y Chepe sí son verdaderamente libres, aunque afrontan la oferta de disfrutar una horrible cárcel.


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