Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Economía, Cambios

Las previsiones incumplidas de la economía en 2011

En vez de enfatizar el análisis de los fracasos productivos, las autoridades en el consejo de ministros ampliado han vuelto a desempolvar mitos y a establecer metas ficticias

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Los pasados días 25 y 26 de noviembre se celebró la reunión ampliada del Consejo de ministros en la que Raúl Castro citó algunos datos sobre el comportamiento de la economía cubana en 2011, y al mismo tiempo, insistió en la necesidad de continuar impulsando las reformas contenidas en los “Lineamientos”. Sobre este asunto, tendremos ocasión de aportar algunas ideas en otro momento. Me interesa en esta ocasión prestar atención a las cifras del crecimiento económico.

En dicha reunión, a la que asistieron los representantes más destacados de los departamentos con competencias en gestión de la economía castrista, se informó que la estimación del crecimiento del Producto Interno Bruto en el presente año sería de un 2,7 %, inferior al 3 % planificado.

Este incumplimiento en la previsión de las cifras de crecimiento tiene consecuencias muy negativas para la economía castrista.

Primero, que la vuelve a distanciar del conjunto de países de América Latina, que impulsados por la demanda internacional de materias primas, han vuelto a registrar un ejercicio de intenso crecimiento económico que parece alejar a América Latina de la crisis instalada en la eurozona. En cambio, la economía castrista vuelve a observar cómo se frena su proceso de crecimiento, sin que las medidas adoptadas desde el año pasado estén dando los resultados esperados. Mala noticia para los que pensaban que decisiones sueltas y con escasa reflexión, como la entrega de tierras, las autorizaciones a los cuentapropistas, o el traspaso de viviendas iban a cambiar las cosas.

En segundo lugar, y esto en clave interna, porque, una vez más, en la economía “ejemplar” de la planificación central estalinista, en la que todas las decisiones se encuentran sometidas a la voluntad de un “órgano burocrático”, que se cree superior a los demás, y por tanto, conocedor de todo lo que los cubanos desean consumir y producir, han vuelto a fracasar sus previsiones. Tremendo problema. En la economía de libre de mercado, donde las decisiones de producción y consumo se toman de forma simultánea por millones de individuos y empresas en base a la información de los precios, se suele acertar mucho más en las previsiones de los órganos reguladores. Cabe preguntarse por qué en el régimen castrista, se producen de forma sistemática estos errores, que al menos en teoría, no se deberían presentar.

Al parecer, la explicación oficial sitúa el problema en el ámbito de las inversiones, “a causa fundamentalmente del incumplimiento del plan de construcción y montaje para inversiones”. Comprensible. En un entorno de escasez abrumadora de recursos financieros, lo primero que se sacrifica es la inversión productiva. Pero los planificadores de la economía castrista deberían ser conscientes de que llueve sobre mojado, y la perseverancia en la limitación de las inversiones tiene consecuencias muy negativas sobre el potencial de crecimiento de largo plazo de la economía. Si no se invierte en infraestructuras, si no aumenta la participación de la formación bruta de capital fijo en el PIB, la economía de un país se deteriora, envejece y se hace improductiva.

Ese es el “círculo vicioso de la economía castrista”, imposible de romper con su modelo de organización institucional, agravado con la escasez de fondos existente en la actualidad, que golpea con mayor fuerza a aquellos países que no tienen una bien definida posición en la economía global. Los fondos procedentes de los petrodólares de Venezuela ya no alcanzan a pagar los despilfarros de gasto improductivo del régimen, y las remesas de las familias tienen un comportamiento peculiar que a pesar de los mecanismos institucionales de exacción de la doble moneda, escapan en un alto porcentaje de la voracidad recaudatoria del régimen. Alguien debería ponerse a pensar en cómo obtener recursos financieros, y la puerta del “Club de París” sigue cerrada.

Los errores en la previsión, después de medio siglo de estalinismo, con su descenso del crecimiento respecto a lo planificado, corresponden también, según la información oficial, a las caídas en producciones de bienes de consumo fundamentales para la alimentación de la población “como frijol, plátano, carne de cerdo y leche fresca”, que obligaron a la economía a incrementar sus importaciones de alimentos.

La pregunta inmediata es ¿pero no existe el embargo? Parece que no. Solo para comprar leche en polvo, se gastaron más de 15 millones de dólares por encima de lo planificado. En cualquier economía medianamente eficiente, unas mayores importaciones no tienen por qué representar menor crecimiento económico. De hecho, las importaciones suelen apuntalar y potenciar el dinamismo de una economía, cuando esta carece de los recursos y los debe comprar en otros mercados. Para que ello sea así, y tal vez los mejores “maestros” a los que podría acudir la economía castrista son sus “socios chinos o vietnamitas”, se trata de vender fuera bienes y servicios por un valor superior a la importación de los productos necesarios. Con ello, el saldo comercial se torna favorable y los recursos financieros que se obtienen incrementan el ahorro interno, y con ello, los niveles de inversión. En la economía castrista, la tradicional financiación con subvenciones del bloque soviético eliminó este mecanismo simple de relaciones comerciales. Nadie se preocupó durante medio siglo de estas cuestiones, y por ello, su recuperación está planteando no pocas dificultades, sobre todo de concepto. Dificultades que sólo se superarán con una amplia liberalización económica y el retorno a la ortodoxia de los derechos de propiedad y la economía de mercado.

Y aquí viene otra vez el “cuento de la lechera”, porque en vez de enfatizar el análisis del fracaso en estos aspectos, las autoridades en el consejo de ministros ampliado han señalado que “a pesar de que en el próximo año debe disminuir el volumen de estas importaciones de alimentos, pues crecerá la producción nacional, no se logrará reducir los gastos por este concepto, debido al aumento del precio de los alimentos en el mercado mundial”. Análisis que confirma lo expuesto anteriormente. No hagan previsiones sobre crecimiento de la producción nacional que no estén suficientemente justificadas. Luego vienen los sinsabores. Por otra parte, si se prevén aumentos de precios de los alimentos en el mercado mundial, adopten decisiones para su compensación en la línea de exportar mejor, más y de forma inteligente, y sobre todo de aprovisionamientos. Recuerdo cuando se analizaba a mediados de 2002 la decisión del cierre del sector azucarero por Fidel Castro, las consecuencias negativas que ello iba a suponer. Sin potencial exportador alguno, la economía castrista languidece, a merced de los mercados mundiales.

Y entonces, para acabar de “colmar el vaso” del infortunio, la propuesta del consejo de ministros ampliado para hacer frente a esta situación va justo en la dirección contraria de lo que se debe hacer, según las leyes básicas de la economía, las mismas que interpretan y aplican con éxito los socios chinos y vietnamitas. Las autoridades responsables de la economía castrista señalan, en tales condiciones, que lo “importante es ahorrar cuanto podamos el combustible y buscar alternativas para producir”, “explotar mejor el empleo de la tracción animal en las labores agrícolas y en muchos lugares todavía hay quienes no quieren hacerlo si no es con el tractor”. Es decir, volver a la época de la colonia, ya no al siglo XX ni tal vez al XIX sino al XVIII, en los orígenes de la expansión del sector azucarero que vio Arango y Parreño. ¿Y piensan que así es como van a aumentar la producción de alimentos? Esta es la mentalidad de la dirigencia comunista en Cuba, y por eso, ni “lineamientos” ni reformas “raulistas”, ni créditos, ni cuentapropistas van a dar solución alguna al proceso de entropía que se ha instalado en la economía. La destrucción hacia la que llevan a la economía los dirigentes del régimen sólo puede tener una justificación: la vuelta al estalinismo cuando se observe que la vía elegida no es la adecuada. Y entonces, el desenlace puede ser fatal.


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