Marta Frayde, en su plenitud
Nacida en La Habana en 1920, Marta Frayde Barraqué, ha fallecido en Madrid a los 93 años
Cuenta Cabrera Infante (Mapa dibujado por un espía, Barcelona, Galaxia Guenberg, 2013, pp. 247-248) que estando reunidos en su casa, en 1965, Oscar Hurtado, Antón Arrufat y Virgilio Piñera, Marta se presenta y dice: “Me alegro de encontrarlos reunidos aquí para decirles algo. ¿Por qué no son ustedes más militantes?” Cuando Virgilio le pregunta qué quiere decir, Marta precisa: “Que sean más activos. Es a ustedes los intelectuales a quienes les toca llevar la bandera de la militancia”. Y al indagar Piñera con sorna: “¿Revolucionaria?” Marta no deja dudas: “No. La verdadera militancia, que es cuestionarlo todo y pedir explicaciones al Gobierno por lo que hace mal”. Ante el desconcierto y temor de los otros, Marta continúa: “Lo que ustedes tienen que hacer es enfrentarse a la realidad […] A que no se atreven ustedes a asumir sus responsabilidades como intelectuales que son […] Hay que pelear. Y si el enemigo no nos deja escoger las armas [y] pelear con las que tengamos en las manos”.
Baste esta muestra para presentar el carácter y el temperamento, la lealtad a unos principios de Marta Frayde, siempre irreductible.
Nacida en La Habana en 1920, Marta Frayde Barraqué, ha fallecido en Madrid a los 93 años. Ha muerto sin que se cumpliera el deseo que no cesaba de reclamar para sí: morir cinco minutos después de Fidel Castro.
Graduada en Medicina (Universidad de La Habana y McGill University, Canadá), perteneciente a una familia de clase media alta, profesionales su padre y su madre, desde muy joven adquirió una conciencia política que nunca la abandonó. Vinculada al partido Ortodoxo de Eduardo Chibás mantuvo una sostenida resistencia a la dictadura de Fulgencio Batista, al tiempo que se vinculó al Movimiento 26 de Julio y estrechó lazos con su dirigente máximo Fidel Castro.
Al triunfo de la Revolución recibió el encargo de poner en marcha el Hospital Nacional y la Escuela de Enfermería adjunta. Posteriormente, fue designada representante de Cuba ante la UNESCO, circunstancia que le valió para estrechar amistad en París con sectores intelectuales y profesionales de la izquierda (Juan Goytisolo, Jorge Semprun, Claude Julien, entre otros) y desarrollar una amplia actividad cultural.
Con su regreso a Cuba comienza una etapa de observación y reflexión sobre los cambios que se van produciendo dentro del régimen y que terminan por convencerla de su rendición a la tentación totalitaria. Dotada de un temperamento rebelde no puede callar y da inicio a una abierta actividad disidente. En enero de 1976 funda en La Habana el Comité Cubano pro Derechos Humanos, junto a Gustavo y Sebastián Arcos, Elizardo Sánchez y Ricardo Bofia, entre otros. Encarcelada en 1976 es condenada a 29 años de cárcel. Indultada en 1979, parte hacia el exilio en Madrid, donde funda la sección española del Comité pro Derechos Humanos y dirige su boletín durante cerca de 20 años.
Con el tiempo, Marta habría de influir entre sus amigos de la izquierda francesa y española para corregir la visión edulcorada que tenían de la Revolución y mostrarles el giro totalitario al que se precipitaba.
En 1987 publica en París sus memorias (Écoute, Fidel, Ed. Denoêl). En 2006 entrega su correspondencia a la Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami y ese mismo año deposita su colección de pintura cubana al Lowe Art Museum, de la misma universidad.
Unida a su actividad profesional y política, Marta Frayde se mantuvo atenta al desarrollo de las artes plásticas en Cuba. Entre sus primeros amigos pintores se encontraban el joven Wifredo Lam, Carlos Enríquez y Víctor Manuel, a los que se unieron Portocarrero y Milián, Amelia Peláez y Mariano Rodríguez. Cercana a las más prominentes figuras intelectuales del país, mantuvo una continuada amistad con Jorge Mañach y con el grupo Orígenes y su fundador, José Lezama Lima.
Contra Marta Frayde no pudieron el hostigamiento de sus enemigos, las dificultades del exilio ni el paso de los años. Firme en su optimismo, no dejó de alentar el surgimiento de una sociedad civil en Cuba, más allá de todo partidismo, de cualquier sectarismo. Soñando siempre con el regreso a la libertad y la democracia. Así vivió y así se ha despedido.
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