Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Petróleo

Petróleo a la vista

Un estudio del Observatorio Geológico de EEUU estima que al norte de Cuba podría encontrarse una reserva de 4.600 millones de barriles de petróleo y 9,8 billones de pies cúbicos de gas natural

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En la primavera de 1969 disfruté la mejor escuela al campo de mi vida: trabajando en los pozos de petróleo de Guanabo: torres de perforación y llaves inglesas XXL durante el día y chapuzón a la caída de la tarde. Ya por entonces era ampliamente conocida la leyenda urbana de los pozos secretos. Se trataba, supuestamente, de pozos perforados por compañías norteamericanas que habían descubierto en la Isla reservas fabulosas de crudo. Pero los pozos fueron sellados y se mantenían como parte de la reserva estratégica estadounidense, cuando aún no sospechaban la “reserva estratégica” que les deparaba el futuro.

Con el tiempo, supe que la leyenda era sólo eso, y que si un hada madrina petrolífera hubiera tocado a la Isla con su varita, el toque se le había desviado hacia el Golfo de México, pero a profundidades que, por entonces, eran técnicamente inaccesibles. De momento, el país seguiría produciendo en la costa norte petróleo pesado (de 10 a 12 grados API) y con alto contenido de azufre —75.000 barriles al día de gas y petróleo—, que cubre la mitad de sus necesidades y que sólo puede emplearse para la producción de electricidad y en algunas fábricas de cemento. Otros 90.000 barriles son importados diariamente de Venezuela en condiciones preferenciales.

En 1991, la producción de crudo en Cuba apenas llegó a las 500.000 toneladas. Hoy esa cifra se ha multiplicado por ocho, y la mayor parte de esa producción se explota en colaboración con empresas extranjeras. El paisaje de la Vía Blanca es hoy muy diferente al de 1969. En las torres de los pozos ondean banderas chinas, francesas, brasileñas, vietnamitas y canadienses, antes que les fueran cancelados sus contratos a Peberco y Sherrit.

Desde que en 1977 se crearon las zonas económicas exclusivas, tras la firma de tratados con México y EEUU, Cuba disfruta de los derechos sobre una porción del Golfo de México casi idéntica en extensión a la Isla.

En 1999, el país abrió a la exploración petrolera 112.000 kilómetros cuadrados de esa zona, divididos en 59 bloques. En el año 2000, Repsol contrató los derechos de los seis bloques más cercanos a las costas del noroeste de la isla. Rusia estudia explorar once bloques y China, ocho. También han sido invitadas a participar las compañías Hydro (Noruega), OVL (India), PDVSA (Venezuela), Petrovietnam, Petronas (Malasia) y Sonangol (Angola). De modo que ya están bajo contratos de riesgo 22 de los 59 bloques disponibles para estas operaciones en aguas profundas (400-1.500 metros) y ultraprofundas (superiores a 1.500 metros).

La brasileña Petrobras se retiró a fines de 2010 porque los prospectos de la zona cubana “no compiten con los centenares de prospectos que ellos tienen” en su país, comentaron las autoridades cubanas. Aunque es interesante la fuerte inversión que está haciendo en el puerto del Mariel, base logística para las explotaciones en el golfo. Quizás, como aquellos astutos comerciantes de California, han decidido que otros busquen el oro mientras ellos los avituallan desde tierra firme.

En 2004, Repsol-YPF realizó un pozo de 600 metros de profundidad, a 28 kilómetros de la costa noroeste cubana, y encontró crudo “no viable comercialmente”, aunque constató que era grande la perspectiva de reservas de alta calidad. Lo cual queda corroborado por la participación de Norsk Hydro, y por las declaraciones de José Noya, experto en el área de exploración de PDVSA, quien declaró al diario mexicano La Jornada que en la zona que se encuentra 100 kms al noreste de Cancún las “expectativas son grandes”, dado que “la estructura detectada” se podría asociar al yacimiento mexicano de Cantarell.

Ahora Repsol-YPF ha acordado con el gobierno cubano realizar una perforación profunda desde una plataforma semisumergible, la Scarabeo 9, de alta tecnología, que se construyó a pedido en China por la compañía Saipem.

Una gran parte del equipamiento y del software de las plataformas modernas es norteamericano y, de acuerdo a las restricciones del embargo, no se puede usar en aguas cubanas ninguna plataforma que supere el 10% de componentes de ese origen. De modo que a Repsol, para decirlo en cubano, se la pusieron en China. Como la unidad de perforaciones submarinas SpA es de la compañía italiana Eni, las imposiciones del embargo están a salvo.

Tan pronto llegue la plataforma, a fines del verano, comenzará la perforación cuyos resultados mantienen a todo el sector a la expectativa. Y tras Repsol, ya hay cola para el uso de la plataforma en sus respectivos bloques por la petrolera malasia Petronas, la india ONGC Videshy, Petróleos de Venezuela, y otras.

¿De qué estamos hablando? Un estudio del Observatorio Geológico de EEUU estima que al norte de Cuba podría encontrarse una reserva de 4.600 millones de barriles de petróleo y 9,8 billones de pies cúbicos de gas natural. Reservas mayores que las de Colombia y similares a las de Ecuador, y quizás en la zona cubana del Golfo de México las reservas cuadrupliquen esa cifra, lo que colocaría a la Isla cerca de las reservas norteamericanas.

Dado el consumo del país, ello lo convertiría en un notable exportador de petróleo, a 90 millas de las costas del mayor consumidor del mundo.

Al respecto, lo que más preocupa a algunos es que se produzca una producción acelerada sin respeto por las medidas de seguridad para evitar una catástrofe ecológica.

Aunque Statoil, Repsol, Saipem e Hydro tienen amplia experiencia en aguas profundas, los especialistas no confían en que las compañías de la India, Malasia y Venezuela sean tan rigurosas medioambientalmente, algo muy importante considerando los delicados hábitats y las zonas turísticas adyacentes. Manuel Marrero, especialista principal de Ministerio de la Industria Básica, ha declarado a IPS que “nosotros damos las mismas garantías que da la comunidad petrolera internacional, no menos”. Y no hay razones para pensar que lo harán peor que BP. Si se encuentra petróleo de calidad y en cantidades explotables, no habrá Greenpeace que impida su extracción. En cualquier caso, las compañías serán responsables de los presuntos daños que ocasionen.

Otro aspecto esencial es la relación con el vecino del norte y la incidencia del petróleo en el embargo, que cumple ya medio siglo. EEUU podría ver plataformas petroleras donde ondearan banderitas cubanas, españolas, rusas y chinas a 80 km de La Florida.

Un informe reciente de la Asociación Internacional de Contratistas Perforadores (IADC) que ha circulado en Washington reconoce que “es inevitable que Cuba explore y explote sus recursos de hidrocarburos en sus aguas, y sería benéfico tanto para la población de Estados Unidos como para la de Cuba que esto se haga adecuadamente”. Aunque en 2006, cuando tuvo lugar en México una reunión entre autoridades cubanas y ejecutivos petroleros estadounidenses, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos insistió en que los cubanos fueran sacados del hotel de una cadena norteamericana en el que se hospedaban, hoy una delegación de la IADC, con base en Houston, ha sido autorizada a visitar La Habana. Muestra de que el petróleo, aún en perspectiva, hace amigos. Hay en Washington un incesante cabildeo de las Asociaciones de Proveedores de Equipo Petrolero (PESA), que incluyen a Halliburton, Fluor y Bechtel, para promover una nueva ley energética que permita contactos industriales con Cuba.

Frank Calzon, director ejecutivo del Centro por una Cuba Libre, advierte que “las compañías estadounidenses necesitan tomar en cuenta que los intereses de los negocios no necesariamente son los intereses de la nación”. “El régimen cubano está llegando a su fin, y no cabe duda que están en su última fase y creo que es el peor momento posible para invertir”. Pero en la contabilidad de los petroleros, el petróleo fluye y podría escaparse, mientras el castrismo es pétreo. Por eso Jorge Pinon, cubano y ex presidente de Amoco Oil Latinoamérica, asegura que “si alguna de esas perforaciones se saca la lotería y descubre reservas sustanciales, la presión en Washington será tal que veremos cómo se desbarata el embargo, al menos en lo que concierne a la industria petrolera”. Claro que teniendo la baza del petróleo, Cuba podría exigir aperturas mayores, en particular, el desbloqueo del turismo a la Isla, conseguido lo cual, el embargo sería superfluo.

Las cordiales reuniones periódicas entre militares cubanos y norteamericanos en la base naval de Guantánamo demuestran que los tres puntos clave de las relaciones Cuba-EEUU no son los derechos humanos, sino la seguridad militar, el narcotráfico y la emigración descontrolada. En los dos últimos aspectos hay acuerdos y trabajo conjunto. La amenaza militar se ha ido afantasmando en la medida que las fuerzas armadas cubanas, al perder su base logística, se han contraído hasta una milicia sin la capacidad global de otros tiempos. A esto se suma ahora el petróleo, y para la irrupción de las empresas norteamericanas no se invocarán razones económicas, sino ecológicas: garantizar al público norteamericano la seguridad de esas prospecciones.

De modo que no será la presión internacional, ni los comités de solidaridad con Cuba, ni las votaciones en la ONU, ni un millón de discursos los que abolirán el embargo, sino una sustancia negra y pestilente que los antiguos tenían en poca estima y usaban apenas para calafatear sus naves.

¿Qué puede significar esto para el pueblo cubano?

Todos conocemos lo que ocurrió cuando el desmembramiento de la Unión Soviética privó a Cuba de 255.000 barriles de petróleo por día en términos preferenciales. También sabemos el grado de dependencia que suponen los 90.000 barriles diarios desde Venezuela —y su precariedad: los opositores ya han anunciado que cancelarán este acuerdo si logran desbancar a Chávez—. De modo que la independencia energética sería también la independencia económica del raulismo. Ahora bien, aquí hay que calcular los plazos.

Se prevé que se realicen cinco pozos escalonados hasta 2013 y, en caso de que fueran promisorios, pasarán no menos de cinco años, y posiblemente ocho, hasta que se estabilice una producción que redunde seriamente en la economía de la Isla. Hablamos de 2018 o 2021. Más o menos rápido en la medida que se levante el embargo y las empresas norteamericanas participen en el negocio.

Si el maná del petróleo hubiera ocurrido en los años 60, cuando Fidel Castro aspiraba a convertirse en el Comandante en Jefe de la Revolución mundial, esta inyección de petrodólares habría costado al planeta cientos de revoluciones (justificadas o no) y millones de muertos. El cheerleader de la política mundial —escandaloso, pintoresco, acrobático, pero no decide el partido— habría pasado a ser el base del equipo. La caballería lapona sobre sus renos se habría alzado contra el imperialismo noruego, los esquimales habría declarado la República Popular de Groenlandia, Danny de Vito y Michael Moore se habrían alzado en las Rocallosas. Los cubanos seguirían comiendo por la libreta, mientras la nómina de guerrillas patrocinadas daría la vuelta a la Isla. Pero, en 2018, Fidel Castro cumplirá (si los cumple) 92 años, y en 2021, 95. No creo que las fuerzas le den para algo más que dictar sus “Reflexiones” en Cubadebate. Raúl Castro andará por los 87 y los 90, respectivamente, y su bebida predilecta no es la revolución universal.

Una gruesa inyección de petrodólares podría traer a los cubanos beneficios y maleficios. Si ocurriera antes de una transición democrática, y el Gobierno fuera lo suficientemente inteligente para ofrecer pan y circo, la perspectiva de un estado de derecho se alejaría hasta más allá del horizonte. Las petronaciones, con alguna excepción (Noruega y Noruega) son sultanatos con élites obscenamente ricas y un pobrerío (en el mejor de los casos) subvencionado. Aparecerían petrogenerales, jeques verde olivo al mejor estilo pos soviético. Posiblemente, se alejaría la perspectiva de que Cuba se convierta en una narcorepública, algo nada descartable dados el clima y la cercanía al primer consumidor de petróleo y marihuana (a los yanquis les van todos los combustibles) y, siendo optimistas, un boom de las construcciones y los servicios redundaría favorablemente en la economía individual. Dependerá de si en la carrera por la sucesión triunfan los generales o los tecnócratas.

Si la felicidad es ese estado en que un hombre puede ser lo que consiga con sus talentos y su esfuerzo, sin que medien coyundas, a menos que llegue antes la democracia que el petróleo, se acercará el pan a la mesa en la misma medida que se alejará la felicidad.


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