Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Economía

Propiedad privada y justicia social

La experiencia muestra que donde se suprimió la propiedad privada y se puso valladares a la iniciativa del ser humano devino el desastre y la involución en lugar del progreso

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“La burguesía vino a demostrar que aquellos alardes de fuerza bruta que la reacción tanto admira en la Edad Media tenían su complemento cumplido en la haraganería más indolente. Hasta que ella no lo reveló, no supimos cuánto podía dar de sí el trabajo del hombre. La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas. Ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas”.

“La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. Lo contrario de todas las clases sociales de cuantas la precedieron, que tenían todas como condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes”.

Quizás algunas personas al leer estos párrafos piensen que salieron de la pluma de Margaret Thatcher, Ronald Reagan o Milton Friedman. Pues no. Son parte de la obra más significativa de Carlos Marx y Federico Engels, el Manifiesto Comunista, escrito a mediados del siglo XIX cuando el capitalismo como régimen social todavía estaba en su estadio primario. Cuando no se podía ni imaginar los niveles tecnológicos y los avances sociales logrados por este “imperfecto” sistema.

El capitalismo en ese siglo, con su ya pujante desarrollo, mantenía enormes inequidades e injusticias, que muy bien reflejaron autores como el inglés Charles Dickens y el francés Honoré Balzac, con jornadas de más de 12 horas de trabajo y una inclemente explotación, sin que los trabajadores pudieran organizarse en sindicatos. Gracias al avance social y las luchas obreras, los beneficios del crecimiento exponencial de la productividad del trabajo no solo han sido para los dueños del capital, sino también para amplios sectores de los trabajadores, lo que no significa que todos los problemas estén resueltos y aún se pueda avanzar más en el reparto equitativo de la riqueza. Máxime cuando quedan en el planeta áreas que están por alcanzar los logros obtenidos gracias al avance de la ciencia y la técnica.

Ciertamente hoy existen complicados momentos económico-sociales en distintos países donde persisten los efectos de la crisis global que irrumpió en el 2008. Las consecuencias son altas tasas de paro en varios países, e incluso serios problemas de insolvencia financiera en algunos que han demandado el apoyo internacional. No obstante, las consecuencias de esta crisis, que muchos previeron serían similares a la de 1929, no han sido tan graves. Por el contrario, muchas naciones, en particular del mundo en desarrollo, han emergido rápido y fortalecidas de la turbulencia económica. De todas formas a nadie se le ocurrió en los momentos más álgidos de crisis recurrir a la planificación centralizada y a la limitación forzada del mercado, incluidas China y Vietnam.

Así, los augurios de Marx y Engels —fundados en la realidad social que conocieron— sobre la depauperación absoluta del nivel de vida de los trabajadores y el inevitable fracaso del capitalismo víctima de supuestas contradicciones insuperables, no se cumplieron. El sistema capitalista ha sabido autocorregirse y adaptarse a nuevas condiciones; las crisis que ha soportado han sido aprovechadas como momentos de cambio para reordenar su potencial y hacerlo más eficiente y sólido. Con ello se cumple paradójicamente la aserción de Marx y Engels que “la burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción y con él todo el régimen social”, a lo cual habría que agregar: sin destruirlo.

En cambio, la experiencia muestra que donde se suprimió la propiedad privada y se puso valladares a la iniciativa del ser humano devino el desastre y la involución en lugar del progreso. Cuba es un ejemplo práctico de lo que sucede cuando al individuo se le cortan las alas de la creatividad y no puede desplegar libremente su instinto de superación. Esto provoca estancamiento y luego la regresión económica y en todos los aspectos sociales, lo cual se traduce en miseria, penalidades, degradación e infelicidad de los seres humanos.

Por cierto, actualmente nadie con sentido común puede defender las ambiciones de avance personal, la propiedad privada y el mercado sin regulaciones. Las posiciones extremas neoliberales han demostrado ser tan inviables como las concepciones estatistas. La vida sugiere mecanismos que regulen las ambiciones y la propiedad privada para que sean instrumentos de desarrollo, y permitan a las personas con iniciativas beneficiarse, así como a toda la sociedad, evitándose las convulsiones sociales provocadas por la falta de oportunidades y una distribución de la riqueza sin equidad.

No se trata de elucubraciones vacías. El ejemplo de los países nórdicos europeos, Países Bajos, Suiza, Canadá y otros resulta irrebatible; han desarrollado niveles extraordinarios de riquezas e ingresos por habitante, y mantienen la equidad y la seguridad social más altos del planeta a través de un capitalismo con justicia social, que jamás pudieron tener los fracasados intentos del “socialismo real”. Pero no solo cabe mencionar países, sino también a seres de carne y hueso como Bill Gates que de estudiante talentoso y dedicado se convirtió en multimillonario y benefactor de la Humanidad. Con su impulso a Internet propició la conexión universal de las personas para compartir conocimientos y relaciones, así como ha contribuido a la sociedad con el pago de impuestos. Está también el relevante caso de Oprah Winfrey, que de origen súper humilde, a base de coraje y talento, se convirtió para bien de su país en una de la mujeres más acaudaladas del mundo, posición que le permite, al igual que a Gates y su esposa, invertir millones de dólares en proyectos de beneficio social en África y otras regiones atrasadas del planeta.

Estos ejemplos de éxitos y beneficios compartidos no se dan en Cuba, donde impera el concepto de que el progreso de los negocios privados es reprobable, y “está excluida la concentración de la propiedad en personas jurídicas y naturales”, con lo cual se bloquea el aporte de los individuos emprendedores y talentosos al desarrollo social.

Hoy es más claro que nunca que la iniciativa privada es indispensable para el desarrollo de las naciones, en un marco debidamente regulado, en combinación con la actividad pública, como factor indispensable para el progreso y la sustentabilidad de políticas de justicia social.


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