Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Opinión

Las difíciles relaciones entre los Estados Unidos y Cuba

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Esa inflexibilidad casi patológica de Fidel, se vio claramente tras la devastación terrible de los últimos dos ciclones de octubre de 2008. El gobierno norteamericano ofreció ayuda generosa e incondicional para paliar los daños, que incluía viviendas provisionales para cuarenta mil personas, donde medio millón de cubanos habían perdido sus casas, y Fidel, contra la opinión de Raúl y de casi todo su gobierno, que incluso veían una oportunidad dorada para comenzar una suerte de reconciliación, se negó a aceptar ese auxilio porque está empeñado en que Washington levante el embargo unilateralmente, sin la menor concesión de su parte, y prefiere que sus compatriotas padezcan cualquier calamidad antes que admitir un trato favorable de su archienemigo.

Hechas estas salvedades vale la pena consignar esas once medidas que pudiera poner en práctica la administración del presidente Obama:

  1. Es muy importante mantener una entidad especial sobre Cuba que coordine todos los esfuerzos en pro del establecimiento de la democracia y sirva de enlace a los distintos organismos norteamericanos que intervienen en este complejo asunto. Esa oficina la creó el presidente Bush y colocó al frente de ella a un funcionario competente, Caleb McCarry, que ha hecho un espléndido trabajo. Sin embargo, quien reemplace a McCarry tal vez deba contar con un comité asesor bipartidista formado con los senadores Bob Menéndez y Mel Martínez y los congresistas federales Albio Sires, Ileana Ros-Lehtinen, Lincoln Díaz-Balart y Mario Díaz-Balart. ¿Quiénes están mejor informados sobre Cuba dentro de la administración norteamericana? ¿Quiénes pueden representar mejor que ellos el sentir de los cubanoamericanos en un tema tan sensible? ¿Quiénes pueden ser mejores interlocutores y consejeros sobre Cuba para la Casa Blanca o para el Capitolio que estos políticos elegidos democráticamente?
  2. Esta dependencia oficial, esa oficina cubana, debe publicar mensualmente, en inglés y español, un análisis de los hechos y opiniones más relevantes sobre la situación cubana para informar a todas las cancillerías, medios de comunicación y líderes importantes de cuanto acontece en Cuba. El volumen de información sobre Cuba, y la propaganda que hace circular La Habana son enormes, de manera que lo que se necesita es una síntesis seria y objetiva sobre los asuntos cubanos.
  3. A esa oficina cubana de Washington, asesorada y supervisada por la comisión bipartidista, le correspondería revisar y modificar periódicamente los potenciales planes de ayuda económica a una Cuba democrática. No debe olvidarse que esos planes se formularon tanto por la administración de Bill Clinton como por la de George W. Bush y forman un magnífico punto de partida para poner en marcha la colaboración entre los dos países, una vez llegada la hora cero. Dentro de la Isla, lejos de verse como una intromisión en los asuntos internos, como dice la propaganda oficial, esos planes se ven como una señal de esperanza. No basta querer el cambio: hay que saber hacia dónde vamos a cambiar y cómo vamos a financiar ese cambio.
  4. Es muy conveniente revocar las medidas dictadas por la Casa Blanca en el 2004, que limitaban el envío de remesas y los viajes a Cuba por parte de los cubanoamericanos residentes en Estados Unidos. Fue una promesa de campaña y favorece los contactos entre los cubanos libres y sus familiares cautivos y pobres, lo que siempre se traduce en un mayor deseo de cambio dentro de Cuba. Será un gesto de buena voluntad que agradecerán los cubanos dentro de la Isla y aumentará la simpatía hacia la nueva administración, así que, mientras más pronto se anuncie, mucho mejor para todos.
  5. Dentro del mismo espíritu, debe reanudarse el intercambio académico, aun a sabiendas de que los enviados cubanos al exterior están obligados a reportar a los cuerpos de inteligencia del gobierno cubano o trabajan directamente para ellos. Incluso en esas circunstancias, los académicos que viajan al exterior suelen transmitir ciertas informaciones valiosas a los exiliados, al tiempo que regresan a la Isla inevitablemente contaminados por la experiencia de la libertad, tan diferente al discurso oficial.
  6. Es vital que los demócratas de la oposición interna reciban ayuda abundante, como sucedió con los disidentes de la Europa del Este. Estos valientes oposicionistas hoy tienen poco impacto dentro del país, dada la represión y el aislamiento a que los somete el régimen, pero cuando llegue el momento del cambio van a desempeñar el role clave en la consolidación de la transición. Cuba, como siempre, protestará, pero el país que una y otra vez proclama su derecho a practicar lo que en Cuba llaman el “internacionalismo revolucionario” –y mucho que lo ha practicado durante décadas en todos los continentes y por todos los medios, incluida la violencia- no tiene ningún argumento moral para negarle a Estados Unidos o a la Unión Europea el derecho a ejercer pacíficamente el “internacionalismo democrático” para ayudar a quienes comparten los valores de la libertad.
  7. Dentro de ese esquema, resulta fundamental que se mantengan y potencien Radio y Televisión Martí, aunque la dictadura cubana, hasta ahora, haya podido bloquear con bastante habilidad, aunque parcialmente, la señal de televisión. La inmensa utilidad de esos dos medios de información –que conducen su programación de acuerdo con las estrictas reglas de La Voz de América-, como sucedió en Europa del Este, se confirmará cuando lleguemos al establecimiento de la democracia. Mientras más información reciban hoy los cubanos, más fácil y menos azaroso será mañana el cambio. También es posible, por ejemplo, darle a TeleMartí un contenido latinoamericano mucho más amplio para que, sin abandonar el campo cubano, sea capaz de ofrecer una alternativa seria y objetiva a TeleSur, la cadena continental con que hoy Hugo Chávez intenta adoctrinar a los latinoamericanos.
  8. Lo mismo que se dice de Radio Martí hay que repetirlo en el caso de Radio República –una excelente estación de onda corta cuyo objetivo principal es informar balanceadamente a la clase dirigente cubana y a los demócratas de la oposición-, y del Directorio Democrático Cubano, que es la organización encargada de las transmisiones de Radio República, acaso la única organización juvenil del exilio, y la más eficaz, que ha sido capaz de crear una muy respetada red internacional de apoyo a los disidentes, que hoy abarca a toda América Latina y Europa.
  9. Estados Unidos debe continuar coordinando su política cubana con Canadá y la Unión Europea, con especial énfasis en los países que lograron liberarse del comunismo, que son los más sensibles. La lucha por la democratización de Cuba debe ser colocada no como una tarea de Estados Unidos, sino como una responsabilidad de todas las democracias serias del mundo con el destino de una de las últimas dictaduras comunistas que quedan en el planeta. Dentro de esa estrategia, es esencial mantener y fortalecer los lazos con organizaciones y entidades de la sociedad civil de diversos países decididas a contribuir a la libertad de los cubanos, como el Comité Internacional para la Democracia en Cuba que dirige Vaclav Havel en Praga, el Cuba Development Iniciative del Pan American Development Foundation, el Center for a Free Cuba, el Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami, la Fundación Internacional para la Libertad y CADAL de Argentina, y otra media docena de instituciones similares que han demostrado su eficacia y seriedad a lo largo de los años.
  10. Otra medida muy recomendable es el mantenimiento de la llamada “Ley de Ajuste”, aunque lo sensato sería eliminarle esa ridícula y a veces cruel limitación de “pies secos, pies mojados”, aún cuando se castigue con severidad a los traficantes de personas. Debe mantenerse la Ley de Ajuste, en primer término, porque la sociedad cubana, atrapada en el seno una dictadura sin esperanzas, agradece mucho ese gesto de generosa hospitalidad de Estados Unidos, y, en segundo lugar, porque la facilidad que proporciona esa legislación ha permitido la exitosa integración de los cubanos en la sociedad norteamericana. Si hoy la segunda generación de cubanos, pese a la pobreza relativa de la ciudad de Miami, tiene unos niveles de educación e ingresos superiores a la media nacional, es, entre otras razones, por la facilidad con que puede trabajar, pagar impuestos, aprender inglés, estudiar e integrarse en la vida americana. En lugar de eliminar la Ley de Ajuste, lo inteligente sería que el Congreso estudiara sus benéficos efectos con la intención de extenderla a otras comunidades.
  11. He dejado para el final el espinoso tema del embargo. ¿Es conveniente levantarlo? Sin duda. Debe levantarse. ¿Cuándo? En el momento en que Fidel Castro desaparezca de la escena y comiencen los primeros síntomas de cambio. Hacerlo ahora sería reforzar la tendencia inmovilista y enviaría el mensaje equivocado. No hay prisa. El tiempo juega a favor, no en contra de Estados Unidos, y dentro de Cuba todo el mundo sabe que la miseria que padece el país no se debe al embargo sino a la minuciosa incompetencia del sistema comunista. Si ahora se levanta el embargo se les estaría diciendo a las facciones en pugna dentro de Cuba “no hay nada que cambiar, pueden seguir violando los derechos humanos de los cubanos, o hacer lo que les dé la gana, porque a Estados Unidos y al resto del mundo no les importa que en Cuba exista una dictadura comunista contraria a sus intereses y valores”. Esas municiones, esos gestos de buena voluntad, hay que reservarlos para estimular la buena conducta, como recomiendan siempre los psicólogos behavioristas. Tan pronto desaparezca Fidel Castro –ese gran obstáculo para el establecimiento de la libertad en Cuba-, es el momento de volver a ofrecer ayuda humanitaria masiva (que entonces seguramente será aceptada), y de comenzar a hablar de la devolución de Guantánamo a los cubanos, una base militar obsoleta cuyo nombre no es de buena recordación para Estados Unidos, o del perdón presidencial a aquellos espías condenados a cárcel que no tengan sus manos manchadas de sangre. El levantamiento del embargo, como otras medidas simbólicas, son refuerzos positivos para inclinar el curso de los acontecimientos, pero es vital saberlos utilizar en el momento exacto para que sean eficaces.

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