Tecnología y política
¿Lograrán las necesidades tecnológicas, de inversiones y de negocios imponerse sobre las diferencias ideológicas?
No es una nueva “batalla de ideas”, ni siquiera llega a un paso más allá del simple intercambio de opiniones, pero podría marcar una nueva pauta en el intrincado camino de la aún por ver normalización de relaciones entre Washington y La Habana. Es además de un ejemplo de lo que constituye un esbozo de una nueva estrategia por parte del gobierno estadounidense, donde las operaciones encubiertas y quizá incluso hasta la financiación de la disidencia son puestos a un lado, abandonados o colocados en una posición secundaria frente al intento de influir de forma más directa sobre la sociedad cubana, con el apoyo o al menos la anuencia del régimen de la Isla.
Por lo pronto, las cartas están sobre la mesa. Cuba busca aumentar el acceso de sus ciudadanos a Internet, pero sin modificar el monopolio estatal sobre las telecomunicaciones. Estados Unidos considera que el Estado cubano carece de suficientes recursos para las inversiones que precisa la Isla,
Hasta aquí no hay nada novedoso en ambas posiciones. Lo nuevo es que dos países que no solo han sido férreos enemigos por décadas, sino que en los últimos años han dedica recursos, personal y tiempo a lo que La Habana ha llegado a llamar “guerra cibernética”, prefieran hablar ahora de tecnología y echar a un lado (aunque no olvidar ninguna de las partes) la ideología.
El gobierno de Cuba “está buscando mecanismos para, en una primera instancia, expandir la conectividad y al mismo tiempo mantener su mecanismo de administración del mercado, que obviamente es muy diferente al nuestro”, dijo una fuente del Departamento de Estado, tras las conversaciones en La Habana sobre tecnología.
El gobierno cubano está “extremadamente entusiasta” de avanzar en la expansión de las telecomunicaciones en la Isla, añadió.
El funcionario, que habló bajo anonimato, cuestionó que Cuba pueda cumplir las metas fijadas por la ONU de proveer Internet a 60 % de la población y 50 % de los hogares para el año 2020, sin permitir la entrada de competidores y una multiplicidad de inversionistas privados a su limitado mercado de telecomunicaciones.
Las conexiones privadas en la Isla están estrictamente reguladas por el Estado y sólo alcanzaban al 3,4 % de los hogares en 2013, según la Unión Internacional de Telecomunicaciones, una agencia de Naciones Unidas.
Pero la fuente indicó que la posibilidad de un cambio en el monopolio estatal de las comunicaciones en el país comunista no se mencionó en las recientes reuniones bilaterales, y que cualquier desregulación del sector luce improbable.
Cuba “no sería el único mercado en el mundo con un solo proveedor”, apuntó la fuente.
La semana pasada, una delegación del gobierno estadounidense, liderada por el subsecretario adjunto de Estado, Daniel Sepúlveda, viajó a La Habana para discutir el alcance de las nuevas regulaciones emitidas por el gobierno estadounidense y las maneras de aumentar la conectividad en Cuba.
Después del histórico anuncio en diciembre de los presidentes Barack Obama y Raúl Castro de restablecer relaciones diplomáticas, tras medio siglo de interrupción, Washington hizo públicos algunos decretos que flexibilizan el embargo, vigente desde 1962, y autorizó a empresas de telecomunicaciones estadounidenses a vender servicios a Cuba.
Washington ha fungido de intermediario entre las autoridades cubanas y las empresas norteamericanas, dijo la fuente.
En febrero, la estadounidense IDT Domestic Telecom y el monopolio estatal cubano de telecomunicaciones Etecsa acordaron la primera conexión directa entre ambos países en décadas, mientras el servicio de video en línea Netflix comenzó a operar en la Isla.
Las conversaciones sobre tecnología marchan en paralelo a las negociaciones de alto nivel para el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba.
Estados Unidos y Cuba intercambiarán propuestas sobre la mejor manera de que la Isla alcance sus metas para incrementar la penetración de Internet y de aparatos inalámbricos entre su población. Un alto funcionario del Departamento de Estado dijo que el intercambio de propuestas será el próximo paso.
El funcionario, quien solicitó el anonimato porque su despacho no le permite hablar con periodistas, dijo que si bien no hay reuniones previstas el diálogo bilateral sobre tecnología y telecomunicaciones seguirá en marcha.
El funcionario agregó que si bien la infraestructura cubana para alcanzar esas metas está rezagada respecto a cualquier otro país del planeta, la Isla puede comenzar a trabajar a partir del cable submarino con Venezuela que le permite acceso a Internet, puntos de acceso gratuito a Internet, conexiones por satélite y un espectro de dos millones de usuarios de teléfonos celulares con una tecnología antigua.
El funcionario dijo que si los cubanos logran crear un entorno favorable hay gran potencial para que el sector privado estadounidense pueda migrar tecnología inalámbrica más sofisticada.
Durante su visita a la Isla la delegación estadounidense se entrevistó con algunos blogueros cubanos, al parecer afines a la línea oficial, de acuerdo a lo narrado por uno de los participantes, según un cable de la AFP fechado el martes.
“Otra de las ideas que compartieron con nosotros es que el Estado (cubano) por sí solo no cuenta con los recursos financieros para enfrentar el proceso inversionista que necesita este sector en Cuba”, dijo el bloguero y profesor universitario, Roberto G. Peralo.
Los norteamericanos “recomendaban la participación del capital extranjero pero aseguraban que el gobierno cubano no ofrecía garantías suficientes”.
Peralo, quien opera el blog jovencuba.com, comentó al respecto: “me quedé con ganas de saber, cuáles son esas garantías”, pues según él, la reunión con una decena de blogueros dejó “más preguntas que respuestas”.
“Uno de los funcionarios dejó bien claro que sus intenciones son: brindarle a los cubanos las mejores tecnologías que les permita desarrollar toda su infraestructura de telecomunicaciones. Lo que hagamos con ella es un problema que concierne solo a los cubanos”, señaló el bloguero.
“Cómo me gustaría creer en la sinceridad de esas palabras”, dice Peralo.
“Los temas abordados fueron muchos a pesar del corto tiempo y las diferencias ideológicas. Todos los presentes coincidíamos en la importancia y la necesidad de que los cubanos tengamos acceso a una Internet rápida y a precios accesibles. Toda ayuda desinteresada que no socave la soberanía nacional será bienvenida”, concluyó Peralo.
En esta ocasión el discurso oficialista del bloguero —la tan cacareada soberanía, por ejemplo— viene complementada con dos actitudes aparentemente ingenuas: el querer creer en la sinceridad de las palabras del funcionario estadounidense y el reclamo a una ayuda desinteresada. Solo que ambos postulados, formulados a partir de un criterio “nacionalista”, son incompatibles con la beligerancia y combatividad necesaria para mantener “la guardia en alto”. Así el discurso revolucionario cede el paso a la declaración ciudadana.
Tales malabarismos parecen caracterizar la nueva etapa que parece haber iniciado la retórica de los afines al régimen, donde una aparente “civilidad” ha pasado a ocupar el lugar destinado antes a declaraciones de vanguardia revolucionaria.
Ello explica tanto la participación de académicos, especialistas y profesores en general en la prensa oficialista, para “explicar” los nuevos tiempos de diálogo con el enemigo como la urbanidad ante la confrontación ideológica.
En ese sentido recalca la falta de un destaque a lo que por años se consideró el estilo del gobierno castrista: la confrontación ideológica, que tras la “lucha de clases” más descarnada alcanzó su definición mayor en la llamada “batalla de ideas”. Ahora el supuesto pragmatismo de Raúl Castro busca atraer tecnología, inversiones y negocios, no focos de confrontación.
Si bien su mención no ha quedado excluida por completo, no abundan hasta el momento los llamados de alerta ante lo que no deja de ser un renacimiento del “carril dos”, la política de contactos personales entre los cubanos de ambas orillas que caracterizó en parte a la estrategia hacia el régimen de La Habana durante el mandato del expresidente Bill Clinton. Más curioso aún si no se olvida que fue precisamente Raúl Castro uno de los portavoces más destacados, desde su función entonces de Ministro de las Fuerzas Armadas y segundo hombre en Cuba, del rechazo ante tal política norteamericana.
Tampoco se puede olvidar que las telecomunicaciones es solo uno de los temas que Washington y La Habana han abordado, desde que ambos gobiernos anunciaran en diciembre su voluntad de normalizar unas relaciones diplomáticas inexistentes hace medio siglo, pero este nuevo énfasis en la tecnología, los negocios y las inversiones, por encima o a pesar de las diferencias ideológicas, sin duda constituye una indicación de futuro.
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