Autos, cromos y otras vitrinas
La serie 'Mirroring Nature', de Rafael López-Ramos, una visión de Miami para hacer crujir la conciencia.
No es lo mismo el cityscape miamense, observado a través de los cristales del automóvil o el autobús, que el avizorado en las panorámicas semiaéreas del tren elevado. Cada ángulo del plano revela una dimensión insospechada del fenómeno urbano. Acudo a estos contrastes para entendernos mejor con esa otra perspectiva menos espectacular pero, a la vez, más sosegada y detallista, que pertenece al peatón y que, por cotidiana, tiende a desleír la empatía con los escenarios de a pie.
En Miami, enclave definitivamente sometido al automóvil tras décadas de expansión horizontal, el empeño de un transeúnte se hace febril porque las distancias se tornan extenuantes bajo las inclemencias y vapores del subtrópico. ¿Será por ello que los closeups urbanos de Miami no abundan en los lienzos? Apuesto a que sí. A no ser que algún bohemio, tocado de sensibilidad y armado de estoica trashumancia, esté presto a ignorar las incandescencias del asfalto para detener su curiosidad en los ademanes inadvertidos de la ciudad.
Claro, ya hoy día al cazador tradicional de paisajes urbanos no le bastaría la vocación de un escudriñador. No hay género histórico en las artes que quede a distancia de la tecnología. Esta es una época de plazos acelerados y confluencias de los más disímiles soportes visuales, por lo que el rastreo de un artista en pos del signo inédito de la ciudad tiene a su alcance infinitud de recursos auxiliares
Por supuesto, primero se impone la destreza innata: una retina sagaz para los blancos paisajísticos. Segundo, la compañía de una cámara y un lente con el mínimo de lealtad, si busca aplicar conceptos que se aparten de las aprehensiones reiterativas. Tercero —y consumador—, la indispensable pericia, pincel en mano, para recrear con originalidad lo que se atrapó en cuotas de píxeles. Esta última premisa —también connatural— es la que hace la diferencia en términos artísticos.
Fue por la vía de actualizaciones expresivas que Rafael López-Ramos logró condensar ciertas visiones de su episódica peatonal, cuyos registros datan de 2007, cuando se radicó definitivamente en Miami tras vivir en Vancouver.
Mirroring Nature
Desde su arribo, el artista creó una pequeña colección de toma puntual que, en su opinión, tipificaba un retrato sociológico del conglomerado miamense que ha ido recorriendo cotidianamente. Luego, ahorrándose fatigas de más, trabajaría con el apoyo de la referencia visual de imágenes selectas, para discernir ya con criterio cohesivo los fragmentos que irá trasladando al lenguaje pictórico.
Su serie Mirroring Nature se basa en esa concreción de una subtrama identitaria de la ciudad, resultante de la imagen digital reprocesada, cuya captura panorámica está sujeta a desmembramientos deliberados. Cada porción extraída al macroobjetivo se convertirá en materia susceptible a redefiniciones y magnificaciones bajo la mirada reconceptualizadora del pintor.
Los primeros frutos se han podido apreciar en una avanzada de nueve piezas del proyecto, exhibidas recientemente en el espacio del Synergy Project, en el distrito artístico de Wynwood. Las obras dieron fe de esa transición dinámica con que el pulso subjetivo del artista llevó las imágenes congeladas a emulsionar sobre las telas, desembocando en vistas que, sin cristalizar en el hiperrealismo, son una especie de refracciones paralelas de naturaleza introspectiva y catártica.
El discurso resultante, al margen de toda maniobra de paisajismo doméstico, muestra evidencias de confrontación reflexiva. De primera impresión, la serie parece complacer la voracidad sensorial mediante el deslumbramiento de las espejerías manufacturadas por la modernidad primermundista, entre cuyos reflejos descubrimos la imagen de una vegetación también estilizada y cosmética, como si fuese un simple ejercicio de captura del entorno, donde lo más comprometido sería de connotación ecológica, avizorado en los diálogos entre máquina, prefabricado y trazas de vegetación.
Pero hay algo implícito en estas superficies relumbrantes de autos, cromos y otras vitrinas que apunta a ciertas suspicacias epistémicas. Son ráfagas subliminales que tienen que ver más con el ojo crítico y el peso de la circunstancia actual, pero que no libra de vincularlas con las ocultas precariedades del establishment megacorporativo en una ciudad típicamente postindustrial como Miami.
Medito en factores que pudieran propiciar un presunto contemplativismo revisionista de López-Ramos. Tal vez, el desplazamiento personal desde el Vancouver de sus últimos diez años hacia el subtrópico estadounidense explique el éxtasis del reencuentro con la luz.
Otra motivación debe ser el impacto del Miami apabulladoramente vehicular, territorio desindustrializado a paso vertiginoso para convertirse en polo turístico, condición reforzada por el rol hemisférico de sus puertos (marítimo y aéreo) como puente comercial de la industria automotriz. En Miami es evidente, aún para el advenedizo, la subordinación de los intereses metropolitanos a los propósitos de la mercadotecnia frívola y los excesos del consumismo.
Visto así, no es descabellado asumir el discurso de López-Ramos como una hipérbole del embellishment, más irónica que ecologista. Imaginarse que toda esta exploración se limita a un juego estético de referencias tangenciales a las contribuciones de Richard Estes o Edward Hopper sería obviar el compromiso ético, palpable tras el deleite de una representación bien lograda.
Apostado más allá de lo visual, el autor se insinúa con potencialidad ideológica. Como si desde la alegoría del extracto urbano pusiera en tela de juicio la plenitud de un confort abundante en petulancias y desequilibrios.
La sola reformulación deconstructiva para segmentar dentro de la composición el elemento originario, inevitablemente deriva hacia zonas dubitativas. Es un dato invisible, que late entre los destellos de las superficies bruñidas y la falta de concreción de un todo, pero es ahí donde se topa la percepción con los comentarios encubiertos. De un bando, sí, la euforia de la luz. Del otro, la impostura de una cotidianeidad metalizada.
Es por ello imposible ignorar el impacto de la circunstancia en estos óleos y acrílicos. Es el momento crucial para su aparición pública. Cuando aún el mundo financiero se recupera de la peor debacle en muchas décadas. Una época desganada en proliferación de fruslerías. Mirroring Nature nos trae a un López-Ramos más experimentado y distinguible. Sutil, en su determinación de hacer crujir la conciencia.
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