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El cabaret afrocubano pierde a su gran “showman”: Francisco Fellove

Pionero del scat en la música bailable cubana, creó un estilo en el son cubano y la guaracha

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Murió el pasado 15 de febrero a los 90 años, en un hospital de la Ciudad de México, “El Gran Fellove”, Francisco Fellove y Valdés: bailarín, compositor y vocalista creador de la célebre guaracha-pregón “Mango Mangüe” que Miguelito Valdés llevó al Palladium de Nueva York, Celia Cruz interpretó con la Sonora Matancera y Johnny Pacheco incluyó en el repertorio de la Fania.

Vecino del popular barrio habanero de Colón donde nació el 7 de octubre 1923, tuvo contacto desde niño con los fragores del guaguancó, el son y la guaracha, codeándose con los grandes músicos de los años 50 en Cuba.

Amigo del tresero Niño Rivera, del director de big band Chico O’Farrill, de la bolerista Olga Guillot, de la guarachera Graciela y del director de Afro-Cuban Orchestra, Machito, entre otros destacados músicos, llega a México en 1955 apadrinado por el maestro del filing José Antonio Méndez quien lo presenta al director artístico Mariano Rivera, esposo de la compositora Consuelito Velázquez.

“Fue Mariano Rivera el que me dio la oportunidad aquí en este país, que tanto me ha dado en mi carrera, por eso soy mexicano y habanero; él fue el que me bautizó como ‘El Gran Fellove’ y me introdujo en la escena del teatro de revista y el cabaret mexicano”, decía continuamente con una risa guasona y pícara.

Pionero del scat en la música bailable cubana, creó un estilo en el son cubano y la guaracha en el que fusionaba inflexiones vocales propias del jazz con pujantes improvisaciones sobre los patrones rítmicos del montuno/mambo. Interprete del bolero filing desde conjunciones y fraseo muy singulares, modulaba “En nosotros”, de Tania Castellano, con lúdica prosodia en la que mezclaba acentuaciones bop con ataques de guaguancó.

Compositor de imaginativa polirritmia viajó por Panamá, Argentina, Colombia, Venezuela, Puerto Rico y Estados Unidos. Nunca quiso irse de México a pesar de jugosas ofertas de trabajo en Estados Unidos. “Oye, muchacho, lo mío está aquí: mi ‘chuachua’ nada tiene que ver con el ‘espiki inglis’ de allá”, comentaba.

Trabajó con el salsero Johnny Pacheco, Tito Puente, Machito y Tito Rodríguez. “Celia Cruz es mi hermana, nos criamos juntos, nos une Oshun y Yemayá. ¿Quién dice que ella murió, si todos los días converso con ella y me canta ‘El yerberito’”, explicó a la televisión mexicana en 2003 tras la desaparición física de La Guarachera de Cuba.

Showman de dominio absoluto de los entresijos de la escena del cabaret, se ganaba al público con sus pantomimas rumberas y pasos de baile de singulares gesticules. Se impuso con piezas como “El jamaiquino”(Niño Rivera), “Cumbialú” (Fellove) “Mami y papi” (Fellove), “Guapacheando” (Fellove), “Rey Negro”(Jorge Mazón), “La fiesta no es para feo” (Walfrido Guevara), “Quimbombó con salsa” (Narciso Valdés), “Decídete mi amor” (José Antonio Méndez) y por supuesto, la composición que hasta cantó a dúo con Charles Aznavour, “Mango Mangüé”.

“Muchacho, la tengo que cantar hasta tres veces en la noche, y yo feliz porque en cada repetición le pongo más ‘chuputuí’ y ‘chuachua’. A los mexicanos le gusta cuando yo grito: ‘¡Te lo dije, de película, chico!’. Se alborota el carnaval. Que cómo fue el dueto con Aznavour. Tú lo quiere saber todo. Es largo de contar: no está grabada, el francés es buena persona, una vez en casa de un amigo común la cantamos juntos, yo canté después en ritmo de chuachua ‘Venecia sin ti’”, confesó en 2008 cuando la Sociedad de Autores y Compositores de México le otorgó el “Reconocimiento trayectoria de 50 años”.

En 1996 Winton Marsalis, su incondicional admirador, lo presentó con palabras elogiosas en una actuación con el pianista Chucho Valdés en Nueva York. En 1999 el joven pianista cubano Osmany Paredes y el trompeta Chocolate Armentero produjeron un fonograma inédito que fue la última visita de Fellove a un estudio de grabación. En 2002 popularizó una versión timba/mambo del tema de Sting “Walking on the Moon”.

Hay congoja: el ‘chuachuachuá’ ni el ‘chuputuí se escuchan. Alguien modula: “Mango mango mango mangüé / yo traigo mango bizcochuelo / que le gusta a usted”: una pareja se balancea abatida en los resplandores de la noche.


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