Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Newtown, Masacre, EEUU

Balas y votos

Nunca como hasta ahora, quienes en EEUU favorecen establecer límites a la venta de las armas de fuego más poderosas han tenido tantas municiones a su alcance

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La comparación es mala, pero no se me ocurre otra mejor. Al igual que con cierta regularidad las capas de la corteza terrestre realizan ajustes que generan terremotos, en Estados Unidos las matanzas cada vez más frecuentes son el resultado de un cambio social, político y económico indetenible pero rechazado con fuerza por ciertos sectores de la población.

Estos fundamentos sociales, políticos y económicos, que van más allá del ámbito personal y doméstico en la tragedia de Newtown, Connecticut, comienzan a aparecer en la prensa, pero es muy difícil que en este país alcancen la dimensión que merecen.

En primer lugar, para comprender lo ocurrido no basta con intentar conocer las causas que llevaron a Adam Lanza a cometer la masacre, sino es necesario también analizar la forma de pensar y el comportamiento de su madre, Nancy, la primera víctima, quien formaba parte del movimiento “Prepper”.

El movimiento “Prepper” o “preparacionista” pide a sus seguidores que se entrenen en el uso de armas de fuego y acaparen víveres, para así estar preparados ante una hipotética situación de caos social que surja tras un colapso económico.

“Ella se preparaba para lo peor”, ha relatado su cuñada Marsha Lanza a los periodistas. “La última vez que nos visitó, estuvimos hablando del ‘preparacionismo’, de cómo uno debía estar listo para hacer frente a un colapso de la economía”, añadió, de acuerdo a una información aparecida en el diario español El Mundo, que cita a su vez al periódico británico The Telegraph.

El movimiento Prepper, que existe en todas las ciudades de Estados Unidos, como por ejemplo aquí en Miami, surgió alrededor de 1960 y es típico de la Guerra Fría, heredero de la histeria nuclear de esa época.

Tanto los “sobrevivientes” como los “preparacionistas” viven obsesionados con la idea de que hay que estar listos, con medios propios, para enfrentar cualquier desastre, sea del tipo económico, político o natural. Se fundamentan en un pensamiento de salvación individual y en asumir la creencia de que en cualquier situación de crisis, recae en ellos la responsabilidad de supervivencia, tanto personal como familiar. Aunque no se refiere específicamente al tema del “preparacionismo”, el filme Take Shelter no es solo una excelente película sino un buen ejemplo del estado de aislamiento social en que viven quienes se creen predestinados a salvar a su familia de un desastre, que al parecer ellos son los únicos capaces de presentir.

Pertenecen a estos grupos desde aficionados a las armas hasta mormones. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, conocida popularmente como iglesia mormona , preconizaba entre sus miembros que tuvieran almacenados alimentos para que ellos y sus familiares pudieran sobrevivir al menos un año en caso de ocurrir este tipo de calamidades. En la actualidad han limitado a tres meses la cantidad de alimentos a guardar.

Aunque no se puede considerar que todo aquel que practique el “preparacionismo” es igual de fanático, y que todos los miembros estén unidos por la misma ideología, es cierto que lo que para algunos es poco más que un pasatiempo se ha convertido en una obsesión para otros en los últimos años.

La razón es que la sociedad estadounidense se ha ido transformando y alejándose del patrón preponderante en los años 50, un núcleo familiar compacto, en que el padre desempeñaba el papel de jefe indiscutible, todos eran de la raza blanca y se practicaba una fe religiosa cristiana que se manifestaba en todos los actos cotidianos.

El fin de esa época ha ocurrido por diversos factores, pero el fundamental es económico. No se puede vivir en un mundo globalizado y egoísta, donde lo que importa es vender los productos en cualquier mercado y obtener el máximo de ganancia, e intentar al mismo tiempo que las parejas lleguen virgen al matrimonio, todos acudan unidos los domingos a las iglesias y los blancos imperen mientras las otras raza y etnias se limiten a un papel secundario.

El problema es que para muchos, especialmente para los que se sienten desplazados de posiciones de privilegio, no necesariamente económicas pero sí sociales, se ha producido un desfasaje entre lo que vendría a ser la superestructura de valores y conceptos y la base económica. Esto unido al evidente desplazamiento o reacomodo en la pirámide social, junto a la inseguridad de toda índole característica de la época actual, ha llevado a muchos a buscar refugio en una vivienda llena de comida y armas. Algo que, por otra parte ha incrementado la ganancia de los productores de tales bienes de consumo. Entre estos bienes, armas cada vez más potentes resultan indispensables.

La posibilidad de contar con estas armas al alcance de la mano explica que un joven de 20 años, sin experiencia militar, pudiera matar a tantos en tan breve tiempo. No es solo que la mayoría de sus víctimas fueran niños indefensos dentro de un aula. Es que contaba con los instrumentos necesarios para actuar con precisión y rapidez. Al asesino le bastaron cinco minutos para poner fin a la vida de 26 personas, entre ellas 20 niños (el total de muertes fue 27, con la madre del atacante).

Es cierto que las arma, por sí solas, no matan; matan las personas que las usan. Pero también es verdad que facilitan las muertes. De no contar con un armamento tan poderoso, Adam Lanza podría haber matado a su madre y quizá a alguien más. El factor cuantitativo es lo que convierte en desastre nacional a lo que no debió haber pasado de tragedia doméstica.

Aquí resultó fundamental el empleo de un armamento que debe estar limitado a los militares y agentes del orden, más allá del hecho de que un acto de este tipo, llevado a cabo por una persona con problemas mentales, puede resultar, en última instancia, difícil de evitar.

Lanza utilizó un Bushmaster AR-15, un heredero del fusil de asalto M-16, usado por las tropas estadounidenses en Vietnam, que en su versión civil es un arma semiautomática, pero a la que su dueño puede realizar diversas adaptaciones e incorporaciones. Al parecer, tenía la versión de cañón de 223 mm., con munición del calibre 5,56 mm., el estándar de uso para las fuerzas de la OTAN. Esta es un arma que, en este país, se puede comprar en un supermercado.

Bueno, se podía. La cadena de supermercados Walmart acaba de retirar el semiautomático Bushmaster M4A3 Patrolman de su catálogo de armas. Es un modelo similar al que usó Adam Lanza. Walmart es una de las mayores vendedoras de armas en EEUU.

También portaba una pistola suizo-alemana semiautomática Sig Sauer y otra austriaca Glock. Estos dos tipos de pistolas forman parte del arsenal de las tropas especiales de todo el mundo, entre las cuales se encuentran los GEOS españoles, los miembros de la Delta Force de EEUU y los SEAL de la Marina estadounidense.

¿Qué hacían estas armas en la casa de una mujer que en ocasiones desempeñaba labores de ayudante escolar? Pues formaban parte de su arsenal, junto con dos fusiles tradicionales de cacería. Nancy Lanza ha sido descrita por la prensa como una “aficionada a las armas”.

Nunca como hasta ahora los legisladores demócratas, que favorecen la prohibición de la venta de fusiles de asalto, han tenido tantas municiones para restablecer la restricción a la venta de estas armas e ir incluso un paso más allá. Nunca tampoco todos los que se oponen a la venta indiscriminada de armas de fuego han contado con argumentos tan fuertes para impulsar medidas que limiten al mercado.

De acuerdo al diario español El Mundo, según una encuesta de ABC News y Washington Post, realizada por Langer Research Associates, el 54 % de los estadounidenses está a favor de leyes más estrictas en el control de armas en general. También se desprende que un 59 % apoya la prohibición de cierto tipo de municiones de alto alcance.

Hay cerca de 300 millones de armas en Estados Unidos —un tercio de ellas son pistolas—, que no son adecuadas para cazar animales pero magníficas para matar a seres humanos. Esto representa la mayor concentración de armas letales en todo el mundo. Por ejemplo, la tasa de asesinato por arma de fuego es cien veces más elevada en Estados Unidos que en el Reino Unido.

Es posible que ahora existan las condiciones para poner límite a tanta locura, pero no hay que ser muy optimista. No hay que olvidar que la Asociación Nacional del Rifle cuenta con el grupo de cabildeo más poderoso del país, que de una organización para cazadores y aficionados a las armas de fuego se ha convertido en una institución que desempeña un papel de primer orden en la política nacional.

Lo cierto es que quienes se oponen a las restricciones a la venta de armas se fundamentan en creencias antiguas para objetivos actuales.

Con una mentalidad propia de pueblo del oeste de cualquier western de televisión, los fabricantes quieren aprovechar cualquier tragedia para aumentar sus ventas. También quienes deben sus posiciones políticas o privilegios a la generosidad de la Asociación Nacional del Rifle y sus aliados.

Para ellos, la cuestión no es que unos tengan armas, sino que otros carezcan de ellas. Así todo se arreglaría con una batalla en el OK Corral de cada esquina. Si por ellos fuera también, hasta los parvulitos irían al kindergarten con su pistola en la bolsa de la merienda. No es una exageración, un legislador de Florida abogó el lunes por eliminar la prohibición de portar armas en las escuelas, para que los maestros puedan combatir a quien pretenda perpetrar un atentado como el ocurrido en Newtown.

Si la tensión nacional continuará en Estados Unidos, y son inevitables los cambios demográficos, electorales y sociales en el país, los cuales seguirán influyendo en sentimientos de desamparo e impotencia, que llevan a algunos a refugiarse en la compra de armas, no por ello el Gobierno debe dejar de tomar medidas para tratar de reducir o evitar que se produzcan tragedias como la ocurrida en Newtown.

Lo primero es comenzar por establecer una legislación rigurosa, que prohíba la venta de fusiles de asalto y sus similares, así como que limite el número de armas cortas a poseer por una persona o un hogar. Nada en contra de los cazadores (actividad, por otro lado, cada vez más anticuada), ni tampoco oponerse a la venta de pistolas a quienes aleguen causas suficientes y verificables para poseerlas. Sin embargo, se impone la regulación de este mercado por el Estado. No es un problema ideológico, es una cuestión de responsabilidad del Gobierno.

No hay que olvidar que cuando el sureño James Madison redactó la Segunda Enmienda de la Constitución, la cual establece que, “siendo necesaria una bien regulada milicia para la seguridad de un estado libre, el derecho del pueblo a tener y portar armas no debe de ser infringido”, no habían Fuerzas Armadas estadounidenses, mucho menos Guardia Nacional, y se disparaba con arcabuces. La influencia política de la Asociación Nacional del Rifle comenzó con la era Reagan. No hay que ir a los orígenes del país.


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