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Izquierda, La denuncia de hoy, Latinoamérica

La inexistente y maligna izquierda

Esto de la izquierda se ha confundido hasta no más

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Cuando se acercan las elecciones en algunos países de América Latina, ciertos aspirantes a presidentes de la llamada derecha suelen prodigar discursos de un tono semejante a los de la izquierda más moderada, y aun, en ocasiones, cercanos a los de la relativamente radical. Recomponer el sistema educativo, sacar de la miseria, hambre incluida, a los sectores más desfavorecidos, establecer condiciones para la lucha contra la corrupción, la inseguridad ciudadana, velar por la real aplicación de las leyes muertas, son, entre otros, varios de los ejes de sus propuestas.

Por otro lado, a la par, los aspirantes de la izquierda van diciendo lo suyo, algo parecido, pero matizado generalmente con detalles más precisos y, de paso, últimamente, acusando a la derecha de apropiarse de sus propuestas fundamentales.

Pero lo dicho en el párrafo anterior no aplica cuando el postulante pertenece a la izquierda gritona, sarnosa, la que aboga por la encarnizada y extemporánea lucha de clases, la que propone formas infantiles para sacar a todos de la pobreza de un solo golpe de varilla, la esperpéntica, antiimperialista, censuradora, aspirante a la autocracia.

Esto de la izquierda se ha confundido hasta no más. Tenemos a esos “izquierdistas” mexicanos, jóvenes, estudiantes, viejos, viejas, que resultan presas de un inacabable multiorgasmo cuando escuchan el apellido Castro o admiran una foto del guerrillero argentino Ernesto Guevara (no escribo el apodo porque gracias a Dios no era amigo mío; por suerte, nunca he tenido amigos asesinos); son estos los que afirman que en Cuba no existe dictadura, que el gobierno en Venezuela va por el camino correcto, los que salen a la calle con una bandera de la hoz y el martillo para destruir comercios, propiedades públicas, agredir con toda impunidad e inmunidad a las autoridades, derribar y quemar edificios públicos, escribir artículos envenenados por el odio en la prensa libre o al menos condescendiente.

Estos trapaceros antes citados también se pueden apreciar en otras ciudades latinoamericanas. En muchos casos y en buena medida, son personas ignorantes guiadas por caudillos de poca monta que, precisamente, ciertos gobiernos, se supone de derecha, han incubado con su proceder deshonesto en diferentes sentidos.

La izquierda que citamos en los dos párrafos anteriores no existe, o no debería de existir, o no debería ser llamada como tal. No es más que un remedo piojoso, que ni aun tiene idea de lo que en realidad significa ser de izquierda, con sus raíces en las regiones más sucias de la obra de Carlos Marx, en la criminal intransigencia del judío-mongol Vladimir Ilich Lenin y en el personalismo sangriento de José Stalin, aderezados con la egolatría del obseso de Birán, Fidel Castro, quien intentó establecer el más radical de los comunismos tomando para sí, como a esos insectos de laboratorio, a varias generaciones de todo un pueblo.

La pregunta es: ¿serán totalmente responsables de ser como son, de comportarse como se comportan, estas personas de pensamiento orillero que se creen de izquierda?

Otra pregunta: ¿se debe desestimular una doctrina de izquierda realmente lúcida, de corte pacífico, decente, que abogue por establecer la real oportunidad para todos a la par que el respeto a quien piense diferente y la venía al adversario si así lo requiriera la situación, y que no viole las más elementales normas económicas para el crecimiento material y, por tanto, espiritual de la sociedad?

Otras preguntas: ¿serán más de izquierda los regímenes existentes en Canadá, Suecia, Suiza o Finlandia —no importa que la denominación de los partidos en el poder en estos países sea la que fuere— que los que actualmente tenemos en Cuba o Venezuela? ¿Tendremos que seguir conformándonos los latinoamericanos con esa maldición de haber sido “descubiertos” de últimos y por tanto, según los economistas, historiadores, sociólogos más conformistas debamos esperar milenio y medio para que surja y se desarrolle lo que se necesitara y, de este modo, alcancemos un estadio de pensamiento cercano, por lo menos, al de Austria, digamos, sin que, naturalmente, se optara por una clonación que a la larga resultaría abortiva?

Así la situación, ¿bastará con el rotundo fracaso de la revolución castrista, que ha llevado a la Isla a su era de mayor desigualdad, pobreza material y espiritual, represión y estancamiento cultural y social, pesimismo y desesperanza en cuanto al porvenir del individuo?

¿Bastará, para que no aparezcan nuevos intentos de la mugre izquierdista, la situación que hoy vive Venezuela, desangrada económicamente durante 15 años, destruida por un gobierno inepto cuyo discurso, en lugar de posicionarse en las franjas del estadista, se atrinchera en improperios muy parecidos a las más afamadas lides prostibularias?

¿Tardará mucho para que desaparezca la izquierda antes aludida y sus secuaces, caracterizados por la deshonestidad, la asquerosa manipulación de las verdades con el propósito de defender, sin la más mínima vergüenza, la catástrofe, el crimen?

Ya ven. Así van las cosas.


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