Unasur y su visión de la democracia venezolana
No en vano Ahmadineyad estuvo en Caracas en la asunción de Maduro, y los presidentes de Corea del Norte, Siria y Bielorusia felicitaron calurosamente al triunfador
La Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) fue creada en 2008 para suceder a la Comunidad Suramericana de Naciones (CSN o CASA). El cambio de nombre fue una imposición de Hugo Chávez durante la I Cumbre Energética de América del Sur celebrada en Isla Margarita en abril de 2007. Su mera existencia no ha resuelto el principal problema de la integración regional, como muestra la compleja cohabitación con la CELAC (Comunidad de estados de Latinoamérica y el Caribe). Por eso sigue pendiente la pregunta de qué se debe integrar, América del Sur o América Latina.
Pese a los orígenes y contradicciones de Unasur, sus principales impulsores (Brasil y Venezuela) y la mayor parte de sus países miembros, estiman que una de sus mayores virtudes es su capacidad para resolver los problemas regionales sin la presencia tutelar de Estados Unidos u otras potencias europeas. La sola existencia de Unasur constata la mayoría de edad de América del Sur, una región que ya es capaz de actuar por sí misma y en defensa de sus propios intereses. De esta forma, han sido varias las ocasiones en que los 12 países miembros se han reunido de urgencia para tratar algunas de las crisis nacionales en que la estabilidad de la democracia regional se había visto amenazada por algún “golpe de estado” o acción “destituyente”. Ocurrió con Bolivia, con Ecuador, con Paraguay y ahora nuevamente con Venezuela, pero siempre con el mismo guión y el mismo “relato”.
El país que ostenta la presidencia pro témpore convoca una reunión de urgencia a la que acuden la mayor parte de los presidentes de la organización. Tras la foto de familia y un encuentro más o menos breve se emite un comunicado que pone de manifiesto la existencia de una posición común en defensa de la democracia en América del Sur. Concluida la Cumbre todo el mundo regresa a su país, salvo el pasado jueves 18 de abril cuando los presidentes volaron de Lima a Caracas para participar en el solemne acto de toma de posesión de Nicolás Maduro.
El siempre dicharachero José Mujica definió muy bien la satisfacción colectiva que reinaba en el ambiente ante los logros alcanzados. Por ello calificó de “rápido e inteligente” el respaldo de Unasur a las elecciones presidenciales venezolanas. Según sus palabras se trató de un pronunciamiento que por sus características no tiene antecedentes en América Latina. En el pasado “en el mejor de los casos, se acudía a la Organización de Estados Americanos y difícilmente se lograban acuerdos globales”.
En esta ocasión la Cumbre presidencial aprobó una declaración de cinco puntos que comienza ratificando la “vocación democrática” del pueblo venezolano, al que felicita “por su masiva participación en la elección presidencial del 14 de abril” a la vez que “saluda al presidente Nicolás Maduro por los resultados” electorales y su elección como presidente de Venezuela (punto 1º). Una vez constatada la legitimidad del triunfo de Maduro “insta a todos los sectores que participaron en el proceso electoral a respetar los resultados oficiales de la elección presidencial emanados del Consejo Nacional Electoral (CNE)”, la autoridad competente en la materia (2º).
Posteriormente se apoya en lo actuado por la Misión Electoral de Unasur en Venezuela y su Declaración del 15 de abril para impartir doctrina. Se da la casualidad que dicha misión electoral estuvo encabezada por el político argentino Carlos “Chacho” Álvarez que desde antes de su llegada a Caracas ya alababa la eficacia, la neutralidad y la legalidad del sistema electoral venezolano. A diferencia de otras misiones electorales que no pudieron realizar su labor, la de Unasur tuvo todas las puertas abiertas. Por ello, los mandatarios concluyeron “que todo reclamo, cuestionamiento o procedimiento extraordinario que solicite alguno de los participantes del proceso electoral deberá ser canalizado o resuelto dentro del ordenamiento jurídico vigente y la voluntad democrática de las partes. En tal sentido, toma nota positiva de la decisión del CNE de implementar una metodología que permita la auditoría total de las mesas electorales” (3º).
En la misma línea llama “a deponer toda actitud o acto de violencia que ponga en riesgo la paz social del país y expresa su solidaridad con los heridos y las familias de las víctimas fatales del 15 de abril” e invoca “al diálogo y a contribuir a preservar un clima de tolerancia en beneficio de todo el pueblo venezolano” (4º). Y para ello crea una comisión para investigar “los hechos violentos del 15 de abril” (5º). Se da la circunstancia que tales hechos, según la interpretación del gobierno de Maduro, fueron responsabilidad de la oposición.
Sin embargo, Unasur no se ha propuesto investigar las circunstancias bajo las cuales se desarrolló la campaña electoral, ni las denuncias de la oposición, ni las agresiones físicas sufridas por los parlamentarios de la MUD (Mesa de Unidad Democrática) en el hemiciclo de la Asamblea Nacional, ni que el presidente de la misma, Diosdado Cabello, le retirara la palabra a los representantes opositores sin ningún sustento legal ni reglamentario, hasta tanto reconozcan a Nicolás Maduro como presidente legítimo de Venezuela.
La profunda satisfacción con que la mayoría de los presidentes suramericanos analiza los logros de Unasur va acompañada de una total descalificación de las críticas que se le formulan. Por lo general, se afirma, éstas provienen de Europa y Estados Unidos y no tienen en cuenta las peculiaridades de la democracia en la región. Este estado de complacencia no refleja otro hecho preocupante: a diferencia de la incomprensión de los anteriores, quiénes sí entienden perfectamente los mecanismos que rigen el funcionamiento de la democracia en América Latina son países como Rusia, China o Irán. No en vano Ahmadineyad estuvo en Caracas en la asunción de Maduro, y los presidentes de Corea del Norte, Siria y Bielorusia felicitaron calurosamente al triunfador. Por si fuera poco, Alexander Lukashenko lo invitó a visitar su país cuando le fuera posible. Con apoyos como éstos el futuro de la democracia en América del Sur está totalmente garantizado.
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