Gestos, ¿hacia quién?
Juan Antonio Blanco | 12/05/2009 23:04
Los representantes del gobierno cubano ya han comenzado a repetir la consigna del Reflexionador en Jefe: Cuba no tiene que hacer ningún gesto hacia Estados Unidos. Todas las concesiones, a su entender, han de ser unilaterales y deben satisfacer a plenitud las demandas de La Habana.
Curioso por partida doble. Por un lado le exigen a Obama que en tres meses cambie la política de medio siglo pero después de tres años de medidas irrelevantes en la isla, ellos responden que los cambios en Cuba tienen que venir “poco a poco”. Por otro lado, eso altera lo dicho por Raúl Castro en su viaje a Brasil cuando declaró que “esta vez” avanzar en las relaciones bilaterales supondría un proceso de “gesto por gesto”. ¿Otro malentendido?
Al parecer, el búnker habanero, pese a declarar lo contrario, no acepta todavía ningún diálogo genuino. Hablar no es dialogar. Oír, no es escuchar. Y lo que exige La Habana es la capitulación unilateral e inmediata del enemigo. Quizás esa sea la táctica para asegurar el inmovilismo. Pero podrían equivocarse.
El potencial de relaciones bilaterales no se reduce a las enmarcadas en el intercambio entre ambos gobiernos. Ese fue el error de George W. Bush. Están las que se desarrollan entre los cubanos en la isla y los radicados en Estados Unidos, y las que pudieran expandirse de nuevo entre instituciones de la sociedad civil norteamericana y grupos, individuos e instituciones –reconocidas legalmente o no por el Estado- asentadas en Cuba.
Si las relaciones bilaterales entre gobiernos se tornan lentas o paralizan se puede avanzar a diferente y mayor velocidad en el conjunto de relaciones pueblo a pueblo y cubano a cubano.
Estados Unidos puede continuar haciendo gestos unilaterales hacia los habitantes de la isla y sus parientes en el exterior sin tener que hacer concesiones unilaterales al gobierno cubano. Los esfuerzos por mejorar la relación bilateral pueden ser menos centrados en los gobiernos -mientras se haga imposible avanzar en ese campo- y concentrarse más en facilitar la relación pueblo a pueblo y entre cubanos en la isla y la diáspora.
Obama ya tuvo un gesto unilateral hacia los cubanos y cubano-americanos al levantar las restricciones estadounidenses que obstaculizaban el flujo normal de sus relaciones mutuas. Fidel Castro se negó a hacer otro gesto equivalente hacia sus súbditos. Reafirmó así la actual política que hace de las remesas y llamadas a Cuba las más caras del hemisferio occidental y a esa isla una rareza planetaria donde los nacidos en ella requieren permisos para salir o entrar al país.
Millones de cubanos recién obtuvieron una mejoría gracias a la decisión de Obama y tomaron nota de que el altanero caudillo rehusaba complementar el gesto estadounidense hacia ellos con otro similar. Ganancia para Obama; pérdida para el caudillo.
Cada paso no correspondido que dé Estados Unidos en favor de los cubanos –aunque no pueda materializarse a plenitud por ser bloqueado por el gobierno de la isla- contribuirá a revelar ante la población, la diáspora y los gobiernos de otros países quién desea beneficiar al pueblo de esa isla y quién pretende aferrarse al status quo a expensas de su sufrimiento.
Washington tiene un amplio campo para mejorar su credibilidad y aprecio entre los cubanos, sin tener por ello que hacer concesiones unilaterales hacia el gobierno de los hermanos Castro. El presidente Obama puede continuar aportando fórmulas diversas dirigidas a ayudar al ciudadano de a pie y dejar que sea el gobierno cubano el encargado de encontrarle un problema a cada solución. Que sean Fidel y su hermano quienes “bloqueen” los gestos unilaterales hacia los cubanos que pueda hacer Obama. Si desean correr la suerte de Chacumbele, ese es su problema. Dejémoslos.
De insistir el gobierno cubano en congelar las relaciones gubernamentales exigiendo la capitulación de su oponente es muy posible que Washington se lo conceda. El asunto no es de naturaleza prioritaria ni estratégica para Estados Unidos. Más allá de la retórica que ocasionalmente se despliegue en algún foro multilateral, los gobiernos que condenan el embargo, salvo dos o tres excepciones, no van a supeditar el progreso de sus relaciones bilaterales con Washington a que lo levanten. Ese es el a, b, c, del llamado realismo político. El mismo que los inhibe de sumar su voz a las denuncias por violaciones de derechos humanos en la isla.
Es el gobierno cubano el que tiene que decidir si desea o no hacer uso de la actual ventana de posibilidades para avanzar hacia una mejor relación con su vecino o prefiere sabotearla de nuevo. De optar por lo primero entonces ha de dejar la tribuna y las consignas por el sosegado ambiente de una mesa privada de diálogo. Es ahí y no en la Plaza ni en el Granma donde “todo, todo”, debe discutirse.
Dada la edad de Obama y la de los Castro es razonable suponer que si el actual presidente estadounidense resulta reelecto en el 2012 tendrá ya que lidiar con otros dirigentes cubanos que, quizás para entonces, estén preparados a tomarse las cosas en serio. Mientras tanto, Obama puede y debe continuar, con audacia y perseverancia, haciendo gestos hacia quien los merece y aprecia: el pueblo de Cuba.
Enlace permanente | Publicado en: Cambio de época | Actualizado 13/05/2009 0:42