Educación

La inercia estéril de nuestras universidades

En Cuba, el estudiantado universitario y la Universidad como institución no logran ser participantes activos en los procesos de pensamiento y diálogo social

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La Habana vive intensamente la Feria Internacional del Libro, evento que atrae masivamente a la población capitalina y a la prensa. Es de esta manera que el VIII Congreso Internacional de Educación Superior “Universidad 2012”, ha terminado con un impacto muy pobre en el panorama nacional, que se limita a la mención de intervenciones realizadas por intelectuales como Frei Betto y Adolfo Pérez Esquivel.

El premio Nobel de la Paz argentino, muy a tono con el lema del Congreso (“La Universidad por el desarrollo sostenible”) intervino abogando por una educación superior que no priorice la especulación financiera ante los intereses comunes de los pueblos.

No se podía esperar demasiado de las actuaciones de la delegación cubana. Todas repitieron el ritual de mencionar los logros de la educación cubana a partir de 1959, donde no faltó la Campaña de Alfabetización, así como datos sobre el número de instituciones y graduados universitarios. Los organizadores de la cita muestran al modelo educacional cubano como referente obligatorio y borran de un plumazo sus profundas deficiencias.

Las palabras de Frei Betto en el evento arrojan un poco de luz sobre nuestros más acuciantes problemas: “Es hora de pensar la universidad como una instancia crítica de la sociedad”… “tiene que ser un centro de movilización”[1]. En Cuba, el estudiantado universitario y la Universidad como institución no logran ser participantes activos en los procesos de pensar la sociedad o dialogar con esta.

Es fácil encontrar los momentos que marcaron la ruptura de los nexos que existían entre los principales centros cubanos de estudios y los procesos de construcción de la nación. Fueron tal vez las palabras pronunciadas por el guerrillero Guevara en Santiago de Cuba y en la Universidad de Las Villas, a algunos meses del 1 de enero de 1959. El Che consideraba que solo el llamado Gobierno Revolucionario tenía la potestad de fijar las características y cantidad de las carreras universitarias a impartirse, e impuso a la juventud la obligación de incorporarse sin vacilaciones a los puestos que se le asignaran. Para el guerrillero, la integración de de la Universidad con el Gobierno Revolucionario no debía provocar reacciones y acuñó que nunca un estudiante revolucionario podía ser ni siquiera adversario del Gobierno[2]. Si bien la Reforma Universitaria que entró en vigor el 10 de enero de 1962 extendió el acceso a la enseñanza a la mayoría del pueblo, terminó legitimando ideas como las anteriores.

A 50 años de nuestra última Reforma se realiza este VIII Congreso Internacional, mientras muchos representantes del resto del mundo denuncian las difíciles situaciones que viven sus Universidades, la delegación cubana se pavonea, finge haber cumplido y representar los intereses e ideales de la Reforma cordobesa.

Detrás del telón del teatro del Palacio de las Convenciones la verdad es otra, nos encontramos una Universidad secuestrada por el Estado/ Partido, sin muchas más opciones que hacerle el juego a la casta en el poder. Una Universidad para los revolucionarios a lo Guevariano, donde las tensiones y protestas son diluidas mediante amenazas de expulsión, donde las tesis de grado son analizadas bajo el ridículo lente de la “ideología partidista” que convierte estudios sobre Néstor Almendros o León Trotsky en temas tabú. Universidad en la que no se respeta la libertad de cátedra y se eliminan aquellos círculos de pensamiento que no responden a las directrices de una Federación Estudiantil manipulada por la UJC.

La palabra autonomía por la que tanto luchó el estudiantado universitario de la Isla fue escondida en el mismo lugar que la palabra huelga (tan necesaria a los trabajadores). Los universitarios cubanos no juegan ningún papel a la hora de elegir o destituir sus propias autoridades. No intervienen en la creación de los planes de estudio de las diferentes carreras, estos son ideados por los ministerios y se adoptan de forma automática. Los estudiantes no son puestos al tanto, ni participan de los manejos financieros y sus docentes nunca más han sido elegidos por oposiciones de carácter público. Nada más alejado de la Reforma argentina de 1918 o de la cubana de 1923. En estos momentos se vive una extrema falta de mecanismos horizontales mientras se demoniza a aquellos que se atreven a pensar diferente y expresar sus opiniones en diversos espacios como es el caso de los blogs. Lo anterior ha derivado en la apatía política del estudiantado y su desconexión con la realidad del país.

Comprender que tenemos un Gobierno que ha cortado cualquier mecanismo que permita el control por parte de los ciudadanos, que no existen procesos válidos de rendición de cuentas ni una verdadera responsabilidad social por parte del Estado hace repensar en la necesidad de autonomía y libertad académica para las universidades de Cuba. Sobre todo en los momentos actuales, en los que bajo los nuevos Lineamientos con tintes descaradamente neoliberales se pretende atender a la educación de los jóvenes en función de las demandas del mercado o de los pactos que logren hacer nuestros “hábiles” dirigentes. Las universidades cubanas han terminado siendo el reflejo de nuestra sociedad decadente y nos muestran el lamentable espectáculo de una inercia estéril que necesita ser rota para avanzar hacia verdaderos cambios políticos y sociales.



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