Sociedad

Otro ranking mundial para el futuro

¿Hacia dónde debe mirarse cuando el PNUD informa que Cuba ocupa un lugar preferencial entre los países con más alto desarrollo humano?

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Debemos suponer que piensan en nosotros. Que esas cifras nos contienen. Que han contraído un compromiso esencial con el futuro nuestro. ¿Hacia dónde debemos mirar cuando el PNUD divulga esos informes donde Cuba ocupa un lugar preferencial entre los países con más alto desarrollo humano o cuando un renombrado especialista declara a Cuba el único país con desarrollo sostenible en todo el mundo?

Cual Sísifos de estos tiempos, deberíamos condenarlos a probar lo que dicen. Pero no con entelequias, ni con cifras que halagan la paja caliente de quienes habitan en Palacio, sino en la calle, en los barrios de toda Cuba, en las ciudades que agotan y se agotan, en las plazas desoladas, en los comercios derruidos, en esas ruinas de bateyes asfixiados.

Debemos creer que toda la buena voluntad del mundo se encierra en esos índices de desarrollo humano que clasifican a los países teniendo en cuenta ingresos y accesos a la educación y la salud, entre otros. ¿Pero de qué "ingresos" puede hablarse en el caso cubano, cuando médicos y maestros ganan menos de 20 dólares mensuales?

Allá en Sudáfrica fue presentado hace unos días el informe de este año. Hay mucha más distancia entre los números difundidos y la realidad que vivimos en esta Isla, que el kilometraje entre La Habana y Ciudad del Cabo, sitio escogido para llenar de optimismo las huestes caribeñas de los Castro y compañía.

Dicen que Noruega marcha a la cabeza del mundo y los pobres de Níger hallan triste asiento en el furgón de cola. Curiosamente, hasta los predios desérticos de África empobrecida han viajado los médicos cubanos en busca del sustento que en su nación jamás han podido tener, ahora en virtud de gestos solidarios de doble faz. Vamos, no es por comparar. Sólo a un malintencionado se le ocurriría pensar que Cuba bloqueada está al nivel de ese Níger.

Pero es así que este informe nos depara la buena nueva de que Cuba supera a potencias como Brasil y México. En esa suerte de ranking mundial de la esperanza, la Isla se ubica en el puesto número 50 dentro del grupo de países con "alto desarrollo humano". Y es además el país con más médicos según la cantidad de habitantes: hay casi 600 por cada cien mil personas, aunque no refieran la cantidad de los que desean abandonar su país en busca de libertad y prosperidad.

Un poco de trigo

Los periódicos, emisoras de radio y sitios web que afanosamente divulgan las bondades del castrismo con la misma fuerza con que callan sus miserias, tienen ahí un poco de trigo para algunas semanas. No faltará el despistado que promueva este informe como el regalo del PNUD a la recuperación del Comandante en el año de su cumpleaños 80.

En realidad, a eso es lo que más se aproximan los números que desconocen el drama real de una nación que sufre. Como hace dos décadas, cuando no se podía hablar del milagro económico chileno bajo Pinochet sin deslizar un tácito elogio a un dictador despreciable —además de ladrón, según comprobamos ahora—, la comunidad internacional debería renunciar hoy a ensalzar uno de los temas más manipulados por Fidel Castro y su élite de poder en Cuba: el de los supuestos avances sociales, que encima no son tales, desconociendo los más elementales derechos del individuo.

Hay un elemento que los señores de la ONU quizás no han tenido en cuenta: que al Comandante, en su lecho de enfermo, no le satisface nada ese lugar 50. Precisamente en sus dos últimas apariciones en plazas públicas de la Isla, en Bayamo y Holguín, volvió con aquello de que Cuba no renunciará al empeño de convertirse en la primera potencia universal en ese cóctel heterogéneo conformado a su peculiar gusto y que engloba salud, educación, medio ambiente, batalla de ideas, maniobras de solidaridad con todos los pueblos del mundo y hasta software, pero que no incluirá jamás derechos políticos, acceso a la información, libertad de expresión y de viajar, amnistía para los presos políticos, ni bienestar para su gente.

Imagino lo que puede pensar de esto el médico y demócrata cubano Oscar Elías Biscet en el fondo de la mazmorra pinareña donde sigue confinado por reclamar esos derechos. Nosotros como cubanos no deberíamos abandonar jamás la lucha por su liberación definitiva. Ni tampoco cansarnos de denunciar cuánto esconden los fríos cálculos de informes como este. Cuba tiene derecho a recomponer su propia esperanza, lejos de tan cuestionables rankings.