Fusilamientos, Memorias de la Revolución, Nicaragua

Rodolfo Romero, pasajero ocasional de la Historia

CUBAENCUENTRO continúa este nuevo año con la sección cuyo tema central es lo que se podría catalogar de “memorias de la revolución”

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Romero, así le nombré desde el momento en que me fue presentado una tarde de verano del 1987 en Granada Nicaragua, se convirtió en ese personaje que, considerando sus experiencias, llegó a ser más que un pasajero de la Historia. El pasajero fortuito que estuvo en cada estación por donde pasaban los eventos que se le avecinaron a su vida.

Cuando lo conocí estaba sentado en una estrecha y desordenada oficina en un lugar muy cerca del Hotel Granada y próximo al lago Cocibolca. Administraba la empresa de transporte fluvial que trasportaba pasajeros y en ocasiones mercaderías a través del lago, sobre todo desde el sureño poblado de San Carlos hasta Granada.

El hombre que conocí no parecía nada más que eso, un hombre común dado a una tarea que no requería de mucha dedicación. Pero por sobre todo era el hombre que usted no puede imaginarse como conspirador, terrorista, guerrillero o político protagónico. Parece que había andado en la Historia como puede andar un borracho en una celebración donde no ha sido invitado.

Siempre amable, Romero accedía gustoso a facilitarnos algunas de las embarcaciones con que él contaba para que paseáramos por las isletas próximas a Granada. Un día nos facilitó el yate Elvis, el mejor de su reducida flota; la embarcación estaba amarrada en el puerto El Diamante a unas 10 millas de Granada. El administrador de la Brigada Médica Cubana en Granada, Romero y Yo hicimos el primer viaje para conocer la tripulación. Días antes desde la embajada cubana en Managua nos informaron que el embajador en funciones pasearía por las isletas. Ya próximo al embarcadero, cuando el auto corría con dificultad por aquel terraplén, Romero que siempre se mostraba reservado me tocó por el hombro y me dijo:

—Doctor, ¿ve aquel potrero allí?

—¿Potrero?, le dije como preguntando, pues lo que veía era un espacio lleno de piedras y carente de pastos.

—En ese lugar fusilamos a cerca de 400 somocistas, cuando triunfo la Revolución. Nos detuvimos (fusilando) cuando recibimos una llamada de Tomas Borge donde nos ordenaba que paráramos.

No hablamos más, eran tiempos aquellos donde lo mejor era no hablar mucho. Aquel hombre callado y de modales educados a pesar de ser un hombre de pueblo, me refería sin más ni más, de su participación en una orgía de sangre muy similar a la que se desató después del triunfo de la revolución cubana, pero esta vez en tierras de Nicaragua. Andaban rápido, no había allí ni Tribunales Populares, ni juicios sumarísimos; a diferencias de la experiencia temprana de eliminación que había visto en La Cabaña, en Cuba.

En noviembre del1987 visitó a Granada el comandante Armando Acosta Cordero, entonces Coordinador Nacional de los Comité de Defensa de la Revolución. Sentado en el patio interior de la casona que ocupaba la Brigada Médica Cubana, me dijo:

—Hay una persona conocida que quisiera encontrar, dicen que vive aquí en Granada, su nombre es Rodolfo Romero.

—Lo conozco, le dije. ¿Quiere verlo ahora?

—Sí, sería mejor, no tenemos mucho tiempo.

Media hora después Romero y Armando Acosta estaban enfrascados en una amena charla, siendo como eran viejos amigos. Acosta Cordero me explicó que Rodolfo Romero había vivido con ellos en La Cabaña durante un año.

La cita de Romero con la Historia según el mismo me contó, comienza cuando se encontraba en Guatemala durante el Gobierno de Jacobo Arberz y fue testigo de los hechos que provocaron el derrocamiento de éste en el año de 1954. En esos días convulsos alguien le dio la orden de llevar un fusil con sus correspondientes proyectiles a una persona que por aquel entonces estaba de paso en Ciudad de Guatemala y se alojaba en un garaje. Lo hizo tal y como se lo ordenaron. ¿Quién se lo ordenó? No me dijo; pero sí me dijo quién fue el receptor del fusil: el argentino Ernesto Guevara de la Serna. Dudo que el Che le diera el uso requerido al fusil.

—¿Sabes disparar la carabina? —le preguntó Romero— No, no sé cómo usarla —respondió el Che.

Según tengo entendido cuando se produjo la invasión apoyada por EEUU, el Che pasó rápidamente a El Salvador. Tal vez ahí fue donde comenzó las relaciones entre Romero y el Che y más tarde estando de por medio Armando Acosta y los sandinistas: Carlos Fonseca Amador y Tomas Borge.

Estos se encuentran de nuevo en Tarará donde el Che fue a descansar después de haber contraído una neumonía, en la casa al final de la calle Cobre donde por coincidencia estuve en el año de 1966. En esa casa se reunieron lo que se ha dado en llamar el Grupo de los conspiradores de Tarará, formado por la cúpula de Ejército Rebelde que aún no controlaba todo el poder y algunos extranjeros. Esto ocurre a finales de enero de 1959 y cuando el Che se recupera las conversaciones se trasladan a otra casa en Cojimar.

Todo parece indicar que este grupo no tenía solo la intención de establecer el control total del poder en Cuba, sino que desde entonces se mostraba lo que sería la vocación injerencista del régimen. Fue allí donde se reunieron con el Che, los conspiradores nicaragüenses: Tomas Borge, Carlos Fonseca Amador y nuestro deslustrado, Rodolfo Romero. De allí seguro salió la idea de crear una fuerza de tarea formada por nicaragüense y cubanos que más tarde fue masacrada en El Chaparral, Honduras, en el mes de junio de eses mismo año de 1959.

En El Chaparral, fuerzas combinadas de Honduras y Nicaragua neutralizaron un grupo guerrillero que se autodenominaba Columna “Rigoberto López Peña”. Trece combatientes guerrilleros murieron, entre ellos dos cubanos: Onelio Hernández y Marcelo Fernández quienes fueron honrados en un monumento construido cerca del antiguo Hospital de Granada, Nicaragua e inaugurado en 1987. Romero me aseguró que había en la columna otros cubanos, dos de los cuales fueron heridos, pero no fueron capturados[i]. Romero fue uno de los combatientes nicaragüenses en aquel grupo. Nunca me aclaró como salió de la balacera ileso.

Todo parece indicar que Romero, como el sandinista Tomar Borge y otros nicaragüenses, participaron en la lucha contra los grupos irregulares anticomunistas en El Escambray en la zona central de Cuba. De este periodo de tiempo Romero nunca llegó a decirme cómo fue su experiencia revolucionaria al participar en la lucha en El Escambray y su estadía bastante prolongada en La Habana de donde surge, sin dudas, su amistad con Armando Acosta Cordero.

Nunca más supe de Romero. Antes de salir de Nicaragua en 1988 éste me pidió que intercediera para que una de sus hijas se atendiera en La Habana porque estaba enferma y requería de atención especializada; mis gestiones no prosperaron. Días después cuando le vi le recomendé que llamara a La Habana y hablara con su amigo Armando Acosta, porque la Misión Médica Cubana en Managua no había autorizado el viaje de su hija; supongo que lo hizo. Nunca más lo vi ni he oído de él.

Romero como muchos, son de esos que se cruzan en el camino de la Historia, o más bien se hacen pasajeros eventuales de ella.



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