Partido Comunista

Un documento con tufo

El Proyecto de Documento Base para la Primera Conferencia Nacional del PCC está destinado a cumplir la misma función que los Lineamientos de la Política Económica y Social

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Como el libreto que sirvió a la tragicomedia que fue el esperadísimo VI Congreso del PCC, las siete páginas que conforman el Proyecto de Documento Base para la Primera Conferencia Nacional han sido enviadas a los estanquillos desde las oficinas del Comité Central del PCC. Supuestamente, para que sean aprobadas (unánimemente) por el pueblo, en lugar de creadas, discutidas y transformadas por los ciudadanos.

En un constante esfuerzo por diluir nuestra historia, el Proyecto de Documento afirma que “el PCC es fruto legítimo de la Revolución”, y con ansias de autentificación, cita una frase simplista de Fidel Castro: “El Partido lo resume todo…”.

Se podría suponer que el análisis de este documento solo atañe a los militantes, pero no es así. No solo porque en la Constitución cubana encontramos aquello de que el Partido Comunista “es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”[1], sino porque su pasado Congreso se limitó a tratar cierto número de problemáticas económicas.

Varios temas de interés popular, como las posibilidades de uso de las nuevas tecnologías informáticas (especialmente internet), la duración de los períodos de mandato de los funcionarios del gobierno y de otras instancias, y la política informativa de los medios de comunicación, entre otros, no fueron analizados o se pospusieron con el pretexto de serían tratados en la Conferencia Nacional que se producirá el próximo mes de enero.

La Conferencia tendrá entre sus principales objetivos evaluar el trabajo de la organización (PCC) de forma crítica y objetiva, revisar sus conceptos y métodos, así como la relación con la UJC y las organizaciones de masa.

En el documento se enumera un rosario de autocríticas, primero se ataca el trabajo político-ideológico, catalogándolo de superficial y formalista, y de tener métodos y términos anticuados. Se habla de lo innecesario de reuniones extensas dentro de la jornada laboral y de lo desacertado de convocar actividades conmemorativas formales. También de la poca flexibilidad de las agendas de trabajo que indican organismos superiores. Desgraciadamente, lo anterior, en vez de sugerirnos las “buenas intenciones” del PCC, recuerda que es complicado detener la inercia de 46 años de políticas fallidas.

Pero no solo aparecen autocríticas, hay varios temas que son abordados insistentemente y que hacen referencia a las estrategias que se mantendrán o implementarán. Primero, la relación del Partido con los jóvenes, donde se revive nuevamente la figura del “enemigo”, a pesar de pretender un cambio de mentalidad. Los imperialistas son los que “cifran sus esperanzas en las nuevas generaciones por su supuesta vulnerabilidad, intentan fomentar la falta de confianza en la Dirección de la Revolución y el Partido”[2], y además, “pretenden mostrar una sociedad sin futuro”[3].

Las anteriores observaciones demuestran una falta de objetividad que desalienta. El enemigo que provoca la sostenida corriente migratoria de jóvenes, no es otro que una dinámica social a la que llaman Revolución y que es en realidad la socialización de la miseria entre las mayorías, mientras la élite se queda con la mayor parte del pastel. Las “condiciones excepcionales” en las que han vivido los jóvenes en Cuba, como se pretende hacer creer en el punto 1.12, no lo son tanto si se han mantenido por más de 20 años y han alentado la falta de esperanzas.

Otro tema preocupante que tendrá protagonismo en la próxima Conferencia del PCC, es la llamada preparación para la defensa. Se continuará esgrimiendo el pretexto de una guerra futura con Estados Unidos para “fortalecer las instituciones armadas”[3]. Lo que nos habla de un crecimiento de ministerios como las FAR y el MININT, dos instituciones que, además de ser improductivas, gozan de privilegios con los que no pueden soñar la mayoría de los trabajadores de la Isla. Sus miembros disfrutan de prebendas como reservaciones en hoteles hasta la gratuidad de la telefonía móvil. Por otro lado, se justifica la continuación del servicio militar obligatorio, que provee de mano de obra barata para actividades como la agricultura.

Cuando se habla del papel de los medios de difusión, aunque se menciona que los mismos deben reflejar todos los matices de la realidad de Cuba, se hace énfasis en su mejor utilización para el trabajo político-ideológico. La misma suerte corren las tecnologías de la información, tan demandadas por la población, que serán utilizadas para “combatir las acciones de subversión contra nuestro país”[4].

Otro tema frecuente en el Proyecto de Documento es que el PCC debe informar de manera trasparente y oportuna sobre las acciones que se realicen en el país, así como de los problemas, las dificultades y las insuficiencias. Esto no es más que el reconocimiento de que las decisiones siempre se han tomado tardíamente y de espaldas al pueblo.

La política cultural y el monopartidismo

Por otro lado, hay una serie de puntos que reclaman especial atención. Uno de ellos es el que se refiere a mantener la periodicidad de los congresos del PCC: el último se realizó con ocho años de retraso. No se realizarán congresos cuando exista amenaza de guerra y desastres naturales. Pero no creo que se pueda confiar en un Partido Comunista que contradictoriamente retrasa su congreso en plena crisis económica del capitalismo.

El punto 16 hace notar que continuará un sistema en que distinguir Partido y Estado será una cuestión imposible, con los conocidos costos democráticos de esta situación. No serán solo los militantes los que estarán sujetos al centralismo.

La atención de los trabajadores en el sector no estatal también está presente. Se comenta que hay que “combatir los prejuicios contra ellos”[5], y en un palpable acto de cinismo, olvidan mencionar que fue el propio PCC el que satanizó el trabajo por cuenta propia.

El tema de la cultura es analizado en los puntos 55, 56, 57 y 58, llamando a consolidar la política cultural establecida en las “Palabras a los intelectuales”. También se menciona el hecho de asegurar que los proyectos no distorsionen la política cultural de la Revolución y que los mismos se realicen en conjunto con las instituciones. Todo ello legitima el robo o destrucción de eventos creados desde el pueblo, como fue el caso del Festival Rotilla en el pasado mes de agosto, y hace pensar inevitablemente en un remake del “Pavonato”.

Aunque finalmente se dice de proyectar la renovación paulatina de los cargos de dirección y limitar a un período de cinco años consecutivos el desempeño de los mismos, hay un tema que sobresale por estar ausente: el monopartidismo.

Como los debates deben hacerse en un ambiente de compromiso (con la Revolución)[6], estará demás cualquier alusión al surgimiento de nuevos partidos en Cuba, se sigue manipulando la Reforma Constitucional del 26 de junio de 2002, donde se plantea el carácter irrevocable del socialismo, decreto que no invalida la posibilidad de surgimiento de nuevos partidos de izquierda.

El Proyecto de Documento solo parece augurar la continuidad de políticas partidarias encaminadas a manipular, según sus conveniencias, los derechos civiles de los ciudadanos cubanos.



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