Cuba, Lyceum, Literatura, Arte, Feminismo

El esfuerzo y la gratitud

A partir de una labor investigativa en fuentes bibliográficas y documentales, Whigman Montoya Deler rescata en un libro una apreciable cantidad de acontecimientos y datos que ilustran la importancia de la faena del Lyceum

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La semana pasada escribí sobre el Lyceum, con motivo de cumplirse este año nueve décadas de que iniciara sus actividades. En aquellas líneas resumí lo que significó el notable aporte cultural y social de esa modélica institución. No tenía pensado, pues, volver sobre ese tema. Sin embargo, lo voy a hacer indirectamente para dar noticia de un libro que en aquel texto mencioné.

Su autor es Whigman Montoya Deler, y aunque nombre y apellido parezcan empeñados en desmentirlo, es cubano, santiaguero para más señas. Se graduó en Letras en la Universidad de Oriente, donde después realizó un master en Estudios Cubanos y del Caribe. Ha impartido clases en la Universidad de La Habana, así como en la de Taijin, China. En la actualidad reside en Texas. El libro del cual me voy a ocupar es El Lyceum y Lawn Tennis Club. Su huella en la cultura cubana (Unos & Otros Ediciones, Estados Unidos, 2017, 213 páginas), y se inscribe dentro del campo de investigación de su autor, que es el de la mujer en la Cuba republicana.

Pese a la importancia de la labor que realizó el Lyceum, a lo largo de casi cuatro décadas, la bibliografía existente sobre la misma es escasa. Me refiero, naturalmente, a estudios monográficos y libros. Artículos puntuales acerca de las actividades hay muchos en la prensa de la época, así como en la propia Revista Lyceum. Pero ese es, ya se sabe, un material al cual los lectores no tienen fácil acceso. Conviene anotar que en los últimos años se han escrito algunos estudios. Aunque no puede afirmar, por supuesto, que sean todos, quiero mencionar los de Luz Merino Acosta (“El Lyceum y Lawn Tennis y las artes plásticas cubanas”, Espacio Laical, n. 4, 2018) y Daylién Lazcano (“Lyceum Lawn Tennis Club y la Bibliotecología Cubana”, solo disponible en formato digital). El de Montoya Deler es el primer libro dedicado al tema, y eso ya es un mérito a reconocerle.

Como es de rigor, su autor revisó buena parte de las fuentes bibliográficas existentes, además de los documentos del Lyceum que se conservan en la Biblioteca Nacional José Martí y la Colección Herencia Cubana, de la Universidad de Miami. Asimismo, entrevistó a ocho mujeres (Cuca Rivero, Graziella Pogolotti, María Teresa Linares, Marta Arjona, Natalia Revuelta, Rita Longa, Onelia Hortensia Cabrera Lomo, Rosario Novoa), cuyos testimonios recoge en uno de los Anexos. Este bloque lo integran también una selección de cubiertas de programas de exposiciones y conciertos, otra de fotos, una lista de los conferencistas cubanos y extranjeros, otra con una relación de algunas de las instituciones con las cuales colaboró el Lyceum, una bibliografía y una guía de nombres de algunas de las personas mencionadas en el libro y que tuvieron vínculos con la institución.

El cuerpo central del libro lo constituyen los trece capítulos en los que el autor ha distribuido su análisis. En el primero, titulado “Vanguardia, Minorismo y feministas”, sitúa la fundación del Lyceum en el contexto cultural de la época. Apunta que en los primeros cincuenta años del siglo pasado, surgieron numerosas instituciones —Pro-Arte Musical, Nuestro Tiempo, Grupo de Renovación Musical, Institución Hispano-Cubana de Cultura, Orquesta de Cámara de La Habana, entre otras— que fueron una “muestra, por parte de la sociedad civil, de una voluntad colectiva de empresa y un propósito a favor de la nación”. Hace notar, por otro lado, que en la segunda década republicana la corrupción y el desorden imperaban en una sociedad, en la cual el individualismo era casi un lema. Eso hizo que “la conciencia cubana se vio precisada a buscar elementos de moral y ética”. De ahí el surgimiento de “sociedades que tenían el objetivo definido de levantar el espíritu público cubano para llevar a efecto reformas sociales que sirvieran al menos como paliativo a los problemas existentes”. A esa preocupación se sumó también el Lyceum, aunque desde una óptica sociocultural.

Inquietudes artísticas, humanistas, democráticas

En los dos capítulos siguientes, el autor revisa y valora la faena desarrollada por el Lyceum. Hace un sucinto recorrido histórico por los hechos más relevantes de su trayectoria, hasta que en marzo de 1968 se vio obligado a cesar sus actividades. A propósito de ello, Montoya Deler comenta: “En la Cuba posterior a 1959, la existencia de una política cultural centrada por el Estado y el cierre de las sociedades privadas, puso fin a un ciclo de casi cuarenta años”.

Al resumir la trascendencia del Lyceum en el panorama cubano, argumenta que se debió, entre otros aspectos, “al deseo de rescatar el patrimonio histórico cultural, a la conformación de una imagen histórica de las artes plásticas y decorativas, la música y la literatura por medio de exposiciones, conciertos y conferencias. Al logro de una conciencia nacional, americanista y al necesario equilibrio entre tradición y progreso, al trabajo en beneficio de la comunidad (el niño y el adolescente), a la superación de la mujer (…) a la decisión de participar en un feminismo donde la feminidad no fuera anulada, a la intención de sembrar entre sus socias inquietudes artísticas, humanistas, democráticas, pacifistas”.

En los capítulos restantes, el autor describe sucintamente el perfil del trabajo de las secciones con las cuales contaba el Lyceum: Exposiciones, Conferencias, Clases, Biblioteca, Asistencia Social. Dedica, asimismo, páginas a la Revista Lyceum, a otros proyectos culturales impulsados por la asociación y a su política nacional e internacional. Al ocuparse de este último aspecto, rescata algunos hechos escasamente conocidos. Uno es que en la década de los 30, algunas lyceístas fueron recluidas en las cárceles de Guanabacoa e Isla de Pinos, por orden del dictador Gerardo Machado. También fueron encarceladas Camila Henríquez Ureña, Carolina Poncet y otras mujeres por haber dado la bienvenida al dramaturgo Clifford Odetts, quien visitó la Isla en compañía de otros escritores norteamericanos y que estaba catalogado por las autoridades como comunista. Y entre las acciones en el campo de la política desplegada por las lyceístas de izquierda, Montoya Deler cita su contribución a la lucha armada que se libraba en la Sierra Maestra contra la tiranía de Batista, a través de la recogida de dinero y frazadas. “Era una tarea muy activa, definida y secreta, quizá de ahí que poco se conozca sobre ello”, comenta.

Un mérito que es justo reconocerle a su libro es la provechosa aportación informativa que contiene. La labor investigativa en las fuentes bibliográficas y documentales ha permitido a Montoya Deler rescatar una apreciable cantidad de acontecimientos y datos que ilustran, a la vez que la hacen patente, la importancia de la faena del Lyceum. Incorpora además un correcto análisis valorativo de la misma, y la sitúa adecuadamente en el contexto cultural en la cual se insertaba. Todo eso está escrito con concisión y fluidez narrativa, a través de una prosa directa y clara, alejado del estilo académico más farragoso y plúmbeo.

A propósito de la mención de su libro que hice en mi trabajo anterior, Montoya Deler, a quien este cronista no conoce, él me contactó a través de Facebook para agradecerme por ello. Me comentó además el escaso eco que su libro ha tenido. Con su autorización, reproduzco a continuación sus palabras: “Lamentablemente, acá en Miami el libro ha pasado inadvertido. Tres veces presentado a la Feria del Libro y tres veces rechazado. Desgraciadamente vivimos en un mundo de amiguísimos y enchufes y si no somos parte de eso, estaremos fuera siempre. Las ventas tampoco han sido nada buenas, por la poca difusión. Contábamos con una exlyceísta que aún vive, con sus influencias y contactos, pero nos ha dado la espalda. Así las cosas”.

Tristísimo e ingrato modo de acoger un libro que amerita otra recepción. Montoya Deler, lo he dicho ya, ha hecho una meritoria aportación al rescate de la labor realizada por el Lyceum, un esfuerzo que, como tantos otros realizados en Cuba antes de 1959, durante décadas se ha visto condenado al silencio y olvido. Merece, pues, nuestro agradecimiento. Y lo menos que podemos hacer es demostrárselo. Como dijo Voltaire, “la apreciación es algo maravilloso. Hace que lo que es excelente en otros nos pertenezca también”.